"2001, UNA
ODISEA DEL ESPACIO"
según el libro “El Cine y la Imaginación romántica” de Frank McConnell.
Editorial Gustavo Gili. Barcelona. 1977
...Puede
que Kane se haya ahogado en un mar de posesiones materiales,
pero -insiste el film- lo que oímos no es el mar sino a él. 2001: Una
Odisea en el Espacio, de Stanley
Kubrick, es un film muy distinto.
Después de El héroe del río y de Ciudadano Kane, tal vez sea el film más importante en representar la
voz del vacío, del mar, de la primitiva res extensa que circunda y amenaza a la palabra humana. Si Kane
es un film sobre el lenguaje, el vacío y la escritura, 2001 es un film sobre el lenguaje, el vacío, la
escritura y Dios. Su tema es simultáneamente el Paraíso Perdido y el Paraíso Recobrado, y nosotros leemos uno u otro de estos mitos, según lo que le
aportemos. También podemos leer el film como una parábola sobre la historia
del cine; pues el cine, tal como lo estamos enfocando, es también una parábola
de la Caída.
La película empieza en silencio, pero no es el silencio de los films de Keaton o Chaplin,
ni tampoco el deliberado y misoneísta silencio de Luces de la ciudad; es más bien un silencio que es la ausencia de
palabra, la negación, deliberadamente calculada y deliberadamente
mantenida, de la presencia de la palabra hablada. Si en Kane a Welles
le gusta emplear los títulos de noticiario como un anacronismo, en 2001 Kubrick
los emplea como retroceso a, y metáfora de, la naturaleza paralingüística de
su arte: “La alborada del
hombre”, “Júpiter-Y más allá del infinito”.
Las palabras, la prima materia de los
conceptos, son herramientas, y 2001 es un film sobre la invención de las herramientas,
el desarrollo de técnicas que separan
al hombre de su medio ambiente salvaje y que, sin embargo, le procuran una
creciente vulnerabilidad respecto de ese ambiente. Muchos críticos han
observado la total banalidad del diálogo en el film. Pero esa banalidad
lo convierte en el más elocuente de los films sonoros: es un film
sobre el sonido, sobre la palabra en el espacio y en el Espacio.
Cual monedas arrojadas al abismo con esperanza, cada cliché de 2001 nos devuelve un eco metálico que es inequívocamente
humano. Incluso el computador HAL
(¿metáfora del mismo film?), esa representación artificial de la
conciencia-por-el-lenguaje, plantea la cuestión fundamental de la Caída
en el tiempo, en el espacio, en la historia. Pues HAL pierde la razón debido a que le han enseñado a
mentir –es decir, a usar el lenguaje como algo distinto al cumplimiento
absolutamente exacto del status real de la conciencia en el espacio. Y la
muerte de HAL, como el exilio de Adán del Jardín del Edén, es uno de los
mitos más conmovedores, precisamente por el hecho de estar tan
profundamente enraizado en la condición de la conciencia, en el mismo acto
de hablar.
...La sensibilidad de noticiario de Ciudadano Kane se ha vuelto articulada y metafísica. Una odisea
es un viaje a casa, como es evidente que Kubrick y Clarke
quieren hacernos entender. Porque el feto con
cuyo extraño nacimiento termina el film ambiguamente, o bien es un monstruo
ideado para destruir el habitat humano del cosmos, o bien un mesías
que anuncia una era de verdadera fraternidad en extensión infinita: o un
monstruo de Frankenstein interplanetario o un Tarzán estelar.
Pero el final de 2001 no es tanto una solución de los problemas del
lenguaje, el cine y el espacio, como una transformación de
estos problemas en una esfera todavía más complicada y más humana en su
quintaesencia. El feto clava su mirada sobre la Tierra, con una sonrisa enigmática
que nos sugiere que el significado real del film se halla en lo que sucede
después de la palabra “fin”.
En
otra palabras, en 2001, como en Kane y tal vez en Potemkin, el cine
triunfa tan rotundamente porque logra imaginar su propia génesis –el momento anterior a la palabra, del que la
palabra nace, la situación de la conciencia, flotante en el vacío del
universo material, justo antes de empezar a organizar ese universo en materia
de palabras, significados y política. Pues también la política forma parte del aura imaginativa
que rodea el advenimiento del cine como arte.
Y llegados a este punto de nuestro discurso,
necesitamos examinar cómo el cine, en tanto que sueño postromántico de la
tecnología humanizada, se las arregla para reencarnar la más antigua de las
preocupaciones humanas, la organización de la gente en sociedades que puedan
convivir y dialogar sin derramamiento de sangre
Frank McConnell: “El Cine y la Imaginación romántica”. Editorial
Gustavo Gili. Barcelona. 1977
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