viernes, 18 de diciembre de 2020

Fundamentación antropológica de la sexualidad y la religión. "Sebastiane" (1976). Derek Jarman. Francisco Huertas Hernández


Para una fundamentación antropológica de la sexualidad y la religión
"Sebastiane" (1976). Derek Jarman
Francisco Huertas Hernández


"Sebastiane" (1976). Derek Jarman
Una película británica que narra el martirio de San Sebastián, un soldado romano de la Guardia del Emperador Diocleciano en el siglo III. Rodada en latín es un canto homosexual en el que el deseo humano de la carne y el anhelo divino del espíritu combaten y se funden. Adorador del dios del sol romano Febo Apolo sublima en este culto su deseo homoerótico por sus compañeros.
La dialéctica de la carne y el espíritu, o de la vida y la religión, es tan antigua como la humanidad. En la medida que el ser humano perfeccionó el lenguaje se elevó más y más hacia una pureza incompatible con las asperezas hirientes de la vida. La represión pasó a ser purificación. Y el negar la vida del cuerpo fue dar alas a la divinidad del alma, a su salvación. La lógica del sacerdote invirtió los valores vitales sustituyéndolos por los valores morales. Así lo entendió Friedrich Nietzsche

 No soy tanto un ser deseante como anhelante. El deseo se dirige a lo concreto, a lo corpóreo, y, en tanto que intencional, se refiere a un objeto. Pero el anhelo vuela en su intento hacia regiones más allá del éter. El anhelo no tiende a un objeto, es él mismo, objeto. Anhelamos lo que nunca fuimos y lo que siempre dejaremos de ser. Pues el anhelo es la apetencia indescifrable de ser. ¡Qué triste el estar de paso enredado en deseos sin fin cuando el anhelo construye en la intuición más plena y menos perfilada el ser eterno!

 El deseo es la vía de la sexualidad, del estar junto a, dentro de, encima de, al lado de, de la unión de dos mitades que se encuentran. Deseamos en la medida que somos carne y sangre. Deseando habitamos la casa de lo viviente. Uno y uno, dos.

 ¿Y el anhelo? No es una vía, es un horizonte, un cometa, quizás. El anhelo no busca la carne, sino el espíritu. Anhelamos la eternidad, la divinidad, la perfección, el paraíso. Anhelamos a Dios. Uno que se hace (anhela) Todo.

 Ahí andan deseo y anhelo, cada cual a su aire, en las corrientes cálidas de los cuerpos, en el pneuma divino de los universos intangibles.

Francisco Huertas Hernández
2 de febrero de 2013