jueves, 28 de agosto de 2025

Ivan Turgueniev: "Первая Любовь" (Primer amor) (1860). Francisco Huertas Hernández. La literatura curando las heridas de la vida y del amor. "Вся моя биография – в моих сочинениях" (Toda mi biografía está en mis escritos)

Ivan Turgueniev: "Первая Любовь" (Primer amor) (1860).
La literatura curando las heridas de la vida y del amor.
"Вся моя биография – в моих сочинениях" (Toda mi biografía está en mis escritos).
Francisco Huertas Hernández

Первая Любовь (Primer amor)
Владимир Петрович и Зинаида Александровна (Vladimir Petrovich y Zinaida Aleksandrovna)


Prólogo. "Primer amor", un recuerdo autobiográfico


 ¿Por qué contar bellamente lo más doloroso? ¿La literatura cura las heridas de la vida y del amor? La lectura atenta de "Первая Любовь" (1860) de Ivan Sergueyevich Turgueniev (1818-1883) nos hace sentir comprendiendo -inteligencia sentiente, según Xavier Zubiri- el paso de la inocencia al desengaño a través de la experiencia iniciática del enamoramiento adolescente. Lo que el arte revela al contemplador es siempre emocional, y la más alta emoción es intuición pura, previa y superior a todo concepto y argumentación. Durante muchos años los editores han presentado "Primer amor" de Turgueniev como una superficial novela romántica de entretenimiento, pero hoy sabemos que contiene un conflicto edípico -antes de que Freud lo formulara en 1899 en "La interpretación de los sueños"- y una compleja psicología sádico-narcisista femenina atenuada por jardines, húsares, condes, juegos, ensueños poéticos y una bellísima forma de narrar del gran escritor de Oryol. 

 La intuición de ese sentimiento extraño y, al tiempo, esencial, llamado amor, tiene lugar en "Pyervaya Lyubov" -Любовь, en ruso, es palabra femenina, ya que la verdadera naturaleza del amor es femenina- a través de los ojos y corazón de un muchacho adolescente de clase acomodada que veranea en una dacha cerca de Moscú. Lo "eterno femenino" (das Ewig-Weibliche) es descubierto por Johann Wolfgang von Goethe en los versos finales del Faust II (1832): 

Alles Vergängliche
Ist nur ein Gleichnis;
Das Unzulängliche,
Hier wird's Ereignis;
Das Unbeschreibliche,
Hier ist's getan;
Das Ewig-Weibliche
Zieht uns hinan

(Todo lo transitorio
No es más que un símbolo;
Lo insuficiente,
Aquí se convierte en realidad;
Lo inexpresable,
Aquí se realiza;
Lo eterno femenino
Nos atrae hacia lo alto)

 "Hier wird's Ereignis; / Das Unbeschreibliche, / Hier ist's getan; / Das Ewig-Weibliche / Zieht uns hinan", lo inexpresable (Unbeschreibliche) emocional debe transmitirse en palabras, en su feminidad pura y trascendente, que nos atrae hacia lo alto y desconocido: Dios es infinito terror y amor. Y su huella en la tierra mantiene esa dualidad desgarradora: cuánto más se ama, más se sufre. El amor eleva y precipita después al amante en el infierno. Turgueniev no era creyente. Sus ideas racionalistas europeizantes le llevaron a pasar largos años en esos países que odian a Rusia y desconocen su alma, y, sin embargo, la obra de Turgueniev es tan rusa como los autores más eslavófilos (su amigo Dostoyevski o el joven Tolstoi).

 "Primer amor" fue escrita en 1860, tras "Накануне" (En vísperas) y editada en la revista "Библиотека для чтения" (Biblioteca de Lectura) en su número 3, ese mismo año, en San Petersburgo. 

 El tema de la novela es autobiográfico. Tal y como se describe en la narración, el joven Ivan Sergueyevich Turgueniev en 1833 se enamoró en Moscú de la princesa Yekaterina Lvovna Shajovskaya, que veraneaba en una dacha. En el texto es Zinaida Aleksandrovna. Vladimir Petrovich es el nombre de Turgueniev en la novela. Y el padre del autor, Serguei Nikolayevich Turgueniev, se transforma en el progenitor de ficción de Volodya (diminutivo de Vladimir), Pyotr Vasilyevich.
 La historia es escabrosa, incluso ahora: el primer amor romántico y puro de un adolescente de dieciseis años por una vecina de veintiuno, que descubre, que es la amante de su propio padre, adúltero clandestino, aunque respetado y admirado por su hijo.

 Nikolai Mijailovich Chernov (1926-2009), el mayor estudioso de la obra del novelista, expone como la madre de Turgueniev -Varvara Petrovna- conocía el adulterio de su marido con la princesa poeta, cuyo nombre maldito no debía pronunciarse en su presencia. Varvara era poco atractiva: bajita, morena, encorvada, con una nariz larga y ancha, con rastros de viruela, y hábitos masculinos como montar a caballo, jugar a billar o prácticar tiro, no podía impedir las aventuras de un marido apuesto, seis años más joven, al que ella eligió por amor. El flirt con la princesa Shajovskaya, de la que su mismo hijo se había enamorado, llegó cuando Varvara ya tenía amantes, e, incluso, hijos ilegítimos. Su marido, Serguei Nikolayevich, murió en 1834, y ella ni siquiera fue a su entierro.

 La madre del escritor tenía un carácter despótico y sólo conocía una herramienta educativa: la vara. "Me pegaban", recordaba Ivan Sergueyevich, "por cualquier nimiedad, casi a diario". Turgueniev era el mediano de tres hijos. Los niños fueron criados por tutores franceses y alemanes. Hasta los nueve años, vivió en la finca familiar, y en 1827 se mudaron a Moscú, donde, en una finca veraniega, conoció a la princesa que despertó su primer amor en 1833.

 Turgueniev no evoca a sus padres desde el resentimiento ni la amargura. Es generoso con ambos y omite el carácter tiránico y vengativo de la madre y la enfermedad mental del padre. Los personajes que los recrean están llenos de virtudes y rasgos nobles. Pero el lector no puede dejar de sentir un sinsabor al terminar el relato del maduro Vladimir Petrovich.


 Resumen y Análisis filosófico de "Primer amor" (Первая Любовь) de Ivan Turgueniev

 La historia está dedicada a un amigo cercano del literato, Pavel Vasilyevich Annenkov (1813-1887), crítico literario y autor de memorias.

 Tres hombres aburridos, a medianoche, después de que los invitados de la cena hayan marchado se encomiendan a contar historias: "Entonces, está decidido -dijo arrellanándose en la butaca y encendiendo un cigarro-, cada uno de nosotros debe contar la historia de su primer amor" (Итак, это дело решенное, — промолвил он, глубже усаживаясь в кресло и закурив сигару, — каждый из нас обязан рассказать историю своей первой любви).
 Lo relatado por el primer interlocutor y el anfitrión es irrelevante. Es curioso observar que éste llama "solterones" (не молодых холостяков) a sus contertulios con cierto desdén. ¿Es que, acaso, los más grandes amores son incompatibles con el matrimonio y las convenciones sociales? O dicho de otro modo: ¿todo amor verdadero acaba mal y cierra el corazón a cualquier otro?

 Vladimir Petrovich quiere escribir en un cuaderno sus recuerdos y leerlos: "Contar no se me da muy bien: la historia o bien me sale seca y breve o bien prolija y falsa" (рассказывать я не стану; я не мастер рассказывать: выходит сухо и коротко или пространно и фальшиво). Así se recuerda lo vivido, escribiendo. Recordar es vivir dos veces, o morir tres. Osados ignorantes fueron los que despreciaron el valor de la literatura, fuente de vidas revividas desde el manantial de las palabras. Escuchar el murmullo líquido del recuerdo y hacerlo discurrir como el arroyo que nace en el hontanar oculto en el que brotan las aguas subterráneas. El escritor tiene entre su tinta y su verbo esa misión divina, hacer feraces los campos del tiempo por los que cruzamos sin darnos cuenta. ¡Qué infancia es mejor que la evocada en el cuento! ¡Qué amores más puros que los creados por la poesía! Hay algo en la vida que se presiente en raros instantes: vivimos para narrar después, para depurar lo acontecido en acontecimiento esencial, para compartir la experiencia con los oyentes y lectores que sentirán como propia nuestra vida, pero sólo cuando ésta sea transmitida en palabras, bellas, precisas y concordantes con sentimientos no verbales pero siempre anhelantes de forma estética.

 En veintidós capítulos breves el "solterón" Vladimir Petrovich vivirá dos veces, o morirá tres. En el estilo de Turgueniev la naturaleza, el amor y la libertad interior se concilian. La lengua rusa es más precisa y musical que la castellana, tanto en la poesía como en la prosa. 

 "En aquel entonces yo tenía dieciséis años. Todo ocurrió en el verano de 1833.
 Vivía en Moscú con mis padres. Ellos alquilaron una dacha cerca de Kaluzhskaya Zastava, frente al jardín Neskuchny. Me preparaba para el ingreso en la universidad, pero trabajaba muy poco y sin prisas" (Мне было тогда шестнадцать лет. Дело происходило летом 1833 года.
Я жил в Москве у моих родителей. Они нанимали дачу около Калужской заставы, против Нескучного. Я готовился в университет, но работал очень мало и не торопясь)
 La descripción de su madre y su padre no son del todo acordes a los padres verdaderos del escritor. Dice que era hijo único, en la realidad no lo era. Habla de la tranquilidad y despotismo del padre, y de la vida triste, celosa y enfadada de la madre. El chico monta a caballo y goza de la naturaleza en su esplendor estival, pero añade V. Petrovich: "recuerdo que en aquella época la imagen de la mujer, el fantasma del amor femenino casi nunca aparecía en mi mente con rasgos definidos; sin embargo todo lo que pensaba y sentía abrigaba un presentimiento semiinconsciente y vergonzoso de algo nuevo, inenarrablemente dulce y femenino.
 Este presentimiento, esta espera, impregnaba todo mi ser: se hallaba en el aire que respiraba, corría por mis venas en cada gota de mi sangre... y pronto estaba llamado a cumplirse"
(Помнится, в то время образ женщины, призрак женской любви почти никогда не возникал определенными очертаниями в моем уме; но во всем, что я думал, во всем, что я ощущал, таилось полусознанное, стыдливое предчувствие чего-то нового, несказанно сладкого, женского...
Это предчувствие, это ожидание проникло весь мой состав: я дышал им, оно катилось по моим жилам в каждой капле крови... ему было суждено скоро сбыться)

 El amor antes de su realización: un presentimiento impulsado oscuramente por la testosterona, la dihidrotestosterona y las producidas por la glándula pituitaria, pero vestido de versos, fragancias e imágenes vertiginosas o luminosas. 

 La madre del narrador habla en la comida de los nuevos vecinos: la princesa Zasékina. Debía ser pobre. Nuestro narrador no estaba muy afectado por ese título nobiliario: acababa de leer "Los bandidos" (Die Räuber) de F. Schiller. 


Francisco Huertas Hernández

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