"En las heladas cumbres" (1916). Amado Nervo (1870-1919). "Elevación".
Ascenso desde "el mar de la vida" a lo Absoluto.
Comentario filosófico por Francisco Huertas Hernández
Santuario de Nuestra Señora de los Remedios. San Pedro Cholula (Puebla)
El volcán Popocatépetl nevado detrás
Amado Nervo: "En las heladas cumbres" (1916). "Elevación"
En las heladas cumbres
del propio vencimiento,
del dominio absoluto
de sí mismo, radía
un sol perenne, sol
que lo ilumina todo
sin calentarlo, sol
que te torna visibles
y palpables las cosas
más obscuras y arcanas.
¡Duro ascender!
Cual Sísifo,
cuando llevas la roca
de tu anhelo más alto,
miras que se despeña,
y hay que empezar de nuevo...
¡Oh! las blancas sirenas
de este mar de la vida,
¡cómo cantan!
Unánimes
te buscan... ¡Qué promesas
hay en sus verdes ojos!
A veces, tú no puedes
ya más y de la altura
te arrojas a sus brazos.
Pero la voz aquella
implacable, que dice:
«¡arriba!» y el azote
que tortura tus lomos,
te fuerzan... ¡Es preciso
recomenzar! La ruta
serpentea a lo largo
de la montaña:
Sube
pues, ¡desdeña el momento
ilusorio y fugaz!
¡Salva el zarzal hirsuto!
Más allá de la nube
que opaca el firmamento,
te aguarda lo ABSOLUTO
con su divina paz...
Amado Nervo
3 de Septiembre de 1916
*****
Ascenso desde "el mar de la vida" a lo Absoluto.
Comentario filosófico por Francisco Huertas Hernández
La geografía de las cumbres. Volcanes y Dioses
Existe en San Pedro Cholula, en Puebla, a 2179 metros, un santuario en la cima de la Gran Pirámide de Cholula, Nuestra Señora de los Remedios, construido a finales del siglo XVI. Lo que destaca no es el templo sino el volcán nevado que lo envuelve, el Popocatépetl. Amado Nervo (1870-1919) escribió un poema llamado "En las heladas cumbres", incluido en el libro "Elevación", que bien pudiera ilustrarse con esa vista de la iglesia encaramada en lo alto, desafiando el poder de la naturaleza volcánica.
El volcán es un fenómeno geológico que manifiesta el dinamismo de la Tierra, la enorme energía térmica de su interior, y este calor producido por la radiación de elementos químicos como el uranio y el torio, junto con el movimiento de las placas tectónicas, empuja hacia el exterior el magma, más caliente pero menos denso que las rocas circundantes. Estas ventanas hacia el manto terrestre que son los volcanes han atemorizado a los hombres desde el inicio de los tiempos. Las mitologías y religiones mesoamericanas han creado leyendas como la historia de amor entre el guerrero Popocatépetl y la princesa Iztaccíhuatl, quienes, al morir, fueron transformados en volcanes. El Popocatépetl, activo y humeante, refleja al guerrero velando por su amada.
El vínculo de los volcanes, las montañas, la naturaleza, con los dioses expresa el límite entre lo sobrehumano y lo humano. Moradas de dioses o portales al inframundo (también sobrehumano), por ejemplo, el Mictlán era punto de entrada al reino de los muertos. Los volcanes como límite entre cielo, tierra e inframundo, admitían el doble principio destructor-generador, arrasando con su lava y fertilizando a continuación la tierra.
Las cumbres simbolizan el poder divino, pues lo divino está lejano, pero el hombre lo señala en su mirada hacia el cielo. De lo que el ser humano puede pisar, la tierra, lo más alto en ella, lo que linda con ese cielo visible -de nubes y atmósfera de nitrógeno y oxígeno- son las cumbres de las montañas. El hombre no vuela por naturaleza, únicamente camina, y sube a las montañas a gritarle a los dioses su miseria corporal, su material mortalidad, y reunirse con ellos, despojándose de su envoltorio corporal para desplegar las alas del espíritu.
El dualismo cuerpo-alma, abajo-arriba, obscuridad-luz, humano-divino
La naturaleza humana es el cuerpo, con sus instintos, deseos, placeres y dolores, sensaciones y sentimientos. En la visión dualista propia de la filosofía antigua y las religiones monoteístas, el cuerpo es deficiencia por estar compuesto de materia. En cambio, el alma es otra sustancia independiente y espiritual que tiene las facultades de la memoria, la voluntad y la razón. En la tradición religiosa el alma ha sido hecha a imagen y semejanza de Dios. Como el cuerpo tiende hacia la tierra, es pesado y lento, se hunde en el vicio, pero el alma, aunque esté unida a la materia, es etérea y tiende a elevarse a la virtud. En el cristianismo el vicio está fuertemente determinado por las inclinaciones del cuerpo, es decir, por la naturaleza. La purificación del ser humano se entiende como un ascenso desde la materia al espíritu, concibiéndose el cuerpo como naturaleza material y el alma como naturaleza espiritual.
"En las heladas cumbres" (1916) de Amado Nervo. Un poema de ascenso espiritual desde "este mar de la vida" a lo Absoluto "más allá de la nube... con su divina paz"
"En las heladas cumbres" es el poema número 62 en el libro "Elevación", compuesto por 66. Una obra religiosa que parte de la naturaleza para transcenderla. La nieve aparece en la extraordinaria poesía inicial, "Primera página":
"¡Oh Arcano,
para subir a ti, dame la mano!
Dame, noche encendida,
luz, y tú dame, vida,
(pues el viaje es muy largo, el tiempo breve)
más tiempo aún para escalar la nieve
perpetua, donde el sol no tiene velos
ni hay ya «la azul mentira» de los cielos"
La nieve, la noche ("¡Madre misteriosa de todos los génesis, madre / portentosa, muda y fiel de las almas excelsas"), el castaño, "lugar común" ("¡Oh, tú, Naturaleza, madre santa!), la montaña... son naturaleza creada y contemplada por el autor, pero en ese ascenso a lo Absoluto, la naturaleza interior, la del alma, marca un camino más seguro, en composiciones como "Resolución" ("Alma, tienes por fuerza que alcanzar en la vida / el Ideal sublime que a seguir te convida / por entre breñas ásperas". El adagio de Lucio Anneo Séneca (4-65), "Non est ad astra mollis e terris via" (No hay camino fácil de la Tierra a las estrellas), popularmente conocido como "Per aspera ad astra", no distante de la Alegoría de la Caverna platónica, exige un adiestramiento del alma para regresar a su morada. Friedrich Nietzsche (1844-1900) acusó a toda la filosofía, religión y moral tradicional de "odio a la vida" (Hass auf das Leben) por estas actitudes de desprecio al cuerpo, fruto del "resentimiento" (Ressentiment gegen das Leben) de los débiles. Los tópicos católicos como "¡Oh, santa pobreza!", "¡Enséñame el camino!" o "El Milagro", se alternan con las visiones espirituales de "Mi filosofía" o la excelsa "Música", la más rica, profunda y sabia composición de "Elevación", cuyos magistrales primeros versos así suenan:
"Dijo el poeta al numen: «Ya que inspirarme quieres,
inspírame algo nuevo,
que jamás por los hombres haya sido pensado...
»Ancho es el Cosmos, numen, tan ancho, tan profundo,
que ni siquiera logra la razón asignarle
un límite... Y en este semillero de soles,
de mundos, de cometas, de nebulosas tenues
como mantos de hadas,
como la tela misma del ensueño, ¿no puedes
tú, invisible potencia, mente sutil y pura,
cosechar el gran lirio
de un pensamiento nunca por los hombres pensado?"
Y concluye con la respuesta del numen, en una fusión de verbo y melodía, de concepto y sonido, perfecta:
"Y el numen le responde: «¡La idea que codicias
existe y yo te diera sus divinas primicias;
pero tú no eres músico y ella es toda orquestal!»
»Sólo las claves, sólo las pautas y las notas,
revelarán al mundo sus bellezas ignotas.
Platón oyó a los orbes su concierto ideal
y Beethoven, a veces, lo escuchó en el mutismo
nocturno. Todo es música: los astros, el abismo,
las almas... ¡y Dios mismo
es un Dios musical!»
En estos versos casi gnósticos Amado Nervo se atreve a proclamar -cantando-: "Todo es música: los astros, el abismo / las almas... ¡y Dios mismo / es un Dios musical". Si conciliar a la Iglesia con Nietzsche fue alguna vez posible, aquí tenemos la respuesta: Dios mismo es Música. Platón oyendo a los orbes en su concierto ideal (pitagorismo de la Música de las Esferas) y Beethoven, a veces, escuchándolo en su mutismo nocturno. ¡Romanticismo exacerbado el de Nervo: platonizar el cosmos divino en el piano beethoveniano!
En estos versos casi gnósticos Amado Nervo se atreve a proclamar -cantando-: "Todo es música: los astros, el abismo / las almas... ¡y Dios mismo / es un Dios musical". Si conciliar a la Iglesia con Nietzsche fue alguna vez posible, aquí tenemos la respuesta: Dios mismo es Música. Platón oyendo a los orbes en su concierto ideal (pitagorismo de la Música de las Esferas) y Beethoven, a veces, escuchándolo en su mutismo nocturno. ¡Romanticismo exacerbado el de Nervo: platonizar el cosmos divino en el piano beethoveniano!
"Elevación" es un diálogo del alma del poeta con la filosofía, la poesía, la música, la naturaleza, con la modestia de sentirse instrumento de Dios mismo. La soledad ("Soledad, yo he sorbido todos tus éxtasis / y toda la rudeza del cáliz tuyo / que los fuertes tan solo beber osaron") es otro de los modos de ser esenciales del poeta creyente, un modo de ser "que los fuertes tan solo beber osaron", idea plenamente nietzscheana.
"Espacio y tiempo" es el poema que antecede a "En las heladas cumbres". Una cima lírico-metafísica, que, tras citar a Santa Teresa, dice así:
"Espacio y tiempo, barrotes
de la jaula,
en que el ánima, princesa
encantada,
está hilando, hilando, cerca
de las ventanas
de los ojos (las únicas
aberturas por donde
suele asomarse lánguida)
Espacio y tiempo, barrotes
de la jaula:
ya os romperéis, y acaso
muy pronto, porque cada
mes, hora, instante, os mellan,
¡y el pájaro de oro
acecha una rendija para tender las alas!
La princesa, ladina,
finge hilar; pero aguarda
que se rompa una reja...
En tanto, a las lejanas
estrellas, dice: «Amigas,
tendedme vuestra escala
de luz sobre el abismo»
Y las estrellas pálidas,
le responden: «Espera,
espera, hermana,
y prevén tus esfuerzos:
¡ya tendemos la escala!»
"Espacio y tiempo" son condiciones de posibilidad de los fenómenos sensibles, a la manera en que Immanuel Kant (1724-1804) los explicó. Y no está reñida, por ventura, aquí la epistemología idealista kantiana con la visión mística nerviana: espacio y tiempo son "barrotes" del alma atrapada en una realidad mundana, es decir, fenoménica. Pero el que conoce a Dios (porque es amado por Él, única manera de conocer a Dios, devolviendo el Amor que deposita en ti) accede al νοούμενoν (Noumeno), a la cosa-en-sí, a la realidad más allá de nuestros sentidos y entendimiento, a la realidad Absoluta. En las ventanas de los ojos, el alma hila, prisionera de su cuerpo fenoménico (tras los barrotes espacio-temporales). El pájaro de oro acecha una rendija para tender las alas. La belleza de las imágenes místico-teresianas de Nervo es luminosa. Kant era un creyente atrapado en los barrotes de la ciencia mundana. Amado Nervo es un creyente poseído por la luz (amor) divina. Kant sólo puede acceder al mundo nouménico a través de la hipótesis de la libertad que nos exige obrar moralmente. Nervo está en el mundo nouménico porque es poeta. Y la poesía es la casa del ser. Cuando las estrellas (esas que sobrecogen a Kant) tienden la escala a la princesa, ésta sale del cuerpo, para vivir eternamente en lo Absoluto, que no está encerrado en ningún espacio ni ningún tiempo.
Llegamos al poema número 62 de "Elevación", Amado Nervo identifica "las heladas cumbres" del alma con el "propio vencimiento" de las pasiones del cuerpo, "el dominio absoluto / de sí mismo". En esas heladas cumbres radía un sol perenne: el Bien. "sol / que lo ilumina todo / sin calentarlo, sol / que te torna visibles / y palpables las cosas / más obscuras y arcanas". Dios es Luz, y Platón (427-347 aC) lo llamó "ἡ τοῦ ἀγαθοῦ ἰδέα" (Idea del Bien). ¿Por qué? Platón usó la analogía del Sol, cuyas funciones son semejantes a las del Bien: ilumina y da vida. Nervo, siempre platónico, lo revela en estos versos, aunque como habla de heladas cumbres retira el calor de la luz. Una luz fría, como de nieve, donde todo es visible y palpable, incluso lo desconocido. No se refiere a los entes de este mundo fenoménico en el espacio y el tiempo, o sea, a la materia, sino al Ser.
Este "¡duro ascender!" es para el cuerpo fenoménico, material, espacio-temporal, una tarea de Sísifo, porque la roca (lo fenoménico material, mortal, efímero, cambiante, sin sentido, sin meta) se despeña desde lo alto "y hay que empezar de nuevo...". El pecado y su porterior arrepentimiento son ese eterno Sísifo para el cristiano. La brevedad y maldad de la vida son el Sísifo del filósofo. Ambos conviven en Nervo.
Una imagen homérica bellísima -"¡Oh! las blancas sirenas / de este mar de la vida / ¡cómo cantan!"- son el susurro lúbrico del pecado, de lo espacio-temporal, del "Carpe Diem", del cuerpo entregado al placer y olvidado del anhelo del alma.
La lucha es mucha entre cuerpo atado al aquí y al ahora sin sentido y el alma que busca su escala, su cima en la montaña, donde la tierra acaba y el cielo da alas. La voz que dice: "¡arriba!" y el incesante recomenzar por la ruta que serpentea a lo largo de la montaña... El alma escala la montaña desdeñando el tiempo ("¡momento / ilusorio y fugaz!"). En "Las Moradas (El castillo interior)" (1577) Santa Teresa de Ávila (1515-1582) describía un complejo proceso del alma, en siete etapas, para ascender a Dios. La oración era la actividad propiciatoria. Amado Nervo cita a la Santa en este poema, pero él no es un místico de monasterio sino un cantor del mundo.
La helada cumbre que marca el límite entre el cuerpo espacio-temporal -la tierra, el polvo (בזעת אפיך תאכל לחם עד שובך אל האדמה כי ממנה לקחת כי עפר אתה ואל עפר תשוב) (Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella lo tomaste, porque polvo eres y al polvo volverás) de la maldición bíblica como castigo por el pecado- y el cielo ("más allá de la nube / que opaca el firmamento") donde aguarda al "escalador" (alma purificada) "lo ABSOLUTO / con su divina paz".
No tenemos que ser creyentes para entender y apreciar este gran poema, pero sí tenemos que ser humanos que aspiran a la plenitud. La plenitud humana sin Dios puede ser o no posible, pero, sin duda, la belleza de la poesía (Arte) y la verdad encarnada en la obra artística son constitutivos de una humanidad plena.
Francisco Huertas Hernández
Lunes 6 de enero de 2025
1 comentario:
Es extraordinario su estudio. Le felicito
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