sábado, 8 de octubre de 2022

Cantos fúnebres por el Gran Cero. "Germania anno zero" (1948). Roberto Rossellini. Francisco Huertas Hernández

Cantos fúnebres por el Gran Cero
Poema en prosa. 1992
"Germania anno zero" (1948). Roberto Rossellini
Francisco Huertas Hernández




"Germania anno zero" (1948). Roberto Rossellini
Una devastadora mirada a las consecuencias de la guerra. No puedo pensar en otra película más desoladora. La condición humana en su más horrible expresión: la desesperanza
Edmund, un niño berlinés de 12 años, sobrevive en la ciudad arrasada vendiendo objetos. Su padre está enfermo. Su hermana es acusada de prostituirse. 3 jinetes del apocalipsis: guerra, hambre, muerte. La peste sería la enfermedad.
Un antiguo maestro, el Profesor Enning, quizás pedófilo, convence al chico para que deje morir al padre, y se cumpla el darwinismo de la supervivencia del más fuerte. El muchacho lo hace, y el final será tan desesperado como lo fue su vida

Cantos fúnebres por el Gran Cero
Poema en prosa
Palencia. 1992

 Levanto mi letanía al cielo oscuro por este oscuro cero que me embarga desde hace siglos. Este vago cero, que, como una niebla, me apaga el corazón, que late extraño a los días de soles y (...), extraño a la fruta, al perfume, a la brisa, extraño a la sangre que circula por mis venas inútiles.

 Todo es extraño y todo es Cero en estos instantes en los que la muerte de
Arquímedes se me revela como una grotesca burla de la Historia. El Espíritu sobrevuela los tiempos, y, cuando le miramos a la cara se nos aparece implacable y hermético: es un cero inmisericorde.

 Embargado por el cero evoco remotas épocas en las que los hombres no lo conocían, épocas, quizá, anteriores al fuego y a la poesía, edad dorada acaso presentida al tomar una humilde bellota entre nuestros dedos. Jamás sabrán los profesores de matemáticas, esos fatales sacerdotes del cero, la tragedia que esconde la urdimbre de sus cifras y figuras. La tragedia del que ha comprendido que el resultado de la ecuación de la vida es cero independientemente del valor de la x. Despejo la incógnita de mi vida, ¿y para qué? El resultado jamás dejará de ser cero
.

 Asisto
a los banquetes en los que los camareros escancian vino y sirven viandas, brindo, como, y me dejo transportar por la bebida. Cuando abandono la mesa un poso de amargura me aprieta la garganta. Mientras camino hacia casa una sombra crece en mi alma y al llegar agotado a mi habitación comprendo que el Cero me posee en lo más íntimo de mi ser. Exhausto me dejo caer en la cama aturdido por un vértigo y una náusea que hace añicos las estrellas y los cielos. Y amanezco en un lecho duro con el estómago ardiendo y el aliento seco y me arrojo al suelo y lloro por el Cero Infinito que me aplasta, que me humilla, que me engulle. Ya no tengo fuerzas para recordar mi infancia cuando aún no habían puesto un cero en la ventana de mi futuro, y desayunaba con el corazón limpio en una cocina clara entre almanaques que desconocían el cero. ¿Quién me hubiera dicho que llegaría el día en que abrir la ventana sería un acto infinitamente triste y desayunar una cruel rememoración de los tiempos posteriores a Parménides en los que se canonizó al rey de los números que nada numera y en que se vistieron con bata blanca los matemáticos como siniestros cirujanos que siegan nuestra vida?

 Todo
es ahora místico porque todo es cero. Y el misticismo de los nacidos para el Cero es el más triste y desesperanzado porque recorre con el alma los pasos que conducen al fatal resultado de todas las ecuaciones que ya sabíamos de antemano
.

Francisco Huertas Hernández
Palencia, noviembre-diciembre año 1992
M. H. A. Folio 346

1 comentario:

Anónimo dijo...

Terrible es la vida