sábado, 27 de abril de 2024

Individuo & Totalidad (XXIII). Habitantes deshabitados. Estar y Acaecer. Francisco Huertas Hernández

Individuo & Totalidad (XXIII)
Habitantes deshabitados. Estar y Acaecer
Francisco Huertas Hernández

Carrousel
Toulouse (France)
20 février 2020
Photographie: Francisco Huertas Hernández


 Habitar es vivir en un lugar, morar en una casa. La casa del hombre es el mundo, o, más aún, el humano transforma en casa y mundo el lugar en el que está. Martin Heidegger afirma: "zum Wohnen, so scheint es, gelangen wir erst durch das Bauen" (En el habitar, al parecer, ingresamos ante todo por medio del construir) en "Bauen, Wohnen, Denken" (1951). Heidegger, analizando la lengua alemana, halla que "ser hombre quiere decir habitar". Y habitar es cuidar. Habitar es estar presente en un lugar (construido), permanecer, demorarse, "al abrigo de daños y amenazas". Habitar es estar protegido. Cualquier lugar en que el humano encuentra protección es su casa. Pero el ser humano es el que no quiere ni puede estar quieto, en casa. Es el viajero. El que explora nuevos territorios para extender su hogar, reduciendo la naturaleza a casa en potencia, refugio y amparo de la propia naturaleza amenazante. Y al residir en lugares diversos convive con otros habitantes. Los anfitriones y los vecinos nos hacen partícipes de sus moradas. Nos aposentamos en un territorio y al habitarlo con los vecinos formamos comunidad y adquirimos condición de ciudadanos al organizar esa convivencia bajo reglas comunes, que nos protegen y nos dan seguridad. 

 El humano imita, sin saberlo, a los hermanos animales, que hacen nidos, madrigueras, colmenas, hormigueros o guaridas. Sin embargo, el intranquilo λόγος invita al desasosiego permanente. A "des-habitarnos". Si el λόγος pregunta, ello requiere salir del hogar: observar, comparar, elevarse a alturas desde donde contemplar los nexos de las cosas y totalidades que nos contienen, pero no podemos conocer recluidos en la particularidad del hogar. El λόγος es la razón escudriñadora del mundo como totalidad que dona sentido. Estar en casa no es acaecer en el mundo. Para que el mundo sea casa es necesario romper la pared, la puerta, el aislamiento de una protección que separa.

 Hallarse en el mundo es, en primer lugar, estar arrojado en la tierra, bajo el cielo. Solo y desnudo. Y dos cosas buscan el hombre y la mujer: protegerse (aislarse) de los demás y solicitar su auxilio y amor. La "insociable sociabilidad" del hombre (die "ungesellige Geselligkeit" des Menschen) expuesta por Immanuel Kant, explica las características de sus viviendas: puertas cerradas, que se abren, para protegerse y salir o dejar pasar; ventanas abiertas, que se cierran, para mirar el mundo y que la luz del cielo dé visión y calor a la morada. 

 Y no sólo en los hermanos animales el humano se ve reflejado, sino en los mismos árboles, antecesores misteriosos de nuestra naturaleza móvil y apetitiva. Los árboles, las plantas, se arraigan en el suelo. Son los cimientos de nuestras casas. Si las raíces de las plantas absorben el agua y los nutrientes de la tierra, proporcionan estabilidad frente a viento y lluvia, interaccionan con microorganismos, y ayudan a la reproducción vegetativa, el "arraigo" humano confiere un sentido de pertenencia que empieza en la familia (los que conviven en la casa) y llega al Estado (los que comparten la tierra dentro de unas fronteras). Las costumbres son las formas de vida de esos habitantes, las "leyes" de casa y nación.

 Y la ansiedad se adueña del hombre tanto como su estar en el mundo se vuelve inestable: el humano es el que teme la muerte, y la niega, como si su morada fuera eterna. Inventa disipaciones o religiones. Su acaecer es mortal, pero nadie construye para la destrucción, porque construir es lo contrario de destruir. El amparo del hogar esconde el desamparo de la muerte. El humano que huye sin cesar de las casas que construye, y que siempre anhela regresar al hogar, cuyo acaecer es una flecha que se pierde en la nada, y siente el vacío de la "casa deshabitada", vive sin vivir en él. No basta una casa para habitar el mundo...

Francisco Huertas Hernández
27 de abril de 2024

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Profunda reflexión

Francisco dijo...

Gracias

Anónimo dijo...

Me encanta. 🌟🌟🌟🌟

Francisco dijo...

Gracias amiga

ACORAZADO CINÉFILO dijo...

La verdad es que este escrito resuena heideggeriano en su forma y en su fondo. Pero bueno, eso no es malo. Heidegger, a veces, no es claro. Yo siempre intento ser cartesiano en esa regla de la claridad y la distinción, pero el intelecto falla a menudo