miércoles, 19 de enero de 2022

Diario de un profesor de Filosofía (VIII). La moral: ¿obediencia, compasión o racionalidad? Francisco Huertas Hernández

Diario de un profesor de Filosofía (VIII)
La moral: ¿obediencia, compasión o racionalidad?
Francisco Huertas Hernández

Alicante desde las escaleras del IES Jorge Juan
Fotografía de Francisco Huertas Hernández
Miércoles 19 de enero de 2022

 ¡Mira que me gusta hablar! Quizás como cantaba el gran Antonio Vega, "no me canso nunca de hablar porque vivo en el silencio más total" (Nacha Pop: "Desordenada habitación". 1987)

 Todo empezó en una guardia. Yo estaba hablando con Luis, otro profesor del instituto. De repente me vino la idea, clara y distinta, del origen de la bondad humana, o más bien de la moral. Las personas son morales (buenas), o bien por obediencia, o bien por compasión -simpatía moral lo llamaba Hume-, o bien por criterios racionales. Tres autores representan estas posiciones: Thomas Hobbes (obediencia), David Hume (sentimiento), Immanuel Kant (razón). La obediencia se da, o por miedo a un castigo, o por interés de un premio. El sentimiento de simpatía, compasión o empatía moral nos permite "sentir" con los otros, ponernos en su lugar. Pero solo la razón, que según Kant, nos dice cual es nuestro deber moral, es capaz de no depender de los vaivenes de los deseos subjetivos. ¿Cómo va a ser moral el comportamiento de la madre (padre) que cuida a su hijo "solo" por amor? Porque si el amor desaparece, ¿desaparece su "obligación moral"?

 Algo de esto intenté expresar en una clase de Historia de la Filosofía de Descartes en 2º de Bachillerato, mientras algunos estudiaban otras asignaturas por debajo de la mesa. Así que intentando aclarar la ausencia de mente o alma en los animales, como defendía René Descartes, encontré apoyo en mi clasificación anterior. Los animales que actúan con lealtad a sus dueños -los perros, por ejemplo- lo hacen por sentimientos, algo ajeno a la razón (entendimiento) y la voluntad (libertad). Descartes fue injusto con los animales al considerarlos como "máquinas", mecanismos de reflejos carentes de pensamiento y voluntad, pero, ¿actúan los animales por algo distinto de la espera del premio y el castigo, o el instinto, o el sentimiento? Si los animales fueran libres, o sea, si dispusieran de una voluntad libre podrían actuar en contra de su instinto, como los humanos cuando se ponen a dieta, o hacen huelga de hambre, o deciden practicar la castidad. Al final, la libertad humana se prueba en la capacidad de elegir "desobedecer". No, no me vale que se diga que por miedo al castigo no somos libres, porque, incluso, si nos castigan podemos elegir. Los niños y los animales actúan por miedo, esperanza o sentimientos, pero somos "adultos" cuando nos hacemos "responsables", o sea, "racionales", o sea, "libres". Y es la capacidad de elegir lo contrario a lo que nos exigen los instintos de autoconservación y reproducción lo que prueba la existencia de nuestra libertad. Todo resulta claro y distinto: nuestro pensamiento y nuestra libertad.

 Es duro asumirlo pero a nuestros alumnos todo esto les importa un bledo. Su preocupación es aprobar y que toque el timbre para irse a su casa, o, en su defecto, al patio. 

 Cuando me vienen ideas me propongo "fijarlas" por escrito antes de que se me olviden. Las ideas van y vienen, las creencias permanecen sólidas, como expresó José Ortega y Gasset. Por eso nuestra vida se debate entre la débil racionalidad de tener pocas ideas claras y distintas, y la irracionalidad de las creencias oscuras y confusas, que obedecemos acríticamente. Una de esas creencias actuales es la "resignación" ante los "hechos". Esa "tozudez" de los "hechos", atribuida a Lenin, que se manifiesta en la aberrante frase española "Esto es lo que hay". La renuncia al pensamiento y a la voluntad campan a sus anchas en esta servil expresión de sumisión y cobardía. La impotencia de la Filosofía ante el "seudo empirismo" que hace doblar la rodilla al débil ante el poder tiránico del fuerte. El obrero frente al empresario, o el cliente ante el banco. De nuevo regresa la "obediencia" como exigencia de comportamiento social. Y la razón nos viene enseñando, desde Sócrates -ese "tábano" de Atenas-, a "desobedecer" con criterio. El poder humano reside solo en su libertad, como escribió el gran filósofo francés René Descartes. Él no fue tan lejos para identificar "libertad" con "desobediencia". Yo sí. 

 No podemos ser morales (buenos), simplemente porque "obedecemos" a los que nos "mandan", o por sentir "empatía" con los que sufren. Ahí no es necesario ni entender ni elegir (ejercer la libertad). Basta con hacer lo que todo el mundo. ¿No os parece extraño que todos los alumnos digan que hacen falta asignaturas prácticas y que todos los adultos amen Netflix y el senderismo? ¿Que todos lleven las mismas zapatillas y semejante corte de pelo? ¿Que todos usen las mismas expresiones?

 Se obedece mucho cuando se piensa poco. Y si la Filosofía es algo revolucionario es porque, mostrando el camino del pensamiento propio, conduce inexorablemente a la desobediencia de las creencias, las costumbres, los hábitos...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué grande es este hombre. Qué pensamientos tan magníficos

Merinesa dijo...

Divertidísimo!!! Bravo

Merinesa dijo...

Muy de acuerdo. La bondad valiosa es la elegida; las demás opciones son volubles, no comprometen.

Anónimo dijo...

Maravilloso.

Profesora de Filosofía dijo...

Estupenda entrada, por la síntesis y la ejemplificación. Si Descartes no llegó a atreverse a decirlo, Spinoza sí.