En alguno de sus diálogos más complejos Platón escribe acerca de las ideas más generales de las que todo procede. Primero habló de 5 categorías: el Ser, la Identidad, la Diferencia, el Movimiento y el Reposo; más tarde las redujo a las 3 primeras. Mientras que las categorías aristotélicas siempre me han parecido de una trivialidad gramatical exasperante, y las de Kant absolutamente artificiosas e incomprensibles, los primeros principios de Platón me obsesionan porque, en su abstracción, está la vida, y, al mismo tiempo, lo eterno y perfecto. En Aristóteles no está lo eterno y perfecto, y en Kant no está la vida.
La posibilidad de descomponer mi propia vida a partir de las categorías platónicas me subyuga. El saber que todo puede analizarse a partir de estos cinco principios resulta amenazador y misterioso.
Platón deriva los números de estos principios, y, aunque algunos aseguran que es imposible derivar el mundo sensible o la vida de ellos, yo creo que todo está en esas categorías.
El mundo inteligible es, permanece idéntico a sí mismo, y es estático. Sus categorías inherentes son, pues, Ser, Identidad y Reposo, (Platón
comprendió luego que Identidad y Reposo vienen a coincidir, y suprimió
éste último)
El mundo sensible parece ser (en los
planteamientos más radicales) o es,
en cierto modo, cambia a cada
instante (es en el tiempo),
y, por tanto, su ser es su movimiento
continuo. Sus categorías propias son: Ser
(en cierto modo, al menos), Diferencia y
Movimiento.
Bien es cierto que las 5 categorías platónicas pertenecen al mundo inteligible, pero dos de ellas permiten la comprensión del devenir, del mundo sensible.
Descendiendo a una comprensión más concreta de
la vida humana, diré que todo lo anímico
está en función del movimiento y del reposo. Todo lo lento es triste. Esta verdad, que surge de la simple
observación, nos hace descubrir que el
movimiento del cuerpo y el del alma son paralelos. La torpeza física se traduce
en soledad, desamparo, tristeza.
El problema de la vida es saber cuál es
la velocidad adecuada en cada momento.
La vitalidad, energía, potencia vital, de una persona, no es fuerza sino movimiento, y, éste, se transmite del cuerpo a la mente. La tristeza es una velocidad vital escasa, exangüe. Por eso no es banal la asociación de actividades que aumentan la velocidad del cuerpo (bailar, hacer deporte, viajar, sexo) con el aumento de la alegría. Vivir a la velocidad de la alegría.
La vida también es Diferencia (aunque ésta siempre necesita de la Identidad). La identidad pura es el egoísmo, el aislamiento, la soledad. El amor es la unidad con lo diferente -la alteridad: otro cuerpo y otra alma-. La alegría en la vida suele ir unida a la apertura, al encuentro, del que el amor es la cima. Vivir es relación con el medio, disolución de la identidad en otras, identificándose con ellas. El sufrimiento es el desgajamiento de la identidad extendida a los otros: la muerte, el abandono, la persecución. Cuando uno deja de abrirse a la diferencia, amándola, identificándose, se cierra en su identidad desengañada de la diferencia. La diferencia es amenazante entonces. Ya sólo puede permanecer la diferencia ineludible: la muerte.
La vida es diferencia, contraste, cambio, movimiento, pero todo eso queda anulado en la identidad de la muerte que todo lo iguala.
Con la muerte, la diferencia vuelve a la identidad.
4 comentarios:
Absolutamente genial
Gracias por esta reflexión en la que lo lejano se hace cercano
Excelente
Movimiento y acceso a su energía
Muy acertado es intentar meternos en una espiral de movimientos para ahuyentar cualquier ápice de posible enfermedad. La naturaleza de la vida se entiende como algo móvil, la carencia de movimiento es a primeras instancias la muerte, un reposo perpetuo. La danza y su espíritu crean una realidad en la que todos ancianos conectarnos, si abre dicho “no se bailar” esperando poder hacerlo y mirando a otros con ese poder de vida y ductilidad. En el libro del TAO la rigidez es la muerte y la movilidad la vida y si lo piensas con el pensamiento sucede lo mismo uno no puede quedarse nunca con una idea tiene que pensar en otras posibilidades para ampliar el espectro del pensamiento. Como Platón quito la categoría “reposo” que suena a quedarse en un sosiego demasiado apartado del esplendor de la movilidad.
La muerte nos devuelve a la estabilidad de la roca, y nos transmuta a los pensamientos de quienes nos conocieron en vida, de nuestra movilidad para con los que nos rodean dependerá nuestro posible recuerdo.
Marcelo López
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