Palabras perdidas e Identidad
"Mies vailla menneisyyttä" (2002). Aki Kaurismäki
"The Man Without a Past"
Francisco Huertas Hernández. 2002
"Mies vailla menneisyyttä" (2002). Aki Kaurismäki
"The Man Without a Past"
M (Markku Peltola) & Irma (Kati Outinen)
En esta desoladora película finlandesa -que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 2002- un hombre (Markku Peltola) llega en tren, de noche, a Helsinki. Se queda dormido en un parque y es golpeado por tres delincuentes. Lo llevan al hospital en coma y lo declaran muerto, pero, cuando los médicos se van, se levanta y sale del hospital con las vendas. La familia de Nieminen vive en un contenedor abandonado del puerto. Lo encuentran tirado y lo llevan con ellos. Sin embargo, el hombre ha perdido la memoria y ni siquiera recuerda su propio nombre.
El amnésico intenta conseguir un trabajo, pero como no sabe su nombre es expulsado de la oficina de empleo. Conoce a Irma (Kati Outinen), que distribuye la sopa del Ejército de Salvación, y ésta le consigue un trabajo en el mercadillo de dicha organización benéfica.
Tras una peripecia en la que se ve envuelto en un atraco, recupera sus recuerdos. Descubre que su esposa le abandonó por ludópata.
Uno sabe quién es -y eso es presuponer que existe un yo y una inteligencia que pueda captarlo- cuando puede recordar palabras como su nombre, el lugar en que vive, el trabajo que hace, el nombre de sus familiares y amigos, y algunos recuerdos de hechos. Los nombres de sus ideas y sentimientos son probablemente secundarios, porque no añaden más que cualidades subjetivas a la base de su existencia.
El lenguaje es esa base. Existir es poder nombrar, o preparar las vivencias para ser recordadas -nombradas- en un futuro, cuando solo podamos recordar nuestros días felices.
En este escrito de 2002, "Chinoiseries" (un estilo artístico de influencia china en la Europa del siglo XVIII, coincidente con el Rococó), intenta rememorar una conversación estival con una conocida de Marsella, o, tal vez, un amigo de Grenoble -no recuerdo bien-, donde la indefinición de la lengua hablada generaba la ambigüedad propia de la realidad que solamente podemos compartir mediante las palabras.
Recordar las cosas partiendo de la mezcla del francés y el español, no dominando la otra lengua, nos hacía ser "prisioneros del lenguaje, o, tal vez, únicamente, merodeadores enmascarados en la nostalgia desenvainando lexemas y jugando a descubrir tesoros ocultos".
Las palabras son las etiquetas de la identidad, o dicho de otro modo: las llaves del mundo. Sin lenguaje no hay mundo. "El hombre sin pasado" es el "hombre sin palabras", o, al menos, sin la conexión entre las palabras y SU VIDA, y eso es la IDENTIDAD
Chinoiseries
Estábamos
hablando en una lengua que comenzaba en el francés, pasaba por el español y
terminaba en esas regiones del aire que Cervantes
y los aristotélicos llamaban éter. Apareció una palabra (un mot), no sé bien cómo, uno nunca sabe
bien cómo aparecen. Y la conversación empezó a girar como un remolino hacia el
pasado. Buscábamos las palabras olvidadas de nuestros abuelos, y las
expresiones de aquellos personajes literarios de nuestras respectivas lenguas.
En un ejercicio de buceo en los océanos de la memoria sacábamos sinónimos o
circunloquios que buscaban la aproximación a esa esquiva palabra, cuyo concepto
no acababa de ser apresado aunque sus letras, su sonido, el vocablo en sí,
estaba ante nosotros. Éramos prisioneros
del lenguaje, o, tal vez, únicamente, merodeadores enmascarados en la nostalgia
desenvainando lexemas y jugando a descubrir tesoros ocultos
Francisco Huertas Hernández
Agosto de 2002
2 comentarios:
Artículo de poco contenido. Las palabras son las etiquetas de la identidad, o dicho de otro modo: las llaves del mundo. Sin lenguaje no hay mundo. "El hombre sin pasado" es el "hombre sin palabras", o, al menos, sin la conexión entre las palabras y SU VIDA, y eso es la IDENTIDAD
Los lentes de Eróstrato
Ayer al mediodía creí haber tenido un sueño, nacido posiblemente de los ojos de un astronauta muerto hace medio siglo.
En esta nueva era todos pueden viajar sin moverse, no se necesita equipaje, la preparación es bastante simple. A decir verdad, la tuvimos siempre al alcance de la mano, solo hay que leer, después de eso la mente como una gimnasia simple solo se traslada al papel, porque contiene la esencia del viaje. Se intenta durante un tiempo leer a través de pantallas, pero la magia no aparece, los científicos dicen que las células del cerebro no tienen empatía con el líquido de las pantallas. El papel vehiculiza la transparencia y la deja flotando en otra dimensión y es allí cuando el viaje ha comenzado.
Marcelo López
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