Versión de Mijail Chílikov. Ediciones Cátedra. 2014
En el calor del mediodía en el valle de Daguestán
yacía inmóvil con plomo en el pecho;
la herida aún humeaba profundamente
y mi sangre goteaba.
Yacía solo sobre la arena del valle;
Los salientes de las rocas se amontonaban a mi alrededor,
y el sol quemaba sus amarillas cimas,
y me quemaba, pero dormí un sueño muerto.
Y soñé con las luces resplandecientes
Soñé con una fiesta nocturna en mi tierra natal.
Entre jóvenes esposas coronadas de flores,
había una alegre conversación sobre mí.
Pero yo no me uní a la alegre charla,
Me senté allí solo,
y su joven alma estaba en un triste sueño.
Dios sabe en qué estaba sumida;
Soñaba con el valle de Daguestán;
Un cadáver familiar yacía en ese valle;
La herida de su pecho estaba negra de humo,
Y la sangre se derramaba en un chorro frío.
"El Sueño" de Mijail Lermontov. 1841
Traducción realizada con la versión gratuita del traductor DeepL.com
Comentario de "El Sueño" de Mijail Lérmontov. La realidad soñada como puente entre vida y muerte. Universos especulares.
Francisco Huertas Hernández
Biografía de M. Lérmontov
Mijail Yúrevich Lérmontov, poeta, dramaturgo y novelista ruso, nació en Moscú el 2 de octubre de 1814. Huérfano de madre desde los dos años, fue criado por su abuela, Elizaveta Alexéyevna Arsénieva, en Tarjani, cerca de Penza. Allí aprendió francés, alemán e inglés, con preceptores, aya y profesores. Su frágil salud le llevó a tomar las aguas de Piatigorsk. En 1828 ingresó en el Pensionado Universitario de Moscú. Desde joven leyó a los escritores rusos, siendo el más admirado Aleksandr Pushkin, aunque gracias a su conocimiento de lenguas también leyó en su idioma original a Schiller, Goethe, Rousseau, Voltaire, Hugo, Shakespeare, y su modelo, Byron. Una dudosa ascendencia española le hizo siempre sentirse atraído por el lejano país mediterráneo.
Los conflictos con los profesores de la Universidad de Moscú le obligaron a trasladarse a San Petersburgo, pero hubo de abandonar sus estudios e ingresar en el ejército. Tras pasar por la Escuela de Cadetes, su vida cambió radicalmente en enero de 1837: "el disparo que mató a Pushkin despertó el alma de Lérmontov" (Herzen). Fue entonces cuando escribió la poesía "La muerte del poeta" (Смерть Поэта), que circuló por toda Rusia en copias manuscritas, denunciando a los instigadores silenciosos del asesinato de la gloria nacional de las letras. El zar, sabedor de este texto incendiario, le mandó arrestar. Fue trasladado al Cáucaso, a las guerras que allí libraba el Imperio Ruso. Sus contactos con los decembristas se intensificaron, y su amor por las leyendas y lenguas caucásicas como el azerbaiyano, que aprendió. Todas estas nuevas influencias se recogen en su gran novela "Un héroe de nuestro tiempo" (Герой нашего времени) (1839-1841), y en sus cuadros, ya que Lérmontov era artista de múltiples talentos.
De regreso a San Petersburgo alumbró sus principales poemas, como las versiones finales de su obra cumbre, "El demonio" (Демон) (1829-1839). De nuevo, enviado al Cáucaso, tras un duelo, su destino parecía escrito, y él mismo lo presentía, al igual que su maestro Pushkin, en sus versos premonitorios. Un tal Martínov, antiguo compañero de la Escuela de Cadetes, retó a duelo al poeta, y, al igual que Pushkin, fue asesinado, tras disparar Lérmontov, primero, al aire, y, violando las reglas del duelo, Martínov, después, le apuntó al corazón. El cadáver de uno de los grandes poetas de Rusia quedó bajo la lluvia tirado, el 15 de julio de 1841. Sus restos fueron trasladados a Tarjani el 23 de abril de 1842.
Las características de la poesía de Lérmontov
Se ha señalado a Lérmontov como heredero directo de Pushkin. Su obra revela un ansia de libertad, tal como aparece en su modelo literario, Lord Byron. Su lirismo tiende al desencanto en los años 30, en la etapa madura, teniendo en cuenta que Mijail Yúrevich Lérmontov murió con 27 años. La pureza de su lengua poética, presente en sus grandes poemas (El demonio, Mzyri, El fugitivo), no es traducible, como pasa también en Pushkin. El intento de Mijail Chílikov de adaptar al español la métrica de Lérmontov altera sustancialmente el contenido semántico e, incluso, la fuerza, sencillez, musicalidad y belleza del verso ruso del autor. La madurez filosófica contenida en sus grandes poemas parece inconcebible en un joven de apenas una veintena de años. Belinski y Chejov elogian el dominio de la lengua rusa de Lérmontov. Para compensar las deficiencias (y aciertos) de la versión de Chílikov, usaremos una traducción literal de Deep Translate, y una lectura en ruso de YouTube, que nos acercará a uno de los rasgos esenciales de la poesía: la musicalidad y el ritmo.
Análisis filosófico y literario de "El Sueño" (Сон) de M. Lérmontov
"El sueño" (Сон) es uno de los poemas más misteriosos de Lérmontov, escrito en sus últimos meses de vida, en 1841, en el Cáucaso. Parece que el poeta escuchó la historia de un compañero de armas, el general M. C. Shultz, sobre un asalto a la fortaleza de Ajulgo, en Daguestán. Lérmontov se pone en el lugar de uno de los oficiales rusos muertos. La inminencia de la muerte, la presencia de ésta como fin de las ilusiones, la certeza única de la vida -"única posibilidad necesaria", según Martin Heidegger-, es motivo constante en la poesía universal, como si los poetas fueran los mediadores de los dos mundos, el de la agitación de la vida, y el de la quietud de la muerte. Y en esa mediación, el sueño es la forma en la que los muertos se comunican con los vivos. Al menos, en las creencias antiguas de los mitos y las religiones, presentes en los albores de la épica y en las leyendas del folclore.
Pero Lérmontov no presenta, en primera persona, un sujeto poético -el militar herido- meramente onírico, sino, también, enamorado. Un amor lejano, como lejano empieza a ser su hálito de vida, que se va por la herida de la batalla. Un amor lejano es un amor no presente, o no correspondido. Cuando estamos despiertos sólo cabe recordar el amor en la memoria transida de dolor, aunque la intensidad del sentimiento amoroso únicamente renace mientras estamos dormidos, y las imágenes del sueño (contenido manifiesto) inundan nuestro corazón con su poder emocional (contenido latente). El sueño es más verdadero e intenso que la memoria de la vigilia. El inconsciente es más consolador que el recuerdo consciente. Nikolai Gogol escribió el sublime cuento "Avenida Nevski" (Невский Проспект) (1834) sobre este tema, publicado en 1835, y, que, sin duda, había leído Lérmontov. El amor no correspondido regresa en el sueño, cuando renunciamos al recuerdo consciente, y al presente desgarrado. El inconsciente "realiza nuestros deseos".
La posibilidad de renacer en el amor de quien nos recuerda, la posibilidad de que el universo sea una reduplicación (regresión infinita) de sueños de amor que hacen revivir a los que, de otro modo, serían olvidados en la nada, ese es el motivo filosófico de Gógol y de Lérmontov, en dos lenguajes diferentes: narración y verso, aunque ambos compartan la visión poética de un mundo imperfecto: morimos en la vida consciente, pero somos inmortales en el amor (deseo) inconsciente. En efecto, el inconsciente es ajeno al tiempo y el espacio.
En el poema, se prefigura una confluencia de dos sueños especulares: el oficial herido, delirante, y la joven con la que sueña, y, que, a su vez, dentro del sueño del militar, ella sueña con él... Él la sueña a ella soñándole a él, en círculo onírico (sueño recursivo), y apartándose ella de la alegría circundante, para soñar un sueño triste, dentro del sueño del delirio de la herida mortal. Ambos se ven -y aman- en sueños, como si estuvieran en un mundo paralelo a la realidad. Un círculo de sueños como las mónadas autoreflexivas del universo de Leibniz. Estas mónadas reflejan internamente el universo, cada una desde su propia perspectiva, produciendo un efecto de "espejo infinito" en el que cada parte contiene el todo, sin que haya intercambio directo entre ellas. Así, cada sueño, cada soñante, refleja otro sueño y otro soñante, conformando una gran cadena inconsciente e invisible del ser.
Jorge Luis Borges también estuvo obsesionado con esta idea. En su cuento "Las ruinas circulares", el protagonista sueña a un hombre y lo crea a partir de sus propios sueños, sólo para descubrir al final que él mismo también es un sueño de otro. La creación divina encuentra su metáfora en el sueño circular. Si Dios ha creado a criaturas contingentes únicamente con su pensamiento, éstas al existir reconocen y veneran a su creador dándole también existencia. Por eso Baltasar Gracián escribió "no hace el numen el que lo dora, sino el que lo adora". La divinidad lo es por ser deseada, amada, soñada. El sueño nos hace dioses, la razón nos vuelve mendigos, sentenció Friedrich Hölderlin: "El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona" (O ein Gott ist der Mensch, wenn er träumt, ein Bettler, wenn er nachdenkt).
Mas la amada soñada forja en su inconsciente la imagen del soñante ya muerto: "Знакомый труп лежал в долине той". El tránsito entre vida y muerte del oficial herido es un sueño dentro de otro sueño. Vivimos y morimos en el sueño de los otros, de Dios, de los que nos aman y recuerdan, somos solamente vida que se perpetúa en el deseo ajeno. René Descartes mantuvo esa teoría de la "creación continua": el mundo requiere la intervención constante de Dios para seguir existiendo.
Al final, es el espejo del deseo -como descubrió Hegel, necesitamos el reconocimiento del otro para formar nuestra autoconciencia- o el deseo como espejo de los inconscientes -y esto Hegel no pudo descubrirlo, sino Freud- que tienden a la inmortalidad de ser fuera del espacio y el tiempo. Esa inmortalidad es el amor.
Francisco Huertas Hernández
Domingo, 3 de noviembre de 2024