miércoles, 28 de julio de 2021

Lo extraño y lo convencional en el amor. Francisco Huertas Hernández. Reflexión filosófica sobre amor, verdad, belleza y misterio en Platón. "The Woman in the Window" & "Laura" (1944)

Lo extraño y lo convencional en el amor 
"The Woman in the Window" (1944). F. Lang & "Laura" (1944). O. Preminger
Reflexión filosófica sobre amor, verdad, belleza y misterio en Platón
Francisco Huertas Hernández


"The Woman in the Window" (1944). Fritz Lang
"La mujer del cuadro"
Alice Reed (Joan Bennett) & Profesor Richard Wanley (Edward G. Robinson)
Una historia policiaca en la que Ricard Wanley, un intelectual deslumbrado por una mujer pintada, se ve envuelto en un homicidio involuntario al conoce personalmente a la mujer representada, Alice Reed

Que el hombre quede prendado por el "misterio" de la mujer, el "eterno femenino" (arquetipo psicológico que idealiza un concepto inmutable de mujer), es una manifestación de un anhelo trascendente
Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) usó este arquetipo (das Ewig-Weibliche) al final de la segunda parte de su magna obra "Faust". Un "eterno femenino" contemplativo frente al principio masculino como acción. 
El romanticismo forjó esta idealización de "las mujeres descritas como ángeles, responsables de encaminar a los hombres por un camino moral y espiritual, donde destacaban las femeninas virtudes de la modestia, la gracia, la pureza, la delicadeza, el civismo, la complicidad, el retraimiento, la castidad, la afabilidad y la amabilidad".
Pero la filósofa feminista Simone de Beauvoir (1908-1986) denunció esta representación intelectual como un "mito patriarcal que construye a la mujer como algo pasivo, erótico y excluido del rol de sujeto que experimenta y actúa".

Afrekening

 Buscamos en lo que nos pasa en la vida relaciones y causas como si las personas y los acontecimientos estuviesen disponibles para ser reducidos a número y figura. Un talante de matemático heredado de tiempos remotos reside en nosotros, apuntalado por el triunfo de la ciencia y la tecnología.

 A veces, caminando, surgen en mí pensamientos en los que la complejidad de la vida afectiva y social parece expresarse en una ecuación vagamente cierta. Ni sé los términos de tal ecuación ni podría extraerlos de mi entendimiento, porque lo que, de repente, comprendo es una intuición. Una intuición que parece detener el curso del tiempo y las ocupaciones humanas al revelar una ley superior al tiempo y la circunstancia.

 He entrevisto que las personas más deseadas y trascendentes en nuestra vida son los desconocidos. El desconocido puede ser testigo de nuestros más íntimos secretos, puede ser el guía que ilumina nuestro camino en las encrucijadas más enrevesadas. Y cuando se piensa en el amor, la desconocida es el arquetipo de la mujer que ha sido puesta en nuestro destino para salvarnos y salvar al mundo. El símbolo de lo humano y lo divino.

 En el ideal romántico del amor está la idea de cómo lo extraño se eleva a lo convencional. Es decir, como la mujer desconocida, extraña en su identidad y su circunstancia, deviene a través del sentimiento de unión amorosa un alma y un cuerpo próximo, convencional. Nos salva de nuestra extrañeza, autoextrañamiento, mediante el hogar y la ternura, nos vuelve convencionales. Y burgueses. Aunque sólo sea una sospecha, creo que Goethe siguió este camino en “Werther” y “Wilhelm Meister”.

 Pero lo convencional no es trivial ni mediocre. Es la reintegración a la sociedad a través del matrimonio, de la institución familiar. Y es la reintegración al cosmos, al reunir dos mónadas aisladas y fundirlas en un haz de energía, que, en forma de amor, queda devuelta al universo.

 En psiquiatría o en psicología de la personalidad puede constatarse que el proceso inverso es necesariamente negativo, destructivo. Si lo convencional se vuelve extraño, uno se ha vuelto loco.

 La teoría del amor romántico excluye este camino. La mujer amada nunca puede comenzar siendo convencional, pues lo convencional es meta y nunca punto de partida. El amor sólo reside en el misterio y la poesía del desconocimiento absoluto, en la extrañeza de la mujer de identidad y condición oscuras. Un romántico ni siquiera puede imaginar el amor que se inicia en la convencionalidad, pues es de ésta de la que huye el romántico. Un ejemplo es la sublimación de Dulcinea por parte de Don Quijote. La misma atracción sexual se basa en el misterio de lo extraño de las entrañas femeninas. Yo comulgo con esta visión romántica y metafísica del amor y condeno el ideal de la mujer convencional a la que se ama por su medianía, y, que, a la larga, deviene extraña, pues no hay mayor misterio que la ausencia de misterio en el inicio del amor.

 Y cuando lo convencional evoluciona hacia lo extraño, entonces, todo está perdido: expulsados de la sociedad y reducidos a escombro del universo, alienados por haber confiado en la apariencia de la mujer convencional, que es tan extraña al  amor como vulgar su conocimiento.

 Enamorarse de lo que carece de extrañeza, de misterio, dice bien poco del que así ama, y confirma que el movimiento que se inicia en la superficie de los seres jamás puede aspirar a nada digno.

La mujer convencional es odiosa. La mujer extraña es seductora, pues promete un camino de ascenso a lo convencional que sólo puede ser digno cuando ha sido conquistado desde lo profundo.

Francisco Huertas Hernández
Noviembre. 2002

"Laura" (1944). Otto Preminger
Detective Mark McPherson (Dana Andrews) contempla el retrato de la asesinada Laura Hunt (Gene Tierney).
Un detective de la policía de Nueva York investiga a los sospechosos de la muerte de una bella ejecutiva publicitaria, Laura Hunt. Conforme conoce a las personas que la amaron ve sintiendo una "extraña" fascinación por la mujer, a la que contempla en un cuadro. El columnista  Waldo Lydecker (Clifton Webb) -uno de los investigados- le acusa de haberse enamorado de ella

El mismo año en que Lang filmaba "The Woman in the Window" Preminger realizaba este film de cine negro en el que la "mujer" se convierte, de nuevo, en "objeto", en un doble sentido: de deseo/amor ("eterno femenino") y de conocimiento (caso por resolver). 
Resolver una investigación no es solamente usar la lógica deductiva (razonamiento) e inductiva (observar las pistas, los hechos), sino ante todo "despojar" de "misterio" al "objeto"

Platón (427-347 aC) reúne el amor y la verdad en sus diálogos "Banquete" y "Fedro". Eso se llama "Filosofía" o Amor a la Sabiduría/Verdad. Pero falta un elemento esencial: la belleza. Únicamente amamos lo que es bello (el "eterno femenino" es la encarnación sagrada de esta belleza/bondad femenina universal). La atracción (deseo/búsqueda/amor) por lo bello (o la Belleza Absoluta) pone en marcha el proceso del conocimiento. Solo podemos conocer lo que amamos.
Y el "misterio" reside en que la belleza de una persona, de un cuadro, de un amanecer o un paisaje, son no más que un "reflejo" de la verdadera Belleza que está más allá de este mundo material y fugaz. La Belleza es "sagrada" porque nos atrae desde más allá de la vida y de la muerte, desde el infinito. Y el "amor romántico" es sagrado por eso mismo. El amante "cruza" el umbral de lo finito para reunirse con la persona amada.

Como expreso en mi escrito: "El amor sólo reside en el misterio y la poesía del desconocimiento absoluto"

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué profundo aporte

Anónimo dijo...

El escrito de 2002 es un galimatías. No lo entiendo bien. Mejor en la letra pequeña porque es la misma idea

Estrella dijo...

Excelente texto. Pensaba que era actual y es de 2002.
Bien elegidas las películas. Me encantan las dos. Curiosamente del mismo año.

Francisco dijo...

Gracias Estrella

Unknown dijo...

Dos películas que me fascinan. Y me fascinan las mujeres que aparecen. Las mujeres somos mujeres. Somos iguales en algunos aspectos y diferentes en otros. No estoy de acuerdo con Simone de Beauvoir. Los hombres también son hombres, fascinantes algunos y deplorables otros. Tanto ahondar en los roles de las mujeres, en cómo deben ser, en cómo deben actuar, puede resultar paternalista. Y no me refiero a tu magnífica publicación, sino a los que marean la perdiz. Enhorabuena Francisco Huertas, como siempre, es delicioso leerte. Manuela