miércoles, 27 de enero de 2021

Ética y Moral. Esquema. Francisco Huertas Hernández. Filosofía. 3º BUP. 1994-1995. Instituto Bachillerato Azorín. Petrer-Elda

Ética y Moral. Esquema
Francisco Huertas Hernández
Filosofía. 3º BUP. Curso 1994-1995
Instituto Bachillerato Azorín. Petrer-Elda

Ética y Moral. Esquema
Francisco Huertas Hernández
Filosofía. 3º BUP. Curso 1994-1995
Instituto Bachillerato Azorín. Petrer-Elda

 Un nuevo esquema extraído de mi archivo general. En este caso es de la asignatura de Filosofía en el desaparecido 3º BUP (16-17 años) en el curso escolar 1994-1995. Escrito con máquina de escribir Olivetti Studio 46 -aquellas máquinas azules tan bonitas-. "Ética y Moral" es más que nada una guía para el profesor en su explicación. La fuente es un libro de texto. 
 Mis opiniones acerca de la moral siempre han estado entre un socratismo que defiende el diálogo, una mayéutica entendida como poder de definir colectivamente mediante el intercambio de preguntas y respuestas, y, sobre todo, una firme oposición a un relativismo que, sobre todo, en esa época, y en la asignatura de Ética, llevaba a los alumnos a afirmar que sus opiniones eran tan válidas como las mías. No, no, no. Las opiniones podrán valer todas porque ninguna vale, pero el conocimiento fundamentado no es una mera confusión de opiniones contrarias. Esa lucha contra el relativismo realizada desde el debate -lo cual es una pirueta intelectual considerable- no pretende colocar al profesor por encima solo por el hecho de tener más conocimientos, sino exigir a los estudiantes rigor en su pensamiento, precisión y coherencia en las definiciones y argumentaciones. La estúpida, vacía y socorrida afirmación de los alumnos, "Depende", es la mayor amenaza contra la filosofía y la racionalidad. ¿A qué no tenéis agallas de decirle eso al profesor de matemáticas tras una explicación en la pizarra? 

 El "depende" puede ser fructífero solo en un caso: si es una poderosa arma racional contra el dogmatismo. Y ahí aparece mi segunda influencia: Nietzsche. El campeón de la destrucción de la moral. No es un relativismo vacío que defiende gustos y costumbres acríticas e irreflexivas, sino una crítica genealógica de los valores morales impuestos subrepticiamente por los débiles -habría que pensar aquí en los enemigos de la vida, que lo son también de la cultura- para dominar y aniquilar la fuerza vital, la voluntad de poder, que es salud y creación. 

 Ayer, en una conversación con mis colegas de ciencias Estefanía y Alicia, reflexionamos sobre los cambios sociales que han producido un nuevo alumno-tipo -por supuesto, hay excepciones-: el que tiene como exigencia solo venir a clase, pero no estudiar; el que es incapaz de mantener la atención porque está condicionado por la tecnología del whatsapp, el instagram, el youtube y el tiktok; el que no comparte con el profesor prácticamente ningún referente histórico, social o cultural; el que es incapaz de entender textos escritos de mediana dificultad, y, por supuesto, no lee libros; en fin, alguien que habla un lenguaje -culturalmente, claro- distinto, porque pertenece a otro mundo ajeno a lo que se enseña -por eso no les gusta nada-.

 De todas formas hay esperanza. Porque hay momentos en que esa razón común a todos, de la que hablaban Heráclito, Sócrates y Descartes, brilla en el diálogo, o en algún ejercicio -sobre todo, cuando es creativo para el estudiante-. Serán pocos los que alcancen a seguir esa senda que la humanidad ha construido -la cultura, la ciencia- y caminen junto a nosotros.

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