Tour fotográfico. Alicante. Barrio de Benalúa.
El poso del paso. El peso del piso. Lo que el viandante puso.
Reflexión filosófico-poética.
Septiembre. 2024.
Francisco Huertas Hernández
Barrio de Benalúa. Alicante
5 de septiembre de 2024
Fotografías con Smartphone Xiaomi de Francisco Huertas Hernández
El viandante, cuando ejerce de flâneur, baruteando por los vericuetos de la ciudad, encuentra el poso del paso, sus pasos que hollan los de generaciones olvidadas, y anticipan los de gentes por venir. En Zamora, "baruto" significa "persona sin rumbo fijo, perdido", y en Ciudad Real, "que anda por todos lados y al que se ha visto en varios sitios". Las tierras castellanas de la España mesetaria y adusta no son tan contemporizadoras con el destino del caminante como los franceses cuando entienden "flâneur" como "quelqu'un qui se promène sans rien faire de particulier mais qui observe les gens et la société". El observador, diletante, esteta, de la visión gálica dista mucho del cristiano viejo castellano, desorientado y desarraigado por siglos de humillación y explotación.
Yo soy francés y castellano, entre muchas cosas más, que no me hacen ser más, sino menos. Un habitante a destiempo del tiempo de otros. Frecuento el barrio de Benalúa de mi ciudad adoptiva, por razones que sólo los ángeles conocen. Un barrio feo y anodino, que aún conserva entre sus pobres inmuebles, trazos de la ciudad que Alicante ya no es. Un barrio de pescadores en tiempos lejanos, junto al centro, pero apartado.
Cruzando el vial que hace de frontera, Óscar Esplá, una avenida que quiso ser elegante, y se quedó en quiero y no puedo, como casi todo en esta ciudad mediterránea de gran potencial y escasa realidad, siempre pienso en cuántos alicantinos han escuchado la música del compositor que imitaba al Maestro Don Manuel de Falla. Me temo que ninguno. De hecho Esplá desarrolló toda su actividad fuera de Alicante. Pues una vez que hemos traspasado la linde del centro, entramos en Benalúa. El hombre con la cámara (teléfono celular) es un ser privilegiado porque no despierta las reticencias y animosidad de los que van cargando pesadas cámaras fotográficas Canon. Así que puedes tomar instantáneas de todo el espacio circundante, aunque la lente del teléfono sea limitada en su óptica, con sensores de luz y objetivos precarios.
Benalúa me resulta ya un destino familiar. Siempre voy, y husmeo entre sus calles y rincones, el poso del paso del tiempo, y el peso del piso, es decir, del suelo. Todavía allí la especulación no ha entrado con fuerza, aunque las Avenidas que la enmarcan sí van disparando los precios. La Avenida de Aguilera, donde se construye la Ciudad de la Justicia, y hacia el mar, la Avenida Catedrático Soler, donde se levantan viviendas de lujo, de lo que iba a ser la "Milla de Oro", que se ha quedado en hierro cromado.
Me gusta, como jubilado que soy, mirar la construcción de edificios. Hace años contemplaba a los abuelos en la Puerta del Sol mientras se rehabilitaban los edificios que ocupó El Corte Inglés, y pensaba en la alegría del mirar las cosas que nacen o se fabrican lentamente. He visto estos edificios elevarse con deleite, aunque, francamente, no me gustaría vivir allí. Las grúas contra el cielo gris dan una buena fotografía, que ofrece al pensamiento motivos para reflexionar sobre las sombras que acechan todo obrar humano: la destrucción inevitable de todo lo trabajosamente construido. El poso del paso. El tiempo que borra la huella humana. ¿Qué poso deja el Homo Sapiens en la Vía Láctea? ¿Qué importancia tiene Benalúa en el conjunto del universo de materia, antimateria y campos energéticos?
El humano tiene que estar rehaciendo lo que el tiempo deteriora. Así la Barriada de José Antonio (sic) ha vaciado alguna de sus fincas para reedificarla. El cartel reza pomposamente: "Entornos residenciales de rehabilitación programada". El ser humano necesita el eufemismo para no reconocer que es un bicho mortal e insignificante.
Yo fui profesor, o sea, funcionario docente en institutos de secundaria, y mi edificio administrativo está en Benalúa: la Consellería de Educación, en la calle Carratalá, en un bloque que pretendió ser diseño arquitectónico con su fachada de cortina semicerrada. Un establecimiento con prótesis capilares siempre resulta terrorífico con los cabezas cortadas de los maniquíes. Y unas pizarras de la Cafetería Libra con bocadillos de calamares, como en la Plaza Mayor de Madrid, nos llevan al Ficus más antiguo de la ciudad, según su cuidadora, dentro del Nuevo Centro de Salud de Benalúa. En estos días el piso bajo el árbol está cubierto de hojarasca amarillenta otoñal. La licorería Bernardino tiene solera. Al igual que el Colegio Diocesano San Juan Bautista, y contrasta con el rótulo gracioso y ocurrente de la peluquería "Hasta el moño", una expresión muy española, que quiere decir "estar harto". Una sucursal de la alicantinísima "Ibéricos Quintana", con sus jamones, quesos, embutidos y salazones, nos lleva a la balanza de la farmacia cercana, muy adecuada para filmar películas de época: "Para pesarse subir a la plataforma e introducir una peseta. Peso máximo: 125 kgs.". El nombre de la empresa sería inconcebible hoy: "Automatic S.A. Juan Güell, 226. Barcelona". Los solares abandonados muestran la lucha vecinal -si es que eso subsiste en el siglo presente-: "Vecino desahuciado, AirBnb expropiado". La reivindicación del Centro Social para el barrio de Benalúa puede encontrarse en numerosos balcones y tapias. Vamos saliendo de la zona por la Relojería Joyería López Parrés, en la calle Carratalá.
Nuestro periplo baruto ha terminado. Alicante, ciudad dotada naturalmente, con mar y montañas, es, sin embargo, una urbe fea y destartalada. Pero el flâneur sabe mirar, sabe poner su ojo y su cámara en el lugar por el que pasa lo que pesa, por donde pisa lo que deja poso, y él, el olvidado contemplador, puso en ello toda su vida...
Francisco Huertas Hernández
9 de septiembre de 2024
2 comentarios:
Muy buen articulo sobre nuestro querido barrio
Gracias lector
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