jueves, 8 de septiembre de 2022

"La Cabina" (1972). Antonio Mercero. El espectáculo del mal. Gregorio Millán Sanjuán

"La Cabina" (1972). Antonio Mercero
El espectáculo del mal
Gregorio Millán Sanjuán
Imágenes: Francisco Huertas Hernández

"La Cabina" (1972). Antonio Mercero
El ciudadano anónimo (José Luis López Vázquez)

 La película de la que voy a hablar es un mediometraje de Televisión Española titulado “La cabina” dirigida por Antonio Mercero (1936-2018) y con guion del mismo director y de José Luis Garci.
 Su estreno fue a finales de 1972 y no tuvo una especial aceptación ni tampoco fue muy comprendida por el público, cosa bastante habitual cuando algo es adelantado a su tiempo.
 Yo la vi unos años más tarde, supongo que a finales de los 70, pues en su estreno acababa de cumplir siete y en mi infancia veía las películas más bien por televisión, además de
estar clasificada para más edad. Seguro que cuando la pusieron en la primera cadena tenía un rombo (para mayores de 14 años).

 Comienza con un camión que transporta a nuestra protagonista en su parte trasera y a unos operarios en la delantera (otra cabina también), los cuales la instalan con agilidad en una plaza a primera hora de la mañana, antes de que la gente se disponga a dirigirse a sus trabajos o a sus lugares de estudio.











 Un padre (José Luis López Vázquez) acompaña a su hijo a la parada del autobús escolar. El niño lleva un balón y este se cuela dentro de la cabina por una patada que le propina, entrando en ella para cogerlo. Se queda unos segundos mirando su interior pues le llama la atención el hecho de ser nueva. El padre le apremia porque puede llegar tarde a la parada del autobús, el cual aparece unos segundos después. El niño corre para montarse y se despide saludando con la mano por la ventana. Todo hasta ahora muy cotidiano. 

 El director también mete en escena diversos personajes de lo más variopinto, pero que te puedes encontrar cualquier mañana desplazándote hacia el trabajo.
 Cuando el padre se aleja del lugar vuelve a pasar por delante de la cabina, la cual se muestra sugerente tanto por su novedad, su llamativo color rojo y su invitadora puerta entreabierta. Capta la atención del potencial usuario y este decide estrenarla realizando una llamada telefónica. Entra en su interior, toma el auricular, introduce una moneda, pero el teléfono no funciona. Mientras el hombre realiza las pertinentes operaciones para comprobar qué ocurre, como colgar y descolgar de nuevo el auricular, comprobar si la moneda ha salido por la boca de devolución y demás, resulta que la puerta se cierra sola sin que este lo note.

 Cuando se decide a salir de la cabina, dada su inutilidad, la puerta está bloqueada y se lo impide.

Venus atrapamoscas (Dionaea muscipula)
La Vanguardia

 En esta escena capto una especie de metáfora con la manera de cazar insectos de la planta carnívora “Venus atrapamoscas”. Esta llama la atención de sus presas con un dulce néctar contenido en el interior de sus hojas. Una vez que el insecto se encuentra dentro en busca de la apreciada ambrosía, la hoja en forma de pinzas se cierra de manera traicionera y se transforma en una trampa mortal de la que no se puede escapar.














 El señor del interior de la cabina realiza repetidos intentos de abrir la puerta sin conseguirlo, lo cual empieza a llamar la atención de los transeúntes. Primero de unos niños que con su innata crueldad, comienzan a mofarse de él por lo ridículo de su encierro y de su exposición pública.

 Todos hemos sentido el ridículo en alguna situación de nuestras vidas y le tenemos auténtica aversión a padecerlo, lo mismo que cierta tendencia al pitorreo cuando es otro el
que lo protagoniza. Cuando nos caemos, por ejemplo, la primera reacción que tenemos no es evaluar la posible lesión que se nos ha producido, sino que miramos alrededor para comprobar si hay alguien observándonos. El primer dolor no se produce en el cuerpo, se produce en la dignidad, quizá fruto del instinto de supervivencia que nos avisa de lo vulnerables que somos en ese momento.

 La escena del señor encerrado en la cabina comienza a atraer a más y más personas por lo inusual y grotesco de la situación. La dignidad del protagonista comienza a resquebrajarse, pasando de manera paulatina a ser visto como una atracción de feria.
 Con las primeras personas que intentan abrir la puerta para ayudarle a salir, se empieza a dar un fenómeno muy típico de nuestro país, que es aquel en el que uno trabaja y diez miran. También el director pone de manifiesto los diferentes roles que se dan en cualquier grupo o congregación de personas, las cuales adoptan determinadas funciones que se repiten con independencia de la ubicación espacial o temporal. Los profesores pueden dar buena fe de ello con los roles que se repiten en cada una de las clases, desempeñados por diferentes alumnos a lo largo del tiempo.

 Los intentos de sacar al hombre encerrado se van intensificando al mismo ritmo que crece el número de espectadores. Un señor fuertote tira del mango de la puerta hasta arrancarlo de cuajo y caer al suelo de manera aparatosa, lo cual despierta las risas de los asistentes. Luego lo sigue intentando embistiendo los cristales cual toro de lidia, sin conseguirlo, desatando igualmente más risas del “respetable”. El dolor del hombro y la desmoralización por su fracaso le hacen desistir.

 Luego lo intenta el “manitas” aplicando ese mantra de “más vale maña que fuerza” usando un destornillador, pero parece que el mecanismo de bloqueo de la puerta está diseñado a prueba de dichos elementos.

 El director también se regodea mostrando la “fauna” que campa entre los asistentes al fortuito evento. Me llama la atención un espejo que sostienen unos operarios de mudanzas, en el que el protagonista se ve reflejado, aumentando su sensación de ridículo y de vulnerabilidad, la cual intenta paliar atusándose el pelo y ajustándose la corbata.
























 En ese momento y dado el alboroto desatado, aparecen dos agentes de la policía, que con su habitual pragmatismo autoritario, llegan poniendo orden entre los asistentes y tratando con “condescendencia” al afectado. Al final, cuando se dan cuenta de lo imposible de la tarea de liberar a la persona encerrada, avisan a los bomberos. Estos se presentan hablando también con un tono de descreimiento sobre lo acontecido, tantean la situación y deciden romper el cristal del techo con una gran maza metálica.

 Justo cuando el bombero se dispone a golpear, ya con la maza elevada, suena repetidamente un claxon, que no es otro que el del camión con los operarios que la instalaron.
Esto detiene la acción de los bomberos y evita la ruptura del cristal. Los operarios de telefonía se bajan del camión y, sin mediar palabra alguna, desmontan la cabina y se la llevan con el inquilino accidental incluido. Todo el mundo cree que es la mejor solución, pues lo van a liberar los profesionales adecuados sin producirle daños ni al afectado ni a propiedad privada de la compañía de telecomunicaciones, lo cual da lugar a aplausos, gestos de solidaridad y de alivio, previendo un desenlace feliz para el implicado.

 Si hasta ahora se había dado una situación surrealista, durante el desplazamiento es aún peor, pues la figura de un hombre desplazándose dentro de una cabina telefónica montada en la plataforma de un camión y a la vista de todos, resultaba mucho más ridículo por exhibicionista para el siempre deshumanizado tráfico de cualquier gran ciudad. Los conductores y pasajeros se ríen casi con escarnio.

 La situación no parece mejorar dada la falta de información de adonde se dirigen y de cuando lo van a liberar. Ante esto, en un intento de dar sentido a todo lo que acontece, el señor atrapado busca el bálsamo de la complicidad y el director introduce dos escenas donde esta aparece.

 En la primera se da cuenta de otro usuario que termina su llamada e intenta salir de su cabina, la puerta de esta ofrece dificultades y esto hace que nuestro protagonista fije su
atención, pero al final consigue abrirla y salir, lo cual le produce un sentimiento de culpa y frustración, propia del que siente que la suerte no le acompaña, cuando a otros sí lo hace.

 En la segunda hay mucha más complicidad, pues en un semáforo se le empareja otro camión idéntico con otra persona (Agustín González) en su misma situación. Los dos se quedan atónitos y estupefactos, intentan comunicarse por gestos pero no pueden y los camiones reemprenden su marcha. Este hecho desespera a nuestro protagonista, que empieza a ver gato encerrado, nunca mejor dicho, sintiéndose como un animal que lo llevan al matadero.

 Pide ayuda desesperadamente a todo a aquel que ve por la calle, pero solo obtiene sonrisas y saludos con la mano. La deriva va trasladando el argumento de la parodia a la incertidumbre.
 Se atisban los nubarrones que se avecinan previos a la tormenta.

 La verdad es que Antonio Mercero aprovecha cada detención del camión para introducir elementos metafóricos, como el de unos dolientes llorando a un difunto también metido en una urna de cristal o la de unos payasos/saltimbanquis que asisten atónitos a la visión del hombre encerrado, siendo él quien da lugar al espectáculo en ese preciso instante, relegándoles a ellos a ejercer de público, un público mucho más solidario y empático con el que está en el escenario, pues saben lo que eso supone por estar haciéndolo todos los días.
 Uno de los payasos tiene una de esas miniaturas de barco metida en una botella de cristal, representando una vez más la falta de libertad.

 En un paso a nivel se detienen y pasa un tren a toda velocidad, la misma con la que la mala fortuna o la mala voluntad de otros puede cambiar tu vida en un santiamén. Cuando reanuda la marcha cruzando las vías, un niño con un balón intenta seguir al camión hasta que no puede y lo saluda mientras se aleja. Esto le recuerda a su hijo, que llegó a entrar en la misma cabina para coger el suyo. El protagonista se aferra a una foto de familia para buscar fuerzas.

 Durante el trayecto se puede apreciar como el camión pasa del casco urbano al extrarradio para alejarse finalmente de la ciudad. Aparece un helicóptero que lo escolta hasta una infraestructura blindada con mucho hormigón y oscuras galerías.
 En ellas se puede ver como operarios preparan y transportan nuevas cabinas para ser instaladas en la ciudad. La incertidumbre y la angustia se acrecientan, también la sensación de claustrofobia producida por las galerías subterráneas, la cual se añade a la del propio encerramiento en la cabina. La banda sonora del "Carmina Burana" de Carl Orff contribuye asimismo de manera notoria.

 Una grúa y una plataforma lo llevan a un almacén donde el desenlace colapsa de manera impactante en lo más terrorífico, pues puede ver otras muchas cabinas conteniendo
los cadáveres momificados de personas que estuvieron en su misma situación. Para colmo asiste otra visión pavorosa. El otro señor también encerrado en una cabina que vio en el
semáforo, se acababa de ahorcar con el cable del teléfono. Todo esto le hace sucumbir, terminando la escena con la imagen de un cuerpo y un alma que se derrumban, con una mano que cae lentamente cual nave que naufraga. Terrorífico.

 La película termina con una inquietante imagen de la cabina instalada de nuevo en otro lugar, con su puerta abierta en busca de otra presa, al igual que la “Venus atrapamoscas”.










































 ¿Qué se puede sacar en claro de la película? Es difícil saber a ciencia cierta lo que Antonio Mercero quiso transmitir, más aún cuando el rodaje se había realizado en tiempos de dictadura. Aunque fuera ya la etapa del tardofranquismo, seguía existiendo la censura y la represión ante cualquier signo de apertura o de rompimiento con el régimen.
 Sí que puede ser una crítica al franquismo y a todo lo que significaba a través de las metáforas que aparecen en la película. Empezando por el silenciamiento del protagonista, que no articula palabra alguna mientras se encuentra encerrado, pues nadie puede oírle. La impunidad con que operan los trabajadores y la propia organización que lleva las cabinas a la ciudad para apresar y dar muerte a determinados ciudadanos.

 A mí personalmente me resulta una crítica mordaz de algunos sectores de nuestra sociedad a través de la parodia y de la tragedia. Una sociedad que produce la desgracia que marca a algunas personas de por vida, justificándolo por medio de la creación de un espectáculo frívolo y macabro dirigido al resto de sus integrantes. Un espectáculo del mal ajeno diseñado a medida para que personas de vidas aburridas y vacías lo puedan observar sin que les afecte desde la seguridad de su balcón.

 Esta película tiene lo mismo de trágico que de obra maestra y está abierta a tantas interpretaciones como personas la hayan visto.

Gregorio Millán Sanjuán

19 comentarios:

Anónimo dijo...

Aterrador. Cuando lo vimos en la tele quedamos traumatizados con las cabinas

MARCELO dijo...

La cabina de hoy día es más pequeña pero sigue comiendo a miles todos los días, es más poderosa que las cabinas anteriores el celular...

Juan Arrivillaga dijo...

Esta obra es increìble!!! la vi por allà por el 2000, logrè conseguirla usando alguno de aquellos programas que se usaban entonces para descargar contenido. Era imposible de otra forma en mi paìs. Què análisis tan genial.

Unknown dijo...

Magnífica publicación de mi hermano Gregorio Millán Sanjuán. Muy profunda y detallada en el argumento y el devenir del medio metraje y con unas conclusiones magníficas. A todos los que vimos en su momento esta obra.. nos impactó. Magnífica también la labor de Francisco Huertas al componer e ilustrar la publicación. Enhorabuena a los dos
Manuela Pilar Millán Sanjuán

Unknown dijo...

Marecelo. Interesante tu interpretación

Estrella dijo...

Me encanta cómo ha quedado el texto de mi hermano con las numerosas capturas de pantalla. A él le impactó mucho esta película, como nos pasó a toda esa generación que vimos con estupor esa extraña y alegórica película.
Él disecciona cada escena y expresa con acierto sus impresiones. La revives al leerle. Me alegra mucho que vuelva a colaborar en tu blog después de esos recuerdos que hizo del cine que vio por décadas.

Anónimo dijo...

Aquí en Uruguay la daban en trasnoche en la TV en la década del 80! Recuerdo comentar con mis compañeros de colegio al otro día! Excelente!
Un abrazo desde Montevideo!
MARTIN AC

Unknown dijo...

" A mí personalmente me resulta una crítica mordaz de algunos sectores de nuestra sociedad a través de la parodia y de la tragedia. Una sociedad que produce la desgracia que marca a algunas personas de por vida, justificándolo por medio de la creación de un espectáculo frívolo y macabro dirigido al resto de sus integrantes. Un espectáculo del mal ajeno diseñado a medida para que personas de vidas aburridas y vacías lo puedan observar sin que les afecte desde la seguridad de su balcón.

Esta película tiene lo mismo de trágico que de obra maestra y está abierta a tantas interpretaciones como personas la hayan visto."
Estos párrafos son magistrales. Paralelismos muy interesantes. Una obra maestra La Cabina y este artículo. De nuevo Enhorabuena Grego y Francisco Huertas.
Manuela Pilar Millán Sanjuán

Francisco dijo...

Gracias Juan por tu comentario

Francisco dijo...

Tenés razón Marcelo. Los celulares han sido mucho más aterradores en la destrucción humana. Nos conectan aislándonos y empobreciendo nuestra vida natural

Francisco dijo...

Fue una conmoción total

Francisco dijo...

Muchas gracias Manuela. Extrañábamos tus comentarios aquí

Francisco dijo...

Gracias de nuevo. Pues toda la familia Millán Sanjuán llena de saber fílmico este blog

Francisco dijo...

Gracias Martín por traernos los ecos en la Banda Oriental de esta obra maestra española

Francisco dijo...

Gracias Estrella. El ensayo es de una claridad pasmosa y de unas conclusiones profundas y concisas. Felicita a ese gigante escondido de Gregorio

Francisco dijo...

Pero quién compuso la música? No sale en los créditos

Anónimo dijo...

Hola Francisco. Muchas gracias por publicar mi artículo y por dotarlo de imágenes, ¡menuda trabajera te has dado! Ha quedado fenomenal.
Sobre la banda sonora, es una pena pero no aparece compositor alguno. Solo en algún sitio se hace mención a Carl Orff, pero del resto de las interpretaciones no dice nada.
Creo que no le pidió permiso a Carl Orff y este lo denunció, hasta que vio la película y llegaron a un acuerdo.

Francisco dijo...

Hola Gregorio. Ha sido un placer poder publicar, a través de tu hermana, este preciso, claro y profundo análisis

Francisco dijo...

Hola Gregorio. Tengo que puntualizar que La Cabina fue la primera producción de TVE que ganó un premio Emmy. Y eso fue impactante. Su estreno en Televisión Española en 1972 sí fue un éxito total, y toda la gente que lo vio, porque en aquella época solo había un canal de TV que todos veíamos, quedó espantada y traumatizada con las cabinas de teléfonos