Diario de un Profesor de Filosofía (XXV)
La Paradoja del Mentiroso y la importancia del contexto de la vida
Francisco Huertas Hernández
Foto de Francisco Huertas Hernández. 2023
La Paradoja del Mentiroso debe ser "confrontada" con un "contexto", con la "pragmática" del lenguaje. La "pragmática" estudia aquellos aspectos "situacionales" que afectan a emisor, receptor y medio. "Captar" la "referencia" del emisor es algo que debe hacer el receptor. Un conocimiento previo de la situación, de la "psicología" del emisor, del contexto "sociológico" de la emisión, ayudan a "interpretar" el mensaje, siempre "abierto" a la "ambigüedad".
La analogía entre el "degustar" un plato y el "verlo" no es descabellada. En la "interpretación" de un mensaje lingüístico, la inteligencia o razón se apoya en signos sensibles (acústicos, visuales), pero ellos, por sí mismos, son "mudos" -o "ciegos" como escribió Immanuel Kant (1724-1804) a propósito de las "intuiciones" (sensibles): "Las intuiciones, sin conceptos, son ciegas; los conceptos, sin intuiciones, son vacíos" ("Gedanken ohne Inhalt sind leer und Anschauungen ohne Begriffe sind blind". "Kritik der reinen Vernunft". Die transzendentale Logik)
"Yo miento". ¿El que afirma esto: dice la verdad o miente? Si dice la verdad, está mintiendo (es lo que enuncia). Si miente (intención), dice la verdad (lo que enuncia). Se remonta a la Paradoja de Epiménides (s. VI aC): "Todos los cretenses son unos mentirosos". Epiménides era cretense. ¿Mentía, entonces?
Una "paradoja" es un enunciado contradictorio, pues puede ser, al mismo tiempo, verdadero y falso. Esto infringe la ley lógica del "Principio del Tercero Excluido" (una proposición o enunciado solo puede ser verdadero o falso, sin que haya una tercera opción)
Esta paradoja no ha sido resuelta por la lógica (aquella parte de la Filosofía que se ocupa de las reglas del razonamiento correcto), a pesar de los intentos de Bertrand Russell (1872-1970), o Alfred Tarski (1901-1983)
El "contexto" tiene en cuenta lo que le pasa al emisor, su personalidad, su edad, y el medio en que emite el mensaje (grupo social, valores dominantes, expectativas sociales ante ciertos mensajes...) El "lenguaje natural" -las "lenguas" que hablamos- carece de la precisión de la lógica ("lenguaje lógico", formal) o las matemáticas, o, incluso, del lenguaje médico y judicial, donde la "ambigüedad" -característica principal de estos lenguajes naturales- puede ser letal, y afectar a la salud o a la libertad de un ser humano.
El "contexto" de la "vida", con todos sus "presupuestos" no "cuestionados", influye en la manera en que "interpretamos", o, más bien, "malinterpretamos" los mensajes de otros, poniéndolos en función de nuestras expectativas e intereses.
Durante algunos años se hablaba en los "ambientes docentes" del "curriculum oculto", aquello que los estudiantes "aprenden" (?) y no es "transmitido" "intencionadamente" por el profesor, ni forma parte de los "contenidos formales" de la asignatura. Algo así como ese alumno al que te encuentras quince años después y recuerda que eras del Barça, pero no en qué clase estaba ni qué temas estudió.
Quizás esta "ambigüedad" propia del "lenguaje natural", con el que se enseñan también las matemáticas o la lógica, sea la "libertad" de la que tanto nos hablaron. Si la "libertad" es la "posibilidad de elegir entre varias opciones", ¿qué más decisivo que "escoger" "aleatoriamente" la "interpretación" que mejor nos convenga para las palabras de los "otros"?
Buscar la "claridad" en la "emisión" de mensajes es el objetivo de cualquier docente, abogado, médico, entrenador o científico. El mundo de los artistas, los enamorados y los niños es el reino de la "ambigüedad" de la "imaginación", y la "sobreabundancia" "emocional" de "sentido". El filósofo británico Herbert Paul Grice (1913-1988) trabajó la "pragmática" del lenguaje y formuló el "Principio de Cooperación", que ofrece reglas para reducir esa "ambigüedad" inherente a las "lenguas". Ajustar la información de tal forma que no sea ni escasa ni innecesaria, no afirmar nada falso ni sin pruebas, decir sólo lo que sea relevante, evitar la oscuridad, la ambigüedad, ser breve, y ordenado. Eso es todo. ¿Eso es todo? Y, entonces, ¿por qué si son reglas tan sencillas hay "malentendidos", "discusiones", "conflictos" y "guerras"? ¿Por qué los profesores conseguimos transmitir cada vez menos mensajes a los alumnos?
Este capítulo del libro que estás leyendo -no existe tal libro si lees su "avance" "digital" en las "redes sociales"- no está dirigido a los estudiantes de 4º ESO que inspiraron su reflexión. El cielo era azul, ellos escribían en su cuaderno los tipos de amor explicados por Erich Fromm (1900-1980), y, entonces, yo sin saber por qué hablé de la Paradoja del Mentiroso. Solamente tres alumnos parecieron escuchar. Miré el cielo y escribí un tuit. Como siempre, nadie lo leyó. En la sociedad de la "exposición mediática", no ser leído, o, más bien, no recibir "likes", es no "existir" (ser "visto"). La paradoja de que un profesor tenga menos "existencia digital" que un alumno es muy significativa, porque invierte los valores de la experiencia y el conocimiento. Pero, bueno, el cielo seguía siendo azul... aunque nadie aprendiese nada...
1 comentario:
Es verdad. Hablamos mucho y entendemos poco
Publicar un comentario