Glosa a un verso de Calderón de la Barca
Francisco Huertas Hernández. 1988
Glosa a un verso de Calderón de la Barca
Francisco Huertas Hernández
miércoles, 6 de enero de 1988
MHA 1985, folio 236
“Respóndate retórico el silencio;
cuando tan torpe la razón se halla,
mejor habla, señor, quien mejor calla”
Pedro Calderón de la Barca: “La vida es sueño”
Y, ¿por qué habría de no ser retórico el silencio? Hay silencios que dicen más que los mismos diccionarios, que contienen expresiones que ningún diccionario ha recogido nunca. Hay silencios enredados de metáforas, hiperbólicamente metafóricos, o metaforizantes, que metamorfosean lo incierto en lo evidente. Dichos silencios descubren el velo de las palabras, descubren a las mismas palabras, apretando sus corsés, hasta hacerlas suspirar profundamente: es la melancolía olvidada de las palabras, su insoportable tristeza de querer ser otra cosa, de querer ser más que palabras, de querer ser, tal vez, objetos o silencio. Estos suspiros producidos por la contracción del pecho, de los pechos, de las palabras nos devuelven un silencio retórico, cargado de metáforas.
En estos silencios debe hallar el hombre las respuestas a las preguntas, a los dilemas más acuciantes de su vida. En estos silencios que nos revelan las mismas entrañas del infierno, la metáfora no es juego sino oráculo. Porque no olvidéis que la metáfora nació en los oráculos, porque los dioses hablan a los hombres a través de las sombras, de las nubes, a través del laberinto. Y no hay mayor metáfora que el silencio que es la más infernal e inapelable de las respuestas.
Respóndete retórico en el silencio, encuentra la metáfora prohibida, excusada, perdida en la quietud del silencio. Halla tu infierno anhelado en la otra patria del lenguaje: la tierra del silencio. Un silencio que vale por todas las palabras: porque es todas y ninguna, y es algo que las palabras no son: es respuesta, pero respuesta retórica.
Los buscadores de palabras no encontrarán jamás respuestas, ni siquiera metáforas; sólo hallarán preguntas, dudas, vacilaciones. Porque para encontrar el silencio retórico de las respuestas hay que haber atravesado el mar del lenguaje, el mar del tiempo, que es el mar de las palabras, de las metáforas falsas, simuladas, falazmente ataviadas. Naufragar en tormentas de perífrasis, de onomatopeyas, de sinécdoques, para, finalmente, alcanzar las costas de una tierra del silencio, iluminado de metáforas calladas, y, allí, con la certeza del profeta, recibir un bautismo de olas de silencio. Un silencio fragorosamente retórico, infernalmente certero, desvelador, un silencio definitivo.
Francisco Huertas Hernández
Miércoles, 6 de enero de 1988
MHA 1985, folio 236
Es verdad que un estado de silencio místico trasciende al hombre. Dios es silencio
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