“AMOUR” de MICHAEL HANEKE – LA ÚLTIMA SESIÓN
PACO HUESCA GARCÍA
Programador y empresario cinematográfico
Alicante (Espagne)
Era un martes lluvioso en Alicante. Esas noches puñeteras de febrerito el corto, después de esos días más veloces que el viento. Hacía semanas que quería verla. Deseaba sentarme en la butaca pero la típica y tópica gripe me lo impedía. Y el tiempo pasaba, y como uno se conoce el percal en eso de la exhibición alicantina, me veía que la retiraban del cartel. Y me quedaba compuesto y sin peli. No me vale en estos casos de cine con mayúsculas la solución del vídeo. No, eso no. Y en esa noche oscura, y a sabiendas de que iba a pasarlo mal, muy mal, aunque uno no sea masoca, me dije: esta noche o nunca.
Ciudad de Alicante en invierno: al fondo la nieve.
Fui a la última sesión. Es mi norma habitual no escrita. Quizás una manía. Me horrorizan las aglomeraciones, aunque, en estos tiempos que corren, ir al cine es un lujo. Cosa curiosa después de los últimos años en donde selecciono demasiado. No estaba solo en el cine: una pareja me "acompañó" en la sala durante la proyección de ese bello y, a la vez, atroz film sobre la vejez, la enfermedad y la muerte a través del amor.
En el vestíbulo del cine, a media luz, la señora de la repostería (porque no es cafetería) cortó mi entrada: no había portero, sabiendo de antemano a qué sala iba. Se lo habría dicho el taquillero. No creo que la señora tuviera arte adivinatorio en esto del cine. Y el proyeccionista gritaba, que no es hablar, diciendo si proyectaba la peli de la sala en cuestión... Todo eso se podía oír como música de fondo desde el patio de butacas
¡Cómo han cambiado las cosas en esto del cine! Ya no en eso del absurdo glamour en el que muchos basan el cine -si la alfombra roja, los vestidos de sirena de turno y el escote palabra de honor que ya hace muchos años también llevaba y soportaba mi amada Marilyn- sino en su mero rito per se. Es como si ya no existiera amor y respeto al cine, y, en consecuencia, a los espectadores. Pero vayamos a lo que iba y veremos cómo lo digo.
Y cuando las luces se apagaron y comenzaba la película con ese largo plano de un patio de butacas repleto de personas variopintas tomado desde el escenario, se presagiaba que íbamos a asistir, la pareja y yo en otra sala más pequeña y un tanto destartalada, a una escenificación sobre el amor y la muerte sin banda sonora original, tan sólo algunas notas, de cuando en cuando, de Schubert, Beethoven y Bach.
Y servidor fue entrando, como no podía ser de otra manera, en esa tremenda obra maestra que conmociona, arrasa y te hace salir con el cuerpo y el espíritu revueltos. En mi caso, a sabiendas, iba reviviendo lo que la vida me había deparado hace una década con mis seres queridos y más cercanos.
La misma enfermedad, el mismo rito, ese hogar que va dejando de serlo, el posterior deterioro físico, el esfuerzo humano, los sentimientos, el amor, el cambio de chip en la vida, la desesperación, la muerte... Demasiado fuerte, pero muy real. Una putada de película que atrapa y obliga a pasarlo mal desde el primer minuto.
El director Michael Haneke con los actores Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant
Toda la película en un gran flashback rigor mortis, pero en donde el director juega al verdadero y exacto final que ignoramos. Impecable la cámara se mire por donde se mire. La posición de la cámara, mejor dicho, la colocación exacta de la cámara en el lugar preciso. Los planos, los contraplanos, los silencios, los ánimos en esa casa que también se va resquebrajando.
Impecable todo, y unos protagonistas para ponerse en pie y aplaudir hasta morir. Podía haber sido algo así como Un hombre y una mujer cincuenta años después por hacerle un guiño a la emblemática película del protagonista...
El afamado director austriaco, cuajado con los mejores premios del mundo y con la película pendiente de cinco Óscar, siendo europea, y diez Césares ese día, quería titularla "La música acaba". No hubiera sido mal título, él, tan amante de la misma.
Curiosamente el 23 de febrero estrenó en el Teatro Real de Madrid la ópera "Cosi fan tutte". Pero por lo que nos cuenta, la forma como lo ha filmado y los que desgraciadamente lo hemos vivido de forma muy parecida, sea mucho más bonito el título final, el definitivo.
Pasaron unos días y copó cinco Césares en Francia, y como no podía ser de otra manera, el Óscar a la mejor película extranjera, a las que estaba nominada.
"Amour" es puro Haneke. O Haneke en estado puro. Humanísima, sin autoengaños, ni infecciones sentimentales. Una obra mayor. Un acto de amor al cine entre otras muchas cosas más.
Todo lo menos parecido a lo que viví in situ antes de comenzar la sesión en los cines. Al salir, con un Alicante más solitario que nunca, eso me pareció, las calles mojadas y encharcadas por la lluvia y algunas lágrimas en mis ojos intenté desaparecer en la noche. Lo necesitaba para pensar en la película.
Mi corazón estaba tocado, muy tocado. Había asistido a una obra perfecta. Y, de paso, una terapia personal implacable y necesaria, a la vez, en donde me preguntaba si no había hecho tan mal las cosas. Una historia tan real que duele. Pero, ¿quién no ha tenido que negociar con la muerte de seres queridos? Ahí está el quid de la cuestión. Nadie es quién para recomendar nada. Yo menos, pero le digo sólo una cosa. Si gusta del cine puro y posee sensibilidad porque alguna vez en su vida ha amado, por favor, no deje de verla. Y le advierto: no lo va a pasar muy bien. No hay efectos especiales y artificiales en tres dimensiones y todas esas chorradas.
Es la vida -o la muerte- como prefiera, quizás el amor, en su etapa terminal. Suficiente e impresionante.
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