Tercio Excluso (Lógica, Lenguaje y Amor)
Memorias de un Hombre de Acción. 1985-1994. Folio 361
Francisco Huertas Hernández. 1994
"Tercio Excluso" (Lógíca, Lenguaje y Amor)
"El Principio del Tercero Excluido, propuesto y formalizado por Aristóteles, también llamado Principio del Tercero Excluso o en latín Principium Tertii Exclusi (también conocido como Tertium non datur o una tercera (cosa) no se da), es un principio de lógica clásica según el cual si existe una proposición que afirma algo, y otra que lo contradice, una de las dos debe ser verdadera, y una tercera opción no es posible. Por ejemplo, es verdad que "es de día o no es de día", y que "el Sol está ardiendo o no está ardiendo"
En lógica proposicional se expresa así: (p \/ ¬p)" (Wikipedia)
Esta meditación es más anímica que lógica, aunque como bien comprenderá el lector no hay tal diferencia, pues siendo el impulso de todo pensar el ánimo o el querer, el pensar mismo es una forma en que la voluntad se expresa con leyes propias del lenguaje y la razón. Estoy firmemente convencido de lo siguiente: nadie puede comprender lo que no ama, lo que no le atrae, no siente, lo que le es indiferente. El re-conocimiento (recuerdo, reminiscencia, ἀνάμνησις) es, precisamente, la relación que se establece entre lo que aparece en el entendimiento y lo que la voluntad amó o ama.
Por eso toda enseñanza no es más que transmisión de amor, para que éste, siendo una voluntad plena, pueda reconocer en los principios del entendimiento su pura exterioridad, que antes de la acción es el pensamiento
Hay leyes que permanecen insondables para el espíritu humano pero cuyo cumplimiento es tan cierto como silencioso: una de esas leyes que sólo la escritura revela es que el amor es la única forma de reconocimiento. Tan cierto y a la vez tan poco sabido, sólo reconocemos lo que amamos, y en esto el re-conocer no es más que una consecuencia del amor. La escritura me lleva a establecer alguna ignota analogía -pensar metafísico por excelencia- entre la ley del tercio excluso y la ley del reconocimiento, una ley lógica y otra gnoseológica. ¿Y dónde anida la semejanza pues? En la ley del tercio excluso: p V -p, la función veritativa de la disyunción es válida, es decir, toma valor de verdad. Si ejemplificamos esta ley en el caso: “Llueve o no llueve”, hallamos contradictoria una tercera posibilidad que queda excluida. En la ley gnoseológica que priva del reconocimiento a lo que previamente no es amado encontramos una formulación en la ley del tercio excluso: “O amo o no reconozco”, con lo que pareciera esta ley del reconocimiento un caso de aquella otra ley lógica, pero, observando la primera cláusula “Amo” y la segunda “no reconozco”, vemos un nexo causal en el que la disyunción exclusiva es una formulación del principio de causalidad: Hay que amar (causa) para reconocer (efecto) Pero, ¿qué fue de la analogía entre ambas leyes? Analogía que no consiste en la reducción de una a la otra ni en la semejanza de una a la otra, sino en la semejanza de ambas a un principio tercero diferente, pero que hace posible la semejanza. La analogía es una relación que, por sí misma, es independiente de los analogados. ¿Habrá que reducir aún ambas leyes de diferente status (lógica y gnoseológica) a una tercera (no excluida, sino absolutamente incluida) quizá ontológica? No es, creo, el principio de causalidad, ya que, en la ley del tercio excluso las variables proposicionales no presentan una relación de sucesión temporal entre sí. ¿Y la lógica antecede a la gnoseología? ¿O al revés? ¿Quizá si no amamos (queremos) no reconozcamos la ley del tercio excluso? ¿Es posible amar esa ley yerma para el corazón? Algo inquietante que el lenguaje natural ofrece para la reflexión/escritura y que los lenguajes formalizados o simbólicos nos arrebatan engañosamente: no hay túnel de salida para el lenguaje natural (¿impuro?) que desemboque en la luz del lenguaje simbólico (¿puro?). Los lenguajes simbólicos son puros espantapájaros que ayudan tanto a la clarificación de los problemas que los espantan, pero la escritura (la verdadera, en lenguas naturales, vivas, polimorfas, inquietantes y equívocas) está llena de pájaros, de aves del paraíso de la memoria que vuelan a diferente altura y que desafían a las estaciones, que emigran y regresan, cambian de plumaje y hacen nidos en las copas más escarpadas de los árboles que bambolea el viento. Dirán algunos que también las lenguas naturales son códigos simbólicos reglados, sistemas que se imponen al hablante, pero la diferencia es que: es la vida la que fluye por la escritura que es, en sí misma, vida, mientras los lenguajes artificiales arrastran un esqueleto muerto y mal ensamblado con huesos de pájaros y hombres que vivieron mientras fueron nombrados por la lengua viva, y mientras fueron escritos por la escritura, que es sangre y aliento más que tinta. La escritura aspira a la metáfora, a socavar el mísero imperio de la lógica de las funciones veritativas, aspira a lo absolutamente equívoco, a lo absolutamente inquietante, porque sabe que donde sólo hay luz reinan las tinieblas, y que la noche es condición del día, sabe que el vuelo de los pájaros es cambiante y que muchos de los que vuelan no son pájaros y que hay aves que no vuelan, pero no por ello cesa la escritura de surcar el cielo y hacerse relámpago en la tormenta.
Francisco Huertas Hernández
4 de febrero de 1994 (convaleciente)
M. H. A. 1985
2 comentarios:
Chapeau
Amar es entender
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