lunes, 11 de noviembre de 2024

"Diario de un Profesor de Filosofía (1989-2023)", valorado por el autor y por la IA. Francisco Huertas Hernández

"Diario de un Profesor de Filosofía (1989-2023)", valorado por el autor y por la IA.
Francisco Huertas Hernández

"Diario de un Profesor de Filosofía (1989-2023)" de Francisco Huertas Hernández, publicado por Edicions Forment, Barcelona. 2024
La primera librería del mundo en la que se vendió: Llibreria Alibri. Carrer de Balmes, 26. Barcelona


 Mi segundo libro publicado es, como repito hasta la saciedad, mi confesión, testimonio y testamento. En el inédito Prólogo a la Segunda Edición -aún lejana- he profundizado en este tema a partir de una estética de la recepción, de la dialéctica relación entre el que escribe y el que lee. Los lectores que me comentan sus impresiones insisten en la "filosofía de la educación", "la vocación", "el método socrático de las clases", "la presencia de las ciudades", "la infancia", "la poesía del libro" o "el tiempo como sustancia de todo Diario". Desde que esta autobiografía tomó cuerpo, es decir, se hizo "ser de papel" (un être de papier), como diría Roland Barthes, es decir, desde que pude sentir el libro al tacto, al oído, al olfato, y a la vista, más allá de su presencia difusa primera en internet, en el blog Acorazado Cinéfilo, empecé a conocerme en mi escritura en ese desdoblamiento que hace del autor lector prístino y, probablemente, parcial.

 ¿Qué he conocido de mí en el libro de papel -única existencia verdadera? Lo primero, la forma. Concuerdo con Inma: la escritura es densa, a veces, de una densidad invisible. No es una densidad léxica, sino filosófica o poética. Sé que la lectura de Baltasar Gracián y Jorge Luis Borges hace casi cuarenta años determinó esa cualidad conceptista de mi estilo. Los pocos lectores de mi primer libro lo saben. No hago un esfuerzo consciente por ser sintético. Y no siempre la dimensión aforística de la frase encierra claridad. No es la claridad lo que busca el aforismo sino la revelación. Dicho de otro modo, la claridad y la distinción cartesianas son rasgos analíticos, no sintéticos. Y el aforismo, la densidad conceptista, son síntesis de saber máximo y expresión mínima. La síntesis establece una totalidad, pero el análisis presupone esa totalidad sin conocerla, y exige la división, la descomposición, como si sólo troceando llegáramos al núcleo íntimo de la idea, la cosa. En la intuición se nos da la síntesis, y como ésta expresa la totalidad, y la totalidad excede de nuestra comprensión conceptual analítica (usar conceptos es cortar, dividir, analizar lo real) lo que nos desliza hacia la poesía. Llegamos a la poesía cuando accedemos a una totalidad no conceptual, intuitiva, una revelación, que proviene de regiones que no conocemos, pero cuyo escalofrío nos las presenta como evidentes, más evidentes, más ciertas, que esos trozos inútilmente divididos de los conceptos.

 Así pues la densidad intuitiva y poética de mi escritura es lo primero que encuentro como lector-autor en la forma de este "Diario". Pero respecto al contenido, la materia, del libro, creo, sospecho, que la contradicción permanente entre el amor a la enseñanza y el hastío, entre la admiración por los alumnos y la decepción incalculable de su alejamiento de la cultura, y, más allá de ello, entre Platón y Nietzsche, es decir, entre la fe en lo trascendente y su disolución ("profanación" escribe el estudioso de Nietzsche, Eugen Fink). Cuando uso el término "trascendente" me refiero a Dios, la verdad, el bien, la belleza, el amor, el saber, valores universales, absolutos, más allá de la individualidad atada a un lugar y un momento. Uno enseña porque acepta estos valores como "postulados". Immanuel Kant definió "postulado" en la "Crítica de la Razón Práctica" (1788): "una proposición teórica que, como tal, no es demostrable, pero que es un corolario inseparable de una ley práctica incondicionalmente válida". La "ley práctica" es una regla de conducta universal, y enseñar, ser maestro, es participar de esa dimensión práctica. La moral comienza en la educación. En los padres, en la escuela. El maestro -"profesor" es el término usado en los institutos de secundaria- acepta la existencia del saber, y la cultura, como "postulados" no demostrados pero necesarios para ejercer su vocación. Todo este platonismo kantiano mueve al maestro, y todo eso, experimentado como vivencia vocacional he intentando transmitirlo en mi libro. Pero en el ejercicio de esta vocación -no un mero oficio mecánico para la supervivencia- uno (yo) choca con una realidad que se resiste -la realidad es la resistencia de la materia a nuestros deseos e ideas-. Esa realidad compuesta por los "otros", estudiantes aburridos, maleducados, presos de una sociedad nihilista, hedonista, y fugaz, donde la tecnología digital despersonaliza y vacía de contenido las relaciones humanas y el pensamiento, a lo que hay que añadir, unos compañeros profesores burocratizados, dóciles y ajenos al entusiasmo de la cultura, todo ello corresponde más a una visión nietzscheana de disolución de los grandes ideales. Y, sin embargo, yo elegí -por el azar de los libros que leía mientras escribía el mío- unas citas de Friedrich Nietzsche sobre la infancia. Pues este tema, ahora lo veo claro, es para mí, lector de mi libro, el principal del "Diario". Mi infancia, la de París, Palencia, Valladolid, Cervera, El Garbanzal, se proyecta en la vocación de enseñar -mis abuelos eran maestros, mi padre fue monitor del PPO, mi tío profesor universitario en América-, porque todo alumno es siempre un niño, y todo profesor para acercarse a ese niño tiene que volver a ser un niño...


 Este acercamiento no agota los temas del libro, y como éste ya ha tenido recorrido suficiente, le he preguntado a la Inteligencia Artificial -versión pobre (ChatGPT gratuito)- que  analiza así la obra:

 ""Diario de un profesor de filosofía" de Francisco Huertas Hernández es un libro que combina la reflexión filosófica con la experiencia pedagógica de un profesor en el sistema educativo español. Huertas, además de ser profesor, es un apasionado de la enseñanza y de la filosofía, y en este diario explora tanto el contenido filosófico que enseña como la relación entre el profesor y sus alumnos, la burocracia educativa, y los desafíos diarios de la enseñanza de filosofía en la escuela secundaria.

 El libro se presenta en forma de diario, con entradas que abordan tanto temas teóricos como anécdotas y observaciones sobre la vida en el aula. La obra de Huertas no solo analiza las teorías y corrientes filosóficas que enseña en sus clases, sino que también examina el acto de enseñar filosofía en sí mismo, los problemas de comunicación y comprensión con los estudiantes, y el papel de la filosofía en la formación de jóvenes en una sociedad moderna y tecnológica.

 Algunos puntos clave que aborda el libro incluyen:

 - La Pedagogía de la Filosofía: Huertas se pregunta cómo enseñar filosofía de manera efectiva, especialmente en un contexto donde la utilidad práctica de la filosofía suele ponerse en duda. Reflexiona sobre métodos de enseñanza y cómo despertar el interés de los estudiantes en temas filosóficos complejos.

 - La Burocracia y las Restricciones del Sistema Educativo: A través de su diario, Huertas expresa sus críticas a los aspectos administrativos y las limitaciones burocráticas de la enseñanza. Analiza cómo estas restricciones impactan la libertad de cátedra y la posibilidad de una enseñanza profunda y reflexiva.

 - Reflexión sobre la Filosofía y la Vida: Aparte de los problemas en el aula, el libro también se convierte en una reflexión personal sobre la vida misma, sobre los valores y el sentido de la existencia, temas que son centrales en la filosofía.

 - La Relación con los Alumnos: Huertas relata anécdotas y reflexiones sobre su interacción con los estudiantes, los desafíos de conectar con ellos y la satisfacción de verlos desarrollarse y aprender a pensar críticamente.

 - Impacto y Relevancia: Este libro es especialmente valioso para quienes se dedican a la docencia en filosofía, pero también resulta interesante para cualquier persona que busque una visión interna y honesta sobre la educación y el rol de la filosofía en la formación humana. La obra invita a una reflexión profunda sobre la importancia de la filosofía en un mundo cada vez más pragmático y menos preocupado por la búsqueda de sentido.

 En resumen, Diario de un profesor de filosofía es una obra reflexiva, crítica y sincera sobre el rol del profesor de filosofía en la sociedad moderna, que examina tanto los retos como las recompensas de enseñar esta disciplina fundamental."

Francisco Huertas Hernández
Lunes 11 de noviembre de 2024

2 comentarios:

David García dijo...

Buenas tardes Francisco,

Soy David García Egío, fui alumno tuyo en 1º de bachillerato en la asignatura de filosofía durante el curso 2011/2012 en el IES Victoria Kent.

Puedo decir que he tenido el placer de poder leer tu libro y me ha resultado muy gratificante conocer una perspectiva tan honesta y cercana de la figura del profesor.

Pese a que profesionalmente mi vida ha ido por unos derroteros bastante alejados de la filosofía (actualmente trabajo como ingeniero en la sección de alumbrado público y eficiencia energética del Ayuntamiento de Elche), recuerdo que tanto tus clases como las de Borja han influido en mí de una manera primordial, sembrando esa semilla del amor por el conocimiento que todavía intento mantener a día de hoy.

Espero que disfrutes de esta nueva etapa vital.

Un saludo.

ACORAZADO CINÉFILO dijo...

Hola David. Muchas gracias por leer mi libro. Y por tu comentario en el blog. Efectivamente mi libro es un balance y una reflexión desde la vivencia personal, pero que puede ser compartida por muchas personas, no sólo profesores, sino ex alumnos (o sea todos nosotros), padres, etc. Esa "semilla del amor por el conocimiento", o, como yo lo llamo en el libro, la cultura, es, quizás, lo único que permanece cuando se olvidan los conceptos y los datos estudiados en la adolescencia. Para mí hacer este libro, fundamentalmente escrito en mi último instituto, fue una oportunidad de combinar memoria, sentimientos, reflexiones junto a una escritura más cercana a la literatura que a la filosofía, aunque ambas son la misma cosa. De nuevo, gracias David, y que este libro y tantos otros sigan sembrando esa sed de saber, de verdad, de belleza... Francisco Huertas Hernández