sábado, 15 de enero de 2022

Lengua Franca. El acto de escribir. Francisco Huertas Hernández

Lengua Franca
El acto de escribir
Francisco Huertas Hernández

"Gentleman’s Agreement" (1947). Elia Kazan
Philip Schuyler Green (Gregory Peck) & Mrs. Green (Anne Revere)

Philip Schuyler Green es un periodista viudo recién llegado a Nueva York, con su hijo y su madre. El editor de la revista, John, le encarga un reportaje sobre el antisemitismo: "Some people don't like other people just because they're Jews". Philip se hará pasar por judío, como Phil Greenberg, para escribir "I Was Jewish for Six Months". 
Las diferentes peripecias de rechazo -porque le toman equivocadamente por judío- incluirán una historia de amor con la sobrina del editor, Kathy (Dorothy McGuire)

"Gentleman’s Agreement" (1947). Elia Kazan

Más allá del aspecto de denuncia del antisemitismo, ésta es una película sobre un hombre que se gana la vida escribiendo.

¿Qué es escribir? Escribir es la cuarta tarea educativa que nos socializa, tras el caminar erguido, hablar y leer. 

Neurológicamente la escritura a mano -que está quedando relegada por la mecánica- implica la coordinación de los cuatro lóbulos cerebrales: el frontal, que se encarga del razonamiento y la disposición de los medios; el temporal, que identifica sonido y grafía; el parietal, coordinando ojo y mano; y el occipital, que es el área visual que percibe las letras.
La escritura manual estimula el desarrollo de sinapsis (conexiones neuronales), y, además, fortalece la voluntad. En definitiva, mejora nuestra inteligencia y pensamiento.
La escritura es un "termómetro" de la actividad cognitiva porque pone en marcha tres procesos: percepción, decisión y ejecución.

Psicológicamente, la escritura es una necesidad de comunicación con los "otros", de expresión de nuestras ideas, sentimientos, necesidades y deseos, es decir, de nuestro "mundo interior"

Filosóficamente, ¿cómo se expresa mejor el "mundo interno": hablando o escribiendo? Oralidad y escritura. El tema que ya planteó Platón en "Fedro". La escritura tiene un nivel más elevado de complejidad neurológica e implica asumir la herencia de la cultura expresada por escrito a lo largo de la historia. Escribiendo no somos solo un individuo aislado, sino la "voz" de toda la sociedad que nos ha enseñado a leer y a escribir, de lo que hemos leído, de la manera en que hemos aprendido a combinar las letras, las palabras y las frases. Escribir es representar a un pueblo entero, formar parte de sus "letras" o literatura.

Por eso hay un conflicto entre escribir para uno o para los demás. Entre la sinceridad y la fama. O se vuelca uno en desnudarse por dentro o en "vestirse" -"disfrazarse"- hacia fuera. La "falsedad" de los "best-sellers" y la "literatura" de consumo es que no expresa el alma del que escribe. 

"Escribir" es "crear mundos", porque lo escrito vuela en las alas de la imaginación. Si bien fue la épica la que desplegó la imaginación de los dioses y el tiempo mítico -inmemorial-, la lírica también cantó el poder del amor más allá de los cuerpos y las voces, imaginó lo esencial, "que es invisible a los ojos" (A. de Saint-Exupéry), es decir, es palabra escrita que "trasciende" lo audible y manifiesto.

"Escribir es respirar tinta", una tensión erótica y religiosa -identidad de opuestos- que nos lleva de la animalidad a la divinidad. El amor solo existió cuando fue escrito y cantado. Antes solo era el zumbido caliente del instinto sexual en el grito. La escritura inventa la filosofía y la ciencia, y "nombra a Dios", porque "no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática" (F. Nietzsche), es decir, en la escritura

 Con el tiempo mi forma de escribir se fue haciendo alambicada. Caí en una retórica pesada y oscura. Quería hablar de ideas y sentimientos complejos. Tan complejos que ni yo los podía convertir en palabras. Esta dificultad me hizo recalar en la metáfora, un puente entre el concepto y la imagen. Las metáforas, a veces, toman aspectos pueriles, ridículos. Y esto también pasó. Habiendo oído siempre que los grandes poetas buscaron un lenguaje puro, desnudo, esencial, decidí buscarlo. Acortar las frases, eliminar la adjetivación, elegir el verbo con precisión. Alcanzar la significación con los medios más austeros. Esto era el aforismo. Así llegué a la convicción de que una escritura franca no es una escritura fácil sino aforística: breve, pero intensa. La lengua franca es desembarazada y limpia de estorbos. Su sentido ha de ser inmediato aunque éste pueda crecer y multiplicarse. La lengua franca está abierta a todos los lectores aunque su calado pueda ser distinto en cada uno de ellos. Ofrece niveles de interpretación, en donde cada cual interactúa con el texto dependiendo de sus referencias y capacidades. La lengua franca, sin embargo, debe reflejar, revelar y traspasar una realidad trabada y confusa. Este es el asunto. Expresar limpiamente lo que es sucio. Ordenar con claridad lo embarullado de la realidad. Aquí el pensamiento debe ser aliado constante de la expresión. Y esto es lo difícil. No basta con escribir de manera transparente: el pensamiento debe también clasificar y sintetizar los datos. La escritura franca que no va unida a la profundidad de entendimiento es vacía e inútil. La búsqueda de la lengua franca exige una poderosa cosmovisión y una metafísica, y, además, un sentimiento que una ambas y configure la verdad de la escritura.

Francisco Huertas Hernández 
Martes, 28 de agosto de 2001

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravilloso post

Anónimo dijo...

Escribir para uno.

MARCELO dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Cariátide dijo...

La escritura fluye, o debería fluir como el río que gana caudal y esencia metro a metro. Para cuando has levantado la vista ya no debes temer a las olas del mar.

Laura dijo...


Perfecto. Un placer leerte. Hablo por mí y por aquellos a los que, como a mí, la profundidad de las palabras y su significado, la profusión bien combinada de ideas en un escrito, no nos comporta desazón sino gozo y placer.