lunes, 14 de abril de 2025

Dámaso Alonso (1898-1990): "Hombre y Dios" (1955). "Mi tierna miopía". Prólogo del libro. Limitada visión e ilimitado anhelo humano. Análisis filosófico de Francisco Huertas Hernández

Dámaso Alonso (1898-1990): "Hombre y Dios" (1955).
"Mi tierna miopía". Prólogo del libro. Limitada visión e ilimitado anhelo humano.
Análisis filosófico de Francisco Huertas Hernández

Dámaso Alonso: "Hombre y Dios" 
El Arroyo de los Ángeles
Málaga. 1955
Primera edición. 750 ejemplares

Introducción filosófica: σύμβολον, limitación (incompletud escindida) y anhelo (reunión reparadora) de la lectura y la escritura. Francisco Huertas Hernández


 El niño deja de ser animal, no al hablar, sino al leer. Y el acto de la lectura es sólo la mitad del acto de la escritura. La escritura es σύμβολον, derivado del verbo συμβάλλειν, que viene a significar "lanzar conjuntamente" y "reunir". En Grecia, el symbolo era un objeto partido en dos, del que dos personas guardaban cada uno una mitad. Así podía reconocerse el compromiso o la deuda, al unirse las dos partes en el todo, cuyos elementos remitían el uno al otro, en busca de su completud. El portador del σύμβολον (contraseña) debía entregar o recibir de la otra persona el dinero, sólo si se reconocía su contraseña complementaria. Dejando a un lado el significado actual (representación perceptible de una idea, con rasgos asociados por una convención socialmente aceptada) el σύμβολον era material de unión de mundos separados, rotos, pero anhelantes de su otra mitad. El mito de los seres humanos primitivos contado por Aristófanes en "Banquete" de Platón, partidos por castigo de Zeus, y buscadores permanentes de su mitad perdida, es una versión antropomitopoética del σύμβολον. 

 En el acto humanizador de la lectura y la escritura hallamos esa limitación (incompletud rota) y anhelo (reunión reparadora) del σύμβολον. El escritor lanza su mitad a los vientos, y viajeros -atentos o descuidados- ponen su otra mitad para reconocer la obra, su sentido. La intención del autor (Je suis ce que j'écris) y la interpretación del lector (Il est ce je soupçonne) son las dos mitades: el horizonte de expectativas de la obra en la recepción del público y el horizonte de experiencias del lector. Cumplir una expectativa en una experiencia paralela, complementaria, simbólica, reunificadora. Cierto, que la obra es el verdadero σύμβολον que escapa a la intención del escritor y a la interpretación del lector. O más bien, supera al autor y desborda al lector, siendo más rica cuanto más incomprendida. La totalidad simbólica de la obra no puede restituirse ni en la totalidad de las lecturas de todos los posibles lectores. La forma de la obra es lo esencialmente simbólico, y no se trata, pues, del proceso de identificación y proyección psicológicas entre intérpretes y creadores. La obra es simbólica porque liga su esencia a lo divino. El hecho inexplicable de que un autor muerto sobreviva en lo creado en un lector vivo que morirá también, quedando la obra a salvo de esas mortalidades, quizás nos hace presentir que la obra es mitad de otra obra divina, única con la que puede reconstituirse. Esa dimensión sacra del arte, de la creación, no es posible si el niño no aprende a leer y a escribir, porque el mundo y la obra de arte son textos que deben ser leídos y sentidos en su dimensión trascendente.

 Cuando el poeta Dámaso Alonso escribe "Hombre y Dios", publicado originalmente en Málaga en 1955, intuye que el vínculo simbólico de la religión (religare: ligar o atar con fuerza, o volver a unir) que une al hombre y a Dios, parte de una de las mitades rotas, la humana. En rigor, si Dios existiera, Él no retendría ninguna mitad, porque Él es la Totalidad indivisa. Mas es el humano el que extendiendo su mano hacia lo ignoto espera que otra mano le alce al cielo, la mano que como mitad divina que el alma humana anhela nos acoja en su seno. Si ha de morir el cuerpo humano (mitad de la existencia del hombre) o si en vida del cuerpo, la fe y la esperanza alientan al humano en su reconstitución divina es cuestión espinosa. Platón, via Sócrates, afirmó que sólo al morir recuperamos la sabiduría y bondad que el cuerpo nos vela. Pero el ideal de santidad en la tierra, con la semilla divina de nuestra alma, impulsa a las buenas obras al mortal humano. 

"Mi tierna miopía". Primer poema de "Hombre y Dios" de Dámaso Alonso


Disuélveme, mi tierna miopía,
con tu neblina suave, de este mundo
la dura traza, y lábrame un segundo
mundo de deshilada fantasía,

tierno más, y más dulce; y todavía
adénsame la noche en que me hundo,
en vuelo hacia el tercer mundo profundo:
exacta luz y clara poesía.

Dios a mí (como a niño que a horcajadas
alza un padre, lo aúpa solo al pecho
antes, porque el gran ímpetu no tema)

me veló la estructura de estas nadas,
para -a través de lo real, deshecho-
auparme a su verdad, a su poema.

Primer comentario en verso de Dámaso Alonso sobre su poema anterior: "Pequeños placeres"


Mi tierna miopía, mi dulce miopía
me desdibuja el mundo: ¡delicioso!
Pasan lánguidamente las flexibles muchachas,
pasan perritos diminutos, que menean el rabo,
y espléndidas lechugas.
Todo se deshilacha, todo se difumina
en fina niebla.
¿El mundo se dispone para fiestas de Dios?
Ojos míos, bebed esta vaga hermosura

Glosa de "Mi tierna miopía" y "Pequeños placeres" de Dámaso Alonso. Francisco Huertas Hernández

 "El libro mío que, por lo que toca a su composición, me ha dejado más contento", así pondera Dámaso Alonso "Hombre y Dios" en sus "Poemas escogidos" (1969). Analiza Andrew Debicki el "conflicto entre lo prosaico y lo poético en los "Poemas puros"... que nos conduce al conflicto entre lo mundano y lo trascendente en "Hijos de la ira"" (Debicki, 1974). "Hombre y Dios" escrito en universidades estadounidenses, una estadía en Méjico, y España es una meditación filosófica que funde el yo mundano, el recuerdo y el diálogo imposible con Dios en un lenguaje más directo. Ricardo Gullón en "El otro Dámaso Alonso" ve en la obra tensiones y palinodias. El que un hombre se vea acuciado por lo divino no puede hacerse desde lo prosaico: el poema es una forma de oración o súplica, que desnuda el alma y la materia, sin poder nunca despojarse totalmente del cuerpo. En y desde el cuerpo se dirige Dámaso a Dios. "Gozos de la vista" y "Hombre y Dios" fueron escritos al mismo tiempo, siendo en un principio indiferenciados, aunque, finalmente, la estructura minuciosa de éste último adquirió plena presencia.

 La limitación humana atañe al cuerpo: malformación, disfunción, envejecimiento, enfermedad y muerte. Siendo la vista la puerta del mundo para los animales racionales, que antes que nada son visuales, mala faena es tener mermada la visión. Aunque un poeta luso nos revelara: "Da minha aldeia vejo quanto da terra se pode ver do Universo... / Por isso a minha aldeia é tão grande como outra terra qualquer, / porque eu sou do tamanho do que vejo / e não do tamanho da minha altura..." (Alberto Caeiro/Fernando Pessoa: "Da minha aldeia vejo quanto da terra se pode ver do Universo…"). "Soy del tamaño de lo que veo" aduce sereno el hombre desde su aldea. Pero otro poeta ibérico toma su limitación óptica autocompasivamente como designio de un Dios que le dirige a un "segundo mundo de deshilada fantasía". ¿Inteligencia? ¿Fe? Un mundo más tierno, y más dulce, no puede ser la seca inteligencia que despoja a las cosas de su tacto y su sombra, para desvestirlas sin erotismo alguno en concepto nudo. El lírico madrileño se vuelve introspectivo y se adensa en la noche en que se hunde, no una noche sin luna, sino una noche sin contornos, como los miopes sin lentes, o los borrachos sin decoro. Y algo en el poeta tiende a lo místico, "en vuelo hacia el tercer mundo profundo: exacta luz y clara poesía". De la percepción a la inteligencia, y de ésta a la comunión con Dios, un Dios luz y un Dios poesía: Luz y Verbo. La helenización del cristianismo no comenzó con los Padres de la Iglesia, sino con los Evangelios escritos en griego. Por eso el filosófico inicio del Evangelio de Juan: 
Ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ λόγος, καὶ ὁ λόγος ἦν πρὸς τὸν θεόν, καὶ θεός ἦν ὁ λόγος" (En el principio era el Verbo/Palabra, y el Verbo era con Dios, y Dios era el Verbo). El poeta sabe que la luz que desborda el ojo mermado del humano es Verbo divino. Alonso asume que el Creador "me veló la estructura de estas nadas, para a través de lo real, deshecho, auparme" -como ese niño al que alza un padre con cuidado- "a su verdad, a su poema".

 ¿Cómo la limitación visual nos acerca a lo más luminoso, que es lo más poético? Un símbolo es una contraseña que reúne y repara la escisión. Dámaso, platónicamente, se aleja del mundo sin contornos del miope cuerpo, esas sombras de la caverna, y sintiendo la misericordia que Dios depositó en su alma infantil, imaginó la escena de su ascenso a espaldas del Progenitor Celeste, como el niño que a horcajadas alza un padre terrestre. Reencontrarse con Dios es para el miope recuperar la visión, no ser ya "do tamanho da minha altura" sino de "do tamanho do que vejo", que es un ver interior, iluminado por la pura y clara poesía del Verbo, que no es concepto ni significante.

 Si la miopía es el tema del poema primero, un comentario subsiguiente tiene a los pequeños placeres como asunto. La miopía desdibuja el mundo de los contornos y las apariencias. El profesor pillín habla de las flexibles muchachas, imaginamos la gran carga erótica reprimida que eso implica. Para compensar mete también a los perritos diminutos que el miope difumina, y, no obstante, saludan con el rabo. Mejor no establecer asociaciones psicoanalíticas entre las muchachas flexibles y el meneo del rabo de los cánidos. Ese deshilacharse del mundo sensible, del que apartamos las lechugas, cuya presencia aquí puede remitir al frescor y verdor de la natura, esa fina niebla del miope, le dispone, lejos de las muchachas en flor, la alegría de los canes y el jugo de los vegetales, a las fiestas de Dios, que son su obra creada para deleite de los sentidos. El último verso condensa con precisión y belleza el asunto: "Ojos míos, bebed esta vaga hermosura". El comentario alonsiano es un retorno a la celebración limitada de los sentidos, que Dios puso en nosotros, para que contemplando lo por Él creado le alabáramos. Y, no obstante, ese mundo desdibujado es "¡delicioso!", porque Dios quiso que el cuerpo se recreara con sus visiones, por más imprecisas que éstas fueran.

Francisco Huertas Hernández
14 de abril de 2025

2 comentarios:

  1. Dámaso Alonso es un autor que no recordamos mucho, por eso es muy bueno que ustedes nos lo descubran. Gracias maestro. Wilson

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