viernes, 1 de enero de 2021

K. Francisco Huertas Hernández. "怪談" (1965). 小林 正樹. "Kwaidan" (1965). Masaki Kobayashi. Reflexión sobre el terror a la muerte

K
 "怪談" (1965). 小林 正樹
"Kwaidan" (1965). Masaki Kobayashi
 Reflexión sobre el terror a la muerte 
Francisco Huertas Hernández


"怪談" (Kaidan) (1965). 小林 正樹
"Kwaidan" (1965). Masaki Kobayashi
Película japonesa de terror basada en el libro de Lafcadio Hearn (Koizumi Yakumo, nacido Πατρίκιος Λευκάδιος Χερν) (1850-1904) -escritor japonés de ascendencia greco-irlandesa- sobre leyendas de fantasmas de cuentos populares japoneses. La película se compone de cuatro historias: "黒髪, Kurokami" (The Black Hair), un terrorífico episodio sobre un espadachín que abandona a su esposa por otra más rica; "雪女, Yukionna" (The Woman of the Snow), la historia del leñador Minokichi y la sobrenatural aparición de Yukionna; "耳 無 し 芳 一 の 話, Miminashi Hōichi no Hanashi" (Hoichi the Earless), un relato sobre Hoichi, el joven músico ciego que interpreta el biwa; "茶碗 の 中, Chawan no Naka" (In a Cup of Tea), la visión de un hombre dentro de una taza de té.
Kobayashi intensifica las emociones al situar a los actores en escenarios expresionistas dando a estos cuentos populares una mítica resonancia donde conviven lo mortal y lo infernal.

Pero, ¿por qué lo infernal es el reino de la muerte en su desafío al principado de la mortal vida? Siempre las ánimas, los espíritus, los zombies, que no solo recuerdan a los miserables mortales que lo son sino que vienen a llevárselos. 
El terror -en la literatura y el cine- únicamente es posible cuando se tiene miedo a perder la vida, cuando no estamos "tranquilamente (perfectamente) instalados en nuestra finitud" como dijo Enrique Tierno Galván (1918-1986), en palabras que a mí siempre me resultaron inaceptables. Es esto del terror a la muerte uno de los grandes males que persiguen al hombre como escribió Epicuro (341-271 aC). Fénelon (1651-1715) señaló: "Voilà le prodige que je porte toujours au dedans de moi. Je suis un prodige moi-même... J'embrasse tout, et je ne suis rien, je suis un rien qui connaît l'infini". "Una nada que conoce el infinito". Un mortal aterrorizado que intuye que más allá de los límites de la vida se adivina un reino de castigo o amenaza.

Pero es que necesitamos el terror. Lo necesitamos porque necesitamos lo sublime, lo que nos excede y lanza a lo infinito. Preferimos temblar de miedo con los espíritus a dormir plácidamente calzando las botas de lo finito. Los mitos y religiones bien saben esto: que el humano es nostálgico de un absoluto que acaso no fue pero que desea. Hasta Friedrich Nietzsche (1844-1900) concibió su "pensamiento más abismal": el "eterno retorno" (Ewige Wiederkunft), una repetición del tiempo cíclico que hace de la vida un "perpetuum mobile"

 La k es una consonante. La duodécima letra del abecedario. Pero su poder es limitado. Sólo se usa en vocablos de procedencia extranjera. Es una letra que asociamos a Kafka, a sus extraños personajes, al Sr. K. También nos recuerda el sistema decimal de pesas y medidas. Procede de la kappa (κ), décima letra del alfabeto griego, aunque en latín y los idiomas neolatinos se ha substituido por la c, con lo que ambas letras andan a la greña. La k es un sonido duro, seco. Fonológicamente es sorda, oclusiva y velar o pospalatal. La k es remota y distante. Es también un signo cuantitativo: mil. Kilociclo, kilogramo, kilolitro, kilovatio, pero, sobre todo: kilómetro. Esto la hace letra de carretera, de mapa, de ruta. Letra viajera que mide el camino. Consonante que aumenta y disminuye, que se aleja y se acerca. El privilegio de la medida la hace familiar cuando en su más íntimo ser es inaccesible como Kafka supo comprender. La k es también filosófica desde Kant. Siempre abstracta. En los muros los amantes del grafitti la han convertido en letra de la insurrección, escribiendo con sus trazos de ángulos agudos todo lo que la tradición instituyó con la c. Dicen que es la letra de la anarquía. Una anarquía de barrio, litrona y paro. ¿Qué más puede decirse de la k? ¿Letra de la utopía y la revolución? ¿Del vandalismo y el nihilismo? ¿Letra de distancias y velocidad? ¿Letra de lo abstracto? ¿De lo lejano? ¡Quién sabe!

Francisco Huertas Hernández
Martes, 28 de agosto de 2001

3 comentarios:

Unknown dijo...

Una reflexión muy profunda

ACORAZADO CINÉFILO dijo...

En realidad la reflexión sobre por qué necesitamos el terror y el escrito sobre la K no tienen relación alguna más que el título del film que empieza por K. Pero bueno así es la vida: una yuxtaposición inconexa de azar e incomprehensibilidad, como decía René Descartes de la esencia divina

MaryHall dijo...

Muy interesante y analítico.Es verdad que la K del título de esta peli comprende como tan acertadamente señalas una no menos interesante polisemía cultural.El género del terror es el que menos visito.Pero esta me la apunto.Kobayashi es una asignatura pendiente.