domingo, 28 de abril de 2024

Individuo & Totalidad (XXIV). Geometría y Topología: forma y deformación. Reflexión sobre el orden y la contorsión de los afectos. Francisco Huertas Hernández

Individuo & Totalidad (XXIV)
Geometría y Topología: forma y deformación. Reflexión sobre el orden y la contorsión de los afectos
Francisco Huertas Hernández


Escola Massana
Plaça de la Gardunya, 9. Ciutat Vella. 08001 Barcelona
Juny 2017
Fotografía: Francisco Huertas Hernández



"En la vida hay que evitar tres figuras geométricas: los círculos viciosos, los triángulos amorosos y las mentes cuadradas"

Atribuido a Mario Benedetti (1920-2009)


 Las ciencias miden la realidad apoyándose en las matemáticas. La geometría es la rama de las matemáticas que estudia las formas en el espacio, su tamaño y propiedades, calculando sus longitudes, áreas y volúmenes. En los albores de la filosofía griega coincidieron la geometría y la cosmología (búsqueda de una explicación racional del origen de la naturaleza). Thales de Mileto y Pythagoras (s. VI aC) tuvieron esa doble condición, aunque todavía quedaba lejos la época en que se matematizasen las leyes de la física, cuando Galileo y Newton (s. XVI-XVII) establecieron ecuaciones para las leyes del movimiento. A finales del s. XIX y durante el XX aparece la topología, una nueva rama matemática que estudia las propiedades de los objetos geométricos que permanecen invariantes bajo deformaciones continuas, como estirar, comprimir o retorcer, sin cortarlos ni pegarlos. La topología se preocupa por conceptos como la continuidad, la conectividad, la compacidad y la orientabilidad. La comprensión de la constancia de las figuras sometidas a la deformación, remite necesariamente a la búsqueda del ἀρχή (origen, principio) constante en el devenir (γένεσις) (transformación) incesante de la naturaleza. Unidad dentro de la pluralidad, orden dentro del cambio. El filósofo presocrático tiene el mismo proyecto que el topólogo matemático, pero veinticinco siglos antes.

 La razón (λόγος) busca la forma, es decir, el orden, constancia y unidad de las cosas. Platón usó el término εἶδος, que se ha traducido como "idea" o "forma", para denominar los arquetipos que sirven de modelo permanente y constante a las copias físicas en devenir y plurales. Su discípulo Aristóteles usó μορφή, traducido como "forma", por oposición a ὕλη. La forma está en la materia (ὕλη) como su principio constante (esencia), lo que hace que lo indeterminado material sea algo determinado concreto. 

 Si aplicamos la analogía de la forma y la deformación al terreno de los afectos (sentimientos, emociones, motivaciones) salimos del orden, la constancia, la unidad, la medida, propias de las matemáticas y la razón. Los afectos son materia informe, no mensurable ni constante.

 El mundo emocional en los animales está vinculado al sistema límbico (miedo, ira, tristeza, alegría, placer) y el sistema endocrino, que segrega hormonas como la oxitocina, la vasopresina, cortisol, adrenalina (epinefrina), relacionadas con el estrés, la ansiedad, el miedo. La corteza cerebral, donde se entrelazan las funciones cognitivas superiores tales como el razonamiento, la toma de decisiones, la memoria, orientación espacial, atención, la comprensión del lenguaje, el procesamiento visual de figura, color y movimiento, etc., también regula las emociones que provienen de los sistemas límbico y endocrino. La complejidad de este control racional de las emociones activa la corteza prefrontal ventromedial en la evaluación de situaciones y estrategias de gestión. La corteza prefrontal dorsolateral inhibe respuestas emocionales impulsivas. La corteza parietal participa en la atención selectiva que influye en la intensidad y duración de las emociones. La corteza prefrontal medial regula el estrés. Todas estas áreas ejercen un control racional sobre las emociones irracionales subcorticales, pero no siempre regulan la fuerza de los instintos y afectos. En el psicoanálisis las pulsiones (afectos) del Ello chocan con las exigencias del SuperYo, y es el Yo el que debe mediar entre placer y deber.

 La deformación (razonable irracionalidad) de las emociones que, incluso así, no pierden su poder y naturaleza, es la labor de la razón, como la topología amplía la geometría. Las emociones no pueden medirse (una madre preguntando a su hijo cuánto me quieres no deja de ser un oxímoron). La razón no crea libido (energía) sino que la canaliza, la hace "razonable", útil, social. La geometría axiomática de las pasiones spinoziana es el intento titánico de definir, medir y dar forma constante a los indefinibles, cualitativos e informes afectos o pasiones. Si Baruch Spinoza (1632-1677) hubiera conocido la topología y la mecánica cuántica habría abandonado la idea de matematizar lo emocional

 No existe orden sin razón, ni ésta sin medida. La topología tiene en cuenta el movimiento de las figuras, y descubre elementos no cuantitativos en la constancia de éstas a pesar de su deformación. Los afectos no son puro caos, desorden y sinsentido. La naturaleza habla para decirnos verdades de la vida no racionales. El que no seamos capaces de matematizar con éxito lo emocional, a pesar de técnicas como la neuroimagen funcional, los biomarcadores emocionales o las interfaces cerebro-máquina, no impide que sigamos siendo humanos que huimos de nuestro origen animal: siempre aspirando al control racional de las emociones...

Francisco Huertas Hernández
28 de abril de 2024

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Madre mía, que complicado todo esto. Yo estaba en bachiller con eso del arché y no me daba cuenta de que era como sacar la regla para medir todo ese caos del que hablas, de las tormentas, de las estaciones que pasan, de lo que nace y muere sin parar. Las emociones son una bomba. Tenemos que lanzarlas lejos para que no nos maten. Yo creo que pa eso están para sacarlas de encima y ya. No sé si pa eso hay que pensar tanto con la corteza prefrontal y el cerebelo o lo que sea. Charlie Mondadientes

ACORAZADO CINÉFILO dijo...

Gracias Charlie. Tus reflexiones son muy acertadas. Quitarnos las emociones para que no nos maten... Jope, qué fuerte, no?