sábado, 23 de mayo de 2020

Diario de Santander (I). 1 julio 1994. Francisco Huertas Hernández



Diario de Santander (I). 1 julio 1994
Francisco Huertas Hernández


Cine Coliseum
Plaza de los Remedios, 1. Santander
Foto: Diario Montañes
"Ubicado en el centro de la ciudad, plaza de los Remedios, cerca de la estación de ferrocarril, el Coliseum era un local grandioso que fue inaugurado el 14-10-1933 con la comedia Lírica “Luisa Fernanda”, por la Compañía titular del Teatro Calderón de Madrid. El nombre adoptado fue Teatro María Lisarda Colisevm y se pretendía dedicarlo a representaciones de ópera, arte escénico (Talía, los veranos) y cine sonoro, siendo gerente D. José Ocejo. A finales de los años 40, ya solo utilizó el título Coliseum empleándose por el público el diminutivo “El Coli”. Era un salón amplísimo con aforo alrededor de 1700 localidades, tenía palcos y un gran “gallinero”. Estrenaba las mejores películas y hay quien recuerda a “Ben-Hur”, que permaneció largo tiempo en cartelera. A partir de 1947 el inmueble ya contaba con una sala de fiestas anexa llamada “El Pistón”. En 1952 el edificio fue destruido por un incendio, siendo reconstruido con el mismo diseño y reinaugurado el 7-12-1953. En los tiempos de la gran crisis del sector -mediados de los años 80- y en un afán de supervivencia, fue reconvertido a tres pequeñas multisalas. Después de 66 años dando espectáculo y convertido en local emblemático para los santanderinos, en 1999 tuvo que echar el cierre de forma definitiva. El edificio se convirtió en un hotel de cuatro estrellas gestionado por el grupo Silken Hotels y lleva el nombre de Hotel Silken Coliseum, conservando la fachada Art Deco del antiguo cine. Colaborador: Severiano Iglesias Tortosa"


Santander, viernes 1 de julio de 1994. 20:56

 Me fui de Palencia ayer, jueves 30 de junio. En un día en el que se presentaba un calor abrasador dejé la ciudad castellana, dejé mi piso, dejé momentos dulces y tristes. F. me llevó a la estación y tomé un regional hasta Santander. He escapado del calor que devora España. Me he matriculado en los dos seminarios de la UIMP para agosto: “Ciencia, tecnología y sociedad” e “Ironía y tolerancia: Voltaire”. Estoy en casa de M, en una habitación con ventana que alegra y refresca alma y cuerpo. Esta tarde, después de comer en la “Valdepeñera”, he dado un paseo desde la calle Burgos hasta Pryca. Varios kilómetros. Allí he visto un CD barato (1250) de la serie “Personalidade”, de Joao Gilberto, en edición brasileña Philips. Lo compraré. Había muchos discos brasileños de María Bethania. Hace un tiempo maravilloso: hoy ha estado cubierto todo el día y la temperatura no ha superado los 20º. Llevaba la americana. ¿Comprenden ustedes? 1 de julio y con la americana. Retomando el hilo del corazón, húmedo de lágrimas, el recuerdo de I. es tan vivo como antes. Tengo que leer el libro de Freud, ir a la biblioteca, investigar sobre la risa, hacer algo. Hoy he leído en el periódico un comentario sobre un libro que trata del lenguaje periodístico del fútbol. Su autor: un tal Castañón, vino a mi memoria. Era aquel tipo que tenía enfrente en la comida de jubilación de Inés. Habló, precisamente, de su tesis, que, ahora, está publicada por la Universidad de Valladolid. He pasado toda la mañana en las espléndidas instalaciones de la UIMP, las rehabilitadas Caballerizas, que son el escenario de los cursos este año, toda vez que se está procediendo a la restauración del Palacio Real de la Magdalena que quedará impresionante a buen seguro. Santander me hace sentir humano, y no esos veranos tórridos en los que despojado de mis vestiduras me hundía en el autodesprecio. Pavor y asco me producía salir a la calle. Aquí no existen las mangas cortas. No existe el aire de África ni el fuego quema los cuerpos. El año pasado, en una sabia combinación de suavidades atlánticas, escapé de la canícula infernal. Santander y Londres fueron los paraísos. I, el calor y la risa se confunden en mi mente. Después de todo regresé al terrible mundo en el que la imposibilidad y la melancolía son dueñas de todo. Escribo llevado por la brisa atlántica y el rumor de los viandantes y los vehículos desde el quinto piso de la calle Magallanes. M. no estaba nada guapa. Me pareció más vieja. Claro: un año más. A pesar de la chaqueta todo es un fiasco. 

Francisco Huertas Hernández
Santander, 1 de julio de 1994

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Comentarios de nuestros lectores:

- Francisco Huertas Hernández: "La escritura de Diarios en ciudades en las que viví, sobre ellas y desde ellas, fue una ocupación muy importante en mis años de juventud. Siempre quise tener dinero para ir a las ciudades, regresar a ellas. La ciudad es el laberinto de la fortuna y la acción, de la ilusión y el desamparo. Recuerdo que mi amigo E. encontró en mi billetera un horario de trenes a Valladolid. Yo, como Emma Bovary, recorría los planos de las ciudades con el dedo soñando con el día en que bajara en el andén de sus estaciones. Mi libro es un "Diario de Oviedo", expurgado de referencias personales y ayes excesivos. En este blog he publicado fragmentos del "Diario de Barcelona" recientemente. Ahora, mientras escucho una de mis óperas favoritas, el "Otello" de Giuseppe Verdi con Mario del Monaco y Renata Tebaldi, en CD, por supuesto, recuerdo todas esas ciudades que recorrí a pie en interminables caminatas que consumían mis suelas y daban alas a mi anhelo de libertad y felicidad. Todas están grabadas a fuego en mi memoria: desde Palencia a Berlín, de Ávila a París, de Sevilla a Copenhague. Explicar por qué las ciudades son mi medio natural es difícil. Yo no soy de montaña. Soy de calles y parques. Pasé muchos días de mi vida en tiendas de discos que aún aparecen en mis sueños, en librerías de todo tipo en las que ojée más que compré. Las ciudades y sus multitudes en los semáforos, sus grandes almacenes, sus iglesias y sus bancos, con rincones sorprendentes en los que nació un escritor o murió un descubridor -me veo pasando ante la casa en la que murió Colón en Valladolid-. Las ciudades: magma ígneo del volcán de la insociable sociabilidad humana al decir de Kant; savia -bruta o elaborada- con su "flujo de presión" que transporta los carbohidratos del quehacer de los hombres y mujeres; sangre urbana, tejido conectivo que circula por capilares, venas y arterias de asfalto, piedra, mármol y moqueta. Todo ese magma, savia y sangre que vivifica el mísero sentir humano arrojándolo al frenesí de la acción. Quizás, digáis, el tráfago vertiginoso de las urbes arrebata al mortal humano su capacidad de contemplación, pero nada más lejos de la realidad: todo lo que la cultura y la civilización ha producido tiene su sede en las ciudades: los museos, las bibliotecas, los parlamentos, los templos, los estadios. El espacio del ver y entender lo que somos es la ciudad. Por tantas cosas que no puedo ni contarme a mí mismo, pues son paralelas al verbo y tangentes al número, amo las ciudades hasta un punto inimaginable. Sí, fui capaz de caminar 25 kms. por Sevilla en una jornada feraz, y siento cansancio ante la naturaleza desnuda. Si me pierdo, buscadme en ciudades remotas de países en los que se declinan o aglutinan sus lenguas"


7 comentarios:

Unknown dijo...

Grandioso el comentario

Claudia Constanza. Pinzón Romero dijo...

Me apasionan los diarios. Están llenos de subjetividad, emociones y pensamientos mezclados con la vida.

Claudia Constanza. Pinzón Romero dijo...

Me apasionan los diarios. Están llenos de subjetividad, emociones y pensamientos mezclados con la vida.

ACORAZADO CINÉFILO dijo...

La escritura de Diarios en ciudades en las que viví, sobre ellas y desde ellas, fue una ocupación muy importante en mis años de juventud. Siempre quise tener dinero para ir a las ciudades, regresar a ellas. La ciudad es el laberinto de la fortuna y la acción, de la ilusión y el desamparo. Recuerdo que mi amigo E. encontró en mi billetera un horario de trenes a Valladolid. Yo, como Emma Bovary, recorría los planos de las ciudades con el dedo soñando con el día en que bajara en el andén de sus estaciones. Mi libro es un "Diario de Oviedo", expurgado de referencias personales y ayes excesivos. En este blog he publicado fragmentos del "Diario de Barcelona" recientemente. Ahora, mientras escucho una de mis óperas favoritas, el "Otello" de Giuseppe Verdi con Mario del Monaco y Renata Tebaldi, en CD, por supuesto, recuerdo todas esas ciudades que recorrí a pie en interminables caminatas que consumían mis suelas y daban alas a mi anhelo de libertad y felicidad. Todas están grabadas a fuego en mi memoria: desde Palencia a Berlín, de Ávila a París, de Sevilla a Copenhague. Explicar por qué las ciudades son mi medio natural es difícil. Yo no soy de montaña. Soy de calles y parques. Pasé muchos días de mi vida en tiendas de discos que aún aparecen en mis sueños, en librerías de todo tipo en las que ojée más que compré. Las ciudades y sus multitudes en los semáforos, sus grandes almacenes, sus iglesias y sus bancos, con rincones sorprendentes en los que nació un escritor o murió un descubridor (me veo pasando ante la casa en la que murió Colón en Valladolid). Las ciudades: magma ígneo del volcán de la insociable sociabilidad humana al decir de Kant; savia (bruta o elaborada) con su "flujo de presión" que transporta los carbohidratos del quehacer de los hombres y mujeres; sangre urbana, tejido conectivo que circula por capilares, venas y arterias de asfalto, piedra, mármol y moqueta. Todo ese magma, savia y sangre que vivifica el mísero sentir humano arrojándolo al frenesí de la acción. Quizás, digáis, el tráfago vertiginoso de las urbes arrebata al mortal humano su capacidad de contemplación, pero nada más lejos de la realidad: todo lo que la cultura y la civilización ha producido tiene su sede en las ciudades: los museos, las bibliotecas, los parlamentos, los templos, los estadios. El espacio del ver y entender lo que somos es la ciudad. Por tantas cosas que no puedo ni contarme a mí mismo, pues son paralelas al verbo y tangentes al número, amo las ciudades hasta un punto inimaginable. Sí, fui capaz de caminar 25 kms. por Sevilla en una jornada feraz, y siento cansancio ante la naturaleza desnuda. Si me pierdo, buscadme en ciudades remotas de países en los que se declinan o aglutinan sus lenguas

jdavdlopezsalas dijo...

Genial, me ha gustado mucho. Seguiremos tu periplo por todas las ciudades que hayas visitado. Salud¡

Msnuel Gomez dijo...

Lastima que desaparecieran estos suntuosos palacios del Cine y, lo peor que hayan terminado destruidos o con un destino distinto para los que fueron diseñados....Tambien en Sevilla existio un local del mismo nombre, inagurado para la Expo del 29 y diseñado por Anibal Gonzalez diseñador/ arquitecto de la Exposicion....Lo unico que se conserva son los exteriores ( tb las taquillas, ahora cajero), en el interior un B.B.V.A atacado por el amianto....Alli vi, muy joven " El alamo" pero lo mas importante era entrar en aquel palacio, desde el Portero que te recibia uniformado, y con guantes blancos, hasta las pasaderas doradas que te conducian a Principal....Con una lampara, con 150 puntos de luz y con un peso de mas de 1 tonelada,( esta se salvo y luce en el Teatro Lope de Vega)aparte de un Proscenio cercenado por por querubines y figuras miticas.Los que eramos de pueblo, flipabamos - ya - con tanta suntuosidad.Previo a la proyeccion y con luces de escenario, escuchabas ls Bsnda Sonora sobre un enorme telon rojo que se anteponia a la pantalla, aun daba tiempo mientras se abria de contemplar unas nuevas cortinas ( visillos) mientras la lampara central se apagaba progresivamente.
Tuvo problemas su cierre, al parecer los frisos de marmol con figuras helenicas que circundaban el local,eran reales y " desaparecieron.Su capacidad era era de mas de 1,600 butacas.
Despues venia la pelicula,pero ya estabamos anodafados.....Quedan mas Coliseo, todos corrieron la misma suerte....COLISEO ESPAÑA.

María R. L. dijo...

Personalmente me fascinan los diarios. Los pequeños detalles del día a día, las emociones que experimenta la persona que escribe, la vivacidad de las descripciones... Siempre me ha parecido que los diarios rebosan vida. El diario es lo más humano, de carne y hueso, que puede llegar a ser un texto escrito.
Un abrazo Francisco,
María R. L.