Diario de un Profesor de Filosofía (XXXI)
El arte de jubilarse: guía de perplejos
Somos personas, trabajemos o no
Francisco Huertas Hernández
Un día cualquiera. Un desayuno más
Cafetería. Alicante
Junio 2023
Fotografía de Francisco Huertas Hernández
Los filósofos han tenido la tentación de guiar a la humanidad hacia la "verdad", en seria competencia con los sacerdotes, los científicos, los artistas y los políticos (?). Y fue la perplejidad (confusión y desconcierto y no saber lo que se debe hacer, pensar o decir) o asombro (impresión en el alma de algo inesperado) lo que impulsó este tortuoso camino. Desde Tomás de Aquino, y, sobre todo, Kant, el filósofo es un profesor universitario, alguien que enseña lo que otros pensaron. Lo más interesante que puede hacer es un sistema propio a partir de la crítica o síntesis de los anteriores. Los profesores de secundaria somos aún más modestos: sin sistema, ni guía, cumplimos con un temario oficial. Pero llega un día en que tenemos que jubilarnos. Y si vivir debe ser un "arte" o "técnica" (τέχνη), como entendieron los griegos la ética: "arte de vivir bien" (Η τέχνη της καλής ζωής), no menos debería ser la "jubilación".
Los académicos de la lengua española no han sido muy precisos al definir "jubilarse" en el Diccionario. La "jubilación" es el derecho a disponer de nuestra vida, o sea, nuestro tiempo, tras haber entregado buena parte de ella a la sociedad, a la "producción". En estos tiempos infaustos las condiciones para jubilarse en España son cada vez más leoninas: "La edad de jubilación legal estaba fijada en 65 años, pero está aumentando progresivamente y se prevé que llegue hasta los 67 años en el 2027. Este año también se incrementará hasta los 38 años y seis meses el mínimo de años cotizados para poder jubilarse". Los "voceros" del ultraliberalismo económico, como un tal Javier Díaz-Giménez, proponen la eliminación del derecho a la pensión de jubilación, aumentando la edad a 74 años, duplicando las contribuciones y reduciendo a la mitad la pensión. En Francia, país con más derechos, la reforma de Macron retrasa la edad de jubilación a 64 años, e incrementa hasta 43 años el periodo de cotización para cobrar el 100% de la pensión. En la práctica, la desaparición de las pensiones. Con un mercado laboral de contratos temporales, inestables e intermitentes, con mucha economía sumergida (actividad que escapa al control de Hacienda y no cotiza), llegar a cumplir estos requisitos se antoja una burla.
Todo arte, incluido el de jubilarse, tiene unas reglas, o metas. Lo primero es tomar conciencia de que somos personas, tanto si trabajamos como si no. El filósofo latino Boecio (480-525) definió persona como "rationalis naturae individua substantia" (sustancia individual de naturaleza racional). Nuestra individualidad había quedado entre paréntesis mientras trabajábamos, debiendo contribuir a la riqueza de la sociedad. El trabajo es el mecanismo de socialización más importante y prescriptivo. Quizás la mayoría de los trabajadores por cuenta ajena no tienen la experiencia de la libertad creadora de algunos artistas, y sólo pueden soñar con el fin de semana, las vacaciones y la jubilación como "tiempo propio" para ser "sustancias individuales", o sea, "libres" (menos obligaciones). Con Immanuel Kant (1724-1804) la persona pasa a ser un "fin en sí mismo" (Selbstzweck), alguien que posee dignidad, es decir, racionalidad y libertad. Todo ello es independiente del trabajo. O de ser "útiles" a la sociedad, pues, en buena medida, ser "útil", es ser un "medio" para alguien, y es lo contrario de ser un "fin en sí mismo". Como jubilados pasamos a recuperar la conciencia de ser "fines en sí mismos", pues ya nuestra vida -como tiempo y esfuerzo- nos pertenece.
El arte (técnica) del saber jubilarse es el arte de "re-apropiarse" de la vida como racionalidad, libertad, dignidad, individualidad y tiempo propio. El arte de la jubilación plantea un problema ontológico o psicológico fundamental: cerrarnos al mundo, o abrirnos -seguir abiertos- al mundo. Inmanencia o Trascendencia. Para muchos -quién sabe si yo mismo, que aún estoy en activo- la relación social básica es el trabajo. Hemos conocido pareja y amigos en esa actividad. El lenguaje burocrático-legal no ayuda: "vida activa", "clases pasivas". Definiendo a la persona como "activo" si trabaja, y "pasivo" si no, es una forma de negar el valor de "fin en sí mismo" de cada uno de nosotros.
De las reglas de oro para una buena vida como jubilado distinguiré las que son inmanentes de las trascendentes.
Las pautas inmanentes (internas a uno mismo) son, en primer lugar, el cuidado del cuerpo. La alimentación y el ejercicio físico evitando el sobrepeso o la malnutrición. El cuidado de la salud bucodental, de la vista -sobre todo en esta infausta era de las pantallas digitales-, y, sobre todo, de la movilidad: las articulaciones, los músculos y huesos.
En segundo lugar, el cuidado del descanso. Los ritmos del sueño pueden alterarse al cambiar nuestro horario. Mantener un horario regular, lo más parecido al anterior, puede ayudar. Evitar el estrés y las tareas que perjudiquen nuestro reposo.
Como regla inmanente, aunque tiene una dimensión trascendente (intencionalidad) esencial, destaco el cuidado de la mente, o más bien, la "actividad" mental, cognitiva. La racionalidad es nuestra "esencia", por mucho que lo nieguen los "existencialistas": somos humanos porque pensamos (homo sapiens, animal racional). La creación (mental) y física es el eje de cualquier vida racional, con sentido, y trascendente (abierta al mundo, a los otros). Organizar nuestras ideas y sentimientos, expresándolos por escrito, o en otras formas artísticas (música, plástica, baile), las tertulias, debates, la interacción digital, el cultivar el huerto, la artesanía, viajar (una creación importantísima) y otras muchas tareas contribuyen a "expandir" nuestra mente, que puede llegar a ser más activa aún que en un trabajo mecánico, impuesto y regulado. Sin creación no hay sentido en la vida. Además la "creación" es la forma de actividad más satisfactoria pues siendo una necesidad interna, necesita comunicarse externamente, aportando placer, felicidad, conocimiento, belleza a los demás.
Como reglas trascendentes señalo, aparte de todas las expresiones de la creación que involucran a otros, y la "exteriorización" en "obras artísticas" o "actividades sociales", las relaciones de amistad -virtud destacada por Aristóteles y Epicuro-, la familia y la pareja. Ahora no hay excusa para no estar (y ser) con las personas que amamos. El estado, la sociedad, el mercado laboral, ya no nos puede "robar" nuestro tiempo. Mantener una vida sexual plena, desarrollar la fraternidad con los amigos, estar con los nietos y los familiares de América. Cuando uno ama alcanza la felicidad. El jefe ya no existe. Eres tú. O dicho de manera más poética: tu nuevo y último jefe es el amor.
Posdata:
Se me podría reprochar un punto de vista muy individualista (liberal) en esta reflexión, mas yo os digo: ¿quién de vosotros dejaría de trabajar si pudiera? Contribuir al bien común no es solamente trabajar. No. Nuestra existencia no es únicamente "trabajo". Es, ante todo, racionalidad y libertad, creación y amor. Ser dueños de nuestras vidas. Lo contrario de ser "medios" para otros, es decir, estar "alienados", entregar nuestra esencia a un propietario, patrón, jefe, empleador o Estado. Reivindicar un "arte de la jubilación" es también una "re-apropiación" de nuestra vida "alienada" en un mercado laboral que nos usó y nos robó durante años, toda una vida...
Debate con profesores jubilados sobre los riesgos y oportunidades de la jubilación:
Abrir un debate sobre el tema de la vida después del trabajo también debe afrontar los riesgos. Nuestro amigo Segundo Sagarribay escribe:
"Los jubilados tenemos riesgos y oportunidades... Voy a teorizar sobre los riesgos.
El jubilata, en sociedades como la nuestra, sufre una gran merma de sociabilidad, por lo general. Esta situación conduce en casos extremos a la depresión. Casi todos nos acomodamos peligrosamente y algunos se hacen vagos, y, sin ser excesivamente dramático, diré que ese es el camino "nihilista" hacia la muerte.
Moraleja: hay que procurar tener actividades. Como ya vas para el hoyo puedes hacer locuras. Si te sale mal la aventura, en caso de muerte, ten en cuenta que los viejos perdemos poco, mucho menos que un joven. Antes de abandonarte a la molicie depresiva recomiendo un shock fuerte, por ejemplo (...)"
8 comentarios:
Vivir par trabajar. Tela marinera. Así piensan muchos curritos... Gracias tío
Gran entrada como siempre Francisco. Acabo de acordar, al leerte, a otro profesor mío muy querido (no lo conocerá ya que me dio clase en otro centro y en una Academia ayudándome a mejorar el valenciano) quién, por desgracia, ya no se encuentra mentalmente entre nosotros (a adquirido una demencia con tan solo 67-68 años).
Al recordarle me ha venido también la frase de cierto Presidente Norteamericano: "Jubilarse es expirar" con esto dicho no digo que le vaya a pasar nada (Dios me lo cuide) pero, como me suele pasar, hay veces que fantaseo con eso de "jubilarme" (actualmente no ya que estoy estudiando y aún ni siquiera he cotizado o logrado una independencia total) pero si que pienso mucho en cómo será cuando, en un futuro a mis 60 o 70 años llegué el momento de colgar la corbata y el abrigo en la percha y abrir paso a las nuevas generaciones que me vengan. Actualmente no me imagino con tanta edad. Lo que si imagino, o quiero imaginar, es que, aunque trabaje (algo imprescindible no, lo siguiente) espero tener un poco de "libertad" para dedicarla a quienes o quien sea que desee compartir su vida conmigo (si es que tengo esa suerte).
En fin. Como dice usted disfrute, viaje mucho, coma, lea y sobre todo ejercite la mente que es el bien más preciado de todo ser humano (incluso de aquellos que la usan poco). Abrazos.
Muchas gracias por tu comentario
Muchas gracias Andrés. Una reflexión certera y sentida la tuya
Acabo de leer las mejores y las más completas pautas jamás dadas sobre la etapa de la vida de los humanos que llamamos jubilación. Invito, incito a que tod@s las lean y las pongan-mos en práctica para que esta etapa sea lo más espléndida posible en todos los sentidos. Su autor ha enumerado con densidad admirable comportamientos a seguir para conseguirlo y para evitar cualquier intersticio por el que la negatividad pueda colarse. El resto corre de nuestra cuenta, seguramente.
Gracias Laura. De eso se trata. Una guía práctica
Inès Iglesias.
Hola Inés. No se quedó tu comentario
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