"Miedo a salir de noche" (1980). Eloy de la Iglesia.
Una comedia política: la España de la Transición a finales de los 70. El poder del miedo. El miedo a la libertad.
Francisco Huertas Hernández
"Miedo a salir de noche" (1980). Eloy de la Iglesia
Paco (José Sacristán) & Loli (Tina Sainz)
Un plano que resume una película: un varón de clase media que trabaja en banca y su secretaria en el Madrid de la Transición Española (1979) cuando los medios de comunicación (TV, radio, periódicos) crean alarma social con la "inseguridad ciudadana" asociada a la llegada de la democracia. Los inseguros ciudadanos son dominados por el miedo, el más eficaz mecanismo de control social, que genera también la venta de servicios y bienes para protegerse de los delincuentes. En esta escena han quedado encerrados en el ascensor: metáfora de la prisión en la que viven atemorizados por el mal amplificado por los medios de propaganda masiva al servicio del Estado y las empresas
"Miedo a salir de noche" (1980). Eloy de la Iglesia
Fotogramas destacados de una película más inteligente y densa de lo que aparenta
"Miedo a salir de noche", filmada en 1979 por Eloy de la Iglesia, tuvo críticas negativas tras su estreno el 4 de marzo de 1980, medio millón de espectadores y sin distribución internacional -sólo Alemania. Incluso para los seguidores del realizador es una película mediocre y deslavazada (Víctor Olid: "Urinarios de celuloide"). Los clichés sobre el cine oportunista, sensacionalista, chabacano y maniqueo del director de Zarauz pierden credibilidad vista esta película 45 años después, en otro siglo, cuando el "destape" (películas con desnudos femeninos tras la muerte de Franco) ya no genera taquilla, porque ni siquiera hay salas de cine. Sin embargo la densidad y variedad de los asuntos sociales y políticos que este film muestra esquemáticamente trasciende la coyuntura de la España de la época de la Transición a la democracia a finales de los 70.
El doble enfoque del largometraje ve España desde la "intrahistoria" (privada) (según Unamuno, la historia cotidiana que no sale en los periódicos) de una familia de clase media en Madrid, que, a su vez, se comporta en función del estado de alarma creado por los medios de comunicación de masas que "narran" la "historia" (pública) oficial, ejerciendo una invisible "presión social", creadora del "uno" (das man, según Heidegger) -ese ente abstracto que es "como todo el mundo", y que no es nadie- que conforma la "intrahistoria" de Paco y su familia. Eloy de la Iglesia da la vuelta al miedo a la "inseguridad ciudadana" creado por la televisión y los periódicos, y se remonta a los beneficiarios de esa situación de temor generalizado que afecta a "todo el mundo": el Estado, las empresas y los medios sensacionalistas que aprovechan el "morbo" (placer de lo prohibido) de los espectadores para vender más.
La comedia es el género elegido por los guionistas Roberto Bodegas, José María Palacio y el propio Eloy de la Iglesia para hurgar en esa España franquista que no había desaparecido con las elecciones de 1977. Eloy de la Iglesia no se siente cómodo en el género, y mezcla con dificultad lo esperpéntico, la política y la disección de la vida cotidiana. Es una película de cine quinqui, sin quinquis (delincuentes suburbanos) realizada después de "El diputado" (1978) y "El sacerdote" (1979) con cierta urgencia, y antes de "Navajeros" (1980), su primera incursión en el subgénero quinqui.
La vida de un hombre burgués, anónimo y vacío, como Paco (José Sacristán), empleado de banca, casado, con una hija y una madre catastrofista, en medio de una época de violencia callejera usada políticamente y comercialmente por los medios de comunicación. Presa fácil del miedo pronto empieza a tener alucinaciones diurnas sadomasoquistas, donde es atracado o se convierte en violador. Un hombre con pocas ideas entre tres mujeres: una esposa aburrida, ociosa y sin deseo sexual; una secretaria solterona y anhelante; y una madre franquista, agorera y alienada en "estado de sitio" permanente. La hija pequeña se limita a mover un aro (hula hoop). Paco no es franquista ni socialista, no tiene conciencia de clase ni tampoco se identifica con los que mandan. Representa a una pequeña burguesía de escasa cultura, poco compromiso y ningún ideal. La mayoría silenciosa o "franquismo sociológico". Este empleado de banco, más bien tímido y asustadizo, tiende a "fantasear" en "ensoñaciones" diurnas que dan vida a las historias que escucha a su alrededor. En esas "fantasías" es víctima y agresor de bandas violentas. Y en ellas libera la crueldad que en su mediocre vida diaria no puede descargar. El contrapunto de la pusilanimidad del hombre medio español que representa Paco lo pone el vecino "raro", Don Cosme (Antonio Ferrandis), perseguido político, lúcido y hedonista, libre a fuer de inteligente. Conciencia de la España perdedora de la Guerra Civil. Un alter ego de Paco, que éste admira, aunque no entienda. Una galería de secundarios, costumbristas rayando lo esperpéntico dibujan lo que era la España de fines de los 70: oficinistas, quinielas, ovnis, sindicatos, huelgas, quinquis, franquistas desubicados, policías pasotas, drogas, terrorismo, adulterio, vendedores sin escrúpulos, televisión sensacionalista.
Análisis fílmico y sociológico-filosófico de "Miedo a salir de noche" (1980). Eloy de la Iglesia
El inicio del largometraje alterna titulares sensacionalistas de la prensa de la época -atentados terroristas, atracos y violaciones- con los créditos, sobre un fondo rojo y una música bastante pobre (canción "Que viene el lobo"). Una tosquedad aparente en la exposición de un país construido por la prensa como inseguro y violento. La primera escena plasma la relación entre la "Historia" contada por la televisión (relato) y la "intrahistoria" de una familia de clase media que se reúne en torno a ella para conocer la "realidad". El televisor Zenith en color informa de un atentado de ETA contra unos militares. Luego, en contraplano general, y, más tarde, primeros planos, la familia preocupada. Los telediarios de la emisora pública TVE -único canal existente en esa época- eran controlados por el gobierno de la UCD de Adolfo Suárez. Ayer, como hoy, su principal finalidad no era informar, sino formar conciencias. En este caso mediante el miedo, unir a la sociedad contra el terrorismo y la delincuencia común, en torno al gobierno reformista que hizo la transición de la dictadura militar a la democracia tutelada. Por eso escuchamos la canción "Que viene el lobo" antes de esas imágenes. El miedo como mecanismo de control social es muy eficaz porque paraliza a la población y desvía su atención hacia males imaginarios o exagerados. La lectura marxista de Eloy de la Iglesia apunta a la oligarquía económica y el Estado (Fuerzas y Cuerpos de Seguridad) como "verdadero peligro para los ciudadanos" y no un puñado de jóvenes disfuncionales (quinquis) (Eduardo Bravo: "El cine quinqui de Eloy de la Iglesia").
El director -en la entrevista con Carlos Aguilar y Francisco Llinás en el cine Doré, en agosto de 1996- explica: "Este temor a la inseguridad ciudadana era utilizado por la extrema derecha, por los nostálgicos del franquismo. Era casi una obligación cívica hacer frente a este amedrentamiento... Y además este miedo era infundado: claro que había delincuencia, pero en proporciones muy inferiores a las de otras grandes capitales"
Frente al televisor: Paco (José Sacristán), un largo plano de la bellísima Begoña (Claudia Gravy), Doña Claudia, la madre de Paco (Mari Carmen Prendes) con su gesto contrariado, y la niña Tere (Nuria Gallardo) dando un biberón a su muñeca, desfilan ante el espectador, con la monserga del telediario de fondo. La cámara se eleva y el hombre medio apaga la tele. El planteamiento de la historia se presenta directamente: Paco quiere salir con unos amigos, pero su mujer, y, sobre todo, su madre, presas del miedo, se resisten. Tienen "miedo a salir de noche". La banalidad del asunto dará bastante juego en la construcción de un microcosmos social que representa a la España setentera. La madre del protagonista lee "El Imparcial" (1977-1980), un efímero diario de la extrema derecha impulsado por Emilio Romero, y próximo a Fuerza Nueva, de Blas Piñar. Esta señora franquista se escandaliza (deleitándose) con la decadencia moral de la democracia y vaticina grandes desgracias. Ilustra el conflicto generacional entre conservadores ancianos y reformistas jóvenes. El leit motiv (MacGuffin) de la película aparece en "El Imparcial": "Atraco a tres gasolineras... cuatro jóvenes con barba y armados". Paco conservará ese "fantasma" construido por la prensa fascista y lo irá alimentando con las habladurías que corren por el barrio. Así se forja el "uno" (forma impersonal de existencia en la que se obedece a la costumbre, la rutina, la mediocridad, donde cada uno hace lo que todo el mundo) descrito por el filósofo Martin Heidegger (1889-1976) en "Ser y Tiempo" (1927). Esa "cotidianidad media" formada por habladurías, ambigüedad y avidez de novedades caracteriza al "uno", y, en las sociedades modernas, es la "opinión pública", diseñada desde los medios de propaganda (mass media, publicidad), cuyos autodenominados periodistas o informadores disuelven la individualidad, es decir, la libertad y racionalidad, para nivelar a la masa a través de emociones primarias como el miedo. La conformidad social desactiva la protesta y la crítica. Martin Heidegger escribe: "el existente (Dasein) ha desertado siempre de sí mismo en cuanto poder-ser-sí-mismo propio, y ha caído en el "mundo". El estado de caída en el "mundo" designa el absorberse en la convivencia regida por la habladuría, la curiosidad (avidez de novedades) y la ambigüedad". Paco, el hombre cotidiano medio, es uno como los demás, y su vacía existencia se moldea en esas habladurías y ese morbo de novedades sangrientas que la televisión y los diarios no cesan de fabricar.
Paco fuma mucho. El tabaco era un reforzador social en esos años. Se fumaba en cualquier sitio y a cualquier hora. Pero eso sugiere que es un hombre nervioso. La pregunta a bocajarro de la niña: "¿Qué es violar?" provoca la confusión del padre. La educación sexual era otra asignatura pendiente en la post dictadura. Una llamada telefónica del amigo con el que iban a salir anula la cita. Madrid está lleno de controles de policía. Paco escucha a través del auricular delante de un mueble en el que se ven unos pocos libros y discos. La burguesía no cultivada tampoco tiene un horizonte de valores crítico con la sociedad, más allá del "desencanto" superficial servido por el cine y los chascarrillos de bar.
Eloy de la Iglesia abusa del estresante plano contraplano en los diálogos. En su libro "Urinarios de celuloide. Las películas de Eloy de la Iglesia", Jesús Navarro, Víctor Olid y José Manuel Romero Moreno, sitúan el inclasificable estilo del director en una zona de nadie, donde hay oficio, pero también torpeza, aunque, por encima de todo, es un contador de historias nato.
El bar es el "lugar" de las habladurías. Toma un anís ("el despertador") cada mañana el empleado de banca vestido impecablemente. En el bar se escuchan las canciones de Los Chichos. Hay tres en el film: "Mala ruina tengas", "Vivía errante" y "No llores niña". Estas rumbas flamencas suburbiales cuentan historias de cárcel, drogas, y amores machistas. Paco ve a "los cuatro jóvenes con barba" en una mesa, con su aspecto de delincuentes de barrio, hablando de armas. Su fantasía empieza a tomar cuerpo.
En el ascensor que sube del aparcamiento a la oficina del banco se encuentra con Loli (Tina Sainz), compañera solterona llegada de provincias. El Seat Ritmo 75, de la marca española SEAT bajo licencia de Fiat se fabricó en Barcelona entre los años 1979 y 1982. En 1980, el SEAT Ritmo fue nombrado Coche del Año en España. Era típico de clase media. Y Paco tiene un trabajo, un piso, un coche y una familia típicas de clase media. Como Loli ocupa un escalón más bajo en el banco, sólo tiene una motocicleta Vespino. Ambos comentan que han estado encerrados en casa el fin de semana. De nuevo, Loli lee "cuatro chicos con barba" han violado en Logroño. A pesar de que Paco intenta desplegar el sentido del humor, el temor va creciendo con cada noticia. La amenaza toma cuerpo en su imaginación, aunque el elevador se avería y una escena de tensión sexual no resuelta entre el hombre casado y la solterona mitiga la claustrofobia. La metáfora clara de las masas encerradas, debido a la alarma fabricada por la prensa.
En la oficina coexiste un microcosmos social de la España de fines de los 70: Gómez, un zafio aficionado al fútbol y las quinielas (Antonio Gamero); un "abducido" por la creencia en ovnis y extraterrestres (Alejo Loren); y Domínguez (Vicente Cuesta), un izquierdista sindicalista y antimperialista que cree en un gobierno de concentración nacional.
Las quinielas (juego de azar español basado en los resultados de la liga de fútbol) vivían su momento de eclosión junto a la legalización de los casinos y juegos de azar en 1977. La moda de los ovnis venía de Estados Unidos, y fue impulsada en España por Jiménez del Oso -programa televisivo "Más allá" desde 1976- y más de una decena de libros de Juan José Benítez que se vendían como rosquillas. Los gobiernos de "concentración nacional" eran una idea del Partido Comunista de Santiago Carrillo, rechazada por otras organizaciones más a la izquierda que defendían la ruptura con el régimen franquista. Un hecho muy oscuro y decisivo fue el intento de formar un gobierno de "concentración nacional" que abarcase militares y políticos -desde Alianza Popular de Fraga al PCE de Carrillo- en febrero de 1981, tras un falso golpe de estado orquestado por el rey Juan Carlos I (nombrado por Franco como sucesor) y su preceptor, el general Alfonso Armada, después de forzar la dimisión de Adolfo Suárez, presidente del gobierno de la UCD. Toda la transición política española se construyó sobre el mito del rey salvador de la democracia, con la prensa comprada para ocultar sus amantes y turbios negocios que le enriquecieron.
Barrado (Claudio Rodríguez), empresario hostelero, que ingresa dinero en el banco, trae nuevas habladurías sobre inseguridad ciudadana. Narra el hombre un asalto a una pareja por "cuatro niñatos medio barbudos y con cazadoras de esas". Paco se deja llevar por la fantasía y se ve él mismo con Begoña siendo atracado por los cuatro del bar, que le piden 20000 pesetas. Y cuando llamaron a la policía, éstos se negaron a actuar: "nosotros podemos ir, pero no va a servir de nada, porque a las dos horas estos sujetos van a estar en la calle, y el perjudicado va a ser usted por denunciarles. Le pueden dar un navajazo cualquier noche. O sea, que no va a poder dormir tranquilo. Yo, en su caso, les daría las 20000 pesetas". Termina el capitalista acusando a los políticos de permisividad en las leyes. En esos tiempos se acuñó la frase popular "Con Franco vivíamos mejor", que compendiaba el pensamiento de la "mayoría silenciosa" (franquismo sociológico) que mantuvo la dictadura militar porque "no se metía en líos". Autocensura, servilismo, nostalgia de una autoridad fuerte y un orden social represivo expresaban esta mentalidad en las novelas de Fernando Vizcaíno Casas ("De camisa vieja a chaqueta nueva", "Al tercer año resucitó"), muy populares y adaptadas al cine. Eloy de la Iglesia está contando todo esto. Sólo quien vivió en España esos días puede captar los detalles. La imagen y el sonido acelerado (time-lapse sonoro, aceleración hipercinética) de la gente con los rostros crispados y la algarabía en el banco es un recurso de mal gusto, de un director que combina lo ordinario y lo valioso.
La reunión de vecinos para tratar de la inseguridad y la contratación de un vigilante e instalación de puertas blindadas permite a los guionistas presentar algunos de los personajes significativos de la historia: un presidente de la comunidad (Ricardo Tundidor), demagogo conservador, que impugna la capacidad del Estado para proteger a los ciudadanos: "si quien debe protegernos no lo hace, o lo hace mal, no podemos permanecer cruzados de brazos", habla de "piquetes" formados en barrios por la noche, pero como ellos tienen un alto poder adquisitivo, propone la contratación de un vigilante nocturno.
El 30 de agosto de 1979 el diario socialista "El País" ofrecía esta noticia:
"Desde que murió Franco, las cifras de crímen están subiendo (en España) de modo alarmante. En 1976, el aumento fue del 31 %. Desde entonces ha crecido en un 25% anual. Todavía ese porcentaje es inferior al de la mayor parte de los países de Europa occidental, pero eso no logra apaciguar a los españoles, muchos de los cuales tienden a identificar el advenimiento de la democracia con una crisis de la ley y el orden ( ...) Respondiendo a un creciente sentimiento de inseguridad pública, firmas especializadas en sistemas de alarma están haciendo su agosto. Los periódicos están llenos de anuncios..." que ofrecen sistemas de seguridad para hogares y automóviles.
Eloy de la Iglesia apunta directamente a estos beneficiarios del clima de agitación y pánico en las calles: las empresas de seguridad. Prosegur nació en 1976 apostando por un sector incipiente en España: la seguridad privada. Tecsesa inicia su andadura en 1979 como fabricante especializado en puertas blindadas para viviendas. Tesa, fundada en 1941, era otra firma de puertas. Muchas más proliferaron aprovechando el miedo de la gente que veía la tele y leía los diarios.
Un vecino llamado Don Cosme (Antonio Ferrandis) se opone con sorna, y señala que el vigilante llevará pistola. Doña Paulita (Florinda Chico), sesentona pícara sólo piensa en jovencitos. Don Cosme y Paco toman una cerveza en el bar. Dos visiones de la vida. Paco repite las habladurías: "Compréndalo Don Cosme, es natural que la gente tenga miedo", y añade que también empieza a tenerlo. Dos Cosme se mofa del lobo feroz, esa historia que cuentan a los niños para amedrentarlos y que sean buenos y se vayan a la camita... "para que sean obedientes". La realidad no puede negarse, concluye Paco, confundido con los argumentos del viejo. Y éste recuerda que fue asaltado por unos desaprensivos en su casa en 1942 (policía franquista), y no por unos "raterillos". Paco calla y la música subraya. Don Cosme es un hombre libre y busca la diversión, mientras que el ciudadano medio, que sigue los dictados del "uno", Paco, vive para trabajar y llevar una vida como Dios manda, pensando y actuando como todo el mundo.
La comisión de vecinos contrata a un descerebrado que entrena en un gimnasio como vigilante nocturno, Agapito González (Alfred Lucchetti): "fiel, cumplidor, decidido en la acción, sin capacidad de reflexión, eso es cierto, pero muy obediente". La comisión vecinal es un reflejo de la España de la transición: un asustado reformista (Paco), un rígido inmovilista (presidente) y una carroza (vieja) pasota libidinosa (Paulita). Tres vías que no admiten conciliación: miedo, orden, placer. El rol de Florinda Chico raya en lo ridículo, frente a la extrema seriedad de Tundidor.
Bodegas, Palacio y de la Iglesia añaden muchos temas, apenas esbozados: el encadenamiento en la puerta de la sucursal de los empleados bancarios en huelga por el convenio, el papel de los sindicatos, la falta de compromiso social de Paco, las cargas policiales contra los trabajadores...
Paco y Loli, ajenos a la lucha de los compañeros, se van a pasear por el Templo de Debod. Las ideas políticas de Paco se exponen con el tono de escepticismo, desencanto y trivialidad de un burgués. Loli escucha como una estudiante aplicada y pide orientación: "bueno, pero, ¿hay que hacer las huelgas o no?". La respuesta del oficinista respalda la necesidad de producir, es decir, de trabajar, antes que el derecho a la huelga y unas condiciones justas para los trabajadores. El burgués no se identifica con los asalariados, siendo él uno de ellos. La inconsistencia ideológica de Paco se manifiesta en el cambio de su voto: votó a Tierno Galván (Partido Socialista Popular) y, luego, a Adolfo Suárez (Centro Democrático Social), aunque, concluye, que no se fía de la política y valora a Franco porque hizo cosas muy buenas. El tibio Don Francisco, empleado de banca, es un apolítico que pertenece a esa mayoría silenciosa del franquismo sociológico. La filmación en travelling hacia atrás pretende crear un efecto realista para reforzar las palabras vacías de Paco, que ni el cigarro ni el gesto autosatisfecho pueden salvar. Las ideas peregrinas del burgués no cultivado se resumen en que él no es franquista, porque prefiere "que se pueda leer, y se puedan ver películas... sin tener que ir a Biarritz". A finales de los años 70, con la censura existente en España, muchos españoles cruzaban la frontera francesa, a Perpignan, Biarritz o Hendaya, a ver las películas eróticas prohibidas aquí. Para muchos la libertad eran los films de "destape". Paco fue a ver "El último tango en París", y "alguna más". El hipócrita Paco pontifica: "no estamos preparados, este país lo que necesita es educación", respondiendo al peligro que corre Loli cuando sale del cine de noche tras ver esas películas ya permitidas en España (un Real Decreto de diciembre de 1977 eliminaba la censura cinematográfica), con los hombres muy excitados. Alfredo Landa y José Luis López Vázquez fueron los actores, que, en aquellos años, encarnaron al español medio "reprimido sexual", fruto de la dictadura militar nacional-católica de Franco (1936-1977). José Sacristán también protagonizó esas películas de frustrados sexuales. Cuando Paco habla de educación se refiere a la educación sexual. Su mentalidad retrógrada establece una conexión entre ver esas películas (él fue a Biarritz) y abortar, drogarse, violaciones... Es decir, repite las cantinelas de la derecha y la Iglesia contra la apertura de costumbres. "Los españoles necesitamos un poco de mano dura". "Ahora hay toda la libertad del mundo... ¿y qué pasa? Pues... que no se puede salir a la calle... Uno empieza a preguntarse si ha valido la pena", sentencia. El eterno conflicto entre libertad y seguridad. Loli, en un rol absolutamente sometido, insiste en que a ella sólo le preocupan las violaciones, porque va siempre sola, tras perder a su único novio que se fue con un fontanero. Su insistencia es una llamada de atención.
El planteamiento y nudo de la historia ya están expuestos. A partir de ahora se desarrollarán los temas (desenlace fragmentario): el miedo, las fantasías sadomasoquistas de ser atracado, la crisis conyugal, el adulterio, los peligros de la hiperprotección. Paco es nombrado director de la oficina. Loli dice que ha sido violada por un taxista. La muchacha está avergonzada. La ideología machista del nacional-catolicismo culpabilizaba a la mujer. El relato de la chica de lo sucedido se transforma en una fantasia sádica de Paco como taxista violador. El nuevo director del banco encomienda a Agapito que vigile su coche, en el que ha instalado una alarma. Don Cosme baila con Doña Claudia, "Barrio de tango" (Troilo-Manzi), escuchando el disco de Aníbal Troilo (con el cantor Floreal Ruiz) que le han regalado. Es emocionante que los guionistas homenajeen el tango, y unan dos ideologías enemigas -un viejo comunista y una franquista- en el recuerdo de los años 40, era dorada de las orquestas tangueras (Troilo, Pugliese, Salgán, D'Arienzo, Caló, Tanturi, Di Sarli, D'Agostino, De Angelis, Gobbi, Fresedo, Donato...). La vitalidad de Don Cosme contrasta con la pasividad de Paco y Begoña. Incluso consigue despertar a Doña Claudia, adicta a las malas noticias del telediario. Mientras gira el microsurco -LP de RCA Victor- en el tocadiscos, el mundo se ha hecho mejor. Se ha detenido por un momento la catarata de desgracias que infunden el miedo a vivir. Una hermosa escena que compensa los recursos zafios de los zooms y las aceleraciones hipercinéticas de alboroto de tebeo. La velada termina en la terraza tomando unas copas festejando la vida, a decir de Don Cosme, que quiere saber cómo lo ven: "¿chiflado, insensato, degenerado?". Un "viejo verde" o un hombre independiente, es decir, sin familia. Cosme confiesa su secreto: perdió a su familia en accidente de carretera. El personaje y actuación de Antonio Ferrandis son muy parecidos al Chanquete de la serie "Verano azul" de Antonio Mercero que rodaba al mismo tiempo. Un hombre sabio, apartado de la sociedad, que oculta un drama, pero se entrega a la vida, sin miedo.
El deseo sexual de Paco choca con las prevenciones de Begoña por el uso de la píldora anticonceptiva -cancerígena- y un nuevo embarazo con cesárea. El matrimonio burgués sobrevive a base de hipocresía, status y doble moral: adulterio y prostitución. En 1979 la mujer todavía está sometida al hogar -Begoña no trabaja- y a la sexualidad del marido. Pero todo está cambiando rápidamente. La escena siguiente con el relato escabroso de Ángel, el dueño del bar (Rafael Hernández), es el momento repulsivo típico de Eloy de la Iglesia. Paco visualiza a la pareja agredida en su esposa a la que los cuatro barbudos destrozan un pezón con unas tenazas. El tránsito de comedia a cine gore funciona a medias, y permite el "destape" de la bellísma Claudia Gravy, por "exigencias del guion", excusa usada en la época. La compensación sádica de la fantasía del hombre mediocre insatisfecho en su matrimonio une el terror y el placer con la venganza imaginaria. Paco también siente pánico de perder a su mujer y se abalanza sobre ella, sin consumar el acto.
El ascenso laboral de Paco llega con la jubilación de Don Felipe (Gabriel Llopart), y las calamidades provocadas por las tecnologías modernas empiezan a desencadenarse: la puerta blindada se estropea y los bomberos tienen que rescatar a Begoña y Tere; Agapito dispara al mínimo ruido en medio de la noche; Paco "da un gatillazo" (disfunción eréctil) cuando Begoña lo busca sexualmente: no hay manera de recuperar la vida conyugal sana, atenazados por el estrés; la obsesión por los robos da lugar a situaciones grotescas como el presidente de la comunidad guardando el volante del auto en casa; el spray paralizante que un vendedor sin escrúpulos (Emiliano Redondo) ofrece a la madre de Paco y, ésta, deja en manos de su nieta que lo usa contra unos niños que le pedían su aro; y el descubrimiento de un armario lleno de jamones y embutidos putrefactos que atesoró Doña Claudia con su psicosis de guerra y escasez.
Que los cuatro quinquis barbudos del bar fueran policías es uno de los gags absurdos del film, pero ideológicamente coherente con la denuncia del miedo como instrumento de control social. Paco ha pasado toda la película mirándolos de soslayo y huyendo de ellos. Saben su nombre -Don Francisco- porque "nos lo ha dicho Ángel, el del bar. Como nos miraba usted tanto, empezamos a pensar que era usted un poco mariquita", observa uno de los maderos. Esta caricatura de la autoridad, violenta y homófoba, deja margen para interpretar ciertos impulsos homoeróticos reprimidos en el obediente burgués padre de familia.
El encuentro de Paco y su Maestro vital ideal e inalcanzable (Don Cosme) en el Rastro da lugar a unas vistas documentales de la ciudad de Madrid (scalextric de Atocha, parque del Retiro) y la aparición de la chica anhelante, Loli, con la que, inevitablemente, acabará acostándose, en otra escena de destape (¡¡¡Tina Sainz!!!). El adulterio y el amancebamiento fueron despenalizados el 26 de mayo de 1978, como parte de una actualización del Código Penal, porque la sociedad estaba cambiando. Hoy los jóvenes ni siquiera conocen esta palabra: "adulterio" (DRAE: relación sexual voluntaria entre una persona casada y otra que no sea su cónyuge). En la dictadura militar nacional-católica de Francisco Franco, el adulterio se castigaba con sanciones económicas y condenas de entre 6 meses y 6 años de prisión menor, pero siempre a la mujer. En el caso del hombre existía otro delito, de menos gravedad, el "amancebamiento" (yacer con otra mujer), y el "uxoricidio" (matar a la esposa sorprendida en adulterio) era tratado con benevolencia. El Código penal de 1944 en su Art. 428: “El marido que, sorprendiendo en adulterio a su mujer matare en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos, o les causare cualquiera de las lesiones graves, será castigado con la pena de destierro. Si les produjere lesiones de otra clase, quedará, exento de pena". En la película que comentamos, simplemente se dio una infidelidad del marido con su secretaria, aunque con consentimiento claro de ella, pues fue en su mismo domicilio. La escena de la ducha poscoital evoca la de Pepe Sacristán y Fiorella Faltoyano en "Asignatura pendiente" (1977) de José Luis Garci. Loli había fingido la violación para sentirse protagonista. También ella sobrevivía con fantasías sadomasoquistas proyectadas socialmente para sentirse importante: "yo nunca he sido protagonista de nada". Seguía siendo virgen. ¡Qué enorme actriz Tina Sainz! Loli tiene que escuchar que el hombre que la abrazaba hace un segundo quiere mucho a su mujer. Entonces, el hombre medio español, poco filosófico y conformista, que no lee ni tiene inquietudes, tiene un instante de lucidez: "No te sigas inventando protagonismos. Todos somos protagonistas de algo. Lo que pasa que a veces la película que nos toca hacer es mala y aburrida". La pareja escucha la explosión de la Estación ferroviaria de Atocha el 29 de julio de 1979. Ese día ETA Político Militar puso bombas en el aeropuerto de Barajas y las estaciones de Chamartín y Atocha, matando a siete personas e hiriendo a más de cien. Es forzado e inverosímil el guion al tejer todo el tiempo la vida vacía de los personajes con los sucesos históricos. Lo increíble es que los acontecimientos que la película narra estaban sucediendo en tiempo real mientras se rodaba. Como testimonio histórico este largometraje irregular es un tesoro.
El trágico final de Don Cosme es un colofón inevitable de esa psicosis de inseguridad. Paco toma conciencia de las palabras de despedida del hombre que vivía sin miedo: "No podrá estropearlo nadie... ni bombas ni pistoleros. Ni odio ni miedo. Ya está bien de lobos feroces".
Los fuegos artificiales del barrio, que por primera vez no son bombas ni tiroteos, encaminan a la familia a la verbena para disfrutar en mitad de la noche, mientras ven como roban su automóvil sin preocupación alguna.
Conclusión
"Miedo a salir de noche" es una película valiosa, aunque, quizás, no brillante ni consistente. Presenta el "gen del cine quinqui... precedente de "Navajeros"" (Víctor Olid) aunque su punto de vista no es el de los delincuentes, que, propiamente, no aparecen en la película, más que en las alucinaciones del protagonista, sino el de la clase media, pasiva y conformista, vacía y comportándose de manera mecánica, con las características del "uno" de Heidegger: renunciando a la libertad, y aceptando las habladurías, la ambigüedad y el morbo de novedades sensacionalistas que la televisión, la radio y la prensa fabrican sin cesar. Eloy de la Iglesia desplaza el miedo de la "inseguridad ciudadana" al control social ("Que viene el lobo") del Estado y el lucrativo negocio de las empresas que protegen a los ciudadanos desamparados al perder el orden franquista. Ese "franquismo sociológico" que representa Paco, el de la mayoría silenciosa, es acrítico e impotente. En realidad, "Miedo a salir de noche" es una película política, una "crónica de actualidad", ya que recrea con una exactitud sorprendente los acontecimientos en España en 1979 y las actitudes políticas y morales de la clase media. Lo paradójico es que la única violencia real que sufre Paco es la carga policial contra sus compañeros huelguistas y los disparos del vigilante nocturno contra un desconocido. El resto es la violencia representada mediáticamente.
Ni la fotografía ni la música destacan, y la gran cantidad de temas se sostienen en las magníficas interpretaciones, sobre todo de José Sacristán y Tina Sainz, los protagonistas, y un espléndido Antonio Ferrandis. El resto de secundarios tienden a la parodia esperpéntica. Eloy de la Iglesia es un gran contador, conoce el arte de narrar, incluso en este maremagnum, a veces caótico, de acontecimientos históricos e intrahistóricos. No es un film intrascendente ni superfluo, como escribe Víctor Olid, pero tampoco debe verse como una comedia de mero entretenimiento. Es una lección de historia y sociología, y un documento de época verdaderamente valioso.
Francisco Huertas Hernández
25 de febrero de 2025
1980
España
Dirección: Eloy de la Iglesia
Dirección: Eloy de la Iglesia
Productora: Blau Films - Alfaro Films
Producción: Julio Parra
Guion: Roberto Bodegas, José María Palacio, Eloy de la Iglesia
Música: Carmelo Bernaola
Sonido: Enrique Molinero
Maquillaje: Adolfo Cofiño
Fotografía: José G. Galisteo
Montaje: Julio Peña
Escenografía: Adolfo Cofiño
Producción: Julio Parra
Guion: Roberto Bodegas, José María Palacio, Eloy de la Iglesia
Música: Carmelo Bernaola
Sonido: Enrique Molinero
Maquillaje: Adolfo Cofiño
Fotografía: José G. Galisteo
Montaje: Julio Peña
Escenografía: Adolfo Cofiño
Reparto:
José Sacristán: Paco
Antonio Ferrandis: Don Cosme
Claudia Gravy: Begoña
Tina Sainz: Loli
Mari Carmen Prendes: Doña Claudia, madre de Paco
Florinda Chico: Doña Paulita
Nuria Gallardo: Tere, hija de Paco y Begoña
Ricardo Tundidor: Presidente comunidad
José Lifante: Presidente del banco
Rafael Hernández: Ángel, dueño del bar
Gabriel Llopart: Felipe, jefe del banco, jubilado
Antonio Gamero: Gómez, empleado del banco
Vicente Cuesta: Domínguez, empleado del banco
Alejo Loren: Ovni, empleado del banco
Alfred Lucchetti: Agapito, vigilante nocturno
Claudio Rodríguez: Barrado, cliente del banco
Francisco Nieto
Ramón Repáraz: Comisario
Joaquín Molina
Francisco Melgares
Ángel García: Comercial de las puertas blindadas
Paco Catalá: Policía de paisano
Antonio Betancourt: Policía de paisano
Raúl Fraire: Taxista
Gonzalo Goicoechea: Bombero
Paco Porras: Huelguista
Emiliano Redondo: Dependiente
Julio Ruano: Comercial de las puertas blindadas
Josetxo San Mateo: Policía de paisano
Bibliografía:
- Jesús Navarro, Víctor Olid, José Manuel Romero Moreno: "Urinarios de celuloide. Las películas de Eloy de la Iglesia". Vial Books. 2020
- Carlos Barea (Ed.): "Eloy de la Iglesia. El placer oculto del cine español". Dosbigotes. 2024
- Carlos Aguilar, Dolores Devesa, Carlos Losilla, Francisco Llinás, José Luis Marqués, Alicia Potes, Casimiro Torreiro: "Conocer a Eloy de la Iglesia". Filmoteca Vasca. 1996