lunes, 26 de abril de 2021

Arquitectura I. "Professione: reporter" (1975). Michelangelo Antonioni. Francisco Huertas Hernández. 2000

Arquitectura I
"Professione: reporter" (1975). Michelangelo Antonioni
Francisco Huertas Hernández. 2000


"Professione: reporter" (1975). Michelangelo Antonioni
"The Passenger" (El reportero) es una coproducción italiana con otros tres países en la que un periodista, David Locke (Jack Nicholson) suplanta a un muerto, Robertson, que se aloja en su mismo hotel en Chad, donde se encontraba para entrevistar a la guerrilla rebelde. ¿Por qué un reportero televisivo inglés cambia su identidad con un desconocido? Quizás ya no le gusta su vida, su trabajo, su familia. Se hace pasar por David Robertson (Charles Mulvehill). Su esposa en Londres se siente culpable al enterarse de su muerte tras una relación extramatrimonial, y pide a un amigo del marido que averigüe cómo fueron sus últimos días. Mientras el falso Robertson llega a Munich y se ve envuelto en un asunto que le lleva a Barcelona -donde admiramos la arquitectura de Gaudí, de la mano de una estudiante de arquitectura (Maria Schneider)-. La trama neo-noir continúa por España -Osuna- con la confusión de identidades de dos hombres que buscan a los rebeldes del Chad.

Antonioni era un maestro en la plasmación del espacio. En este film recorre el espacio natural de África y el de las grandes ciudades europeas (Londres, Munich, Barcelona) con sus arquitecturas urbanas de historia y materia. Si al principio de la película David Locke dice: "I prefer men over landscapes" (Prefiero los hombres a los paisajes), luego el espectador recorre los distintos paisajes naturales y "construidos" con esa capacidad de fusión hipnótica de la cámara de Antonioni. La luz y la perspectiva, junto con los elementos arquitectónicos -como en la Pedrera, de Gaudí- forman un marco espacial en el que la trama no deja de ser una excusa. Las formas (contornos) y los colores emergen como realidad esencial entre las peripecias de los humanos -como en "Il deserto rosso"-.
La película es una celebración de la arquitectura barcelonesa de Antoni Gaudí (1852-1926). La escena en la Pedrera (Casa Milà) (1906-1910) con Nicholson y la chica arquitecta, que dice que la mejor manera de desaparecer es en los edificios de Gaudí, es un momento clave del largometraje. 
La Casa Milà con sus formas "orgánicas", donde la curva prevalece sobre la recta, y su barroquismo ornamental, su cromatismo, revela algo del sueño imposible del ser humano: vivir en la belleza

Siempre he confiado más en la arquitectura que en la naturaleza. La arquitectura es el puente entre la naturaleza y la cultura.

 Posiblemente la agricultura, el gran  paso del Neolítico, fuera la primera arquitectura. Ya antes hubo cavernas, pero éstas fueron habitadas por hombres, no construidas por ellos.

 Con la agricultura se organiza la tierra para vivienda del ser humano. Los cultivos son cimientos de un nuevo hogar. La naturaleza ya no es recibida, sino decidida por las manos y la mente humana. El primer espacio construido fue el campo.

 La aparición de la ciudad es un hito. La arquitectura sólo alcanza su plenitud en ella. La ciudad es una naturaleza sublimada para las necesidades humanas.

 La ciudad es el lugar en el que la cultura triunfa definitivamente sobre la naturaleza. Mientras que la naturaleza es imprevisible, la ciudad es refugio frente a su ímpetu, su furia. La ciudad es el espacio humano, el regazo protector creado por la cultura frente a las inclemencias de los elementos naturales.

 Que la arquitectura sea una de las artes siempre ha sido, cuando menos, sorprendente.

 Hay en ella una mezcla de oficio y de arte, de ingeniería y poesía. Mientras algunos arquitectos sólo piensan en la tierra, en lo pesado, en lo material, atados a la obra de ingeniería y a las necesidades o funciones de la edificación, otros, alados, vuelan al cielo, etéreos, cincelan los aires; éstos, antes artistas que técnicos, son buscadores de la esencia del espacio y la belleza de la forma.

  La arquitectura construye el espacio, es la respuesta humana a la naturaleza que se multiplica ella misma sin la mano del hombre. La naturaleza acaba siendo excipiente para la mano humana. Lugar sobre el que levantar muros.

 Babel es la metáfora de la utopía arquitectónica: una torre que nos libere de la tierra y nos remonte al cielo, una torre que venza la raíz natural del ser humano, que aspira a la redención espiritual. El desafío a Dios es sólo uno de los rostros de la cultura. Dios bien puede entenderse aquí como la misma Naturaleza que acaba vengándose del orgullo humano, de su insensato aliento en pos de un absoluto no material, no terrenal.

 La arquitectura lucha contra la Naturaleza, es decir, contra el tiempo.

 El tiempo, el devenir, siempre acaba derrotando a la arquitectura. Al final, la “música del espacio”, la arquitectura, no puede con el paso inexorable de las estaciones, de los astros.  Las ruinas son la derrota de la arquitectura.

 La imagen de un Arquitecto del Universo, de claras resonancias masónicas, presenta la Naturaleza como un infinito diseñado y construido por Dios. Él es el gran Arquitecto. Y el hombre, hecho a su imagen y semejanza, debe también construir en su medida el espacio que puede abarcar.

 Es, pues, la arquitectura, así entendida, el cumplimiento de la parte espiritual y divina del ser humano. La creación humana es la imitación de la Creación Divina.

 El arquitecto es el sacerdote.

Francisco Huertas Hernández
Lunes 6 de noviembre de 2000

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es muy profundo este análisis