miércoles, 21 de abril de 2021

Magnitud. "The Swimmer" (1968). Frank Perry, Sydney Pollack. La medida de lo humano está tallada por sueños y fracasos en piedra milenaria. Francisco Huertas Hernández

Magnitud
"The Swimmer" (1968). Frank Perry, Sydney Pollack
La medida de lo humano está tallada por sueños y fracasos en piedra milenaria
Francisco Huertas Hernández

"The Swimmer" (1968). Frank Perry, Sydney Pollack 
Análisis por Estrella Millán Sanjuán


"The Swimmer" (1968). Frank Perry, Sydney Pollack
Julie Hooper (Janet Landgard) & Ned Merrill (Burt Lancaster) 
"El nadador" es una película de Estados Unidos filmada en 1966, que adapta el cuento del mismo título de John Cheever (1912-1982). Una historia que nos trae el recuerdo del regreso de Odiseo/Ulises a casa, tras muchas aventuras en el mar. Como Ned Merrill, un ejecutivo, aparentemente superficial, que no tiene otra idea que regresar a casa nadando en todas las piscinas de sus amigos. Merrill nada compulsivamente piscina tras piscina, pero esos supuestos "amigos" saben algo de él, que el director no nos quiere revelar aún. Ned quiere olvidar en el agua algo terrible. Su comportamiento es cada vez más enajenado. 

Un inmenso -física e interpretativamente- Burt Lancaster de 53 años lleva todo el peso de este film hipnótico y amargo, en el que el "American Dream" queda reducido a una mentira burguesa de piscinas y dinero amasado inútilmente. Un hombre que busca algo, que regresa a un lugar que ya no existe, que pierde la juventud y el vigor, una sociedad que sufre la vergüenza de la discriminación racial -todos los personajes de la película son ricos blancos- y la agresión imperialista a Vietnam. John Lennon apenas dos años después cantaría "Dream is Over" (God, 1970) refiriéndose al final del sueño optimista de los años 60. Esto ya se refleja en este largometraje subyugante que terminó de filmar Sydney Pollack.
Como escribe Isabel González Oliveros:
 "Una película nihilista y muy sobria, tremendamente melancólica, decadente, desoladora.
Magistral adaptación. Gran carambola del destino que terminara de cincelarla Pollack con su magia inconfundible"
Ron Norman añade:
"Burt Lancaster nastily responded and nearly punched me when I said "The Swimmer" was one of my favorite films that he made, and his performance was great... He said, this is the film he hates most. Burt's a wonderful actor and strong personality, but he's wrong... Maybe he didn't like the director"

"The Swimmer" (1968). Frank Perry, Sydney Pollack
Ned Merrill (Burt Lancaster). Un hombre que mira a un pasado idealizado. "Nada" hacia ese pasado
"Porque eu sou do tamanho do que vejo e não do tamanho da minha altura..." 
(Fernando Pessoa: "Libro do Desassossego", assinado pelo seu heterónimo Bernardo Soares)


"The Swimmer" (1968). Frank Perry, Sydney Pollack
Poster

 La medida de las cosas está regulada por escalas y sistemas, pero ¿y la medida de lo humano? Lo humano es más cualitativo que cuantitativo por ser lo anímico carente de extensión. El alma, lo psíquico, crece en intensidad pero no en superficie ni volumen. No me refiero a las absurdas mediciones de la actividad eléctrica cerebral porque eso no es lo anímico. De la inaprehensible medida de lo humano son testimonio las palabras de Fernando Pessoa: “Soy del tamaño de lo que veo, no de mi estatura”. La altura de un hombre no se mide en cm. sino en deseos y recuerdos, en esperanza y nostalgia. Juzgar a un ser humano no es medirlo ni pesarlo. La comprensión de la talla de lo humano está inscrita en un lenguaje sinuoso, ambiguo, secreto, en piedra milenaria tallada por los sueños y fracasos de unas criaturas que vinieron del aullido y se dirigieron al silencio.

Francisco Huertas Hernández
Agosto de 2001

*****

"The Swimmer" (1968). Frank Perry, Sydney Pollack

"THE SWIMMER” (1968). Frank Perry, Sydney Pollack
Estrella Millán Sanjuán

 “The Swimmer” fue un proyecto complicado desde su inicio. Lo que parecía iba a desarrollarse en el contexto de una modesta producción de cine independiente con escaso presupuesto, siendo en principio una idea del matrimonio Perry (Eleanor & Frank), se convirtió en algo más ambicioso al entrar una estrella como Burt Lancaster (1913-1994) – que había leído el relato en que se basa – como protagonista absoluto y eje sobre el que gira esta historia singular. Esto triplicó el presupuesto y obligó a entrar en la producción a Sam Spiegel, el reputado productor.
 Esta adaptación de Eleanor Perry (1914-1981) de un relato corto de John Cheever (1912-1982) no estuvo exenta de dificultades con el director Frank Perry (1930-1995), al cual Spiegel acusó de abusar del zoom, la cámara lenta y exceso de planos oníricos. Tampoco su relación con Lancaster fue buena, lo cual motivó que fuera apartado del rodaje, sustituyéndole Sydney Pollack (1934-2008) con la aportación de dinero propio del actor. Esto propició que la película se estrenara dos años después de su rodaje, que tuviera una fría acogida y que el productor no quisiera ni aparecer en los títulos de crédito. Pero el empeño de Burt Lancaster hizo que viera la luz y que fuera la que él consideraba su película favorita.

"The Swimmer" (1968). Frank Perry, Sydney Pollack
Julie Hooper (Janet Landgard) & Ned Merrill (Burt Lancaster) 

 Sin embargo, a mí me parece una historia muy interesante. La he visto muchas veces, siempre he querido escribir sobre ella, pero temía no poder hacerle justicia, en gran parte por respeto al enorme actor, un ya maduro Burt Lancaster, que guardaba un gran cariño a este personaje, del cual se sentía muy satisfecho y eso que esta gran actuación rivalizaba con la excelsa “Il Gattopardo”, “Separated Tables”, “The Gipsy Moths” o “Sweet Smell of Success”. Papeles muy distintos entre sí que no hicieron más que poner de manifiesto su gran capacidad interpretativa en su madurez y su viveza a la hora de buscar películas y directores poco habituales y relevantes.
Creo que su pasado laboral, tan basado en el físico, le hizo sentirse muy a gusto en esta película en la que da rienda suelta a sus aptitudes, tal como le pasó en la película “Jim Thorpe”, de Curtiz, el atleta indio que ganó tres medallas en los JJOO y que le fueron retiradas posteriormente. En ellas dos y en otras anteriores como “The Flame and the Arrow”, de Tourneur, se hallaba como pez en el agua, entrenaba de forma sistemática y se cuidaba más que nunca. Como no le gustaba nadar, contrató a un entrenador de la UCLA y pasó mucho tiempo en una piscina obligando a sus hijos a entrenar a diario para que sufrieran como él.
 Pero, lo que marca un antes y un después en ésta que nos ocupa es que, si bien se necesitaba un actor con un físico imponente, una buena técnica en natación y carrera, era determinante acompañarlo con madurez interpretativa, un reto para este gran actor que ya sabía de su potencial. Ned Merrill es un hombre que encarna el éxito, la sensualidad, el atractivo físico, pero a la vez es un ser imperfecto y vulnerable. Y Lancaster se esmeró en crear un personaje enormemente atractivo en esas dos facetas, la exterior e interior, un hombre que va demostrando su deterioro físico y moral.

 La historia tiene un toque característico sesentero, con una forma de rodar especial con toques incluso algo “kitsch” de Perry, pero que la hacen más fascinante. Y su posible imperfección está redondeada con la seriedad y desgarro de las escenas que aportó Pollack, que fueron el contrapunto necesario. Esa dualidad provocó que se convirtiera en una película de culto con el tiempo y una reivindicación de su calidad. Y la aportación de la banda sonora con la que debutó Marvin Hamslich (1944-2012) – creador de la excelente “El golpe” – le proporciona ese aura de ensueño, dramática y melancólica.

 Ned Merrill (Lancaster) es un publicista de mediana edad muy atractivo, la viva imagen del prestigio, la popularidad y el deseo para las mujeres. Pero su personaje aparece en la película de la nada, por un bosque frondoso indeterminado, rodeado de animales, corriendo descalzo como uno más hasta que llega a un lujoso chalé, dirigiéndose hacia la piscina y visto en un bello plano desde una arboleda que lo esconde un poco, lo cual nos hace sospechar de su procedencia y su presencia. Con este prólogo, la historia crea un halo de misterio que nos conquista desde el primer momento por su energía y vitalidad y por la calurosa acogida de sus vecinos y amigos, dueños de esa piscina en la que se desliza suavemente hasta salir de ella de forma explosiva.
El relato se desarrolla a las afueras de Connecticut en verano, en una urbanización de clase alta, en las que poseer una buena vivienda y una gran piscina es un símbolo de bienestar basado en la economía y lo material. Un toque de distinción del que presumen ante el vecindario en continuas fiestas, resacas, snobismos y conversaciones vacías. A Merrill se le ocurre la idea de recorrer el valle hasta su casa, a unos 10 km, “nadando” de piscina en piscina de sus vecinos, en lo que él llamará el río Lucinda, en honor a su mujer. Una idea extravagante que no hace sino cargar de más extrañeza a este personaje que parece haber salido de un estado de hibernación vestido nada más que con un apretado bañador oscuro.
 Este recorrido se transformará en un periplo vital, en el que cada extraño encuentro con cada vecino constituirá un nuevo aprendizaje para el nadador, que se encuentra con su pasado, con personajes con los que va perdiendo popularidad y aceptación, con una conquista frustrada, con una antigua amante que le desprecia y con personajes de clase media-baja que le recriminan su comportamiento en el pasado. En definitiva, asiste en directo a su declive físico, social, familiar, laboral sin dar crédito. Se arroja, nunca mejor dicho, al abismo de las piscinas o paradas de su vida. Una odisea, un camino lleno de obstáculos de un Ulises hacia su añorada Ítaca, deseando en una imagen idealizada, que Penélope le siga esperando, haciendo su tapiz interminable.

"The Swimmer" (1968). Frank Perry, Sydney Pollack
Shirley Abbott (Janice Rule) & Ned Merrill (Burt Lancaster) 

 Con este interesante personaje y su paso por el vecindario, asistimos a una ácida crítica hacia la clase alta estadounidense, al “American Way of Life”, al sueño americano, retratando a unas gentes frías, miserables y superficiales hasta el extremo. Algo muy parecido a la magnífica “Strangers When We Meet” de Richard Quine o “American Beauty” de Sam Mendes.

 Como curiosidades, añadir que John Cheever hace un cameo en la película en la fiesta multitudinaria, así como el matrimonio Perry y que en 1992 se hizo un anuncio de vaqueros que adquirió mucha fama, basado en esta película.
Burt Lancaster se desnuda por fuera y por dentro en esta gran película y, sobre todo, en ese final dramático que no desvelaré, en que nos regala una secuencia impactante y conmovedora, tan cargada de intensidad que pone los vellos de punta. Un descenso a los infiernos, a un precipicio inexorable.
 La recomiendo totalmente.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Maestro. Qué lección inolvidable

Francisco dijo...

Felicitar a Estrella Millán Sanjuán por su magnífico artículo

Estrella dijo...

Pues era la película preferida de Lancaster. Y una de las mías también. En su madurez Lancaster alcanzó una plenitud interpretativa increíble. Esta fue después de "Il gattopardo". En realidad él tenía 53 años cuando la rodó, pero esta película costó dos años en estrenarse por distintos problemas con los directores y la producción. No pensaban que se iba a convertir en una película de culto. No me canso de verla para disfrutarla y disfrutarle. Te voy a poner el texto que escribí hace tiempo.
Gran texto el tuyo.

Wildberry continua dijo...

Una película nihilista y muy sobria, tremendamente melancólica, decadente, desoladora.
Magistral adaptación; gran carambola del destino que terminara de cincelarla Pollack con su magia inconfundible.

Paco Sepúlveda dijo...

Brillante, Estrella. BRAVO!!!!!!!

Estrella dijo...

Gracias.