"¡Año Nuevo!" (1896). Artículo de Amado Nervo.
Pedir mucho y hacer poco. Comentario filosófico de Francisco Huertas Hernández
"¡Año Nuevo!" (1896). Artículo de Amado Nervo (1870-1919)
Ya está al cumplirse un período más de tiempo, denominado año como podría denominarse cualquier otra cosa.
Llegamos a él con el fardo de trescientos sesenta y cinco días más sobre las espaldas, con algunas quimeras menos, y tan niños como hace doce meses, como hace un lustro, como hace diez años, y muy dispuestos a forjarnos, una vez más, la ilusión de que, al entrar el nuevo período de doce meses, vamos a ser más felices, como si el año que viene no fuese la continuación inmediata, sin solución alguna de continuidad, del año que se va, y como si los sucesos dependiesen de esas divisiones convencionales del tiempo que, relacionadas con la revolución del planeta alrededor del Sol, plugo hacer a los humanos.
Nuestra fantasía se da amplio campo para sus vuelos, y nuestros brazos, más o menos elásticos, se estiran y abren ya dispuestos a estrechar efusivamente a media humanidad, deseándole un feliz año nuevo.
Mejoraremos que ni duda cabe; el año pasado fue malo bajo todos los aspectos; el año entrante será bueno.
¡Singular quimera! ¿Por qué fue rematadamente malo el año que se fue? Pues por las mismas razones que lo será este y algunos más: porque entramos a él forjándonos ilusiones imposibles; porque le pedimos mucho y no nos dio sino lo que humanamente podía darnos. Ahora bien, ¿no entramos con las mismas exigencias al año nuevo? Sí, sin duda, y acaso con alguna más.
¡Será, pues, tan malo como el anterior y más malo aún, porque dándonos también lo humanamente posible, nos dejará más viejos!
Pero ¡quién piensa en esto! ¡Curiosa estaría la vida si analizásemos prudentemente todo lo que de ella nos prometemos y descartásemos lo posible de lo fantástico!
Soñemos, que el soñar cuesta menos que los billetes de lotería, que son ilusiones de papel, aunque luego suele costar más...
Soñemos: En primer lugar, ¿el año entrante seremos ricos? ¿Ricos por qué? ¿Trabajamos para serlo? No nos preguntéis estas cosas que fastidian; lo seremos porque sí; porque en la teoría de las probabilidades todo cabe, y sobre todo porque los fantaseadores, a semejanza de los enfermos, juzgamos que cambiar de época es cambiar de destino.
El año que entra seremos felices. Es claro. La dicha estaba tan lejos de nosotros el año pasado, que hoy debe estar muy cerca. ¿Acaso viene con el tiempo? Parece que sí, aunque siempre nos dice: "¡Mañana!"
El año que entra seremos buenos. Hoy nolo fuimos por esto y por aquello; porque había hábitos contraídos. Pero mañana... ¿Que esos hábitos se arraigarán más? ¡Pues no y retenó!
El año que entra, por último, sabremos cosas nuevas... Esto sí es cierto, en absoluto. La experiencia, aunque en dosis homeopáticas, aumenta año por año.
¡Lástima grande que cuando la poseemos toda no nos sirve de nada, porque hemos acabado el viaje!
¡El año que entra!
Que entre en buena hora, y entre tanto: "¡Feliz año nuevo!"
Amado Nervo
31 de diciembre de 1896
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Comentario filosófico sobre el artículo "¡Año Nuevo!" de Amado Nervo, por Francisco Huertas Hernández
El tiempo es la medida del movimiento y del reposo, pensó Aristóteles en "Physica", 221b7: "Ἐπεὶ δ᾿ ἐστὶν ὁ χρόνος μέτρον κινήσεως, ἔσται καὶ ἠρεμίας μέτρον κατὰ συμβεβηκός". Amado Nervo en un artículo de prensa del 31 de diciembre de 1896 analizaba las fantasías que las gentes proyectan cada nuevo año. Un pedir mucho y un hacer poco para que se cumplan esos deseos bienintencionados. Si, según el filósofo macedonio, hay tiempo porque necesitamos medir el cambio y el movimiento, se da por hecho que el paso del tiempo es una sucesión de cambios, pero no es así en nuestro progreso moral. Estamos estancados en la bondad, en la felicidad. El año entrante no es un corte con el anterior sino una continuación, y quienes éramos seguiremos siendo, al menos en lo esencial. Sólo que más viejos. El soñar, o, más bien, el fantasear consciente con un cambio total en nuestra vida (y la del planeta) nos sitúa en nuestra verdadera realidad paradójica: la "idealidad". Vivimos "proyectando" planes ideales de mejora, ser más ricos, más fuertes, más sanos, más poderosos. No vivimos la realidad, sino que esperamos la idealidad. Del actualísimo artículo de Amado Nervo tanto en su forma (estilo llano) como en su fondo, únicamente objetaríamos el deseo de ser más buenos en la sociedad contemporánea. No es este un valor que circule. La ética de la bondad se transformó con Kant en ética del deber moral, y, más tarde, retornó la ética de la felicidad, pero como utilidad. Finalmente ese criterio utilitarista se materializó en una díada de beneficio económico y placer sensible. El trabajo ya no es el medio de la riqueza, sino la inversión de los emprendedores audaces. La cultura ya no es el medio de la diversión y el placer sino el entretenimiento tecnológico. El bien o la bondad se desvaneció, y sus manifestaciones vicarias como la fraternidad, la solidaridad, la empatía son parte de la hipocresía social, ajenas a la felicidad individual circunscrita a riqueza y placer.
En 1896 se podía esperar mucho del nuevo siglo, y, en verdad, el siglo XX trajo mucho, mucha destrucción y mucha deshumanización. Quienes prefieran ver en ese siglo la fabricación en serie de automóviles, el desarrollo de los medios de entretenimiento de la cultura de masas, las vacunas, la llegada a la Luna, el aumento de la esperanza de vida y la renta per cápita, olvidando que casi todo ello ocurrió a través de guerras mundiales, dramáticas crisis económicas e invención de las más letales armas, que por vez primera podían acabar con la vida en el planeta, se atendrán a esa visión Disney que hace soñar a las masas con una felicidad siempre disponible en el consumo, que la publicidad incita fabricando deseos. Y esa felicidad no nos servirá de nada cuando nos demos cuenta de que el viaje se ha acabado...
Francisco Huertas Hernández
Viernes 27 de diciembre de 2024
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