α (Alpha) Texto literario-filosófico
Francisco Huertas Hernández
"Interstellar" (2014). Christopher Nolan
"Al ver que la vida en la Tierra está llegando a su fin, un grupo de exploradores dirigidos por el piloto Cooper (McConaughey) y la científica Amelia (Hathaway) emprende una misión que puede ser la más importante de la historia de la humanidad: viajar más allá de nuestra galaxia para descubrir algún planeta en otra que pueda garantizar el futuro de la raza humana" (FILMAFFINITY)
¡Sí, viajemos, amor mío! "De paso" estamos en la vida. Paso de la nada al ser, del ser a la nada. Somos un relámpago de ser en medio de la nada. La búsqueda del origen, del punto cero (Nullpunktsenergie): "incluso en el cero absoluto la energía de un sistema atómico tiene el valor ½hν". Hay dos clases de filosofías que responden a dos clases de personas: los que miran al pasado (Anfang), al origen, al fundamento (Grund); y los que anhelan o proyectan hacia el futuro (Zukunft), la utopía. En el mito del inicio está el Paraíso Perdido (Paradise Lost) del que, por la culpa de la desobediencia y la curiosidad de saber, fuimos expulsados. La individuación que nos excentra del "apeiron" (ἄπειρον) originario, el todo anterior a las partes. Escribí en mi libro: "Embargado por la nostalgia del centro y de la recta giraba (mi yo infantil) una y otra vez alrededor en el remolino de la reflexión y dibujaba estelas y dejaba puntos suspensivos... La reflexión era la distancia desde cualquier punto de la circunferencia a su centro y tan ardua labor estaba consagrada al fracaso. Autopsia del vacío. Buscar el centro, el punto equidistante y único, era buscar a Dios. También lo sabía". Así que buscando el origen o anhelando el porvenir imploramos o exigimos el consuelo del hogar, y no hay hogar sin partida. El hogar es solo la "energía del punto cero" del regreso ideal
Al principio fue el
agua. Tales de Mileto así lo intuyó. Otros dicen
que el Caos, el número, el cielo, la
nada, el ser, el aire, el fuego, el amor. El alfa se nos escapa. El comienzo es misterio. Es abismo.
Yo no
sé qué demonios fue al comienzo, si es que hubo tal comienzo. Pero sé que por
doquiera que voy veo dolor, estupidez, crueldad, ignorancia.
Cesare Pavese escribió una vez que la única alegría del mundo es comenzar.
Alfa es alegría, es vida. Todo en su comienzo es feliz: la vida, la
infancia, el amor, el conocimiento, los números, el juego.
Quizá todo lo que ahora es dolor y desconsuelo
fue en su inicio alegría y plenitud. Incluso esos seres que se arrastran bajo
la rueda del destino un día fueron niños y reían y jugaban y babeaban.
Sí: la felicidad es el origen, el
principio. Pero desde el momento en que el tiempo nos va alejando cada vez más rápidamente del comienzo,
todo se vuelve miseria, sufrimiento, espanto, desolación.
Baltasar Gracián escribió en “El
Criticón” que el hombre nace engañado
y muere desengañado. Pero la felicidad del origen no era un engaño. La
felicidad del comenzar no es un engaño, un velo de ignorancia puesto por la
inexperiencia de la vida.
El comienzo es feliz porque desconoce el
tiempo. El tiempo es lo que nos desengaña, lo que nos hace caer la venda de
los ojos. Todo aquél que vive encadenado a ideas como el destino, la brevedad
de la vida, el inexorable paso del tiempo, la fugacidad del mundo, sólo puede
conocer y sentir el horror, el vacío, el espanto.
En todo principio verdadero hay un hálito
de eternidad. La hay en la infancia
y el amor. Si la religión proporciona algún tipo de felicidad al creyente es,
precisamente, el hálito de eternidad, la certeza de eternidad, que da la vuelta
al sufrimiento del mundo, porque el tiempo, asegura, es apariencia y engaño.
También el juego espontáneo de la
niñez es ajeno al tiempo y presiente la eternidad. Y el número, el uno, que encierra la eternidad, la unidad, la
perfección, antes de dividirse o adherirse, antes del dos, que es el nacimiento
del tiempo.
Todo comienzo es perfecto porque ignora que
lo es, desconoce que el principio no es más que el primer paso hacia la
muerte en el camino del dolor, de la desintegración.
La alegría del comenzar a amar, a vivir, a
jugar es incompatible con el deseo de futuro. Cuando el futuro se anhela, la eternidad se disuelve, y el comienzo
fenece. Empieza la cuenta atrás hacia la destrucción. La felicidad es para nosotros el Paraíso Perdido, el pasado originario,
remoto, del que provenimos, pero no es posible recuperar ese tiempo, porque
el tiempo en sí no puede vivirse. La
vida, la verdadera vida, si existe una mínima posibilidad,
está fuera del tiempo, en la eternidad detenida del comienzo que
no comienza, del principio que no tiene continuación ni fin.
Al principio éramos eternos, no porque
ignorásemos que todo comienzo tiene un final, que todo pasa, que el tiempo es
inexorable, éramos eternos porque no
habíamos fracasado.
El fracaso nos expulsa de la infancia, del
amor, del comienzo que no comienza. El fracaso nos hace envejecer. La
imagen del fracaso aparece cuando el niño pone un reloj en su muñeca y lo mira para vivir, amar o jugar. Entonces ya
no hay tiempo para vivir, ni para amar, ni para jugar. Las horas se precipitan,
todas las agujas son mortales, pero las del reloj son la metáfora más brutal de
la muerte. El horror del tiempo se instala y todo comienzo desaparece, sólo
quedan proyectos de principios que mueren apenas iniciados, devorados en el
vértigo de la fugacidad del tiempo.
Todo es inútil: desde la prisa del hombre
vulgar a la meditación sobre el destino del hombre metafísico. Todo es muerte,
sufrimiento.
Por eso, después de la infancia y del
primer amor y del primer juego no hay nada. Nada puede vivirse después de ser
arrojado de la eternidad del comienzo que no comienza.
Sí: la única alegría del mundo es comenzar.
Pavese se suicidó. Quizá buscaba retornar al comienzo.
Oh
ResponderEliminarEl comienzo no es memoria. Freud habla del inconsciente sin memoria. La memoria es una función del yo. El regreso al inicio es el retorno al olvido del ser. Ser nos cuesta mucho. Pensar el ser recordando que partimos de la nada
ResponderEliminarUn pie de foto con mucho mío, y un texto de 2001 (un clásico de mi escritura) con ese tono sombrío y sentencioso que usaba el solitario de Italia 27. El comienzo es la infancia. El comienzo es la explosión del cosmos. El comienzo es el agua. El comienzo es el 1, y no el 0. Hoy necesitamos la física (como en los inicios presocráticos de los físicos milesios) pensada desde la metafisica y la poesía para sentir esos conceptos, o pensar esos sentimientos. El INICIO (ANFANG), el hogar perdido, el punto cero de la memoria (algo así ha escrito arriba un lector)
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