"Cuando nadie te ve" & "A media voz", de Montse Santó: de Eros a Hécate.
Díptico narrativo: El camino de Shia y sus amores laterales.
Comentario libre de Francisco Huertas Hernández
Hoy voy a escribir sobre dos novelas que forman un díptico, "Cuando nadie te ve" y "A media voz", escritas por Montse Santó. Aproximarnos a estas historias requiere discreción: revelar acontecimientos o relaciones entre personajes podría afectar al placer de la lectura.
Primero uno se detiene ante la apariencia visual del libro, su portada. En "Cuando nadie te ve", un cuerpo semidesnudo de mujer, un hombro descubierto, la piel joven, y una porción de cabello, con una playa de agua y espuma. El volumen tiene fondo azul. Un color que podría simbolizar libertad y horizontes (los del mar y el cielo). Sí, esta primera parte de la dilogía, es una obra erótica, entendiendo esto como una aventura de libertad y expansión del personaje principal, una mujer, recién divorciada, Shía. Es una novela sobre el deseo y sobre las relaciones sentimentales. Ambas dimensiones quedan unidas. Los personajes son tan impulsivos como la escritura que prescinde de descripciones y nos sitúa en medio de las aventuras de placer y afectos de Shía y sus amantes.
Los hombres y mujeres de mediana edad de esta historia parecen ser franceses, pero eso es lo de menos: son universales. Sus peripecias de miradas, caricias, juegos y cópulas tienen escenarios lujosos en París, la Toscana o Nueva York, pero también en Sitges, lo que nos acerca a los personajes.
Un "viaje emocional", así describe la autora su obra. Nunca un viaje es puramente exterior, pues quien se desplaza a otros lugares, es afectado también en sus pasiones y acciones por la presencia de los paisajes, los colores, el clima, la vegetación, la arquitectura, los usos y costumbres, las comidas o los idiomas. Shía es una mujer que busca sentir, algo muy frecuente en quien se casó demasiado joven, y entró en una rutina que apagó los sentires y la imaginación. Y para sentir hay que viajar, al interior de uno mismo, para desatar allí dentro ciertos nudos morales, que la protagonista va soltando sin apenas darse cuenta, quizás llevada por quienes va encontrando en el camino. Sorprende la inmediatez con que lo sexual se apodera de la recién divorciada. Un hombre que representa la libertad sexual pura la inicia en ese sendero del cortar nudos y despertar la imaginación aletargada. No nos importa ahora el nombre de ese ejecutivo alto, guapo, rico y superficial. Muchos encuentros laterales se sucederán con otros tantos personajes seguros de sí mismos en su piel, aunque apenas sepamos nada de su caracter, su pasado o sus traumas.
Shía va y viene. Su hogar o su ciudad son algo tan poco consistente como su dejarse llevar por las nuevas aventuras. A su lado siempre está su amiga, confidente, leal y cuidadora. Primero al teléfono, luego en persona.
El peso del placer sólo puede ser atenuado por el dolor. Pero en una historia de superación y afirmación como ésta, el placer y la armonía vencen los obstáculos de la fragilidad del cuerpo y su genética. Esa afirmación, el leit motiv de la novela, exhorta a vivir, a desear, y experimentar: "cuando nadie te ve, puedes ser quien quieras ser".
El gran éxito de "Cuando nadie te ve", llevó a los lectores a pedir una continuación, y la autora concibió una novela más compleja, donde lo erótico (Eros) dio paso a lo misterioso (Hécate: diosa griega de triple apariencia vinculadas a la tierra, el cielo y el inframundo. Diosa de la magia, las encrucijadas, con su antorcha, sus llaves y sus perros negros). Esta segunda parte se llamó: "A media voz", título engañoso, porque no es el carácter íntimo a la luz de las velas lo que predomina sino el misterio y la enajenación de una Shía que transita entre lo dionisiaco (extraordinario capítulo IV: El órdago) y lo patológico. De pronto, los personajes, los mismos de la novela anterior, se han hecho más complejos, porque hemos averiguado sus orígenes. Si la filosofía es la búsqueda de las causas ocultas por la apariencia, diríamos que esta segunda parte es filosófica. Shía adquiere en "A media voz" una fuerza casi aterradora, pero como el lector anhela una conciliación de dicha y acción, no deberá temer por un desenlace funesto... ¿o, quizás, sí?
Si vimos la tapa azul de la primera novela con un cuerpo semidesnudo, ahora vemos una portada blanca con dos franjas horizontales azules (¡sí: el azul de "Cuando nadie te ve"!) dentro de las cuales hay sendos ojos. Los de la autora, cuya mirada sonriente, probablemente irónica, interroga el destino de su protagonista. El erotismo no ha desaparecido, es decir, la piel y los cuerpos, ese "erotismo cinestésico", que señala Mariona Millà, cuyo prólogo admirable nos regala una ilustración de su visión onírica y saturnal de la novela. Ahora se impone la intriga. Bien supo Sigmund Freud que, junto a la pulsión de vida, siempre a su lado, y en permanente lucha, está la pulsión de muerte. Hécate no es la diosa del inframundo, ni los personajes de "A media voz" descienden a él como Orfeo o Ulises, aunque esta diosa tenía autoridad sobre los fantasmas y las almas de los muertos. Esto la acercó al culto a Perséfone y Hades. ¡No os alertéis lectores, Montse Santó no os llevará allá! Pero en la búsqueda de la identidad, la lucha entre Eros y Hécate, placer y misterio, Shía seguirá comportamientos abismales e incomprensibles, hasta encontrar de nuevo un lugar desde el que aceptarse y amar a cuantos la acompañaron en su viaje por la piel y el abismo...
Francisco Huertas Hernández
31 de octubre de 2024