Первая Любовь (Primer amor)
Владимир Петрович и Зинаида Александровна (Vladimir Petrovich y Zinaida Aleksandrovna)
Prólogo. "Primer amor", un recuerdo autobiográfico
¿Por qué contar bellamente lo más doloroso? ¿La literatura cura las heridas de la vida y del amor? La lectura atenta de "Первая Любовь" (1860) de Ivan Sergueyevich Turgueniev (1818-1883) nos hace sentir comprendiendo -inteligencia sentiente, según Xavier Zubiri- el paso de la inocencia al desengaño a través de la experiencia iniciática del enamoramiento adolescente. Lo que el arte revela al contemplador es siempre emocional, y la más alta emoción es intuición pura, previa y superior a todo concepto y argumentación. Durante muchos años los editores han presentado "Primer amor" de Turgueniev como una superficial novela romántica de entretenimiento, pero hoy sabemos que contiene un conflicto edípico -antes de que Sigmund Freud lo formulara en 1899 en "La interpretación de los sueños"- y una compleja psicología sádico-narcisista femenina atenuada por jardines, húsares, condes, juegos, ensueños poéticos y una bellísima forma de narrar del gran escritor de Oryol.
La intuición de ese sentimiento extraño y, al tiempo, esencial, llamado amor, tiene lugar en "Pyervaya Lyubov" -Любовь, en ruso, es palabra femenina, ya que la verdadera naturaleza del amor es femenina- a través de los ojos y corazón de un muchacho adolescente de clase acomodada que veranea en una dacha cerca de Moscú. Lo "eterno femenino" (das Ewig-Weibliche) es descubierto por Johann Wolfgang von Goethe en los versos finales del Faust II (1832):
Alles Vergängliche
Ist nur ein Gleichnis;
Das Unzulängliche,
Hier wird's Ereignis;
Das Unbeschreibliche,
Hier ist's getan;
Das Ewig-Weibliche
Zieht uns hinan
(Todo lo transitorio
No es más que un símbolo;
Lo insuficiente,
Aquí se convierte en realidad;
Lo inexpresable,
Aquí se realiza;
Lo eterno femenino
Nos atrae hacia lo alto)
"Hier wird's Ereignis; / Das Unbeschreibliche, / Hier ist's getan; / Das Ewig-Weibliche / Zieht uns hinan", lo inexpresable (Unbeschreibliche) emocional debe transmitirse en palabras, en su feminidad pura y trascendente, que nos atrae hacia lo alto y desconocido: Dios es infinito terror y amor. Y su huella en la tierra mantiene esa dualidad desgarradora: cuánto más se ama, más se sufre. El amor eleva y precipita después al amante en el infierno. Turgueniev no era creyente. Sus ideas racionalistas europeizantes le llevaron a pasar largos años en esos países que odian a Rusia y desconocen su alma, y, sin embargo, la obra de Turgueniev es tan rusa como los autores más eslavófilos (su amigo Dostoyevski o el joven Tolstoi).
"Primer amor" fue escrita en 1860, tras "Накануне" (En vísperas) y editada en la revista "Библиотека для чтения" (Biblioteca de Lectura) en su número 3, ese mismo año, en San Petersburgo.
El tema de la novela es autobiográfico. Tal y como se describe en la narración, el joven Ivan Sergueyevich Turgueniev en 1833 se enamoró en Moscú de la princesa Yekaterina Lvovna Shajovskaya, que veraneaba en una dacha. En el texto es Zinaida Aleksandrovna. Vladimir Petrovich es el nombre de Turgueniev en la novela. Y el padre del autor, Serguei Nikolayevich Turgueniev, se transforma en el progenitor de ficción de Volodya (diminutivo de Vladimir), Pyotr Vasilyevich.
La historia es escabrosa, incluso ahora: el primer amor romántico y puro de un adolescente de dieciséis años por una vecina de veintiuno, que descubre, que es la amante de su propio padre, adúltero clandestino, aunque respetado y admirado por su hijo.
Nikolai Mijailovich Chernov (1926-2009), el mayor estudioso de la obra del novelista, expone como la madre de Turgueniev -Varvara Petrovna- conocía el adulterio de su marido con la princesa poeta, cuyo nombre maldito no debía pronunciarse en su presencia. Varvara era poco atractiva: bajita, morena, encorvada, con una nariz larga y ancha, con rastros de viruela, y hábitos masculinos como montar a caballo, jugar al billar o practicar tiro, no podía impedir las aventuras de un marido apuesto, seis años más joven, al que ella eligió por amor. El flirt con la princesa Shajovskaya, de la que su mismo hijo se había enamorado, llevó a Varvara a una relación con su médico, con el que tuvo una hija ilegítima. Su marido, Serguei Nikolayevich, murió en 1834. Varvara no fue a su entierro.
La madre del escritor tenía un carácter despótico y sólo conocía una herramienta educativa: la vara. "Me pegaban", recordaba Ivan Sergueyevich, "por cualquier nimiedad, casi a diario". Turgueniev era el mediano de tres hijos. Los niños fueron criados por tutores franceses y alemanes. Hasta los nueve años, vivió en la finca familiar, y en 1827 se mudaron a Moscú, donde, en una finca veraniega, conoció a la princesa que despertó su primer amor en 1833.
Turgueniev no evoca a sus padres desde el resentimiento ni la amargura. Es generoso con ambos y omite la personalidad tiránica y vengativa de la madre y la enfermedad mental del padre. Los personajes que los recrean están llenos de virtudes y rasgos nobles. Pero el lector no puede dejar de sentir un sinsabor al terminar el relato del maduro Vladimir Petrovich.
Resumen y Análisis filosófico de "Primer amor" (Первая Любовь) de Ivan Turgueniev
La historia está dedicada a un amigo cercano del literato, Pavel Vasilyevich Annenkov (1813-1887), crítico literario y autor de memorias.
Tres hombres aburridos, a medianoche, después de que los invitados de la cena hayan marchado se encomiendan a contar historias: "Entonces, está decidido -dijo arrellanándose en la butaca y encendiendo un cigarro-, cada uno de nosotros debe contar la historia de su primer amor" (Итак, это дело решенное, — промолвил он, глубже усаживаясь в кресло и закурив сигару, — каждый из нас обязан рассказать историю своей первой любви).
Lo relatado por el primer interlocutor y el anfitrión es irrelevante. Es curioso observar que éste llama "solterones" (не молодых холостяков) a sus contertulios con cierto desdén. ¿Es que, acaso, los más grandes amores son incompatibles con el matrimonio y las convenciones sociales? O dicho de otro modo: ¿todo amor verdadero acaba mal y cierra el corazón a cualquier otro?
Vladimir Petrovich quiere escribir en un cuaderno sus recuerdos y leerlos: "Contar no se me da muy bien: la historia o bien me sale seca y breve o bien prolija y falsa" (рассказывать я не стану; я не мастер рассказывать: выходит сухо и коротко или пространно и фальшиво). Así se recuerda lo vivido, escribiendo. Recordar es vivir dos veces, o morir tres. Osados ignorantes fueron los que despreciaron el valor de la literatura, fuente de vidas revividas desde el manantial de las palabras. Escuchar el murmullo líquido del recuerdo y hacerlo discurrir como el arroyo que nace en el hontanar oculto en el que brotan las aguas subterráneas. El escritor tiene, entre la tinta y su verbo, esa misión divina: hacer feraces los campos del tiempo por los que cruzamos sin apercibirnos. ¿Qué infancia es mejor que la evocada en el cuento? ¿Qué amores más puros que los creados por la poesía? Hay algo en la vida que se presiente en raros instantes: vivimos para narrar después, para depurar lo acontecido en acontecimiento esencial, para compartir la experiencia con los oyentes y lectores que sentirán como propia nuestra vida, pero sólo cuando ésta sea transmitida en palabras, bellas, precisas y concordantes con sentimientos no verbales pero siempre anhelantes de forma estética.
En veintidós capítulos breves el "solterón" Vladimir Petrovich vivirá dos veces, o morirá tres. En el estilo de Turgueniev la naturaleza, el amor y la libertad interior se concilian, en el uso de la lengua rusa, más precisa y musical que la castellana.
"En aquel entonces yo tenía dieciséis años. Todo ocurrió en el verano de 1833.
Vivía en Moscú con mis padres. Ellos alquilaron una dacha cerca de Kaluzhskaya Zastava, frente al jardín Neskuchny. Me preparaba para el ingreso en la universidad, pero trabajaba muy poco y sin prisas" (Мне было тогда шестнадцать лет. Дело происходило летом 1833 года.
Я жил в Москве у моих родителей. Они нанимали дачу около Калужской заставы, против Нескучного. Я готовился в университет, но работал очень мало и не торопясь).
La descripción de su madre y su padre no son del todo acordes a los padres verdaderos del escritor. Dice que era hijo único, en la realidad no lo era. Habla de la tranquilidad y despotismo del padre, y de la vida triste, celosa y enfadada de la madre. El chico monta a caballo y goza de la naturaleza en su esplendor estival, pero añade V. Petrovich: "recuerdo que en aquella época la imagen de la mujer, el fantasma del amor femenino casi nunca aparecía en mi mente con rasgos definidos; sin embargo todo lo que pensaba y sentía abrigaba un presentimiento semiinconsciente y vergonzoso de algo nuevo, inenarrablemente dulce y femenino.
Este presentimiento, esta espera, impregnaba todo mi ser: se hallaba en el aire que respiraba, corría por mis venas en cada gota de mi sangre... y pronto estaba llamado a cumplirse"
(Помнится, в то время образ женщины, призрак женской любви почти никогда не возникал определенными очертаниями в моем уме; но во всем, что я думал, во всем, что я ощущал, таилось полусознанное, стыдливое предчувствие чего-то нового, несказанно сладкого, женского...
Это предчувствие, это ожидание проникло весь мой состав: я дышал им, оно катилось по моим жилам в каждой капле крови... ему было суждено скоро сбыться)
El amor antes de la amada: un presentimiento impulsado oscuramente por la testosterona, la dihidrotestosterona y las hormonas producidas por la glándula pituitaria, pero vestido de versos, fragancias e imágenes vertiginosas o luminosas. Un sentimiento vago y sin rostro, un anhelo de plenitud que busca una amada. La madre del narrador habla en la comida de los nuevos vecinos: la princesa Zasékina. Debía ser pobre. Nuestro protagonista no estaba muy afectado por ese título nobiliario: acababa de leer "Los bandidos" (Die Räuber) de Friedrich Schiller. Y esta empobrecida princesa tenía una hija que se convertiría en la destinataria de ese sentimiento para el que el cuerpo y el espíritu del joven Volodya estaba dispuesto.
En la valla separadora del jardín vecino vio por primera vez a la hija de la princesa: "a unos pasos de mí, en un claro entre matorrales de frambuesa verde, se hallaba una joven alta y esbelta, con un vestido rosa a rayas y un pañuelo blanco en la cabeza" (В нескольких шагах от меня — на поляне, между кустами зеленой малины, стояла высокая стройная девушка в полосатом розовом платье и с белым платочком на голове). Cuatro hombres jóvenes jugaban en torno a ella. Nuestro pequeño héroe fue puesto en ridículo cuando le sorprendieron mirando a hurtadillas y huyó. A partir de ese momento la imagen de la joven no le abandonará.
En los capítulos siguientes, Vladimir Petrovich recuerda como visitó el pabellón donde se alojaban la princesa y su hija, necesitadas de amparo económico, y como la chica empezó a llamarle con cierta burla "Monsieur Voldemar", y se inicia un juego de seducción ingenuo para Zinaída Aleksándrovna y serio para Vladimir Petrovich: "Escúcheme -atajó ella-. Usted aún no me conoce, soy muy rara: quiero que siempre me digan la verdad. Usted, según he oído, tiene dieciséis años, mientras que yo tengo veintiuno: ya ve que soy mucho mayor que usted y por eso siempre tiene que decirme la verdad... y obedecerme...
Míreme -dijo con dulzura bajando la voz-, no me desagrada que me mire... Me gusta su cara y presiento que seremos amigos. ¿Le gusto yo a usted? -añadió con picardía...
Porque yo le gusto, ¿verdad?"
(Послушайте, — возразила она. — Вы меня еще не знаете: я престранная; я хочу, чтоб мне всегда правду говорили. Вам, я слышала, шестнадцать лет, а мне двадцать один: бы видите, я гораздо старше вас, и потому вы всегда должны мне говорить правду... и слушаться меня, — прибавила она...
Глядите на меня, — промолвила она, ласково понижая голос, — мне это не неприятно... Мне ваше лицо нравится; я предчувствую, что мы будем друзьями. А я вам нравлюсь? — прибавила она лукаво...
Ведь я вам нравлюсь?)
El inocente aspirante a universitario enamorado confiesa que Zinaída Aleksándrovna le gusta mucho, y empieza a deleitarse de poder mirarla, pero pronto comprobará que la joven princesa tiene otros muchos admiradores, entre ellos, el húsar Belovzórov.
La madre de Volodya siente aversión por la princesa Zasékina: "une femme très vulgaire... avec des vilaines affaires d'argent", "una pleitetista consumada", aunque, por cortesía las invitó a comer. El sopor melancólico (унылом онемении) impide a nuestro héroe estudiar.
Zinaida Aleksandrovna tiene a su alrededor a todos los hombres trastornados. Juegan a las prendas el conde Malevski, el doctor Lushin, el poeta Maidánov, el capitán retirado Nimartski y el húsar Belozórov. Ahora se une el más joven de todos, el casi niño Monsieur Voldemar. Los premios del pícaro juego incluyen el beso de la princesa. Vladimir Petrovich rememoraba: "a mí, un niño educado de forma solitaria y recatada, crecido en una casa señorial de vida sosegada, todo aquel ruido y bullicio, toda aquella alegría informal, casi desaforada, aquellas insólitas relaciones con personas desconocidas se me subieron a la cabeza. Estaba ebrio como si hubiera bebido vino. Empecé a reirme a carcajadas y a hablar en voz más alta que los demás... Pero me sentía feliz hasta tal punto que, como suele decirse, todo me importaba un comino y no hacía caso de las burlas ni de las miradas de reojo de los demás"
(Мне, уединенно и трезво воспитанному мальчику, выросшему в барском степенном доме, весь этот шум и гам, эта бесцеремонная, почти буйная веселость, эти небывалые сношения с незнакомыми людьми так и бросились в голову. Я просто опьянел, как от вина. Я стал хохотать и болтать громче других... Но я чувствовал себя до такой степени счастливым, что, как говорится, в ус не дул и в грош не ставил ничьих насмешек и ничьих косых взглядов)
Tras ese día de contacto y excitación, "me senté en una silla y permanecí así mucho rato, como si estuviera hechizado. Lo que sentía era tan nuevo y tan dulce... Estaba sentado algo de lado y sin moverme, respiraba pausadamente y de vez en cuando reía en silencio al recordar algo o un escalofrío recorría mi cuerpo cuando pensaba que estaba enamorado, que lo que sentía era amor. El rostro de Zinaída flotaba serenamente delante de mí en la oscuridad, flotaba sin desaparecer" (Я присел на стул и долго сидел как очарованный. То, что я ощущал, было так ново и так сладко... Я сидел, чуть-чуть озираясь и не шевелясь, медленно дышал и только по временам то молча смеялся, вспоминая, то внутренно холодел при мысли, что я влюблен, что вот она, вот эта любовь. Лицо Зинаиды тихо плыло передо мною во мраке — плыло и не проплывало)
Turgueniev, desdoblado en el mozo Volodya, realiza un elegante y emotivo análisis psicológico del despertar amoroso sin caer en lo chabacano. Qué diferente es el enfoque hoy en día, cuando lo fisiológico anula por completo lo espiritual, y lo material necesita de menos palabras: el empobrecimiento del espíritu mengua el lenguaje, y, por tanto, nos priva de riqueza de lo real. La gran literatura ensancha y eleva la realidad porque tiene palabras para nombrar las aventuras del espíritu, su odisea, como expresaría Georg Wilhelm Friedrich Hegel. Toda odisea del espíritu es dialéctica, e implica un proceso de desarrollo: la conciencia individual, la exteriorización en la persona amada y el regreso a sí mismo tras el encuentro con el otro, en el nosotros. Volodya está en el camino de exteriorizar una ilusión solitaria, alimentada por poetas y músicos, en otro ser que opone una resistencia a su deseo. El amor es, así, sentimiento de la identidad incompleta, atracción y resistencia de la alteridad completadora, y superación en la unidad trascendente de la pareja hecha un solo ser completado. Pero en ese proceso de búsqueda, las más de las veces, la interposición de otras conciencias y cuerpos con más poder destruye el proyecto amoroso. Eso terminará pasando con nuestro héroe. La tormenta veraniega que cierra el capítulo siete es metáfora de ello: "no podía dejar de mirar: aquellos mudos relámpagos, aquellos destellos contenidos, al parecer, contestaban a los mudos y secretos impulsos que centelleaban también en mi corazón" (Я глядел — и не мог оторваться; эти немые молнии, эти сдержанные блистания, казалось, отвечали тем немым и тайным порывам, которые вспыхивали также во мне) ¿Y qué fue de esos sentimientos?
"¡Oh, tímidos sentimientos, suaves sonidos, bondad y quietud del alma conmovida, alegría evanescente y enternecimiento del primer amor! ¿Dónde, dónde estáis?" (О, кроткие чувства, мягкие звуки, доброта и утихание тронутой души, тающая радость первых умилений любви, — где вы, где вы?)
Dejad que hable este comentarista, que, quizás, conoció lo que él creyó amor con siete años, a la misma edad que sintió el terror de la nada, a la fría muerte, mas no, que el verdadero amor -primero y postrero- vacía el alma, que roba la persona amada, y dejando de amarnos, nos arrebata la vida, pues quien amó de veras jamás podrá amar con fingimiento nuevamente. ¿Qué pensáis, que Vladimir Petrovich volvió a amar tras encontrar a la princesa Zinaída? ¿O que este comentarista quiso amar tras perder a su amada Малиночка? ¿Dónde vosotros, dónde vosotros, sentimientos de unidad y plenitud en que la vida deja de ser cáscara de huevo, semilla de algodón, vado de río infranqueable, mar encrespado sin piedad ante el niño en la playa con su bañador y su patito de goma?
No he querido nombrar al padre de Volodya hasta el capítulo ocho en que el narrador lo introduce en su relación edípica -avant la lettre- con su hijo. Un padre que pregunta al chico por lo que ocurre en ese jardín del otro lado: "mi padre ejercía en mí una influencia extraña y extrañas eran nuestras relaciones. Apenas ponía empeño en mi educación. Nunca me ofendía, sin embargo, respetaba mi libertad e incluso, si es posible decirlo así, era cortés conmigo... Pero no me permitía acercarme a él. Yo lo quería, lo admiraba, me parecía un hombre ejemplar y, Dios mío, ¡cuán grande habría sido mi apego por él si no hubiera sentido constantemente que su mano me apartaba!" (Странное влияние имел на меня отец — и странные были наши отношения. Он почти не занимался моим воспитанием, но никогда не оскорблял меня; он уважал мою свободу — он даже был, если можно так выразиться, вежлив со мною... Только он не допускал меня до себя. Я любил его, я любовался им, он казался мне образцом мужчины — и, боже мой, как бы я страстно к нему привязался, если б я постоянно не чувствовал его отклоняющей руки!). En los raros diálogos de hondura filosófica de esta novela, el padre conversa con el hijo sobre la libertad: "- Libertad -repitió él-, ¿sabes tú lo que puede hacer libre al hombre? - ¿Qué? - La voluntad, su propia voluntad. Y además le dará poder, que es mejor que la libertad. Has de saber desear, y entonces serás libre y mandarás"
(— Свобода, — повторил он, — а знаешь ли ты, что может человеку дать свободу?
— Что?
— Воля, собственная воля, и власть она даст, которая лучше свободы. Умей хотеть — и будешь свободным, и командовать будешь)
Pyotr Vasilyevich conocía el "arte de la vida" porque posiblemente presentía que no viviría mucho tiempo. Los destinos de padre e hijo acabarían convergiendo para desgracia de Volodya.
El capítulo nueve contiene descubrimientos súbitos: "Mi "pasión" empezó aquel día. Recuerdo que entonces sentí algo parecido a lo que debe de sentir un hombre que empieza a trabajar: dejé de ser un muchacho y pasé a ser un enamorado. He dicho que aquel día empezó mi pasión y podría añadir que aquel mismo día empezaron mis sufrimientos" (Моя «страсть» началась с того дня. Я, помнится, почувствовал тогда нечто подобное тому, что должен почувствовать человек, поступивший на службу: я уже перестал быть просто молодым мальчиком; я был влюбленный. Я сказал, что с того дня началась моя страсть; я бы мог прибавить, что и страдания мои начались с того же самого дня).
Celos, servilismo, felicidad trémula al divisar a la persona amada, y la feroz competencia de la legión de pretendientes a los que recibía en el pabellón contiguo al de la familia de Volodya, con burla y altanería, aunque cuando pedía que le recitaran versos de Aleksandr Pushkin su rostro quedaba serio. ¡Qué tiempos en que Rusia abarcaba regiones que hoy, desnaturalizadas, se vuelven contra ella! ¡Cuando Pushkin y Lermontov batallaban, amaban y hacían versos en el Cáucaso! Monsieur Voldemar de pronto sospechó que Zinaída se había enamorado... de otro. Su tortura se prolongó durante muchos días de cavilaciones. El Doctor Lushin le advirtió que se alejara de esa casa de aire nocivo.
Zinaída se iba volviendo cada vez más extraña y ausente mientras el joven Volodya se encaramaba a las ruinas del invernadero de su finca para meditar. Su madre discutía con su padre: ella le recriminaba algo y él permanecía frío.
Los días pasaban. Las reuniones en el pabellón de la princesa seguían con la asistencia de nuestro héroe. Una tarde ella propone a los admiradores inventar historias. La suya es reveladora: una reina sale a un jardín tras una lujosa fiesta, se acerca a una fuente, y habla de un señor que allí la espera, aquel a quien entrega su amor. Dicho con tal convicción que Malevski, malévolo duda de que sea una invención poética. Volodya, angustiado, decidió vigilar el jardín, y más cuando Malevski le insinuó que los pajes no deben separarse de sus señoras, día y noche. Así lo había nombrado la caprichosa e independiente Zinaída a nuestro protagonista, esa muchacha extraña y desordenada.
En una de sus vigilancias nocturnas escuchó un ruido... y vio pasar a un hombre embozado en su capa que venía hacía él... era su padre. Una cortina se movió en el cuarto de Zinaida. La cabeza de Volodya estallaba: ""¿Qué está pasando? -dije en voz alta, casi sin querer, al volver a mi habitación- ¿Un sueño, una casualidad o...?". Las conjeturas que nacieron de pronto en mi cabeza eran tan nuevas y tan extrañas que ni siquiera me atreví a profundizar en ellas" (— Что ж это такое? — проговорил я вслух, почти невольно, когда снова очутился в своей комнате. — Сон, случайность или... — Предположения, которые внезапно вошли мне в голову, так были новы и странны, что я не смел даже предаться им)
Monsieur Voldemar, paje y enamorado platónico, pequeño Otelo, lloró desconsoladamente en los brazos de su musa, la hija de la princesa: "soy culpable ante usted, Volodya -dijo Zinaida- Oh, soy muy culpable... -añadió, entrelazando las manos- Cuánta maldad, oscuridad y pecado hay en mí... Ahora no juego con usted, le quiero, aunque usted no sospecha por qué y cómo... Pero, ¿qué es lo que sabe usted?" (— Я виновата перед вами, Володя... — промолвила Зинаида. — Ах, я очень виновата... — прибавила она и стиснула руки. — Сколько во мне дурного, темного, грешного... Но я теперь не играю вами, я вас люблю — вы и не подозреваете, почему и как... Однако что же вы знаете?)
Los hechos se sucedieron independientemente de la voluntad del joven héroe, "fue un tiempo extraño y febril, una especie de caos, una vorágine de sentimientos, pensamientos, sospechas, esperanzas, alegrías y sufrimientos más contradictorios. Me daba miedo mirar en mi interior, si es que un muchacho de dieciséis años puede hacerlo" (Это было странное, лихорадочное время, хаос какой-то, в котором самые противоположные чувства, мысли, подозренья, надежды, радости и страданья кружились вихрем; я страшился заглянуть в себя, если только шестнадцатилетний мальчик может в себя заглянуть, страшился отдать себе отчет в чем бы то ни было)
El criado Filipp le informó de una gran discusión entre los padres del protagonista. La madre reprochó al padre que le era infiel. Y éste se marchó. Una carta anónima fue la causa de todo ello. Todo había acabado para Volodya.
Tiempo después, ya en la ciudad, la herida iba curando, sin rencor al padre, algo verdaderamente insólito. Una vez, en el bulevar tropezó con Lushin, que le dijo que ya tenía mirada de hombre y no de perrito faldero, como en aquel verano.
El epílogo triste del primer amor llegó una ocasión en que acompañaba a caballo a su padre, y éste le pidió que le esperara mientras él se internó en un callejón. Cansado de esperar el chico entró por la calleja y vio a su padre delante de una ventana abierta de una casita de madre, dentro de la cual estaba... Zinaída. Quedó estupefacto, pero más cuando después presenció un hecho incomprensible, que le aterrorizó y fascinó al tiempo.
He de decir, comentarista no objetivo, sino profundamente adorador de Turgueniev y toda la gran literatura, que este pasaje, el más estremecedor del libro, hoy en día es políticamente incorrecto y hasta motivo de censura y persecución. Sólo quienes conocemos la naturaleza humana despojada de ideología woke podemos valorar con escalofrío el verdadero amor que Zinaída experimentaba ante un ser superior en edad, experiencia y poder, mediante la sumisión y la entrega total. Turgueniev, a través de su alter ego, Vladimir Petrovich, ha vislumbrado la psicología más profunda del amor y la dominación: ""¡Eso sí que es amor -volvía a decirme por la noche, sentado delante de mi escritorio, en el que habían empezado a aparecer cuadernos y libros-, eso es pasión!"" («Вот это любовь, — говорил я себе снова, сидя ночью перед своим письменным столом, на котором уже начали появляться тетради и книги, — это страсть!..).
Lo ocurrido en estos meses había envejecido al protagonista, "y de repente, mi amor, con todas sus emociones y sufrimientos, me pareció algo pequeño, infantil y mísero en comparación con aquello otro, incógnito, que apenas podía intuir y que me asustaba con un rostro desconocido, hermoso, pero temible que uno intenta en vano discernir en la penumbra..." (Последний месяц меня очень состарил — и моя любовь, со всеми своими волнениями и страданиями, показалась мне самому чем-то таким маленьким, и детским, и мизерным перед тем другим, неизвестным чем-то, о котором я едва мог догадываться и которое меня пугало, как незнакомое, красивое, но грозное лицо, которое напрасно силишься разглядеть в полумраке...).
El amor del hijo, amor inexperto, no consumado, modelado por poetas y músicos, de pronto se enfrenta a las simas del amor del padre, con experiencias inimaginables, abismos insondables de gozo y tormento de la carne. El amor es dominación, sumisión y éxtasis: misterio que en la muerte se disuelve.
Dos meses después Vladimir Petrovich ingresó en la universidad, su padre murió de un ataque en Petersburgo, a donde acababa de mudarse toda la familia. El mismo día de su muerte le estaba escribiendo una carta en francés a su hijo: "Hijo mío -me decía en ella-, teme el amor de una mujer, teme esa felicidad, ese veneno..." («Сын мой, — писал он мне, — бойся женской любви, бойся этого счастья, этой отравы...»).
Cuatro años después el protagonista encontró a Maidánov que le informó que la señora Dólskaya -Zinaída ya casada- estaba en la ciudad. Vladimir Petrovich decidió visitarla... Dejamos al lector que Turgueniev cuente el final de esta historia...
El autor, bajo el aura del divino Aleksandr Pushkin, concluye con esta meditación filosófica sobre la juventud:
"¡Oh, juventud, juventud! Nada te importa, como si te pertenecieran todos los tesoros del universo. Hasta la tristeza te resulta dulce, hasta la pena te embellece. Eres atrevida y segura de ti misma, dices: "¡Mirad todos, soy la única que vivo!". Y no obstante tus días se van volando y desaparecen, sin darnos cuenta, sin dejar rastro, y todo en ti desaparece, como la cera bajo el sol, como la nieve... Y quizás el enigma de tu encanto no esté en la posibilidad de hacerlo todo, sino en la posiblidad de pensar que lo harás todo; tal vez consista precisamente en malgastar las fuerzas que no podrás dedicar a ninguna otra cosa, en que cada uno de nosotros sinceramente se considera derrochador, sinceramente cree que tiene derecho a decir: "¡Oh, qué cosas podría haber hecho si no hubiera perdido el tiempo en vano!".
También yo... ¿en qué confiaba, qué esperanzas albergaba, qué prometedor futuro preveía si despedí tan solo con un suspiro, con una sensación de tristeza la estela de mi primer amor que había pasado ante mis ojos por un instante?"
(О молодость! молодость! тебе нет ни до чего дела, ты как будто бы обладаешь всеми сокровищами вселенной, даже грусть тебя тешит, даже печаль тебе к лицу, ты самоуверенна и дерзка, ты говоришь: я одна живу — смотрите! а у самой дни бегут и исчезают без следа и без счета, и всё в тебе исчезает, как воск на солнце, как снег... И, может быть, вся тайна твоей прелести состоит не в возможности всё сделать, а в возможности думать, что ты всё сделаешь, — состоит именно в том, что ты пускаешь по ветру силы, которые ни на что другое употребить бы не умела, — в том, что каждый из нас не шутя считает себя расточителем, не шутя полагает, что он вправе сказать: «О, что бы я сделал, если б я не потерял времени даром!»
Вот и я... на что я надеялся, чего я ожидал, какую богатую будущность предвидел, когда едва проводил одним вздохом, одним унылым ощущением на миг возникший призрак моей первой любви?).
Así es el amor. La visión de un paraíso prometido, del, que, finalmente, somos expulsados... no hay sitio en él para los mortales, que desean lo inalcanzable y viven la delicia de la zozobra y la angustia creyendo que en ello reside la dicha. ¿Qué ventura hay en sufrir anticipadamente lo que nunca llegará? En realidad, el amor es algo de la infancia, de la juventud, un simple instinto vital, que se aferra a una imagen divinizada de alguien al que atribuimos nuestro poder. Más tarde, cuando hemos dejado nuestra alma desgarrada en lances sin sentido, lances amorosos irracionales y fatalmente condenados al fracaso, solamente nos queda añorar ese impulso.
Francisco Huertas Hernández