“EL ESPÍRITU DE LA COLMENA”
VÍCTOR ERICE (1973)
“UNA POÉTICA DEL SILENCIO. RELATO MÍTICO Y
APRENDIZAJE DEL TIEMPO”
JAVIER
MARZAL FELICI
Tomado del libro “EL ESPÍRITU DE LA
COLMENA... 31 AÑOS DESPUÉS”. Institut Valencià de Cinematografia. Fundación Autor.
Generalitat Valenciana. Valencia. 2006
Capítulo I
LA FUNDACIÓN DEL
MITO: EL ARRANQUE DEL FILM
El espíritu de la colmena no
posee una estructura líneal, no desarrolla una historia que progrese
linealmente como es habitual en cualquier relato normativo. De hecho,
las elipsis, la ocultación deliberada de
información sobre el pasado de los personajes, y la ausencia de referencias más explícitas al tiempo y al espacio
en el que trancurre la acción determinan el tono
poético del relato. Los títulos de
crédito funcionan como un anticipo de la estructura del film: son pequeños cuadros que remiten a diferentes episodios,
en apariencia independientes o “autónomos”.
Se trata de doce dibujos sobre algunos personajes, lugares
y acciones, de valor emblemático, que proclaman el carácter poético
de la película de Erice, cuya
organización no responde a su orden de aparición en el film, y que responden a
una mirada infantil, en la que el tiempo
cronológico todavía no ha dejado su impronta. El último de los dibujos
de los títulos de crédito corresponde a la imagen de Frankenstein.
Mediante un movimiento de zoom, la cámara reencuadra la pantalla, y en sobreimpresión aparece el rótulo “Érase una vez...”, palabras que remiten al carácter intemporal del film, propio de un cuento o un relato mítico.
Esta serie de episodios o “cuadros” recuerdan a los retablos de ciego, los cuentos populares, las aucas valencianas y al lenguaje de nuestros sueños. Como en el relato mítico no existe una concreción de las coordenadas espacio-temporales, incluso a pesar de la sobreimpresión del rótulo “En un lugar de la meseta castellana, hacia 1940...”
Mediante un movimiento de zoom, la cámara reencuadra la pantalla, y en sobreimpresión aparece el rótulo “Érase una vez...”, palabras que remiten al carácter intemporal del film, propio de un cuento o un relato mítico.
Esta serie de episodios o “cuadros” recuerdan a los retablos de ciego, los cuentos populares, las aucas valencianas y al lenguaje de nuestros sueños. Como en el relato mítico no existe una concreción de las coordenadas espacio-temporales, incluso a pesar de la sobreimpresión del rótulo “En un lugar de la meseta castellana, hacia 1940...”
El tiempo y
el espacio que se nos presenta a los espectadores son abstractos:
el pueblo en el que transcurre la acción
puede ser cualquier pueblo de la España rural
y ese año puede corresponder a todo un periodo histórico que remite a la etapa
de la posguerra. La composición musical
de Luis de Pablo
apoya perfectamente el carácter cuasi onírico y
atemporal de la narración, con la interpretación al piano
de una melodía seriada mientras suena el tema principal con la flauta,
variación de la canción popular “Vamos a contar mentiras”.
El carácter hipnótico de la música se podría poner en paralelismo con los créditos de Saul Bass de Vertigo (1958), de Alfred Hitchcock y las cintas de Moebius en la banda imagen.
El carácter hipnótico de la música se podría poner en paralelismo con los créditos de Saul Bass de Vertigo (1958), de Alfred Hitchcock y las cintas de Moebius en la banda imagen.
De este modo, el
arranque de la película subraya la vocación
universal de la ficción cinematográfica, que puede ser interpretada
como la historia de un aprendizaje
interior de la niña protagonista, y, por extensión, de todos los
espectadores que asistimos a la proyección de El espíritu de la colmena. El mito, como la película, nos
cuenta una historia “sagrada”, una serie
de acontecimientos que han tenido lugar en un tiempo “primordial”, en el tiempo fabuloso de los comienzos,
como señala Mircea Eliade
a propósito del mito. Es el relato de una creación,
donde se narra cómo algo se ha producido, ha comenzado a ser. De este modo, los
mitos revelan la actividad creadora y desvelan la sacralidad. Los mitos
describen las diversas irrupciones de lo sagrado en el mundo, donde esta
irrupción de lo sagrado fundamenta realmente el mundo. Así pues, “vivir”
los mitos implica una experiencia verdaderamente religiosa,
que se distingue de la vida cotidiana, permitiendo revivir una
realidad original.
La proyección del film El doctor Frankenstein constituye una experiencia iniciática para Ana, que precipita su entrada en el mundo de los adultos.
La ficción cinematográfica despierta en Ana la pregunta sobre el sentido de la muerte de la niña en el film de James Whale. La mirada primordial de un ser todavía inocente, que no distingue entre la realidad y la ficción, desatará ante el absurdo de la muerte la construcción de un fantasma que es, al mismo tiempo, el monstruo del film y el fugitivo que se oculta en la casa abandonada (e, incluso, el padre vestido de apicultor, de aspecto igualmente siniestro)
La ficción cinematográfica despierta en Ana la pregunta sobre el sentido de la muerte de la niña en el film de James Whale. La mirada primordial de un ser todavía inocente, que no distingue entre la realidad y la ficción, desatará ante el absurdo de la muerte la construcción de un fantasma que es, al mismo tiempo, el monstruo del film y el fugitivo que se oculta en la casa abandonada (e, incluso, el padre vestido de apicultor, de aspecto igualmente siniestro)
“UNA POÉTICA DEL SILENCIO. RELATO MÍTICO Y APRENDIZAJE DEL TIEMPO” POR JAVIER MARZAL FELICI. Tomado del libro “EL
ESPÍRITU DE LA COLMENA... 31 AÑOS DESPUÉS”. Institut
Valencià de Cinematografia. Fundación Autor. Generalitat Valenciana. Valencia.
2006
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