sábado, 22 de enero de 2022

Diario de un profesor de Filosofía (IX). Y si meditamos con Descartes... Francisco Huertas Hernández

Diario de un profesor de Filosofía (IX)
Y si meditamos con Descartes...
Francisco Huertas Hernández

Reforma de una vivienda en Alicante
La analogía cartesiana entre la reforma de la vivienda y la reforma del conocimiento mediante la duda, por un lado; y por otro, "alguna otra habitación" donde uno se alojará mientras dure la "reconstrucción" de la vivienda y la moral provisional.
Ladrillos nuevos vs. WC
Mientras reconstruimos la vivienda, el departamento, con nuevos ladrillos, hemos de salvar el WC, la cocina, donde seguir viviendo y realizando nuestras actividades básicas
Y, siempre, buscando la luz...

 "Y en fin, como no es bastante, antes de comenzar a reconstruir el alojamiento que se habita, con derribarlo y hacer provisión de materiales y arquitectos, o ejercitarse uno mismo en la arquitectura y además de esto haber trazado cuidadosamente el diseño, sino que también hay que haberse provisto de alguna otra habitación, en donde se pueda estar alojado cómodamente durante el tiempo en que se trabajará; así, a fin de no permanecer irresoluto en mis acciones, mientras la razón me obligara a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir desde ese momento lo más felizmente que pudiese, hice mía una moral provisional que no consistía sino en tres o cuatro máximas, de la que quiero gustosamente haceros partícipes"

René Descartes: "Discurso del método". III Parte

 Era viernes y hacía frío. Estábamos en la clase de 2º de Bachillerato B haciendo un comentario de texto de la Moral Provisional cartesiana. En la filosofía cartesiana el frío juega un importante papel, como en el inicio de la Segunda Parte del "Discurso del método" cuando recuerda:

 "Hallábame, por entonces, en Alemania, adonde me llamara la ocasión de unas guerras que aun no han terminado; y volviendo de la coronación del Emperador hacia el ejército, cogióme el comienzo del invierno en un lugar en donde, no encontrando conversación alguna que me divirtiera y no teniendo tampoco, por fortuna, cuidados ni pasiones que perturbaran mi ánimo, permanecía el día entero solo y encerrado, junto a una estufa, con toda la tranquilidad necesaria para entregarme a mis pensamientos"

 Un frío que aísla del contacto social y propicia la reflexión o meditación introspectiva, pues así se funda el pensamiento moderno: en la soledad del frío invierno europeo. Lejos quedan ya los albores de la filosofía en Grecia, cuando filosofar era participar de la conversación comunal en las plazas, en el ágora, en las palestras, al modo socrático, bajo el calor mediterráneo, como en aquel paseo estival junto al río Iliso, en que Sócrates y Fedro platicaron sobre el amor.

 El frío acompañó a René Descartes incluso en su muerte, que vino con el invierno sueco. Así, que, en nuestro invierno alicantino, nos encontrábamos ante el texto de la reforma de la vivienda. ¿Por qué reformamos nuestro alojamiento? Porque queremos más luz, más ventilación, más comodidad, más seguridad, en definitiva. Uno reconstruye algo que ya está ajado, pero que ama y necesita. Nosotros necesitamos saber, distinguir lo verdadero de lo falso. El conocimiento no es un pasatiempo en la vida humana, sino una imperiosa necesidad. El vivir humano es un vivir pensante, porque pensando realizamos nuestra esencia de animales racionales o, en lenguaje científico, homo sapiens.
 Durante demasiado tiempo nuestro conocimiento ha sido algo oscuro y confuso, como esa casa, de paredes húmedas y estancias sombrías

Habitaciones oscuras, sombrías. Necesitamos luz, claridad
"Hacer provisión de materiales" escribe René Descartes
Reformar, reconstruir nuestra morada, nuestro alojamiento, es dar luz a nuestra vida, dar verdad, caminar seguro por las habitaciones del tiempo y el espacio

 ¡Pero qué extenuante es reformar nuestra vivienda! ¡Qué duro someter a reconstrucción nuestras ideas recibidas! ¡Y qué lucidez de Descartes al mostrarnos el conflicto entre el entendimiento y la voluntad, entre el conocimiento y la acción, la teoría y la práctica, el saber y el hacer! Pero, ¿cómo vamos a reconstruir todo nuestro conocimiento incierto, dudoso, si tenemos que seguir viviendo y actuando, eligiendo, tomando decisiones urgentes? La vida no espera. Radio Futura cantaba en 1985 "La vida en la frontera":

"Si cruzas por aquí, sé precavido
Si alguien te sale al paso no le des la espalda
Es bueno hallar con quien hablar, a veces
Pero es mejor callar cuando es preciso

No sueñes con el final del camino
Pues ya, maldita sea, otros aguardan
Para tomar su parte y ganarte
La mano sin moverse del sitio

La vida en la frontera no espera
Es todo lo que debes saber"

Radio Futura: "La vida en la frontera" (Santiago Auserón)
LP "De un país en llamas". Ariola. 1985
"Tocata". Televisión Española

 "No permanecer irresoluto en mis acciones" aunque mi razón me obligue a serlo en mis juicios. O sea, no dejar de actuar aunque no esté seguro de lo que debo hacer, de los principios de mi acción, de las consecuencias de mi acción. Esa es "la vida en la frontera" que no espera. La frontera es, claro está, el tiempo de nuestra vida, el límite entre la duda y la decisión, entre el huir y el avanzar, porque "no sueñes con el final del camino, pues ya, maldita sea, otros aguardan".

 El proyecto cartesiano de "habitar" una casa "nueva", segura, sin oscuridad, ni humedad, donde "avancemos" sin miedo a tropezar en los pasillos, o no encontrar el interruptor de la luz,  ese proyecto de un "conocimiento cierto", evidente, "claro y distinto", choca con la limitación de nuestra vida, nuestro escaso tiempo en el mundo. Quizás nuestra voluntad sea ilimitada, pero nuestro tiempo no lo es. Por eso "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". Es René Descartes un precursor en la denuncia de la "procrastinación" (hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables por miedo o pereza a afrontarlas)

 No podemos aspirar a saberlo todo con seguridad antes de tomar decisiones, y la "recomendación" individual del pensador de La Haye de seguir cuatro sencillas máximas morales -moderación, resolución, control mental y vocación- sitúan al ser humano individual en un espacio y un tiempo compartido con otros seres humanos, al que ha de adaptarse, con tal de que no coarte su libertad de pensamiento. Esa "moral provisional" es la "otra habitación" en donde nos alojaremos -aunque no cómodamente- mientras dure la obra, la reconstrucción, mas acaso, ¿terminará algún día la obra o es nuestra vida un reconstruir incesante cual Mito de Sísifo por ser el conocimiento una morada siempre insegura?

 Si, como él escribe, "es suficiente juzgar bien para obrar bien", y, sin embargo, debemos actuar antes de tener certeza de todas las cosas, entonces asistimos a la pugna entre pensar y vivir... "la vida en la frontera no espera"...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La moral es adaptación social e integridad personal. Y eso es angustiosa lucha. De acuerdo. Hay que vivir hermano

Mónica Sánchez dijo...

Me encanta el estilo y la narración que has hecho. Las preguntas... La frontera. Palabra que uso mucho. Vivir desde la frontera. Entre la acción y no acción, el acierto y la duda, el miedo y la osadía. A veces, amigo, en esa moral provisional, en esa frontera, la mejor accion es la no accion, y no por indecision o parálisis, miedo, comodidad. Hay cosas que hay que dejar que pasen, que fluyan, y la acción elegida es permitir el flujo, y vivirlas, sentirlas, agradecerlas, no pensarlas, no atraparlas

CPL FILOSOFIA dijo...

Yo necesito pensar para vivir. Habría que revistar el significado de "vivir", lo que conlleva, lo que lo define más allá de lo biológico y médico. Vivir es viajar, pasarlo bien, estar en compañía, vacaciones...claro, pero por qué no aceptamos que también es arrebujarse en una manta una tarde de invierno, en soledad, como el propio filósofo. O, por qué no, hacer una labor manual mientras se escucha una radio, música o se atiende a la conversación de alguien. O perderse en los fondos de un celaje de un cuadro de Patinir. Muchos dirán: "pero eso no es vida!" Sí, por supuesto que es vida, por que vida es tanto divertirse como aburrirse; tanto reír como llorar; tanto estar lleno como pasar hambre. Todo es vida. Menos la muerte. Pero ese es otro tema.