sábado, 12 de noviembre de 2022

"Ainur" (2021). Gonzalo García-Pelayo. El eterno femenino en la ciudad del futuro. Francisco Huertas Hernández

"Ainur" (2021). Gonzalo García-Pelayo
El eterno femenino en la ciudad del futuro
Francisco Huertas Hernández

"Ainur" (2021). Gonzalo García-Pelayo
Plano frontal de uno de los personajes femeninos en la cúpula de la Torre Bayterek al final de la película
Un plano, una película: en esta imagen se fusionan la belleza inaprehensible del "eterno femenino", la "alteridad" de Asia, y el contraste entre lo humano y lo artificial de la ciudad del futuro (Astaná o Nur-Sultan) al fondo.
Todo el film queda aquí sintetizado.
El amor eterno -que trasciende a las personas concretas, como "idea" o "impulso" que mueve al ser humano- y el "futuro" racional-geométrico de la arquitectura de la ciudad del porvenir

"Ainur, cada mujer es un reflejo tuyo"

 Айнұр, o Айнур (rayo de luz de luna, en kazajo), es el nombre "soñado" del "eterno femenino", en una película experimental de Gonzalo García-Pelayo (1947), rodada en la capital de Kazajistán, Астана, rebautizada como Нұр-Сұлтан (Nur-Sultan), en homenaje al primer presidente del país, Nursultan Nazarbayev (1940), que tuvo la idea de construir esta ciudad como nueva capital (1997) del país independizado de la URSS (1991), lo que no impide que la lengua común siga siendo el ruso, idioma en que transcurre la mayor parte de este film bilingüe y cosmopolita.

 Esta obra de García-Pelayo es antinarrativa, y se construye sobre la belleza visual de la ciudad del futuro, que produce a los tres protagonistas castellanoparlantes -la pareja formada por Víctor (Víctor Vázquez) y Martina (Olivia Cábez), y el amigo de éste, Pablo (Pablo Piedra)- una "sensación de irrealidad", "un lugar que no existe" -como dice Víctor en una crucial secuencia filmada en contrapicado con el fondo del mapa de la nación y una cita de Nazarbayev, y los tres viajeros caminando de un lado a otro, y entrando y saliendo del plano. "¿Cómo habitar un lugar que tiene borrada cualquier idea de identidad?" pregunta Pablo, con su acento argentino. En ese diálogo entre "identidad" y "alteridad" en torno al urbanismo, Víctor, un andaluz culto y explorador de mundos, afirma: "tal vez que nosotros venimos de ciudades que sabemos cómo se han ido haciendo, y esto es como una ciudad que se ha pensado. Probablemente sea la ciudad del futuro". "Claro, pero a mí eso me parece que la dota de mucha identidad... Ese carácter del futuro, de ciudad nueva, ya le dota de una identidad que no tiene ninguna otra ciudad" objeta Martina, que porta la cámara, con la que ha filmado a las mujeres kazajas hablando del amor, la maternidad y la vida. "Siempre nos imaginamos el futuro como un lugar parecido a éste. Y yo me pregunto por qué esa idea del futuro como un lugar abstracto, geométrico, gélido... no lo entiendo" reflexiona Pablo, fuera de plano, mientras el espectador ve un mapa vacío de Kazajistán en la pared. Que esta sea la escena más importante de la cinta desde un punto de vista filosófico es innegable. Incluso el realizador ha querido dotarla de una grandeza plástica y simbólica: el contrapicado, el movimiento pendular del paseo, el mapa vacío con las palabras del fundador de la ciudad... "Un lugar regido por la razón" apostilla Víctor entrando en plano. "¿El futuro?", pregunta Martina. Luego ya Víctor aclara que esa "razón científica, nosotros nos la imaginamos numerológica, geométrica, no sé si necesariamente fría...". Martina, la más "terrenal", expresa esta idea: "la gente tiene un carácter tan cercano, tan abierto, que no consigo ver la ciudad fría...". Martina se enreda con su argumentación, pero los personajes ya están fuera de campo, y el espectador ve el techo del museo, con un ave imponente de alas desplegadas hecha de madera...
 
 Esa "ciudad del futuro" con la que se inicia y termina el largometraje, vista desde un dron: rascacielos iluminados en la noche, y la voz en off del "espíritu" de Ainur, del "eterno femenino".

 Y la ciudad, o el "espacio habitable", es el lugar al que Víctor acude, sin que sepamos muy bien por qué, acompañado de su nueva pareja, Martina, "buscando" las "huellas" de Ainur, su antiguo amor, fallecida, nadie sabe cómo ni cuándo. El encuentro con la familia de ella es una muestra de la hospitalidad kazaka.

 El "eterno femenino" (das Ewig-Weibliche) es un "arquetipo psicológico y un principio filosófico que idealiza un concepto inmutable de mujer", y está "encarnado" acústicamente en la voz en off de Ainur, que habla a través de cualquiera de los personajes. Ainur es ese "espíritu ficción", con el que el director describe el género de su largometraje. "En todas las mujeres a las que pueda amar estarán siempre las que amé primero" recita la voz lírica, con acento extranjero, del "espíritu" de Ainur, pero manifestando el sentir de Víctor, y de Gonzalo García-Pelayo, y el de éste que escribe. ¿Se puede volver a amar tras el amor definitivo?. No es ésta una película de amor en sentido convencional: no hay historia, hay poesía y documento antropológico. Víctor habla un ruso simple. Presenta a su nueva novia a la familia de Ainur. Hay algo extraño en ese "rito" de búsqueda, reconciliación y perdón. Por alguna razón, oscura y visionaria al tiempo, Gonzalo García-Pelayo no subtitula a las personas cuando hablan ruso -"la más bella lengua del mundo"-. Con el transcurso del film nos damos cuenta que el español es el idioma de los "personajes de ficción", y el ruso el de las "personas de verdad": la vida se hace en ruso, pero el arte y la filosofía, en español. Uno tiene la impresión de que Ainur fue una persona real cuando ve llorar a su padre recordándola. Porque lo más real es lo invisible, como nos dijeron Parménides, Platón y las religiones, sin los cuales esta película carecería de sentido: el "ser", las "ideas", "Dios". Uno tiene la tentación de creer que el "Dios escondido" en el corazón bueno y lleno de amor de estas personas de Astaná hacen de este metacine pelayiano una cinta espiritual. Y falta el sexo, la cópula que unió a Ainur y a Víctor, y la que une a Martina y a Víctor, sobre todo al final, cuando éste a punto de marchar de Kazajistán, confiesa su amor y su necesidad de engendrar un hijo en el vientre de Martina, la mujer que ha querido llegar al corazón del país entrevistando a sus mujeres. Gonzalo García-Pelayo es el director erótico-teológico del cine español.

 "Ainur" es una película osada, en la que se "borran" los "límites" entre ficción y documental. Algunos de sus mejores momentos son un testimonio antropológico sobre la cultura y valores kazakos, expuestos con infinita belleza y serenidad por sus mujeres. Aunque dos hombres -Víctor y Pablo- aparentemente piloten la nave, es Martina, la que maneja la "cámara", en otro de esos "límites" superados por García-Pelayo: la distinción entre imagen y palabra. Las palabras "profundas" de los dos hombres son demasiado "occidentales" (?), pero las imágenes que "crea" Martina, y las entrevistas que realiza, tienen más "verdad", es decir, más "vida". Que este proyecto sea resuelto con una clara belleza es triple mérito del director, la ciudad y las gentes kazakas



























































"Ainur" (2021). Gonzalo García-Pelayo

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Comentarios de nuestros lectores:

- Francisco Huertas Hernández: "Pregunté a Gonzalo García-Pelayo por su segunda película más querida, tras realizar yo un acercamiento a su obra más amada, "Copla" (2015), y eligió ésta, "Ainur" (2021), una historia de amor, sin historia, en un lugar lejano para un español: Kazajistán. A diferencia de "Copla", realizada en vídeo, ésta, filmada en cine en alta resolución, es cosmopolita, y nos lleva a la "alteridad", esa "incurable otredad de lo uno", que explicaba el inmortal Maestro Juan de Mairena, un heterónimo de Don Antonio Machado, sevillano universal, que amó Castilla y enseñó la lengua de Verlaine. Esa "alteridad", del "encuentro" entre Occidente y Oriente, en una "ciudad del futuro", aparentemente fría e hiper-racionalizada, pero habitada por gentes afables y cordiales. Buscando el amor que renace en cada mujer, pero siempre tiene como modelo el "eterno femenino", esa "mujer inmutable y matricia" que habla ruso -¿y cómo va a hablar el amor otra lengua distinta al ruso, el francés o el italiano?-, y "ausente", Ainur, el símbolo del deseo y la memoria, a un tiempo. Víctor y Pablo son dos "intelectuales" -en la vida real, profesores universitarios de Derecho y Cine-, "demediados", porque todo varón está partido por la mitad, en la "ausencia" de su mitad materna o erótica. Y Martina, cuya cámara -¿falo tecnológico o faro que ilumina/crea lo "real"?- completa la ya, de por sí, completud femenina. No es casual que sea ella, Martina, quien, sin saber ruso, sea capaz de "entender" el alma kazaja, con su capacidad de "escucha", y sus preguntas, sus entrevistas

 "Ainur" es una joya, en la que García-Pelayo se acogió a la influencia de Resnais, Rossellini y Antonioni. La segunda de las 7 películas que el director afrontó en un periodo de doce meses (abril 2021-abril 2022) y que se inició con el rodaje en Sevilla de "Dejen de prohibir que no alcanzo a desobedecer todo" (2021). He amado esta película con fruición creciente en cada escena y cada encuadre -y su predominio de la "frontalidad" o "verdad de la cámara"-, en esa ciudad bañada por el sol que se refleja en el cristal de sus edificios vanguardistas, y en esa oscuridad en que refulgen los rascacielos de Astaná, o Nur Sultan, ciudad fundada por un hombre que tuvo vocación de ser inmortal en sus obras. Esa ciudad azul celeste y amarilla, en palabras del director. Y la discusión sobre la inmortalidad en un puente futurista de Nur Sultan, entre Víctor -defensor de la fugacidad de la vida, sin la que no tendría sentido- y Pablo, y su interrogación transcendente, que solo son palabras en medio del amor y la vida, y la belleza que Gonzalo García-Pelayo sabe descubrir..."

- Gonzalo García-Pelayo: "Impresionante análisis y entendimiento de mi película menos entendida de estas 10 últimas (con "Copla", que no son mis favoritas, ninguna lo es, pero si las que necesitan más atención por mi parte como hijos más débiles). Todo, todo lo pretendido es entendido en este texto. Sólo falta el análisis de plano exterior del la gran bola cuando la cámara vuela de una ventana a otra, que tiene precedente en una película de Ophüls y que solo puede realizarse con la utilización del dron, artilugio que creo que esta película asienta de manera definitiva en la historia del cine superando las antipatías que inexplicablemente despierta en tantos críticos)"


- Gonzalo García-Pelayo: "Impresionante análisis y entendimiento de "Ainur", mi película menos entendida de estas 10 últimas (porque Kazajistán es un país muy poco conocido; porque -voluntariamente- una parte es hablada en ruso sin subtítulos; porque gustan las ciudades antiguas y no las modernas; porque, inexplicablemente, el uso del dron en el cine despierta antipatías (como no entusiasmaba el sonido, el color o el cinemascope)). Francisco Huertas Hernández encuentra la clave del film en la charla de los personajes delante del mapa del país y desgrana ideas como "...en el corazón bueno y lleno de amor de estas personas de Astaná hacen de este metacine pelayiano una cinta espiritual" o "El "eterno femenino" es un "arquetipo psicológico y un principio filosófico que idealiza un concepto inmutable de mujer" o "...García-Pelayo es el director erótico-teológico del cine español", además de destacar la importancia de los textos en off (de Luisa Grajalva y Emilio Porta) y añadir sesenta seleccionadas capturas con la gran fotografía de José Enrique Izquierdo, quizás la más brillante de toda la serie (junto a "Chicas en Kerala"). Gracias Francisco"

- Luisa García-Grajalva Bernal: "Me emocionó la idea central de "Ainur" desde el principio, esa búsqueda de su idea del amor soñado de uno de sus protagonistas que va de lo perdido e imposible a lo extraño de la obsesiva búsqueda en un paisaje casi irreal, así como el contraste entre su actitud y las de los otros dos protagonistas, me fascinó el argumento y multiplicó por mucho la fascinación el resultado de una película que lo muestra con las bellísimas imágenes de la ciudad futurista. Hay planos en que el dron logra imágenes y reflejos espectaculares, talentazo y sensibilidad de José Enrique Izquierdo y tuyos. Cuando leí esta crítica de Francisco Huertas (no es extraño que sea profesor de filosofía), pensé: "¡por fin un análisis que ve Ainur como yo la veo!" Ainur me parece una joya de las 10+1, los sentimientos y anhelos eternos abriéndose paso en un entorno casi de ficción, y el análisis de Francisco Huertas, pormenorizado y brillante, no puedo más que aplaudirlo y suscribirlo al cien por cien. Muy grande, Ainur"


- Gonzalo García-Pelayo: "Sí que lo sé Francisco, mira el comentario a tu comentario de uno de los actores de Ainur: "Es muy buena en serio esta crítica. O sea, desde el punto de vista argumental-filosófico, han entendido todo, incluso más que nosotros" Y le he respondido: "es estupenda porque muestra el asombro que le ha producido algo que no se esperaba, ha tenido humildad y se muestra asombrado". Gracias pues por tu entregada mirada sin prejuicios"

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bravooo

ggarciapelayo dijo...

Impresionante análisis y entendimiento de mi película menos entendida de estas 10 últimas (con Copla, que no son mis favoritas, ninguna lo es, pero si las que necesitan más atención por mi parte como hijos más débiles). Todo, todo lo pretendido es entendido en este texto. Sólo falta el análisis de plano exterior del la gran bola cuando la cámara vuela de una ventana a otra, que tiene precedente en una película de Ophuls y que solo puede realizarse con la utilización del dron , artilugio que creo que esta película asienta de manera definitiva en la historia del cine superando las antipatías que inexplicablemente despierta en tantos críticos)