Sobre lo Divino (Mi fe)
Francisco Huertas Hernández
Me piden que exprese verbalmente mi posición acerca de Dios, la fe y la religión. Es una pregunta que, por su naturaleza, sobrepasa los límites del pensar y hablar humanos. Es el reino de lo inefable.
Como no suele coincidir lo que uno hace, lo que uno piensa y lo que uno siente o desea, la vida despliega una serie de contradicciones internas que se manifiestan en luchas, crisis, agon. En materia religiosa, yo vivo en un mundo aparentemente desacralizado, en el que el agnosticismo es el suelo de la vida cotidiana. Yo dejé de asistir a misa siendo un niño, casi antes de la adolescencia, aunque fui monaguillo durante un breve periodo. Tras la comunión, que, en esa época, era más bien un acto social ineludible, no participé de ningún otro sacramento. Sin embargo, en ese mismo “suelo” de la vida cotidiana, el lenguaje religioso, las metáforas de lo sagrado, permanecen. No somos conscientes, pero han pasado del ámbito eclesiástico a otros no tan lejanos: la música, el arte, el deporte, el amor. Dijo Nietzsche, un campeón del ateísmo, que no nos desembarazaríamos de Dios mientras siguiéramos creyendo en el lenguaje. Esto por lo que respecta a lo que hago.
Sobre lo que pienso, que es el terreno de las ideas que tengo (como decía Ortega: las ideas se tienen, en las creencias se está), diré que la pérdida de la fe en la religión católica de mi infancia fue acompañada de la toma de conciencia del papel político de la Iglesia. En la transición a la democracia, el nacionalcatolicismo que llevó a Franco bajo palio, mientras el régimen ejercía una represión cruenta sobre cuerpos y mentes, se me reveló como la fuerza más castradora en lo moral que pudiera imaginarse. El ideal ilustrado antirreligioso, unido al desarrollo de la ciencia, la reflexión racional secularizadora, y la liberación moral del yugo del fariseísmo nacionalcatólico, me apartaron de la Iglesia. Marx, Freud y Nietzsche representaron la crítica de la religión más decisiva en ese momento.
Pero queda el terreno del sentimiento y de la esperanza, de la ilusión. Aquí, mi posición es un estado del espíritu, no un conjunto de ideas ni de recuerdos. Siempre he sido una persona de raíz religiosa, teísta. Pascal o Kierkegaard, y hablo de filósofos por mi formación, o San Juan de la Cruz, del que se me grabó aquel verso de “toda ciencia trascendiendo”, que relaciono con la Luz que es fuente de ser y de conocer en Platón y Plotino. Siento, aunque no sea una idea racional, que la fe en lo trascendente, en lo numinoso (categoría básica del sentimiento religioso, según Otto), es una tendencia natural del ser humano: abierto a lo Otro. Y la religión (en su nivel más primario) es una “relación absoluta con lo Absoluto”. No me conformo con la inmanencia, con el pasar del ser al no ser, a la nada, a la aniquilación total. No “estoy tranquilamente instalado en la finitud” como dijo Tierno Galván, en una afirmación que siempre me causó repugnancia, por su abdicación cobarde de la tarea humana de ascender, proyectarse, trascenderse, y ser eterno. Porque esa es la cuestión, mi vida sólo es vida si es eterna. No es la vida de la materia, ni siquiera la experiencia de unos pensamientos, es algo más, es la pervivencia del ser consciente y deseante que soy. Como escribió Shakespeare: “He wants of a God nothing but Eternity”. Mi sentir aquí es el mismo que el de Don Miguel de Unamuno en “Del sentimiento trágico de la vida”, con su ansia de inmortalidad, en la que luchan la fe y la razón, produciendo la desesperación: sé que voy a morir, pero quiero ser inmortal.
Así que creo que el deseo de vida, de eternidad, de luz, de amor, de ser, es lo que siento de manera confusa pero intensa como sentimiento religioso. Su manifestación más intensa, en mi caso, se da en la música, reflejo de lo divino, de la eternidad.
Podría decir algunas cosas más, pero con esto he dejado planteado el asunto
Francisco Huertas Hernández
12 enero 2013
Alicante
2 comentarios:
Es un testimonio sincero
Me siento muy identificada. Sólo que tú eres capaz de relacionarlo con tantos filósofos y escritores. Un texto buenísimo.
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