domingo, 31 de mayo de 2020

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz. Chile en cuatro don nadie. Francisco Huertas Hernández. Primera película de un cineasta revolucionario


"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Chile en cuatro don nadie
Primera película de un cineasta revolucionario 
Francisco Huertas Hernández


"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Luis "Lucho" Úbeda (Luis Alarcón), Tito Labarca (Nelson Villagra) y Amanda Labarca (Shenda Román)
La película nos presenta a tres personas sin rumbo

 Cuatro personajes deambulan por bares y departamentos de Santiago. Tito Labarca (Nelson Villagra), Amanda Labarca (Shenda Román), Lucho Úbeda (Luis Alarcón) y Rudi (Jaime Vadell) no llegarán nunca a nada. Sus conversaciones, sus idas, sus venidas, vistas desde un ángulo siempre esquivo de la cámara son anodinas, y, sin embargo, Raúl Ruiz eleva este vacío a cualidad estética con el manejo de la cámara, la iluminación -soberbia fotografía de Diego Bonacina- la narración episódica y algunos impagables boleros cantados por Ramón Aguilera. La primera película del director de Puerto Montt plasma ya el "inconsciente óptico" (Optisch Unbewusste) expuesto por Walter Benjamin: "nuevas formas de ver y experimentar que surgen de las posibilidades técnicas de la cámara, como a través de primeros planos o la cámara lenta. Bajo el primer plano, el espacio se expande, bajo la cámara lenta se expande el movimiento". Ruiz adopta las angulaciones subjetivas de la Nouvelle Vague: los personajes son filmados dorsalmente, en escorzo, en plano detalle, y la cámara se convierte en el nuevo espectador que recompone la historia girando alrededor de las figuras como el nuevo lector de "Rayuela" de Julio Cortázar

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Créditos. Título

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Amanda Labarca (Shenda Román) ve a su hermano Tito dentro de un bus de Valparaíso. La gran actriz está sobresaliente en la película

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Amanda Labarca (Shenda Román), Tito Labarca (Nelson Villagra) y Luis "Lucho" Úbeda (Luis Alarcón). Presentaciones al bajar del bus. Todos los actores de la película están espléndidos. Nelson Villagra, el protagonista, brilla en ese caracter simple y alienado. Unos meses después interpretó al chacal de Nahueltoro en la cinta de Miguel Littín. En dos años fue el actor principal de las dos mejores películas chilenas de la historia

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Amanda Labarca (Shenda Román) mirando la ciudad desde la terraza

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Amanda Labarca (Shenda Román) mirando los regalos de su hermano

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Tito Labarca (Nelson Villagra) en el departamento. ¿Podría encuadrarse este personaje en el tipo del "hombre superfluo" (лишний человек) de la literatura rusa del siglo XIX? Si bien el tipo ruso es aristócrata, inteligente, sensible, idealista, nihilista (no cree en nada), melancólico, dubitativo e inactivo, un nuevo sujeto "alienado" de las clases populares surge en el desarraigo de la gran ciudad. Tito es un "humillado y ofendido" que carece de conciencia. El sistema económico reserva a personajes como Tito y su hermana un lugar de exclusión: él es incapaz de trabajar y ella ejerce la prostitución ocasionalmente con clientes del cabaret donde hace striptease. Si puede vincularse a Tito con los "superfluos" rusos es en la inacción. Un hedonismo estéril le condena a vagar de bar en bar consolándose en el alcohol

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Luis "Lucho" Úbeda (Luis Alarcón), un tipo de Angol (Araucanía) con plata que dispone de 28 horas para gastar en juerga. Viene del sur, y recuerda en España a aquellos pequeños empresarios de provincias que iban a Madrid buscando aventuras

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Carlos Sanhueza (Fernando Colina) extrayendo plata de una botella. Al espectador no le va a interesar demasiado saber cómo llegó ahí. La fuerza de la imagen se constituye en sustancia del relato. ¡Cuántas historias lo son por sus imágenes y no por sus acontecimientos! 

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Rudi (Jaime Vadell), un empresario que tiene contratado a Tito en un concesionario de autos. Hace negocios turbios

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Alicia Quiroz (Delfina Guzmán), la hija de la dueña del departamento que quiere cobrar el alquiler a Rudi

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Carlos Sanhueza (Fernando Colina), Alicia Quiroz (Delfina Guzmán) y Rudi (Jaime Vadell)

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Tito Labarca (Nelson Villagra) y Amanda (Shenda Román). Es la única escena en que vemos trabajar -y eso no es exacto- a Tito. El concesionario de autos de Rudi, ese lugar al que olvida ir Tito cada mañana

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Luis "Lucho" Úbeda (Luis Alarcón), Amanda Labarca (Shenda Román) y Tito Labarca (Nelson Villagra) divisando la ciudad desde un mirador en la cumbre del San Cristóbal. El "dolce far niente" del trío todavía sobrio

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Amanda Labarca (Shenda Román), Luis "Lucho" Úbeda (Luis Alarcón) y Tito Labarca (Nelson Villagra) en el restaurante

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Tito Labarca (Nelson Villagra) en el restaurante. Un encuadre característico de la película. Los personajes son abordados por la cámara desde ángulos no convencionales: aquí un ligero contrapicado de perfil

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Comida en el restaurante

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Tito Labarca (Nelson Villagra) al encuentro de su jefe, Rudi

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Rudi (Jaime Vadell) en un picado lateral

 "Tres tristes tigres" -no confundir con la novela homónima de Cabrera Infante, aunque la peripecia es casi idéntica- es una obra teatral de Alejandro Sieveking -estrenada en 1967 con los actores del grupo "El Cabildo" (Villagra, Román y Vadell) en el teatro Talía, dirigidos por el propio Nelson Villagra- en la que tres tristes humanos -en realidad son cuatro, como los mosqueteros- quisieran rugir (rebelarse) pero son incapaces: sus vacías vidas se consumen en el tedio del alcohol y la juerga. La adaptación cinematográfica de Ruiz tiene ese tono "cinéma verité" del nuevo cine de los años 60, documental, cámara en mano, por las calles de la ciudad. Tito, dentro de un bus, se encuentra con su hermana Amanda. Él trabaja en un concesionario de autos. Ella es bailarina de striptease. El tercero es otro sureño, Luis o "Lucho", un azaroso financiador de la juerga. Juntos recorrerán Santiago bebiendo. Tito tiene que entregar unos documentos a su jefe, Rudi, para que éste venda unas propiedades. El empresario es otro "triste tigre" sin plata. No puede ni pagar el alquiler del departamento. La trama es mínima. El espectador se siente fascinado por el ritmo de los encuadres. La cámara danza. Pick ha escrito que el cine de Raúl Ruiz revela "un mundo fluctuante, intrincado y fragmentado, donde el cuadro cinematográfico es el escenario de transformaciones insólitas". Una doble trama con Tito y su grupo de carreteo, por un lado; y con Rudi y su cliente, por otro, esperando los papeles de compraventa que Tito ha de entregarle. Tito se demora. Rudi se impacienta. Una escena felliniana en el cabaret. Striptease, un bosque de botellas vacías. Una cortina de secuencias filmadas desde dentro de un auto, marcadas con canciones, se repite como nexo de la narración: los personajes, mediante plano subjetivo, ven la ciudad de Santiago. Rudi, el jefe que anda "pato", jotea a Amanda, sin importarle la presencia de su hermano, completamente ebrio. Una bella escena con el paseo nocturno de Tito por la ciudad, unas discusiones políticas, y un arrebato etílico del humillado Tito sacándole la cresta a Rudi a combos después de que le echaran de la empresa...

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Secuencia filmada desde el interior de un auto que se repite como nexo de la narración. Muy en la línea de la Nouvelle Vague, un lirismo urbano, reforzado por la música, une los escenarios interiores en los que beben, comen y hablan los protagonistas, a través de estas imágenes poéticas de la ciudad de Santiago

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Amanda Labarca (Shenda Román) y Luis "Lucho" Úbeda (Luis Alarcón) en un episodio de borrachera. Bella escena en la que las botellas vaciadas se iluminan con los focos. Si no podéis iluminar vuestras vidas, hacedlo con vuestras botellas en las que habéis consumido esa vida. La poesía visual de Raúl Ruiz es uno de los hallazgos del film

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Un "bosque" de botellas vacías al terminar la juerga nocturna. Una imagen de gran fuerza plástica y carga metafórica

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Luis "Lucho" Úbeda (Luis Alarcón), en plano dorsal, contemplando el striptease

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Tito Labarca (Nelson Villagra) se niega a criticar a los políticos. Un trabajador que no trabaja. Un trabajador sin conciencia de ser explotado. Un hombre simple y sin horizonte. La "desideologización" de las clases obreras se realizó a través del consumo. En este caso, dadas sus penurias económicas, Tito y Amanda, solo consumen alcohol y comida

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
La discusión política sobre el presidente democristiano Eduardo Frei molesta a Tito. Frei -presidente entre 1964 y 1970- fue un duro opositor al gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende y apoyó el golpe de estado, aunque acabó siendo asesinado por agentes de la dictadura militar de Pinochet mediante una bacteria

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Una de las imágenes más hermosas del film: los graffiti del W.C. Un pedazo de realidad que incide en el lado documental del nuevo cine chileno

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Amanda Labarca (Shenda Román) en el departamento de Rudi. Éste jotea a la chica. Todos ebrios

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Amanda Labarca (Shenda Román)

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Tito Labarca (Nelson Villagra) y Amanda Labarca (Shenda Román)

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Rudi (Jaime Vadell) y Tito Labarca (Nelson Villagra) en la escena de la pelea. ¿Cuánta humillación puede soportar un ser humano? Rudi ha humillado a su empleado. Éste -sin trabajo, sin horizonte, sin ideales-, despedido de la empresa, tiene un estallido de ira etílica. No es un héroe trabajador explotado sino un "ser fungiformemente anónimo", una "decrépita criatura dispersa". Con actitudes burguesas y con ingresos de obrero, representa el individualismo del hedonismo nihilista. No hay amores en su vida (Chonchi es un pasatiempo sexual), no hay compromiso social ni creación de ningún tipo. Si la vida humana se realiza en el amor y la creación (que se identifican según Platón en "El Banquete") y la creación es la forma de inmortalidad que perpetúa la especie y la memoria del individuo, Tito -y Amanda- se disipan en un tiempo vacío y estéril sin creación ni amor, sin lazos sociales ni ideales de justicia o libertad

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Tito Labarca (Nelson Villagra) y la ciudad. La única amante que no falla

 "Tres tristes tigres" es la primera película del más grande de los directores chilenos, realizada con 27 años, un film que ha de verse repetidas veces dada su rica textura visual, porque "es la imagen la que determina la narración" como señala Cáceres. "Desplaza el campo de la cámara de su relación sincrónica con el campo de la acción, creando un fuera de campo que amplía el sentido narrativo en el encuadre". Y en esa forma "inapehensible", su genio en mostrar retazos del ser chileno: "desconfiado, ambiguo, irónico, formal, conservador, violento, falsamente modesto, dado a la etiqueta y a las ceremonias" en penumbras, silencios, y conversaciones. Y todo ello siendo también cine social, menos explícito que en otros compañeros de generación (Littín, Guzmán), reflejado en los estallidos de violencia de clase de unos seres aparentemente sumisos.
 Las vicisitudes de la cinta -perdida tras el golpe de 1973 que llevó al exilio francés al director- y la fantástica restauración a cargo de la Cinémathèque Française promovida por la Association des Amis de Raoul Ruiz han permitido salvar esta obra maestra de un cineasta revolucionario e incomprendido.

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Publicidad del estreno en cines

"Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz
Cartel

Tres tristes tigres
Chile
1968
Dirección: Raúl Ruiz
Producción: Enrique Reiman, Ernesto Ruiz, Serafín Selanio
Guión: Raúl Ruiz, Alejandro Sieveking
Basada en "Tres tristes tigres", obra teatral de Alejandro Sieveking
Música: Tomás Lefever. Boleros cantados por Ramón Aguilera

Diego Bonacina (1943-1988)
Director y camarógrafo argentino que participó en clásicos del cine chileno como "Tres tristes tigres" (1968). Raúl Ruiz, y "Valparaíso, mi amor" (1969). Aldo Francia
En la imagen: rodaje de "Valparaíso, mi amor"

Fotografía: Diego Bonacina
Montaje: Carlos Piaggio
Intérpretes:
Tito Labarca (Nelson Villagra)
Amanda Labarca (Shenda Román)
Lucho Úbeda (Luis Alarcón
Rudi (Jaime Vadell)
Alicia Quiroz (Delfina Guzmán)
Carlos Sanhueza (Fernando Colina)
Chonchi (Belén Allasio)
Inspector (Alonso Venegas)
Juan López Andrade (Luis Melo)
Noctámbulo violento (Humberto Miranda)
Inversor capitalista (Jaime Celedón)

Bibliografía:

- Valeria de los Ríos, Iván Pinto: "El cine de Raúl Ruiz". Uqbar. 2010


*****
Comentarios de nuestros lectores:

- Francisco Huertas Hernández: "En este comentario explicaré por qué el arte nos hace felices (o, al menos, me hace feliz a mí). "Tres tristes tigres" es arte en estado puro. Como cine es la apoteosis de la imagen que prima sobre la narración de los sucesos. Porque los acontecimientos se constituyen en cuanto se relatan, y el relato cinematográfico es visual. En una película así puedes conocer el final y no pasa nada. Su valor no está ligado a lo que pasa sino a cómo pasa, y pasa como tiempo. El "inconsciente óptico" hace pasar, sin que nos demos cuenta, esas "anodinas" vidas de los tigres tristes expandiendo nuestro espacio y nuestro tiempo. Acaba el film, y no ha sucedido gran cosa, ni muertes, ni amores, ni aventuras, y, sin embargo, nuestro yo más íntimo, nuestro interior más profundo, se ha transformado con una sensación de plenitud que únicamente el gran arte puede producir"



sábado, 30 de mayo de 2020

La cultura de la rebelión juvenil. Del Pop al Punk. María Verchili Martí


La cultura de la rebelión juvenil. Del Pop al Punk
María Verchili Martí


"A Hard Day's Night" (1964). Richard Lester
The Beatles en una actuación en la televisión

"A Hard Day's Night" (1964). Richard Lester
Poster

"A Hard Day's Night" (1964). Richard Lester
The Beatles corriendo. El grupo se acostumbró a correr, esconderse y disfrazarse para huir de sus enloquecidas fans en los tiempos de la beatlemanía, que, desde el Reino Unido, se extendió a todo el planeta entre 1963 y 1964

"A Hard Day's Night" (1964). Richard Lester

"A Hard Day's Night" (1964). Richard Lester
Fotocromo


 La relación entre la rebelión juvenil, la cultura de la contestación a los valores de los mayores, y la música popular viene de lejos, allá por los años 50. El rock and roll, aquella explosión artística que desde los guetos de la profunda y deprimida América negra logró la visibilidad, se fue expandiendo culturalmente, y se convirtió en la banda sonora de una transformación socio-cultural de largo alcance. Durante los años siguientes penetró de lleno en el mundo de los jóvenes y en las nuevas culturas. En estos tiempos aciagos, extraños, en los que la capacidad crítica y combativa de la sociedad civil languidece, merece la pena hacer un recorrido histórico por los entresijos, los valores y las ambigüedades de aquella rebelión. Mi propuesta es hacerlo por medio de dos películas emblemáticas de dos etapas de la evolución de la música popular, A Hard Day’s Night (Qué noche la de aquel día), sobre los Beatles, y The Great Rock and Roll Swindle (La gran estafa del rock and roll), sobre los Sex Pistols.

 Años 60, música POP, la revuelta de las grandes esperanzas

 A Hard Day’s Night
(1964), dirigida por Richard Lester, fue el film con el que los Beatles se presentaron al mundo con la explosión de la “beatlemanía”. Eran los años sesenta, que se representaron como una época prometedora de optimismo y esperanza. Tras los "fabulosos cincuenta”, la década siguiente se caracterizó por ser un periodo expansivo, en un contexto de paz internacional prolongada y prosperidad económica. Se albergó la esperanza en un futuro capaz de reconciliar la prosperidad privada con el gasto público expansivo propio del modelo de Estado de bienestar. Una esperanza que corría el riesgo de fracasar en el intento de alcanzar esas ambiciosas aspiraciones. Hubo en definitiva, un aura de irrealidad y de euforia, un desfase entre anhelo y realidad. Era una época de transición e iniciativa hacia los valores del futuro. Fue un contexto de políticas sociales expansivas, de asentamiento del Estado de bienestar, ese tiempo histórico calificado por historiadores como Eric Hobsbawm como la “era dorada del siglo XX (1957-1973)

 En Estados Unidos, donde surgió el rock n’roll que escuchaban los Beatles y que les influenció a la hora de comenzar a tocar, así como también los movimientos contraculturales, durante el mandato de Lyndon Johnson, reelegido el 3 de noviembre de 1964, se materializó la que probablemente es la etapa de gestión política más progresista de su historia. La aprobación de la Ley de derechos civiles, el desarrollo de las políticas sociales por medio del proyecto de La Gran Sociedad, una amplia y ambiciosa batería de medidas reformistas de inspiración keynesiana, heredera del New Deal de los años 30, la normativa sobre educación garantista de una financiación federal suficiente para las escuelas normales y universidades, la ley sobre el derecho al voto de 1965, que permitió frenar los esfuerzos de los estados del Sur por apartar a la población negra de las urnas, o la creación de los seguros de enfermedad y vejez, y los programas de asistencia sanitaria “Medicare” y “Medicaid”, son ejemplos de aquel modelo de gestión. También en aquellos años surgen los movimientos estudiantiles, inspirados por obras como El hombre unidimensional de Herbert Marcuse, que les otorgaba el rol de nuevo agente de la revolución, una vez neutralizada la clase obrera por la sociedad de consumo, el movimiento feminista y la nueva izquierda americana blanca, que inspirada inicialmente por la lucha por los derechos civiles de la población negra, convirtió la oposición a la Guerra de Vietnam, conforme avanzaba la contienda, en el centro neurálgico de la rebelión. Y en el plano social se produjeron igualmente importantes transformaciones. El impacto de la revolución sexual, introdujo una novedosa concepción hedonista y personalista del sexo, que se tradujo en una concepción liberal de las relaciones de pareja. Como consecuencia, también se transformó el modelo de familia tradicional norteamericana en una institución mucho más diversa y dinámica

 Mientras tanto en Gran Bretaña, donde vivieron y crecieron los Beatles, el 16 de octubre de 1964, Harold Wilson, laborista, con un línea política más a la izquierda que su predecesor en la presidencia del partido, se convirtió en el primer ministro británico. En ningún caso se trataba del programa del partido laborista con el que ganó las elecciones celebradas tras la 2ª Guerra Mundial. Clement Attlee formó gobierno el 27 de julio de 1945 con una batería de medidas como el pleno empleo, la nacionalización de los sectores básicos de la economía, elevación de salarios y la creación de la seguridad social y la sanidad pública. Este programa sufrió una drástica reorientación por la crisis económica. Propició una ruptura dentro de laborismo, de la que surgió “Keep Left Movement”, defensora de la adopción de medidas socialistas, y finalmente llevó al poder a los conservadores del 51 al 64. Este periodo se caracterizó por la recuperación económica y el asentamiento del Estado de bienestar. El gobierno se apropió el modelo laborista y fue girando progresivamente hacia la derecha, con gran apoyo popular por la bonanza económica de aquellos años. Pero el estancamiento económico y social, el anclaje del gobierno en unos valores del pasado, como consecuencia del fin del colonialismo, la preponderancia de Estados Unidos y la Unión Soviética, convertidas en superpotencias, que relegó a Gran Bretaña a potencia de segundo orden, y el desarrollo económico en Europa con la creación de la CECA (CEE), dio una nueva oportunidad al laborismo, ya recompuesto y reorientado a la economía mixta. Durante el gobierno de Wilson se introdujeron reformas legales en un importante número de cuestiones sociales, como la eliminación de la censura, el divorcio, la homosexualidad, la inmigración y el aborto, y la abolición de la pena de muerte.

 Y
 fue en este contexto histórico en el que se lanzó la primera y más exitosa película sobre el fenómeno Beatle. En la película los Beatles nos cuentan dos días en su vida de giras, actuaciones, ruedas de prensa… Aparece un discurso que refleja una primera etapa, una etapa inicial de un movimiento de rebelión juvenil, optimista, desenfadado, prometedor, ciertamente de cierta inconsciencia visto desde una perspectiva actual, propio de un tiempo, de un ambiente socio-cultural en que el cambio parecía posible, arropado por un periodo de paz prolongada y prosperidad económica. El espejismo se verá truncado por la crisis del petróleo de 1973 y las políticas de recortes sociales propias de finales de los años 70 y 80, reflejadas en la eclosión punk, mucho más crítica, descreída, desesperanzada, irónica con la posibilidad real del cambio, como veremos. Así, en la escena inaugural de la película, con la famosa canción que da nombre al film de fondo, presenciamos como los Beatles huyen de hordas de fans enfervorizadas, de camino al tren que les llevará a Londres para la grabación de un programa televisivo, con un tratamiento que transmite energía juvenil, broma, irreverencia y oposición a los valores convencionales vigentes hasta entonces en la sociedad británica.


 Ya acomodados en el compartimento del tren se topan de bruces con ese modelo conservador, en forma de un hombre de unos 50 años, un “businessman” de clase alta. El hombre cierra la ventana, con la queja consiguiente del grupo de jóvenes. A continuación Ringo Starr pone la radio, un programa musical, y el hombre exige que lo apague alegando sus derechos según el reglamento. Paul McCartney replica a su vez “Nosotros somos 4. Somos un colectivo, una mayoría. ¡Viva la clase obrera!”. Expresa con ironía la oposición, el rechazo a los valores convencionales, al conservadurismo, y a la división clasista de la sociedad británica, valores todos ellos obsoletos a los ojos de los jóvenes. En el comentario de Paul se introduce con sarcasmo la idea de colectivo, de clase obrera, cuyos derechos son escuchar música, rock and roll, frente al derecho que reclama el hombre, conservador, de clase superior, y que denota un comportamiento clasista, al terminar añadiendo que se vayan al pasillo, a la parte que es la suya. Al caer la noche, ya en Londres, consiguen escaparse del hotel en el que se debían quedar a contestar cientos de cartas de fans, según estricta indicación de su manager, y se van a una fiesta. La película nos muestra a George, Ringo, John y Paul, con gran naturalidad, bailando al ritmo de I wanna be your man, Don’t bother me y All my loving, bebiendo, fumando, charlando… Divirtiéndose de acuerdo con las nuevas formas de comportamiento y diversión, las nuevas formas de conducirse física y moralmente propias de los jóvenes.
Sin embargo, la complejidad del discurso de la película, la ambivalencia de interpretaciones desde una perspectiva actual, se encuentra igualmente presente. Durante la larga espera entre una grabación y otra, George entra por error en la oficina de producción de la televisión, “Canteen and Production Office”, donde trabajan esos “cazadores de tendencias”, a la busca de las tendencias juveniles para venderlas en un programa dirigido a adolescentes. Allí, creyendo que se trata de uno de sus “colaboradores”, le preguntan sobre ropa para adolescentes, y desconcertados por sus respuestas, caen en la cuenta de que "es auténtico". "Les dije que no manden auténticos, los falsos son más manejables". George califica de “grotis” (grotesques) unas camisas que le enseñan, y el director de la oficina ordena que se apunte esa palabra para Susan. Ante su actitud, el publicista le habla del complejo de inferioridad y de la pérdida de estatus que sentirá cuando no pueda llevar esas camisas.- “Claro que son grotis. Es lo que queréis”-. Y ante el recurrente rechazo de George le amenaza con prescindir de él, a lo que éste responde que le da igual. Le señala que esa actitud no se lleva, lo que se lleva es ser apasionado y de derechas, y también que no conocerá a la referida Susan, “Susan Campey, nuestra adolescente fija. Os encanta. Es vuestro símbolo. Ella impone la moda. Es su profesión”. George la desacredita y el productor, ya absolutamente desquiciado, lo echa de la oficina. Y acto seguido le pregunta a su asistente si el comportamiento que acaban de presenciar no será una nueva tendencia. Finalmente, se convence de que todavía quedan tres semanas para un cambio de tendencia, pero al mismo tiempo acaba decidiendo que vayan preparando la rescisión del contrato a Susan. En esta secuencia, la propia película reflexiona de forma crítica sobre el negocio de las modas para los jóvenes y la manera de venderlas, sobre la cultura del consumo, y la capacidad del sistema capitalista para utilizar la imagen juvenil para vender productos. Por un lado, vemos el rechazo al merchandising que muestra la actitud de George, a la vez que los propios Beatles y todo el fenómeno de fans es un producto para los jóvenes. Finalmente, el cambio y la rebelión en ningún caso pretendían subvertir el paradigma dominante, sino que se acaban enmarcando en la cultura de consumo, como productos para los jóvenes que llenan un nicho de mercado. Los mecanismos de la incipiente industria discográfica se institucionalizaron en aquellos años con gran rapidez, tomaron las riendas de las tendencias juveniles y las domesticaron, con el fin de comercializar productos manufacturados. Las novedades más llamativas de la cultura de los 60 en Gran Bretaña provinieron de la cultura popular y su alianza con los mecanismos de difusión y comercialización de tendencias, movimientos, modas, personajes e imágenes. La riqueza cultural de aquellos años se desarrolló a la vez que los nuevos mecanismos comerciales de difusión.

 El film, el fenómeno Beatle, y el mismo rock and roll, constituyen un producto de la cultura de masas, que otorga protagonismo a la cultura de la clase trabajadora, esa clase obrera, cada vez más asentada económicamente, con posibilidades de ocio y de consumo, que vive un intenso proceso de cambio desde los valores tradicionales de su cultura hacia el reclamo del consumismo. Los agentes, los Beatles, y sus seguidores, los nuevos consumidores de productos de la cultura popular, pertenecen a esas nuevas clases trabajadoras. Los testimonios de los protagonistas en The Beatles Anthology [1] se refieren sin el mínimo atisbo de entusiasmo a los trabajos, como oficinistas, contables o conductores de autobús, los oficios de sus padres, en los que estarían ocupados si no se hubiesen dedicado a la música.

 La ambivalencia
 entre la realidad de la rebelión contra el convencionalismo, y la integración de ese movimiento de rebelión en la cultura dominante, lo podemos rastrear en el testimonio retrospectivo de John Lennon en la antología referida, “cuando hicimos nuestra primera grabación para Granada TV, comenzamos a vendernos”. Y también nos sirve para enlazar con el otro producto fílmico y musical, The Great Rock and Roll Swindle, dedicada al fenómeno de los Sex Pistols, dentro de un movimiento socio-cultural como el punk, mucho más agresivo formalmente, en la que se ironiza sobre este valor contracultural, de cambio y crítica del mismo movimiento punk, ya que nos muestra un manual práctico de la manera de crear una banda de rock exitosa por pasos.

Años 70, eclosión PUNK, la revuelta de la decepción
"The Great Rock'n Roll Swindle" (1980). Julien Temple
La historia de los Sex Pistols

Daily Mirror: "The Filth & the Fury"
The Sex Pistols
December 2, 1976

Sex Pistols en concierto
Getty Images

Sex Pistols: "Anarchy in the UK"

 A finales de los 70 las perspectivas de progreso social de las décadas anteriores habían sufrido una transformación profunda. De aquella era dorada quedaban apenas retazos y un ambiente de profunda conflictividad social. Desde una perspectiva socio-cultural, a finales de los 70 se estaba completando un ciclo, las grandes aspiraciones que alumbraron la década anterior se habían ido desmoronando. La decepción y frustración profunda de aquellos años convulsos derivó en las revueltas mucho más violentas de los años setenta. Todos los ámbitos se radicalizaron. La contracultura, que se iba abriendo paso durante los años sesenta, surgió en estos años de manera mucho más desenfrenada, e incluso violenta. Los años setenta fueron una época de tensión y profunda crisis por la imposibilidad real de integrar los nuevos valores que habían transformado todas las instancias de la vida. Y a todo ello se unió la incertidumbre económica, cuando se empezaron a manifestar los primeros síntomas de la crisis del petróleo de 1973. El sueño de prosperidad eterna parecía estar desvaneciéndose, y con él, otros muchos. Y la reacción neo-conservadora se fue fortaleciendo hasta alcanzar el poder.
En 1979 Margaret Thatcher accedió al número 10 de Downing Street en un contexto de profunda crisis económica, tras un mandato laborista de 4 años que no fue capaz de congregar las voluntades populares frente al drástico deterioro socio-económico. La Dama de Hierro puso en marcha estrictas políticas conservadoras, como la abolición del poder de los sindicatos, la desregularización, especialmente del sector financiero, la flexibilización del mercado laboral, la privatización o cierre de empresas públicas y la eliminación de subsidios a otras. Durante sus primeros años de gobierno, la popularidad de Thatcher declinó notablemente en medio de la recesión y el alto desempleo hasta que la recuperación económica y la victoria en la Guerra de Malvinas en 1982 llevaron a su reelección en 1983. Llevó adelante una férrea política exterior caracterizada por su oposición a la formación de la Unión Europea y un completo alineamiento con la política exterior de Estados Unidos – y la consecuente oposición a la Unión Soviética-, donde, desde el año 1981, ya gobernaba su gran colega el republicano Ronald Reagan.
 Reagan no 
fue menos en la puesta en práctica de las formulaciones neoliberales. Su política económica, entroncada en la llamada economía de la oferta, que se haría famosa bajo el nombre de "reaganomics" se caracterizó igualmente por la desregularización del sistema financiero, por las rebajas substanciales de impuestos y por una línea dura con los sindicatos. En su primer período sobrevivió a un intento de asesinato. Fue reelegido con una gran mayoría en las elecciones de 1984. El segundo período de Reagan estuvo marcado principalmente por asuntos extranjeros, siendo los más importantes el fin de la Guerra Fría, el bombardeo de Libia, y la revelación del Irán-Contras. Previamente el presidente había ordenado un masivo incremento del gasto militar para la lucha estrecha contra la Unión Soviética, dejando atrás la estrategia de la détente. Suya fue aquella descripción apocalíptica del enemigo comunista, como el "imperio del mal". Durante sus mandatos apoyó movimientos anticomunistas en todo el mundo a través de la denominada Doctrina Reagan.

 En
 The Great Rock and Roll Swindle (1980), dirigida por Julien Temple, en forma de documental de ficción, se nos cuenta la acelerada historia de ascensión y caída (1975-1978) de la que es considerada la banda iniciadora del movimiento Punk, los Sex Pistols. Respecto al film, y en contraposición al contexto histórico anterior, en su discurso se abandona cualquier posibilidad de cambio, de renovación de los valores del establishment, en favor de una hiriente y provocadora ironía. A nivel formal, el curso narrativo de este falso documental se desarrolla como una guía práctica de manufactura de una banda de rock and roll por fases (“lessons 1-10”). En la escena inicial una máscara negra, que oculta el rostro del manager de la banda, Malcolm McLaren, se dirige directamente al espectador para diseccionar cuestiones como la elección de los miembros del grupo y las razones que la impulsaron, o su obsesión por que el grupo no compitiera con otras formaciones más asentadas, haciéndoles tocar en lugares poco habituales, como salas de striptease, cárceles o desfiles de moda, y generando de esta manera una curiosidad por el grupo, que quedaba convertido en un material comercial de difícil acceso

https://www.youtube.com/watch?v=q31WY0Aobro

 Entremedias, imágenes de archivo de los conciertos en directo Sex Pistols - Anarchy in the UK Studio Version - YouTube de la banda, durante los cuales surgió aquella irreverente manera de bailar saltando al ritmo del Punk, el “Pogo”, con “Anarchy en the UK” o “Pretty Vacant” de fondo. McLaren, autodenominado creador del fenómeno, continúa su ejercicio de provocación al espectador, señalando que a los jóvenes no les importa la música, sino vestirse de forma rara, o que para conseguir el éxito de un grupo de rock and roll es aconsejable olvidarse de la música y crear una brecha generacional, insistiendo en la idea de la manipulación del grupo con un fin estrictamente comercial.
Sin duda la película adolece de la megalomanía extravagante y posiblemente revanchista de McLaren, que orquestó el film tras el abandono del cantante del grupo Johnny Rotten, y la subsiguiente disolución de los Pistols. De hecho, Rotten fue siempre muy crítico con la visión de la historia de la banda dada por McLaren, y solo aparece en la película en imágenes de archivo, al contrario que el resto de los miembros del grupo, que interpretan seudo personajes, Steve Jones como "The Crook", el bajista Sid Vicious como "The Gimmick" y el batería Paul Cook como "The Tea-Maker”. Justamente por esa impronta del manager del grupo, la película obvia en exceso las circunstancias históricas, las tensiones socio-culturales de la época. Aunque al mismo tiempo representa un producto muy ilustrativo de aquélla. No obstante, para completar el análisis del componente socio-cultural, y como contrapunto, también quisiera recurrir al documental que de nuevo Temple dedicó a la historia de los Sex Pistols en 2001, con el beneplácito del grupo al completo, The Filth and the fury [2], en referencia al famoso titular con el que el Daily Mirror presentó el fenómeno.
McLaren, ataviado con una camiseta donde se lee “Cash for Chaos” continua ahondando en su concepción del rock and roll como negocio de naturaleza fraudulenta, al relatar el comportamiento del grupo con las diferentes compañías discográficas con las que se relacionaron durante sus dos años escasos de existencia. Obtuvieron miles de libras, sin grabar una sola nota en el caso de la discográfica A&M, y apenas cuatro sencillos y un disco, el celebérrimo Never mind the bollocks. Here’s the Sex Pistols, en el conjunto de su carrera. En este capítulo merece una mención especial la larga secuencia en forma de comic que relata la visita del grupo a la sede de la compañía A&M, tras rubricar la firma de un contrato, que terminará poco después. Destrozos por doquier, insubordinación con los dirigentes de la empresa o un encuentro sexual de Steve Jones en el lavabo con una secretaria, componen el retrato provocador de una manera de conducirse y comportarse premeditadamente irreverente.
La película también relata, en un escenario de éxito fulgurante, a la par que una activa oposición al grupo del ala conservadora de la sociedad inglesa, el famoso episodio del concierto que el grupo dio sobre el rio Támesis interpretando “God save the Queen”. La canción, que comienza refiriéndose al régimen fascista que convierte a los británicos en potenciales bombas H, ahonda en realidad en la sensación desesperanzada de los jóvenes en medio de una crisis económica que los condenaba al desempleo y la segregación económica -"No future in England’s dreaming" (No hay futuro en el sueño británico)-. La canción, los Sex Pistols y el mismo movimiento punk se pueden considerar como síntomas de esa falta de perspectivas de futuro en la sociedad británica de finales de los años 70. Con esta canción alcanzaron el número 1 de las listas de éxitos, a la vez que fue censurada en la gran mayoría de las emisoras de radio. Temple, en su documental de 2001, puso especial énfasis en señalar cual era el contexto socio-económico que alumbró el nacimiento del Punk y de los Sex Pistols. La voz en off que nos cuenta esta historia comienza señalando que el partido laborista había hecho muchas promesas, pero muy poca cosa por la clase obrera británica. La clase obrera estaba confundida sobre su propia identidad, sobre quienes eran en realidad. La inmensa mayoría de los jóvenes estaba en paro. Gran Bretaña se encontraba sumida en el caos social, con disturbios diarios. El sector más desfavorecido de la población, la maltratada clase obrera, a la que pertenecían las familias de todos los miembros del grupo, comenzó a revelarse contra el sistema porque éste no funcionaba. “El germen y la semilla de los Sex Pistols surgió de eso”.
La parte final del film relata a su vez la etapa final de la banda, la catastrófica gira norteamericana, el último concierto que dieron en el Winterland Ballroom de San Francisco en medio de la polémica mediática, y al que siguió la deserción de Johnny Rotten, y la escapada a Brasil de Steve Jones y Paul Cook. A partir de ese momento el falso documental que componen Temple y McLaren nos conduce por un confuso tránsito de reflexión sobre el final del grupo y el devenir de cada uno de sus miembros. Steve Jones "The Crook", que ha dedicado sus esfuerzos a investigar las razones del éxito y posterior fracaso del grupo, exhibe una vez más sus aptitudes sexuales, primero con una misteriosa amante oriental mientras ambos cantan “Lonely boy”, y posteriormente con una compañera de butaca en un cine donde se está exhibiendo la historia del grupo de la que él mismo forma parte. También Sid Vicious, que moriría apenas un año después por una sobredosis de heroína, acusado del asesinato unos meses antes de su novia Nancy Spungen [3], aparece interpretando en París, ante un público que más bien encajaría en una representación operística, una versión muy personal de “My way” de Frank Sinatra, que termina con la ejecución de gran parte del respetable. Como despedida, el film, de nuevo en formato comic, con los miembros de la banda enrolados en un barco pirata y los títulos de crédito en marcha, nos dedica una canción de comprometida calificación, en todo caso con un contenido claro, “Masturbándonos en la torre, no había nada más que hacer”.

Rebelión v. cultura dominante

Desde mediados de los años 60, en que los Beatles animaban con cierta candidez al cambio en una sociedad complacida y confiada en su capacidad de progreso, hasta el último tercio de la década siguiente, donde los Sex Pistols escupían repudio, frustración y desvergonzada ironía sobre cualquier posibilidad de mejora para la clase trabajadora, habían sucedido cambios relevantes. Una vez más los cíclicos cambios del sistema capitalista conforman el telón de fondo de una transformación cultural. Porque la rebelión contra la cultura dominante nunca parece haber conseguido trascender su naturaleza económica, colocándonos de nuevo ante la ambivalencia del fenómeno de los movimientos contraculturales, y del rock and roll en particular, en relación con sus efectos sobre la cultura a la que se oponen. Si bien es innegable que el efecto se produce, que acontece una transformación en la cultura de masas, una ruptura con los valores anteriores en la esfera individual y colectiva, que podemos reconocer en la actualidad en nuestras vidas. De manera simultánea somos testigos de la transformación de esas nuevas maneras de vivir y comportarse en productos a disposición para consumir. La contracultura introduce cambios en el sistema moral que la precede, y se constituye en una herencia que ha llegado hasta nosotros y ha modificado nuestros modos de existencia en forma de valores reales contemporáneos. Pero al mismo tiempo nos muestra la capacidad del capitalismo poscontemporáneo, del establishment, de subsumir en su favor las energías de la cultura antagónica, convirtiendo discursos críticos que tratan de presentarse como antisistema, en mercancías. Una vez más, nos acercamos a una nueva embestida de las crisis sistémicas del capitalismo, con nuevas características, pero idénticos perniciosos efectos sociales. En el año 1976 un tabloide británico se preguntaba quienes eran aquellos punks. Yo hoy me pregunto ¿quiénes son los nuevos rebeldes y qué conseguirán esta vez?




[1] The Beatles Anthology by The Beatles, edición en español por Ediciones B, S.A., Barcelona, 2000.
[2] El documental de Temple constituye un material de consulta imprescindible para los interesados en el movimiento Punk y en los Sex Pistols. En él, junto a otros protagonistas destacados en la época, el cantante y compositor del grupo, John Lydon –Johnny Rotten-, que se negó a participar en lo que consideró una completa manipulación de McLaren en 1979-1980, participa activamente en relatar cuales fueron las circunstancias personales, sociales, culturales y creativas que alumbraron un fenómeno cuya influencia en el universo rock and roll ha sido tan relevante.
[3] Para los interesados en una de esas célebres historias de sexo, drogas, rock and roll y muerte, pese a haber sido criticada por algunos de los que más de cerca conocieron la relación, como Johnny Rotten, se puede ver la película Sid and Nancy - Love kills (1986), de Alex Cox, con un transformado Gary Oldman en el papel protagonista.