domingo, 28 de diciembre de 2025

Ivan Sergueyevich Turgueniev: "Муму" (Mumú) (1852). Magistral relato de amor y servidumbre. La perrita más famosa de la literatura rusa. Francisco Huertas Hernández

Ivan Sergueyevich Turgueniev (1818-1883): "Муму" (Mumú) (1852). Magistral relato de amor y servidumbre. La perrita más famosa de la literatura rusa. Francisco Huertas Hernández


"Муму" (1959). Евгений Тетерин, Анатолий Бобровский.
Герасим (Афанасий Кочетков)
"Mumú" (1959). Yevgueni Teterin, Anatoli Bobrovsky.
Guerasim (Afanasi Kochetkov)
Primera adaptación al cine del célebre relato de Ivan S. Turgueniev, tras una versión leída con dibujos de 1949


Иван Сергеевич Тургенев (1818-1883): "Муму"
Edición soviética de 1948


 "Муму" (Mumú(1852) es un relato de Ivan Sergueyevich Turgueniev (1818-1883) sobre un campesino sordomudo que trabaja al servicio de una rica señora viuda de Moscú, en un palacio, microcosmos cerrado repleto de sirvientes que obedecen a la caprichosa e insensible mujer. "La señora salía de casa muy pocas veces y consumía en su retiro los últimos años de su vejez, mezquina y aburrida. Para ella los días de luz habían pasado hacía tiempo, tristes y desapacibles, y su crepúsculo era más negro que la noche"
(Сыновья ее служили в Петербурге, дочери вышли замуж; она выезжала редко и уединенно доживала последние годы своей скупой и скучающей старости. День ее, нерадостный и ненастный, давно прошел; но и вечер ее был чернее ночи)

 Turgueniev, en una prosa de extraordinaria belleza, sobriedad, elegancia y precisión, toma a Guerásim como centro de la narración. La paradoja de un hombre gigantesco y de fuerza descomunal, que, mentalmente, es un niño y obedece como un siervo sometido, se explica por el hecho de que hasta 1861, con la Reforma Emancipadora del zar Alejandro II, no se abolió la servidumbre en Rusia. Guerasim era un mujik, arrancado de su aldea, donde araba, segaba y trillaba por cuatro, y llevado a Moscú, donde le compraron unas botas altas, un caftán, un abrigo, y le dieron una escoba, una pala y lo nombraron guardián:

 "Al principio, su nueva vida le desagradaba profundamente. Se había acostumbrado a la aldea y a las labores del campo desde la infancia. Apartado por su desgracia del trato frecuente con otras personas, creció mudo y poderoso como árbol en tierra fértil... Trasladado a la ciudad, no sabía lo que le pasaba. La nostalgia le consumía. Vivía en un estado de constante perplejidad"

(Крепко не полюбилось ему сначала его новое житье. С детства привык он к полевым работам, к деревенскому быту. Отчужденный несчастьем своим от сообщества людей, он вырос немой и могучий, как дерево растет на плодородной земле... Переселенный в город, он не понимал, что́ с ним такое деется, — скучал и недоумевал)

 Guerasim es la bondad natural del pueblo, un mujik. La señora es la degradación artificial de la aristocracia. Entre estos dos matizados extremos morales de la sociedad surge un animal, una perrita, que da nombre a la novela, y se ha convertido en un símbolo de la literatura rusa. Mumú es la mediación del animal fiel, entre la prepotencia inhumana de los señores y la impotencia subhumana de los esclavos.
 En Turgueniev, como en todos los maestros rusos, hay una sutileza en la evaluación moral de los personajes. John Galsworthy (1867-1933) escribió que nunca se había escrito una obra de arte más estremecedora contra la crueldad tiránica (no more stirring protest against tyrannical cruelty was ever penned). Esa "tyrannical cruelty" procede de la aristocracia ociosa e improductiva, que, sin embargo, dispone de sus siervos como animales. No es una maldad activa lo que caracteriza a la dueña de la casa sino su aburrimiento caprichoso y su mezquindad, como explica el narrador. Guerasim cumplía sus obligaciones y despertaba miedo en el resto de criados por su fuerza y discapacidad que le alejaba de sus congéneres al estar privado del lenguaje. Mediante signos le explicaban las cosas. Era serio, austero y quería orden en todo. "En su presencia ni siquiera los gallos se atrevían a pelearse. ¡Ay de ellos! Guerasim los agarraba de las patas, les daba una docena de vueltas como aspas de molinos y los arrojaba en direcciones opuestas" (Вообще Герасим был нрава строгого и серьезного, любил во всем порядок; даже петухи при нем не смели драться, — а то беда! Увидит, тотчас схватит за ноги, повертит раз десять на воздухе колесом и бросит врозь). Le destinaron a un cuartucho sobre la cocina, y allí se hizo una cama con tablas de roble sobre cuatro troncos, una auténtica cama de titán.


 El acontecimiento inicial, tras la descripción del personaje y su entorno, marca la primera parte del relato: la vieja señora -carece de nombre- decide casar a su zapatero Kapitón Klímov, un borracho empedernido, siguiendo las antiguas cosumbres, con Tatyana. Turgueniev se siente obligado a contar quién era esa Tatyana: una de las lavanderas, de unos veintiocho años, delgada, rubia, con lunares en la mejilla izquierda. "En Rusia se cree que los lunares en la mejilla izquierda constituyen un signo adverso, anuncio de una vida desgraciada... Tatyana no tenía mucho que agradecer a su destino" (Татьяна, состоявшая, как мы сказали выше, в должности прачки (впрочем, ей, как искусной и ученой прачке, поручалось одно тонкое белье), была женщина лет двадцати осьми, маленькая, худая, белокурая, с родинками на левой щеке. Родинки на левой щеке почитаются на Руси худой приметой — предвещанием несчастной жизни...). Una muchacha maltratada que ya había perdido su hermosura, y, sobre todo, dócil, amedrentada y aislada. El gigantón Guerasim se enamoró de ella y la seguía a sol y sombra. El comportamiento del mujik denota algo más que sordomudez: un leve retraso mental. Y la chica no sabía qué actitud adoptar, mientras el resto de criados se burlaban de ella. Turgueniev nos da en los personajes de Guerasim y Tatyana a dos ofendidos y humillados, típicos de la literatura rusa, presentes en Gógol y Dostoyevski, especialmente. Guerasim no podría escuchar ni responder verbalmente pero era perspicaz para las humillaciones y las burlas y defendía a su amada. La señora, sabiendo de los sentimientos de Guerásim, al que apreciaba por su fidelidad y esmero en el trabajo, sin embargo, decide casar a Tatyana con el zapatero. Para el mayordomo Gavrilo, que tenía que comunicar al zapatero y a la muchacha la decisión, esto era sumamente difícil, pues todos temían al gigante inocente. Aunque, en todo caso, un "hombre sin habla" (всё же он существо бессловесное) carecía del derecho a casarse. Gavrilo Andreich informa al zapatero borracho de la orden de la dueña y éste acepta sin rechistar, aunque con terror al oso de la estepa enamorado de la chica.  Kapitón es un personaje cómico que atribuye poderes sobrenaturales al demoniaco Guerasim, aunque, en su bajeza de borracho inútil, el zapatero reivindica su dignidad ("sin embargo, soy una persona, al fin y al cabo, y no una despreciable olla", всё же я, однако, человек, а не какой-нибудь в самом деле ничтожный горшок). Y añade: "cuando era un niño, me pegaba el amo, que era un alemán; en la mejor época de mi vida, me pegaba mi propio hermano, y ahora que ya no soy joven, ya ves lo que me espera" (В младых летах был я бит через немца хозяина; в лучший сустав жизни моей бит от своего же брата, наконец в зрелые годы вот до чего дослужился...). La piedad por los humillados está presente aquí tanto como en Dostoyevski, autor que siempre tuvo una relación distante con Turgueniev. El lector tiene ante sí a tres víctimas de la opresión de clases: Guerasim, Tatyana y Kapitón. Tres seres humanos que se someten a la voluntad de otro, sacrificando su libertad. De igual manera Tatyana acata la orden de la señora. Su respuesta monótona de sumisión absoluta: "como manden" (Слушаю-с). La traducción de Augusto Vidal y José Laín Entralgo -espléndidos traductores- es inexacta: "le escucho". La muchacha, atemorizada, también asegura que el oso la matará cuando se entere. Reaccionaron los novios forzados con tristeza, incluso Kapitón le anunció a un amigo de borrachera que iba a suicidarse, sin despertar en él ningun sentimiento. Los sirvientes convocados por el mayodormo estudiaron la situación: había que neutralizar al iracundo Guerasim. Decidieron engañarle fingiendo Tatyana ser una borracha, cosa que Guerasim detestaba. La extraña reacción del mujik al ver a la lavandera aparentemente ebria fue agarrarla del brazo y llevarla donde estaban reunidos los criados y arrojarla en brazos del zapatero. Luego se encerró en su cuartucho un día entero. Una semana más tarde tuvo lugar la boda. Guerasim apenas se inmutó. Un año más tarde, y como Kapitón iba de melopea en melopea, fue enviado a una aldea con su mujer. El día de la partida, Guerasim salió de su habitación y regaló un pañuelo rojo de algodón que le había comprado a Tatyana un año atrás. Tatyana lloró y besó al gigantón tres veces a lo cristiano. El carro se alejó tras seguirlo un trecho Guerasim. Termina la primera parte del relato. 


 El segundo episodio es el centro de la obra. Guerasim, a quien bien podríamos comparar con el monstruo de Frankenstein, por su aspecto terrible y su consecuente soledad, huérfano de protección y amor. Los humanos son incapaces de ser mínimamente afectuosos con el bondadoso sirviente. Será pues el ser más leal, el perro, quien dará el amor que los hombres niegan a su semejante. El monstruo de Frankenstein, en el relato que hace a su creador en la montaña, evoca los meses que pasó escondido en un cobertizo espiando a una familia de granjeros pobres, esperando el momento para demostrarles su amor, aunque con temor al rechazo por su deformidad. Guerasim, que carece de esa capacidad racional, y del que sólo conocemos lo que el narrador en tercera persona escribe, muestra una sensibilidad similar.

 Masahiro Mori en 1970 describió la hipótesis del "valle inquietante" (不気味の谷現象) (Bukimi no Tani Genshō) para explicar el rechazo o desasosiego ante seres de apariencia humana pero deformes o imperfectos. Si algo se parece un poco al ser humano suele resultarnos simpático, pero cuando se parece demasiado sin llegar a ser plenamente humano según el canon o la media, la curva de afinidad cae en un "valle" de inquietud, miedo o asco. Una explicación evolutiva a esto sería rehuir la enfermedad y la muerte: las anomalías físicas se asocian inconscientemente a síntomas de enfermedad grave o rasgos de cadáver. En la novela "Frankenstein, or, The Modern Prometheus" (1818), Mary Shelley describe perfectamente lo que Mori codificó: el asco y el miedo a lo semejante monstruoso. La bondad natural del llamado monstruo no podía impedir el rechazo visceral ante la apariencia amenazante, desencadenando un mecanismo instintivo de defensa ante la agresión imaginada. El sentimiento y la razón quedan anulados. Los dos seres deformes de las novelas de Shelley y, en menor medida, Turgueniev, están solos, desamparados, y viven implorando cariño.

 Regresando por el río tras la partida de Tatyana, "anochecía. Caminaba lentamente, contemplando el agua. De pronto le pareció que algo se agitaba en el fango, junto a la orilla. Se inclinó y vio un pequeño cachorro blanco con manchas negras, que no podía salir del agua a pesar de los esfuerzos que hacía. Flaco y mojado, se debatía y resbalaba tiritando. Guerásim contempló al desgraciado perrito, lo agarró con una mano, se lo guardó bajo la camisa y a grandes zancadas emprendió el regreso a la casa"

(Дело было к вечеру. Он шел тихо и глядел на воду. Вдруг ему показалось, что что-то барахтается в тине у самого берега. Он нагнулся и увидел небольшого щенка, белого с черными пятнами, который, несмотря на все свои старания, никак не мог вылезть из воды, бился, скользил и дрожал всем своим мокреньким и худеньким телом. Герасим поглядел на несчастную собачонку, подхватил ее одной рукой, сунул ее к себе в пазуху и пустился большими шагами домой

 "El perrito no tenía más de tres semanas y hacía poco que había abierto los ojos" (Бедной собачонке было всего недели три, глаза у ней прорезались недавно). Resultó ser una perrita (Собака оказалась сучкой), y en ocho meses gracias a los cuidados de Guerasim se convirtió en una magnífica perra de raza española, con largas orejas, cola felpuda y grandes y expresivos ojos, y seguía a su salvador agitando la cola. El nombre que éste le dio fue "Mumú", sonido de los mugidos del sordomudo. Hombre y animal quedaron unidos frente a la hostilidad del mundo externo. Al igual que Guerasim era guardían del patio, Mumú, imitándole, era guardiana del cuartucho en que vivían. 

 Otro año transcurrió así. Pero una circunstancia inesperada sobrevino: la señora vio desde una ventana a Mumú bajo un rosal del jardín royendo un hueso, y ordena que se la traigan. Con el consentimiento de Guerasim la llevan al salón de la anciana, pero la perrita tenía miedo ante los extraños, y rechazó a la intrusa que se acercó a ella. Los lacayos no sabían en qué momento los sentimientos de la señora cambiarían. Y ésta, tras el rechazo de Mumú, mandó sacarla diciendo lo dañina y rabiosa que era la perrita, como si la hubiera mordido. La volubilidad de la dama ociosa e insensible se hizo patente cuando alguien -un animal- contrarió sus deseos que eran órdenes. La señora siguió de mal humor el resto del día, y predispuesta contra Mumú. Esa noche los ladridos de un perro no la dejaron dormir: "¿Para qué quiere un perro el mudo? ¿Quién le ha dado permiso para tener perros en mi casa?" (И на что немому собака? Кто ему позволил собак у меня на дворе держать?). La "tyrannical cruelty" que vio Galsworthy en este cuento se manifiesta aquí sin esquematismo moral. La vieja aristócrata no es activamente malvada en su intención, sino en el poder de mandar sobre sus sirvientes imponiendo sus caprichos como decretos ministeriales a personas que carecen de la capacidad de desobedecer, es decir, de ser libres. Guerasim para su dueña, es sólo una herramienta, un objeto de su propiedad, sin derechos ni sentimientos. Si anteriormente decidió casar a la lavandera con el zapatero sabiendo que el guardián estaba enamorado de la muchacha, ahora quiere arrebatar a Guerasim su única alegría y amor: "¡Que hoy mismo desaparezca de aquí! ¿Has oído?" (Чтоб ее сегодня же здесь не было... слышишь?) le dice a Gavrilo. Otra vez el mayordomo debe cumplir un mandato que atenta contra la felicidad de Guerasim. No es que al resto de criados les importe, pero tienen miedo de su reacción. Stepan, subordinado de Gavrilo, agarró al animal mientras su amo estaba ocupado y la vendió en la feria de Охотный Ряд por medio rublo. Guerasim, desesperado, recorrió medio Moscú buscándola. Se pasó la noche gimiendo y no salió de su cuartucho durante tres días, y esa misma noche sintió que le tiraban de la ropa, mientras estaba echado en el henil... ¡Era Mumú! El sordomudo comprendió que el animal no se había perdido por sí solo, que probablemente lo habían llevado por orden de la señora. Así, decidió esconderla en su cuarto, pero los ladridos de la perra podían delatarla sin que él se enterara. Una noche mientras paseaba con Mumú, ésta ladró a un borracho, al otro lado de la valla. Los estridentes ladridos despertaron a la señora, que con aspavientos hizo ver a los criados y a su doctor que la estaban matando. Guerasim se encerró en su chamizo con cerrojo. Gavrilo aseguró a la dueña que la perra al día siguiente dejaría de pertenecer al mundo de los vivos, y que rogaba a la señora que no se enojase y tranquilizara (но что завтра же ее в живых не будет и чтобы барыня сделала милость не гневалась и успокоилась). La imagen del gigante sentimental Guerasim echado en la cama apretando fuertemente el hocico de Mumú, y los criados al otro lado de la puerta vigilando amenazantes para liquidar al pobre animal es una estampa de la crueldad humana. El esclavo, por miedo al señor, ejecuta los mayores males: es la "obediencia debida", la "banalidad del mal". La responsabilidad de la que todos se eximen, la ausencia total de fraternidad, de amor, que transmite la inhumanidad jerárquicamente del amo al esclavo para dañar a sus semejantes. El mayordomo, el médico, el cocinero y otros criados armados con palos, intentando entrar en el cuarto del pobre Guerasim para cumplir la orden inhumana de su ama. De repente se abrió la puerta. Guerasim, inmóvil en el umbral con su camisa roja campesina, un verdadero gigante, y los acosadores, esos renacuajos con sus caftanes alemanes al pie de la escalera. Gavrilo explicó por señas los deseos de la señora, y Guerasim, comprendiendo, hizo gestos señalando que él mismo cumpliría la orden. 

 Guerasim, vestido con el caftán de los días de fiesta y llevando a Mumú de una cuerda, se dirigió a la calle. Fueron a un figón, y dio un plato de sopa de col con carne a la perrita, recién peinada. Guerasim la contemplaba y dos pesadas lágrimas cayeron de sus ojos. Tras tomas dos ladrillos de una obra, siguió por la orilla del río, tomó una barquita y se internó en el río, dejando atrás Moscú, extendíanse a un lado y a otro, prados, huertos y bosquecillos, con isbas. Tomó los ladrillos, los ató a la cuerda que llevaba al cuello Mumú, que le contemplaba confiada y sin miedo alguno, moviendo ligeramente la colita, y la arrojó al río...


 En un breve epílogo conocemos el destino de nuestro protagonista. Un gigantón con un saco al hombro y un largo palo avanzaba por la carretera de T... Regresaba a su aldea. Aunque no podía escuchar ni a las codornices ni el dulce susurro de los árboles, notaba el olor de los campos de centeno, del viento golpeándole el rostro. Divisiba el cielo con infinitas estrellas, y avanzaba fuerte y poderoso como un león. Dos días más tarde llegó a su casa, su isba. Guerasim volvió a segar...

 En Moscú, al notar su ausencia, Gavrilo dijo que el mudo había huido o se había ahogado con su estúpida perra. Dieron parte a la policía. La señora, furiosa, llorando, afirmaba que nunca ordenó matar a la perra. Aunque llegaron noticias de que estaba en la aldea, la veleidosa anciana cambió de opinión y declaró que no necesitaba a una persona tan desagradecida. Poco después murió. Sus herederos deshicieron la casa y mandaron a trabajar al campo a todos los criados. 

 Guerasim vive aún, pobre y sin tierra, en su isba solitaria, robusto y forzudo como antes... Pero sus vecinos se han dado cuenta de que ha dejado de tratar a las mujeres y no quiere perros en su casa.

(И живет до сих пор Герасим бобылем в своей одинокой избе; здоров и могуч по-прежнему, и работает за четырех по-прежнему, и по-прежнему важен и степенен. Но соседи заметили, что со времени своего возвращения из Москвы он совсем перестал водиться с женщинами, даже не глядит на них, и ни одной собаки у себя не держит. «Впрочем, — толкуют мужики, — его же счастье, что ему не надобеть бабья; а собака — на что ему собака? к нему на двор вора о́селом не затащить!» Такова ходит молва о богатырской силе немого)


 "Mumú", según los historiadores, tiene su origen en una historia real de la madre del escritor, Varvara Petrovna Turguenieva (1787-1850), persona autoritaria, tiránica, despótica, acaudalada terrateniente de la provincia de Oriol. Fracasó al intentar controlar la vida de sus hijos. El modelo de esta mujer dominante y egoísta sirve a la señora sin nombre del relato "Mumú". También Guerásim tiene su referente real: un campesino siervo, mudo, Andrei, apodado El Mudo, que Varvara Petrovna llevó a su casa de Moscú para trabajar como conserje, era alto y fuerte. Y, además, Andrei tenía un perro, Mumú, al que ahogó por orden de su señora, la madre del escritor, pero el siervo no abandonó la casa, como Guerasim. En la idealización de la libertad que implica la literatura, Turgueniev corona la infamia con la liberación de las cadenas de la opresión de Guerasim, personaje mucho más complejo y lírico que Andrei. Por supuesto, Ivan Turgueniev no castiga con rigor a la señora, es decir, a su madre, simplemente la deja en su miseria moral, mientras que el siervo humillado regresa a su tierra. El resto de personajes así mismo proceden del entorno de Varvara Petrovna, como el ridículo médico Jaritón en el cuento, inspirado por Porfiri Timofeyevich Kudryashov

 P. E. Lipatov, en un artículo, describe a la señora, no como malvada deliberada, sino como dueña de la vida de sus sirvientes, quizás buscando su felicidad, pero sin contar con ellos. Esto podía valer para la boda de Tatyana, pero no para el deshacerse de la perrita que le alteraba el sueño: "creyendo que hacía el bien y que hacía felices a los siervos, sus acciones solo les causaron un sufrimiento terrible". 

 La censura cayó sobre esta novelita, porque podía hacer que los lectores sintieran compasión del protagonista, un siervo. Aleksandr Herzen (1812-1870) alabó la obra. Turgueniev, aritstócrata, habitual de los salones de París, europeísta, aparentemente alejado del pueblo campesino ruso, nos da en esta narración una de las muestras de la esencia popular rusa, identificándose con el dolor de las víctimas desposeídas. Por eso Ivan Sergueyevich Aksakov (1823-1886) resumió magistralmente el carácter de Guerasim: "es la personificación del pueblo ruso, de su terrible fuerza y ​​de su incomprensible mansedumbre, de su repliegue sobre sí mismo y en sí mismo, de su silencio ante todas las preguntas, de sus motivos morales y honestos" (В нём есть олицетворение русского народа, его страшной силы и непостижимой кротости, его удаления к себе и в себя, его молчания на все запросы, его нравственных, честных побуждений). Aleksandr Druzhinin (1824-1864) fue certero: "miniatura magistralmente elaborada" (мастерски отделанную миниатюрную картинку). Si bien Anton Chejov llegó a la síntesis absoluta en la miniaturización del relato, muchos autores rusos le abrieron camino, empezando por el mismísimo Pushkin, y, evidentemente, Gógol. Turgueniev, heredero de toda esta tradición, logra en "Mumú" una condensada pintura en la que la crueldad de la desigualdad humana se descarga en un animal inocente. Sin que ninguno de los personajes obre con mala voluntad, ninguno, ni siquiera Guerasim, se libra de la mediocridad maligna o la obediencia perversa. El régimen de la servidumbre, incluso atenuado, anula la dignidad humana: ni la racionalidad ni la libertad pueden existir en ese sistema. La obediencia o resignación cristiana del pueblo eran muy necesarias para la perpetuación de esa esclavitud. El trabajo físico, mecánico y repetitivo, bajo el dominio de los señores, sólo tenía en el vodka una válvula de liberación. Guerásim sentía una natural aversión por los borrachos, y encontró en otro ser desvalido, más aún que él, una perrita callejera, el consuelo ante tanto servilismo degradante. El único amor del relato, no es el de Kapitón y Tatyana, ni el de Guerásim por Tatyana, sino el de Mumú y Guerásim. Los siervos son privados incluso de su derecho a amar, sobre él disponen sus amos. Pero el amor sucumbió ante la cruel desigualdad. El epílogo con Guerasim trabajando solitario en el campo recupera la dignidad del humillado, aunque, en el camino, el amor ha sido destruido...

Francisco Huertas Hernández
28 de diciembre de 2025

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