jueves, 29 de abril de 2021

Arquitectura II. "Berlin: Die Sinfonie der Großstadt" (1927). Walther Ruttmann. Francisco Huertas Hernández. 2000

Arquitectura II
"Berlin: Die Sinfonie der Großstadt" (1927). Walther Ruttmann
Francisco Huertas Hernández. 2000


"Berlin: Die Sinfonie der Großstadt" (1927). Walther Ruttmann
"Berlín, sinfonía de una ciudad"
Niños jugando en un parque de Berlín
En esta película alemana documental de la época de la República de Weimar, con música de Edmund Meisel (1894-1930), Walther Ruttmann (1887-1941) plasma el movimiento de la ciudad bajo el esquema de una sinfonía. Una orquestación de imágenes de máquinas, edificios, gentes que van y vienen: la "Sinfonía de una gran ciudad".
El montaje -bajo la influencia del cine soviético- con una doble mirada estética y social -concentrada en la clase obrera- articula este fresco urbano. 
Es hoy un documento inigualable para conocer la ciudad arrasada en 1945: la estación de tren Anhalter Bahnhof, en el centro, aparece en la película. También lo hace el Hotel Excelsior, que fue el hotel más grande de Europa, y se encontraba al otro lado de la calle de la estación, conectado a ella por un túnel. Ninguno de los edificios sobrevivió a la guerra.
Dziga VertovДзига Вертов (1896-1954) realizó después en 1928 su clásica película "Человек с кино-аппаратом" (Chelovek s kino-apparatom) (El hombre de la cámara) con la vida en las ciudades rusas de Kiev, Jarkov y Odesa.

La máquina es protagonista de estas películas. En la de Ruttmann las fábricas y los trenes y tranvías configuran el nuevo paisaje urbano del nuevo siglo XX. Son estos medios de transporte de masas los que aportan el movimiento propio de las ciudades. Porque lo curioso es que el movimiento vertiginoso de las metrópolis tiene lugar en los desplazamientos de las masas para trabajar. Ruttmann filma esto con atención. 

En un Acto I la ciudad despierta en una gradación del sosiego de las calles vacías hasta el paroxismo de las multitudes en los trenes y tranvías que se dirigen a las fábricas donde se producen acero, bombillas...
El Acto II muestra las tiendas, los niños que van a la escuela.
El Acto III presenta la inabarcable diversidad de la ciudad: bodas, entierros, manifestaciones, trabajadores, peleas...
El Acto IV exhibe diferencias sociales, la pausa del almuerzo, el zoológico, el café, y un periódico donde se leen palabras como "Krise" (crisis), "Mord" (asesinato), "Börse" (mercados), "Heirat" (matrimonio) y "Geld, Geld, Geld" (dinero, dinero, dinero). ¿Tormenta? Fin de la jornada laboral. Niños jugando, barcos, carreras...
El Acto V presenta la vida nocturna de Berlín.

"Berlin: Die Sinfonie der Großstadt" (1927). Walther Ruttmann
Tren, puente y arco. La ciudad en su convergencia de máquina y vivienda

"Berlin: Die Sinfonie der Großstadt" (1927). Walther Ruttmann
Guardia urbano

"Berlin: Die Sinfonie der Großstadt" (1927). Walther Ruttmann
Poster

Es curioso observar como los filósofos y los historiadores del arte han infravalorado la arquitectura, por ser, entre las artes, la más material.

 Schopenhauer la situó en el escalón más bajo de todas ellas, colocando a la música en la cima por su independencia absoluta del espacio, su inmaterialidad pura.

 Los grandes arquitectos nunca han tenido la consideración de los grandes pintores o escultores, siendo éstos también artistas que trabajan materia en el espacio, pero el hecho de representar figuras humanas parece otorgarles una dimensión espiritual y artística superior.

 Tampoco hay arquitecto alguno que alcance en fama a los grandes escritores. La escritura parece elevarse al mundo del pensamiento y el sentimiento, el mundo de la inmaterialidad pura, la absoluta espiritualidad, siendo la poesía la más depurada expresión de la literatura.

 Y compitiendo con la literatura se halla la música, la objetivación de la voluntad, en términos de Schopenhauer. La música parece expresar la esencia del espíritu, despojada de materia. El prestigio de los músicos en la historia del arte es abrumador: ¿Dónde hay en la arquitectura un Beethoven, un J. S. Bach?

 Esta jerarquización de las artes según su materialidad se sigue conservando en la actualidad. Y reflexionar sobre ella es posible pero inoperante.

 La arquitectura seguirá considerándose arte espurio, contaminado por la materialidad, técnica más que arte, oficio más que inspiración. El arquitecto y el ingeniero se confunden en el juicio de los críticos de arte y en el sentir de la mayoría.

 El arte es la expresión de la belleza mediante artificios técnicos, desde la arquitectura a la música. Pero parece que la arquitectura no acaba de expresar esta belleza, por su limitación a la materia -a los materiales- por un lado; a la ingeniería por otro; y a las necesidades prácticas de la función que ha de cumplir.

 La arquitectura es el arte de la construcción de la vivienda. Ninguna de las otras artes tiene una finalidad tan poco espiritual. La escultura, por ejemplo, es sólo decorativa, pero la vivienda es una necesidad. De la necesidad no puede hacerse arte.

 La arquitectura nunca puede cumplir la máxima estética del “arte por el arte”. Aquí se halla la raíz de la infravaloración de la arquitectura respecto a las otras artes.

 Pero es sabido que en una consideración sociológica del arte, todas ellas, hasta las más despojadas de “materialidad” han cumplido o surgido de necesidades materiales. No es esto, sin embargo, lo importante.

 La arquitectura ha sido necesaria para el desarrollo de las otras artes. Un cuadro se expone en un museo. Una ópera se representa en un teatro. Los libros se guardan en una biblioteca. El museo, el teatro y la biblioteca, han sido diseñados por un arquitecto que ha de conocer y apreciar la pintura, la música y la poesía.

 Poco se ha reflexionado sobre cómo el “continente”, el espacio construido - museo, teatro, biblioteca - influye sobre el “contenido” - los productos artísticos desvinculados de materialidad que allí se exponen, interpretan o almacenan -. Tampoco es esto lo importante.

 La arquitectura, el arte de la edificación, nos ha llevado de las cavernas a los rascacielos. Los modos de vida humanos han cambiado gracias a la arquitectura. Las potencialidades creativas de la especie humana se han desplegado en la evolución de la vivienda, de las ciudades.

 La arquitectura ha creado las condiciones del desarrollo de la espiritualidad desplegadas en la poesía y la música.

Francisco Huertas Hernández
Martes 7 de noviembre de 2000

"Berlin: Die Sinfonie der Großstadt" (1927). Walther Ruttmann
Film Completo (sin música)

"Berlin: Die Sinfonie der Großstadt" (1927). Walther Ruttmann
Film Completo (con música de ¿Edmund Meisel?)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Berlin qué ciudad

MARCELO dijo...

1927 "Berlin: Die Sinfonie der Großstadt" Walther Ruttmann

"Berlín, sinfonía de una ciudad"
I

No podía hacer nada más que ver cada edificio y descubrir el corazón de los hombres de un tiempo que los devolvió a una devoción por la construcción y también a la destrucción involuntaria de una parte del espíritu. Rearmarse para emprender la honra de una guerra perdida, la arquitectura como escenario de un espíritu renovador.
Cada calle, casa y edificio que se alza como para tocar al cielo y olvidar el pasado, pide a gritos prenderse de la gloria de antiguos castillos y caballeros.
El metal que se eleva por cada centímetro sin prejuicio, transforma la ciudad para desgarrar al hombre que se siente humillado. El hombre nuevo construye un presente para un futuro claro. Un futuro enfundado en una coraza metálica capaz de tocar al cielo y conquistar a la naturaleza, deformarla como se deforma la carne bajo una bala, las puertas se pueden abrir con el uso de un pestillo, pero se pueden atravesar con la carga que escupe un tanque de guerra.
“La arquitectura no es más que una forma de música congelada”, dijo alguna vez Goethe. Algunos atribuyen la frase también a Schiller, otros a Schopenahuer. lo cierto es que la música es tan importante para Berlín que es una ciudad en permanente armonía sinfónica. Cada movimiento es un piso que se abre hacia el cielo, pero con la convicción de que se puede caer con el placer de volver a intentar elevarse por los aires y los espíritus de cualquier época.
¿Escuchar un caracol es como someterse al sonido del viento tocando el concreto de las paredes que el hombre ha propuesto?
La naturaleza gana por sobre la imaginación humana, pero la imaginación puede someter a la realidad y plasmarla en lo concreto, como la música y su simetría. Los sonidos de la ciudad ocupan la mente de toda estructura.
Manipular el sonido es algo cada vez más notorio a partir del siglo XIX, en la antigüedad imaginemos los templos antiguos, cómo proyectaron el sonido de los feligreses. Bach compuso obras específicas para edificios, se ocupaba del espacio y lo utilizaba para musicalizar cada pared, el sonido se acomodaba como si fuese la voz de Dios yendo y viniendo en cada centímetro.
Los arquitectos construyen para que cada sentido ocupe un lugar en la estructura. La ciudad de día, como el cuerpo de un ser humano, se despierta, come, bebe, transita y descansa para empezar de nuevo.
En las ciudades modernas los sonidos no pueden transformarse en gritos de desesperación. La armonía tiene que aparecer en toda la estructura para nivelar la locura de los pobladores.





II
Venía de muy lejos


Venía de muy lejos, o por lo menos, así yo la pensaba
arrullé unos papeles que tenía en mi bolsillo
los apreté como la lluvia al caer sobre la arena
coloreé pensamientos en blanco y negro
no dibujé en sus ojos su pecho me erizaba
noté que una puerta se abría y toqué el pestillo
estaba arrugado como sus labios que me dan pena
no por vejez ni fealdad, pensé en tocarla y ella, serena
no habló, de mi mirada
que no la buscaba
solo tuve un momento, uno que vale
por la vida de muchos que no ven nada
tú que no imaginas
solo respiras
y resplandeces para un extraño
que no te habla
ni te conoce,
solo te admira hoy
para olvidarte mañana.



Marcelo López