Crónica de una escritora
María Rodríguez Lorca
Genova (Italia)
Texto literario - Movies about Writing
"Becoming Jane" (2007). Julian Jarrold
"La joven Jane Austen" / "Amor verdadero"
Anne Hathaway (Jane Austen) escribiendo
Esta película británico-irlandesa inspirada en la vida de la famosa escritora británica Jane Austen y su posible relación con Thomas Lefroy se basa en acontecimientos reales que fueron recogidos en el libro "Becoming Jane Austen" de Jon Spence, que fue el asesor histórico del filme
Me he propuesto escribir algo que valga la pena. Algo jamás visto, el recuerdo de una pasión visceral, el sentimiento reprimido, la sonrisa esbozada a contraluz, la marea de emociones que embotan nuestro pensamiento. Me he propuesto escribir algo que valga la pena, ¿pero qué ocurre si no existe nada que valga la pena? ¿Qué ocurre si se han marchitado las palabras de la escritora, si la vida ya no corre por sus venas, si todos los sucesos carecen de interés para ella?
Tiene que haber un sentido, siempre existe un sentido.
El murmullo de nuestra fe se extiende como un eco atrapado en las paredes de nuestra alma. La escritora siempre habla de inspiración, la escritora habla de las musas, del hado funesto, de lo inevitable; le produce una extraña satisfacción escribir sobre tragedias y causas perdidas. Es una romántica sin causa esta escritora atolondrada. Pero, a pesar de sus intentos sigue sin escribir nada que valga la pena. La impotencia, la frustración, la despiertan a medianoche y la impulsan a escribir. Sus ojos se posan en el papel, pero no consigue escribir nada.
Le tiemblan las manos, le tiemblan las palabras, su pensamiento se tambalea, y siente que no está preparada. Pero ella, ella es una inconformista, la ambición corroe cada uno de los rincones de su cuerpo y es incapaz de conformarse con leer a otros; no, ella quiere, ella ansía, ser leída con todas sus fuerzas. Coge aire y vuelve a intentarlo de nuevo, mira atentamente el papel, como si en aquella blanca superficie fueran a brotar, de golpe, sus más profundos pensamientos perfectamente expresados. Pero ese milagro de la naturaleza nunca ocurre.
Sus pasiones, sus deseos más remotos, están condenados a morir en el flujo del pensamiento. Tener el don de pensar, ¡y ser incapaz de expresarlo! Esa es la gran desgracia de aquel que pasa más tiempo encerrado en sí mismo, que en contacto con la realidad. Al final la ambiciosa escritora tira la toalla, acepta que no posee aquel duende, ese genio creador del que hablaba el poeta, y arruga las hojas en blanco con rabia. Vuelve a tumbarse en la cama e intenta conciliar el sueño, haciendo lo posible por ignorar esa frustración que va tomando forma en su pecho y que la atormenta por dentro. Finalmente, quizá por inercia, puede que por sugestión, o simplemente por cansancio, cansancio de vivir, acaba entregándose a los brazos de Morfeo.
Los rayos de sol acarician su rostro dormido. Frunce el ceño, molesta por la interrupción de su delicioso sueño y gira el cuerpo, dando la espalda a la luz. No desea despertarse, odia con toda su alma ese instante en el que suena el despertador y la obliga a hacer frente a la vida. Ojalá dormir para siempre, piensa la escritora, la vida no es más que una fuente de decepción, un recordatorio de su insignificancia entre la multitud. Finalmente se levanta, siempre se levanta, porque aunque la frustración la invade, aunque la rutina la persigue allá donde va, es una soñadora, y el soñador siempre trata de llevar sus sueños a la realidad. El piso de la escritora es pequeño, con el espacio justo para una persona. La visión de los papeles arrugados sobre el escritorio le provoca repulsión y decepción consigo misma. Los antiguos creían en la inmortalidad del escritor, que dejaba su alma en aquello que escribía para que su recuerdo perdurase eternamente. Ella también desea la inmortalidad, la escritora no quiere que su alma se pierda en el vacío del tiempo; la levedad y la futilidad la aterran. Ella no puede vivir toda su vida en la sombra, rodeada de banalidades, adormecida por el encantamiento de la masa, que una vez te atrapa en sus redes, no te deja escapar. Simplemente no soporta la idea de ser olvidada, de que su vida, su paso por el mundo, se convierta en cenizas. Pero a pesar de todo, es incapaz de escribir algo que valga la pena, sus esfuerzos son en vano, y cada vez se hunde más y más en su propia desesperación.
La escritora atraviesa las enrevesadas calles del casco histórico de Valencia. Anda con tal rapidez, que apenas puede respirar. Se cruza con otras muchas personas que se dirigen al trabajo, padres que llevan a sus hijos al colegio, ancianos madrugadores que pasean aprovechando las primeras horas del sol, grupos de adolescentes que se dirigen en manada al instituto porque llegan tarde... Algunas caras le son ya conocidas, otras, son nuevas y le llaman la atención. ¿Qué pensarán? ¿Cómo se sentirán? ¿Qué inquietudes, deseos y preocupaciones rondarán por sus mentes? ¿Sentirán el mismo vacío que siento yo? Numerosas preguntas le surgen a esta joven escritora mientras pasa, precipitadamente, al lado de estas personas. En ocasiones se pregunta si no será ella la única persona real en el mundo, si todas aquellas personas no son más que engranajes dentro del enrevesado mecanismo del universo, si son simplemente títeres, manejados por una fuerza superior, cuyo único objetivo es hacerles creer que viven realmente.
El murmullo de nuestra fe se extiende como un eco atrapado en las paredes de nuestra alma. La escritora siempre habla de inspiración, la escritora habla de las musas, del hado funesto, de lo inevitable; le produce una extraña satisfacción escribir sobre tragedias y causas perdidas. Es una romántica sin causa esta escritora atolondrada. Pero, a pesar de sus intentos sigue sin escribir nada que valga la pena. La impotencia, la frustración, la despiertan a medianoche y la impulsan a escribir. Sus ojos se posan en el papel, pero no consigue escribir nada.
Le tiemblan las manos, le tiemblan las palabras, su pensamiento se tambalea, y siente que no está preparada. Pero ella, ella es una inconformista, la ambición corroe cada uno de los rincones de su cuerpo y es incapaz de conformarse con leer a otros; no, ella quiere, ella ansía, ser leída con todas sus fuerzas. Coge aire y vuelve a intentarlo de nuevo, mira atentamente el papel, como si en aquella blanca superficie fueran a brotar, de golpe, sus más profundos pensamientos perfectamente expresados. Pero ese milagro de la naturaleza nunca ocurre.
Sus pasiones, sus deseos más remotos, están condenados a morir en el flujo del pensamiento. Tener el don de pensar, ¡y ser incapaz de expresarlo! Esa es la gran desgracia de aquel que pasa más tiempo encerrado en sí mismo, que en contacto con la realidad. Al final la ambiciosa escritora tira la toalla, acepta que no posee aquel duende, ese genio creador del que hablaba el poeta, y arruga las hojas en blanco con rabia. Vuelve a tumbarse en la cama e intenta conciliar el sueño, haciendo lo posible por ignorar esa frustración que va tomando forma en su pecho y que la atormenta por dentro. Finalmente, quizá por inercia, puede que por sugestión, o simplemente por cansancio, cansancio de vivir, acaba entregándose a los brazos de Morfeo.
Los rayos de sol acarician su rostro dormido. Frunce el ceño, molesta por la interrupción de su delicioso sueño y gira el cuerpo, dando la espalda a la luz. No desea despertarse, odia con toda su alma ese instante en el que suena el despertador y la obliga a hacer frente a la vida. Ojalá dormir para siempre, piensa la escritora, la vida no es más que una fuente de decepción, un recordatorio de su insignificancia entre la multitud. Finalmente se levanta, siempre se levanta, porque aunque la frustración la invade, aunque la rutina la persigue allá donde va, es una soñadora, y el soñador siempre trata de llevar sus sueños a la realidad. El piso de la escritora es pequeño, con el espacio justo para una persona. La visión de los papeles arrugados sobre el escritorio le provoca repulsión y decepción consigo misma. Los antiguos creían en la inmortalidad del escritor, que dejaba su alma en aquello que escribía para que su recuerdo perdurase eternamente. Ella también desea la inmortalidad, la escritora no quiere que su alma se pierda en el vacío del tiempo; la levedad y la futilidad la aterran. Ella no puede vivir toda su vida en la sombra, rodeada de banalidades, adormecida por el encantamiento de la masa, que una vez te atrapa en sus redes, no te deja escapar. Simplemente no soporta la idea de ser olvidada, de que su vida, su paso por el mundo, se convierta en cenizas. Pero a pesar de todo, es incapaz de escribir algo que valga la pena, sus esfuerzos son en vano, y cada vez se hunde más y más en su propia desesperación.
"Anonymus" (2011). Roland Emmerich
Rafe Spall (William Shakespeare) escribiendo
Película británica sobre William Shakespeare en la Inglaterra isabelina
Una producción que plantea el famoso enigma: ¿Shakespeare escribió sus libros o fue otro?
Como cada mañana desayuna, se lava los dientes y se viste con el aburrido uniforme de trabajo. Mientras se recoge su cabello en una coleta se mira en el espejo; su rostro es un juego de luces y sombras en el que no existen difuminados ni suaves curvas. Cada uno de sus rasgos están bien definidos y marcados; sus pómulos sobresalientes, su nariz recta y alargada, y su mandíbula cuadrada confieren a su rostro cierta dureza. Sus ojos, soñadores, decepcionados, dubitativos, le devuelven la mirada en el espejo. Su propio reflejo la aterra, y desvía rápidamente la mirada, regresando a la realidad. Mira su reloj, una reliquia de los años 60, y como de costumbre, se da cuenta, alarmada, de que llega tarde al trabajo.
La escritora atraviesa las enrevesadas calles del casco histórico de Valencia. Anda con tal rapidez, que apenas puede respirar. Se cruza con otras muchas personas que se dirigen al trabajo, padres que llevan a sus hijos al colegio, ancianos madrugadores que pasean aprovechando las primeras horas del sol, grupos de adolescentes que se dirigen en manada al instituto porque llegan tarde... Algunas caras le son ya conocidas, otras, son nuevas y le llaman la atención. ¿Qué pensarán? ¿Cómo se sentirán? ¿Qué inquietudes, deseos y preocupaciones rondarán por sus mentes? ¿Sentirán el mismo vacío que siento yo? Numerosas preguntas le surgen a esta joven escritora mientras pasa, precipitadamente, al lado de estas personas. En ocasiones se pregunta si no será ella la única persona real en el mundo, si todas aquellas personas no son más que engranajes dentro del enrevesado mecanismo del universo, si son simplemente títeres, manejados por una fuerza superior, cuyo único objetivo es hacerles creer que viven realmente.
"Cervantes" (1967). Vincent Sherman
Horst Buchholz (Miguel de Cervantes) escribiendo
Una coproducción entre España, Francia e Italia rodada en inglés con una biografía del novelista Miguel de Cervantes poco rigurosa
Finalmente, después de arduos pensamientos con los que llena su trayecto, llega a La Espiral, un bar situado en una de las callejuelas del laberíntico casco antiguo, en el que trabaja. Entra silenciosamente, evitando llamar la atención para que su jefe no la reprenda por llegar tarde.
"Пушкин. Последняя дуэль" (2006). Наталья Бондарчук
"Pushkin. El último duelo" (2006). Natalya Bondarchuk
Сергей Безруков (Александр Сергеевич Пушкин) - Sergei Bezrukov (Alexandr Sergeievich Pushkin) escribiendo
Película rusa que cubre el período anterior al duelo entre el gran poeta ruso Alexandr Sergeievich Pushkin y el oficial del regimiento de guardia de caballería Georges de Gecker (Dantes), el duelo en sí -que tuvo lugar el 27 de enero de 1837 en las afueras de San Petersburgo-, la muerte del poeta y la investigación secreta sobre este trágico acontecimiento
Tiene suerte, ya que éste, ocupado en atender a una pareja de clientes madrugadores, no advierte de su presencia. Ella se ata el delantal y se apoya distraídamente en la barra. Hunde su rostro entre sus manos y suspira. La primera hora del día siempre es la peor, no suele haber apenas clientes y una tiene demasiado tiempo para pensar, más del que le gustaría... A veces querría poder arrancar los pensamientos de su cabeza y tirarlos bien lejos, quizás lanzarlos a las profundidades del mar. Su jefe le lanza una rápida mirada para cerciorarse de su presencia y enseguida se mete en la cocina para charlar con el cocinero. Ella por lo general no habla demasiado con sus compañeros de trabajo, aunque su relación es cordial y educada apenas tienen temas de conversación y cuando se queda a solas con alguno de ellos, siempre predomina el silencio.
"Двадцать шесть дней из жизни Достоевского" (1980). Александр Зархи
"Twenty Six Days from the Life of Dostoyevsky" (1980). Aleksandr Zarji
Анатолий Солоницын (Фёдор Михайлович Достоевский) - Anatoly Solonitsyn (Fiodor Mijailovich Dostoievsky) escribiendo
Película soviética que narra el año 1866 del novelista ruso Fiodor Mijailovich Dostoeivski cuando atravesaba un momento angustioso: la muerte de su hermano, deudas y una vida personal llena de inestabilidad. Había firmado un contrato casi de esclavo con el editor Stellovsky, y tuvo que recurrir a un taquígrafo para cumplir con el contrato. Así surgió "El jugador" ("Игрок"), una novela por encargo
Como todas las mañanas, comienzan los cabeceos y bostezos. Intenta dibujar a la pareja de clientes en su block de notas. La simplicidad de sus rostros le molesta. A la escritora le gustan los rostros de rasgos exagerados, facciones que se graban en la memoria y una es incapaz de olvidar, expresiones particulares que hacen que una persona se distinga entre la multitud. Le atraen los rostros altivos, soñadores, débiles y enfermizos. Cada rostro tiene algo característico, y el reflejo de ese rasgo en un dibujo es lo que hace que se pueda identificar al retratado. Pero existe un tipo de rostro que detesta; el rostro vulgar, el rostro simple, el rostro fácil de olvidar que pasa por nuestras vidas sin dejar rastro alguno. La escritora deja repentinamente de dibujar. Ese dibujo no tiene sentido, no hay esencia que captar.
"The Last Station" (2009). Michael Hoffman
Christopher Plummer (Lev Nikolaievich Tolstoi) escribiendo, junto a su esposa Helen Mirren (Sofya Andreievna Tolstaya)
"La última estación" es una coproducción entre Alemania, Reino Unido y Rusia sobre Lev Nikolaievich Tolstoi. Recoge sus luchas internas entre ascetismo y acomodada vida de terrateniente rural y escritor mundialmente célebre
Desvía su mirada a la ventana y, a diferencia del resto de días aburridos y monótonos, esa mañana ve algo que le llama la atención; parado en medio de la carretera, un hombre de avanzada edad provoca la interrupción del tráfico. Los coches le pitan con insistencia, algunos conductores incluso asoman sus puños encolerizados por la ventanilla, sin embargo, el hombre permanece inmóvil con una serenidad asombrosa. El estruendo de pitidos e insultos va en aumento hasta tal punto que la pareja que está tomándose un café en el bar, incapaz de aguantar la curiosidad, se asoma a la ventana.
-¿Se puede saber qué cojones hace el tipo este?- gruñe el hombre, intentando parecer molesto aunque en el fondo está disfrutando del espectáculo, como un niño pequeño cuando va al circo.
"Anton Tchékhov 1890" (2015). René Féret
Nicolas Giraud (Anton Chejov) escribiendo
Película francesa sobre la vida del escritor ruso Anton Chejov (1860-1904)
Si hay algo que mueve al ser humano, es sin duda su impulso por cotillear. Dicen verdad aquellos que afirman que el hombre siente por naturaleza la necesidad de conocer, y más aún si en vez de cuestiones filosóficas, se trata de desgracias ajenas. Los problemas de los otros en cierto modo nos hacen ser conscientes de que nuestra vida no es tan horrible como pensábamos. Se produce en nosotros una mezcla de sentimientos; por un lado tristeza, ese sentimiento que todos mostramos al mundo cuando se produce una desgracia, pero por otro lado, escondido en un recóndito rincón de nuestra alma, sentimos una envolvente sensación de alivio, alivio porque aquella desgracia no nos ha sucedido a nosotros. El hombre se coloca frente a la ventana, tapando por completo el campo de visión de la escritora. Ella chasquea la lengua con fastidio y busca otra actividad con la que matar el tiempo.
"Goethe!" (2010). Philipp Stölzl
Alexander Fehling (Johann Wolfgang Goethe) escribiendo
Película alemana sobre los primeros años del escritor Johann Wolfgang von Goethe y sus amores contrariados que inspiraron la novela epistolar "Die Leiden des jungen Werthers" ("Las penas del joven Werther")
-¡No me lo puedo creer! ¡El hombre raro se dirige hacia aquí!- exclama el cliente, haciendo un hueco junto a la ventana a la mujer que lo acompaña.
-Menudo tipo más excéntrico...- murmura la mujer- ¿Se puede saber qué lleva puesto? ¿En qué siglo cree que estamos?
La escritora esboza una sonrisa burlona al escuchar tales comentarios mientras se entretiene haciendo un barquito de papel con una servilleta. Es curioso que aquella pareja, apretujada junto a la ventana disfrutando de la visión de un anciano parado en medio de la carretera, sean aquellos que se tomen la licencia de tacharlo, a él, de lunático. La pareja de madrugadores cotillas comienza a reír en voz baja justo en el momento en el que se abren las puertas del bar. La escritora se mete rápidamente el barquito de papel en el bolsillo del delantal y coge su bloc de notas. En cuanto alza la mirada para atender al recién llegado, sus ojos se encuentran con un rostro de lo más peculiar. Se queda unos segundos paralizada, incapaz de pronunciar palabra alguna, mientras su mirada recorre con atención los rasgos de aquel anciano. Los ojos del desconocido le devuelven la mirada, esbozando una media sonrisa maliciosa. A pesar de su vestimenta estrafalaria e incluso ridícula, su rostro posee una expresión noble y solemne. Es asombrosamente pálido, y sus pómulos marcados le dan un aspecto cadavérico y enfermizo. Tiene una abundante melena blanca que le llega a la altura de los hombros que, acompañada de una larga barba ensortijada y desaliñada, le da el aspecto de un filósofo despistado o un científico loco. Sin embargo, lo que más llama la atención de la escritora son sus ojos, unos ojos hundidos, melancólicos, de un llamativo color verde, que confieren a su rostro cierto aire trágico.
-Buenos días.- las palabras salen finalmente de su boca con cierto nerviosismo y expectación por escuchar al desconocido- ¿Qué le gustaría tomar?
-¿Cómo se llama la señorita?- pregunta a su vez el anciano, sin contestar a su pregunta- ¿Y por qué tiene esos ojos tan tristes?
Ambos se quedan unos instantes en silencio. La voz del desconocido es envolvente y agradable, de esas voces que hipnotizan y es imposible ignorar. La escritora se ruboriza, sin saber qué contestar, él la mira fijamente, examinando cada uno de los movimientos de su rostro. Entonces, un carraspeo insistente interrumpe el incómodo silencio; la pareja de los cotillas le pide la cuenta.
-Discúlpeme.- murmura la escritora, escapando de aquellos escrutadores ojos verdes.
En cuanto se aleja del desconocido, siente como todos los músculos de su cuerpo se relajan repentinamente. ¿Qué me sucede? ¿Qué tiene ese hombre que me afecta tanto? ¿Por qué me da miedo? Lleva la cuenta a la pareja. Se siente enfadada consigo misma, no entiende qué le pasa, no
entiende por qué ha perdido el control sobre sí misma y se siente como un títere en manos de aquel desconocido. Estos pensamientos dejan a la joven escritora aturdida y su rostro se ensombrece. Cuando llega de nuevo a la barra, el rubor de sus mejillas ha desaparecido y está dispuesta a enfrentarse a aquel peculiar personaje. El anciano la recibe con una sonrisa serena, sin apartar sus brillantes ojos verdes de ella.
-¿Y bien? ¿Qué le gustaría tomar?- pregunta de nuevo ella, haciendo grandes esfuerzos por no apartar la mirada.
-Vaya, vaya... Veo que eres orgullosa. Sin duda, es una manera de lidiar con esas situaciones que nos incomodan; ¡levantad puentes, formad al ejército, fortificad las barreras, que no entre el enemigo! Siempre me he imaginado el orgullo como una defensa ante los atacantes que quieren asediar una fortaleza. Pero no me malinterpretes, valoro el orgullo. Una cualidad en absoluto desdeñable, ¿no te parece?
-Desde luego.- responde ella, formando una sonrisa en su rostro, el juego del anciano comienza a divertirla- Espero no parecerle descarada, pero, ¿cómo se llama usted?
-En absoluto me pareces descarada, querida. El descaro simplemente no va contigo, solo con mirarte uno puede darse cuenta, tienes una expresión demasiado noble para ser descarada. Me llamo Alejandro, sí señor, como el gran emperador macedonio, y al igual que él, soy grande en hazañas y pequeño en estatura. Nunca subestimes a los bajitos, un hombre pequeño siempre alberga un gran corazón.
"The Hours" (2002). Stephen Daldry
Nicole Kidman (Virginia Woolf)
Película estadounidense que trata de tres mujeres en diferentes años, cuyas vidas se conectan a través de la novela de Virginia Woolf "Mrs. Dalloway". Nicole Kidman encarna a Virginia Woolf en 1923, mientras escribía "Mrs. Dalloway"
La joven escritora no pudo evitar reírse ante la respuesta del anciano.
-¿Qué ocurre, joven? ¿Te hago gracia?- Alejandro la mira con una sonrisa divertida- Ya veo que los comentarios de este viejo chalado que se compara a sí mismo con Alejandro Magno han hecho que me pierdas el respeto que me tenías al principio. En fin, me alegro. No hay nada que me de más repelús que el respeto. Decimos demasiadas tonterías cuando le tenemos respeto a otra persona.
¡Sinceridad! ¡Eso es lo único que quiero! Bueno, ya que me has perdido el respeto, haz el favor de tutearme. Soy viejo, ¡pero tampoco tanto! ¡El día en que me muera podrás hablarme de usted! Y si mi fantasma te contesta y te pide que le tutees, bueno... En ese caso podrás burlarte un poco de él recordándole mis actuales palabras.- el anciano suelta una carcajada- ¿Sabes? Uno no se da cuenta de lo viejo que es hasta que se ríe de sus propios chistes... En fin, ponme un poco de Whisky, bonica. Tengo la garganta seca, no debería hablar tanto.
La escritora esboza una sonrisa y se dispone a servirle un vaso de Whisky al anciano. No cabe duda de que es un hombre de lo más peculiar, el típico personaje que pondría como protagonista en una novela. Deja el vaso sobre la barra. Alejandro lo coge y le da un largo sorbo.
-¡Dios, qué bien sienta! ¡Qué lástima que el placer sea tan efímero!- el anciano se relame los labios y apoya los codos sobre la barra- Bueno, joven, ahora que hay más confianza entre nosotros, ¿por qué no me respondes a mis anteriores preguntas? ¿Cómo te llamas? ¿Y por qué tienes esos ojos tan tristes?
La escritora se queda unos instantes en silencio, pensativa. El hombre la observa con curiosidad.
-He decidido no decirte mi nombre, Alejandro. Desvelar un nombre es acabar con la ficción. Si el personaje es anónimo, cualquier persona que tenga sus mismos sentimientos puede sentirse identificado con él. Ahí esta la magia de la literatura. En cambio, cuando el personaje tiene un nombre, se convierte en alguien concreto, sus límites se clarifican, pone fin a sus emociones, a sus creencias, a los rasgos de su personalidad. Pero yo no soy un ser finito, Alejandro, y por eso mismo prefiero que me recuerden como alguien infinito, nunca formado.
-Acabas de dejar sorprendido a un pobre anciano, querida. La ficción es necesaria para la vida. Ambas son inseparables, y no puede existir la una sin la otra. A veces se parecen tanto, que es imposible separarlas y establecer el fin de una y el principio de la otra.- el anciano se lleva el vaso a los labios y se da cuenta de que está vacío, lo deja sobre la barra- Échame un poco más, anda. Prometo que ésta será la última.
"Franz Kafka's It's a Wonderful Life" (1993). Peter Capaldi
Richard E. Grant (Franz Kafka) escribiendo
Cortometraje cómico británico sobre la vida de Franz Kafka. Una ficción que juega con el título de la película de Frank Capra "It's a Wonderful Life". Obtuvo un Oscar en 1995
La joven escritora sonríe y vuelve a sacar la botella de Whisky. El anciano coge el vaso, de nuevo lleno, y le da un sorbo.
-Actualmente creemos que somos muy modernos, abiertos de mente, inmunes a cualquier tipo de sentimiento religioso. El ateísmo es la posición predominante entre la juventud. Nos comparamos a nosotros mismos con dioses; no necesitamos a nadie que vele por nosotros, somos invencibles, autónomos y aquellos valores tradicionales que antaño subyugaban a la sociedad parece que han desaparecido en la cultura occidental. ¡Pero es mentira, mentira!- Alejandro apoya con brusquedad el vaso sobre la barra. Un cliente solitario sentado junto a la ventana lo mira con curiosidad- El paso del mito al logos nunca se produjo realmente, y continúa sin haberse producido. Rechazamos la religión, y sin embargo nos entregamos como idiotas a la deificación de alguna celebridad. ¿Qué diferencia hay entre eso y el culto religioso?
-Pero el ser humano es incapaz de vivir sin mitificar, sin idolatrar y sin admirar.- responde la escritora, fijando sus ojos en el anciano- No sé si será algo connatural en el ser humano, la verdad es que nunca he entendido la naturaleza humana, y dudo que alguien llegue jamás a entenderla, pero lo cierto es que esa necesidad de mitificación siempre está ahí, esperando al mínimo despiste de la razón para salir al exterior. Es peligrosa la fantasía, porque nos hace ver en otros aquello que nos gustaría que fueran, pero no lo que son realmente. Conocer a una persona es imposible y lo máximo a lo que podemos aspirar es a conocer la imagen que nosotros tenemos de esa persona. El problema surge cuando uno es consciente de que todo es una ilusión.- los ojos de la joven se empañan de lágrimas, su pulso se acelera, apenas es incapaz de hablar sin que le tiemble la voz y siente un fuerte nudo en la garganta- Cuando uno se da cuenta de que el mundo que ha creado es una mentira, pura ficción, y que la realidad no es más que simple rutina y aburrimiento. Entonces la vida se convierte en una pura banalidad. Nos damos cuenta de que nuestras aficiones son meras distracciones, maneras de olvidarnos de nosotros mismos y de que todavía existimos. Antes me has preguntado que por qué tengo unos ojos tan tristes; ésta es mi respuesta. Estoy triste porque soy consciente de esto y a pesar de todo, me enfrento a la difícil tarea de seguir viviendo. Entregarse a la fantasía para olvidar la realidad; esa es mi cura y mi perdición.
Una voz la llama desde la cocina; su jefe quiere que entregue un pedido. Su alma suspira de alivio y cada uno de los músculos de su cuerpo, antes en tensión, se relajan repentinamente. Conforme se dirige a la cocina, la escritora siente como el enfado consigo misma va en aumento.
Siempre le sucede lo mismo, su vida es un huir continuo. Busca la raíz de la vida, pasiones que remuevan sus entrañas, desvelar la verdad que se esconde tras el velo de lo banal, y sin embargo, en el momento exacto en el que está a punto de alcanzarla, huye, siempre huye, y se refugia en la levedad y en lo superfluo. Por eso nunca ha escrito nada que valga la pena. Tiene miedo, las manos le tiemblan y es incapaz de mirar detrás del velo.
Sus piernas se detienen de golpe en medio del bar. La verdad la aplasta y la empuja con fuerza hacia el suelo. Se ha quedado paralizada, el mundo se ha detenido a su alrededor y no es capaz de escuchar más que su propia respiración ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué quiero hacer?
¿Por qué estoy aquí? Los pensamientos se confunden unos con otros en su mente, convirtiéndose en un amasijo de ideas inconexas. Siente una mano cálida en el hombro. Unos ojos verdes la miran con compasión y cogen, con suavidad, el pedido que se disponía a llevar a los clientes.
- ¿Alguna vez te has sentido incapaz de expresar con palabras lo que sientes? - la escritora busca la mirada del anciano.
Éste sonríe. Su sonrisa es plácida, reconfortante como una suave brisa de verano. Ambos se quedan de pie, en medio del bar, atrayendo las miradas de los clientes que probablemente se preguntan por qué una chica tan joven pasa tanto tiempo charlando con un pobre anciano con aspecto de mendigo. Sus ojos verdes la atraviesan. Pero ella ya no tiene miedo, no le importa que su alma haya quedado desnuda ante él. Esos ojos hundidos, marcados por la tristeza, abiertos al infinito que tantas veces se han asomado al abismo, la reconfortan, la ayudan a olvidar, al menos durante unos instantes, su propia soledad.
"Lorca, muerte de un poeta" (1987). Juan Antonio Bardem
Nickolas Grace (Federico García Lorca) escribiendo
Serie de TVE sobre el asesinato del poeta español Federico García Lorca por el bando fascista en la Guerra Civil
- Es imposible expresar con palabras a la perfección lo que uno siente. Ahora que intento ordenar mis ideas, ahora que intento captar el flujo de mi pensamiento y veo como éste se esfuma en cuanto trato de darle un sentido, me doy cuenta de lo complicado que es encapsular un sentimiento en una palabra. La escritora tiene que saberlo, ella es consciente de que lo escrito nunca llega a la altura del pensamiento. Lo mismo ocurre con la palabra hablada. La única diferencia es que hablando, te puedes equivocar, la palabra hablada se da en un tiempo determinado y de la misma manera que aparece, se esfuma conforme avanza la conversación. La palabra oral es siempre provisional, y por tanto, siempre abierta a la verdad. Pero la palabra escrita es mucho más complicada, el acto de escribir siempre provoca grandes quebraderos de cabeza, nos pone entre la espada y la pared, nos dirige a callejones sin salida en los que, a menudo, queda atrapada la escritora. ¿O acaso crees que a la que está escribiendo no le cuesta escribir? ¿Acaso crees que las palabras brotan con facilidad de su pensamiento y son plasmadas en la pantalla del ordenador?
- ¿Quién es esa escritora de la que hablas?- pregunta la joven, mirando al anciano con extrañeza.
- ¿Cómo que quién es? - exclama éste, formando una sonrisa burlona en su rostro- Eres tú. ¿Quién va a ser si no la escritora?
- Pero... No puede ser... -la joven, inconscientemente, da un paso hacia atrás, alejándose del anciano- ¿Cómo voy a ser yo la escritora? ¡Es una locura! -una risa nerviosa escapa de sus labios -
¡Si estoy hablando ahora mismo contigo! ¿Cómo pretendes que sea yo la escritora?
- Precisamente por esa razón eres tú la escritora. Ahora mismo estoy a tu merced. Puedes hacer lo que quieras conmigo, no soy más que una marioneta de tu pensamiento. -el anciano avanza un paso hacia ella, mirándola fíjamente, sin embargo ella, la escritora, vuelve a retroceder hasta que su cuerpo choca contra la barra del bar- ¿Qué te ocurre? ¿Te da miedo ser la escritora? ¡Vamos!
¡Ponme en ridículo! No dejes que tus propios personajes te controlen.
- Estás loco... - murmura ella, mirando a su alrededor con nerviosismo- ¡Deja de decir esas sandeces! ¿Me has escuchado bien? ¡Para de una vez! ¡Vas a hacer que me despidan!
- Yo no puedo hacer que te despidan. Eso depende por completo de ti. Tú eres la mente creadora, óyeme bien, ¡aquí decides tú! Al igual que a Miguel de Unamuno, no te gustan los hombres que hablan como libros, prefieres los libros que hablan como hombres. Por esa razón me creaste a mí. Llevo muchos años formándome en tu mente. Sé que para crearme te inspiraste en un anciano con acento británico que te preguntó una vez si eras americana porque llevabas una bandera de Estados Unidos en tu camiseta. También sé que en un principio no me llamabas Alejandro, sino "Alèxandre" que es el vocativo de "Alèxandros" en griego.
-Pero... ¿Cómo...? ¿Cómo es posible que sepas eso? ¡Sucedió hace tantos años!- una voz llama a la escritora desde la cocina – Tengo... Tengo que llevar un pedido. - murmura la joven, ciertamente aturdida.
- No te ha llamado ninguna voz desde la cocina. Te lo podrías haber currado un poco más. Desde luego, no es una excusa válida, teniendo en cuenta que ahora siquiera estamos en el bar. Echa un vistazo a tu alrededor. ¿Te suena de algo este sitio?
La escritora mira a su alrededor. Se ve a sí misma, sentada en el escritorio de su habitación, escribiendo en su portátil manchado de pintura y arcilla. Frente a ella se encuentra un panel naranja, decorado con fotografías y el cartel de una obra de teatro que representó en el instituto. Las paredes azul turquesa llenas de dibujos y posters la envuelven en una atmósfera relajante que le hacen rememorar los mejores recuerdos de su infancia. Las estanterías están repletas de libros y figuritas de cerámica. Un libro, "El segundo sexo" de Simone de Beauvoir se apoya sobre la mesita de noche, justo al lado de la botella de agua y la lámpara. Su uniforme de trabajo ha desaparecido y ha sido sustituido por su pijama y su bata rosa con círculos blancos.
-¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¡Siquiera estamos en Valencia!- exclama la escritora.
"Sylvia" (2003). Christine Jeffs
Gwyneth Paltrow (Sylvia Plath) con su máquina de escribir
Film británico sobre la poeta norteamericana Sylvia Plath. Cuenta el romance entre los poetas Sylvia Plath y Ted Hughes. La película comienza con la reunión en Cambridge en 1956 y termina con el suicidio de Sylvia Plath en 1963
Se queda unos segundos en silencio, esperando la respuesta de Alejandro. Nadie le responde. La escritora se gira alarmada, esperando encontrarse al anciano apoyado en la pared de su habitación o sentado en la cama, justo detrás de ella, sin embargo, éste se ha esfumado. La joven comienza a respirar con dificultad, siente que le falta el aliento y todo su cuerpo se pone en tensión. Hunde su rostro entre sus manos y una lágrima huidiza desciende por su mejilla. Yo no quiero ser la escritora... No estoy preparada para ser la escritora, ¡es demasiada responsabilidad! ¿Cómo va a ser la escritora alguien que no sabe sobre qué escribir, alguien que aún no ha encontrado nada que valga la pena?Se queda un largo tiempo en esta postura, sumida en sus propios pensamientos, hasta que al final, a causa del cansancio y el embotamiento de ideas, se queda dormida con la cabeza apoyada en el escritorio y un archivo de word abierto en el portátil frente a ella.
"Colette" (2018). Wash Westmoreland
Keira Knightley (Gabrielle Colette) escribiendo
Producción cinematográfica entre Reino Unido, Estados Unidos y Hungría sobre la novelista francesa Colette
...Un ruido estridente la despierta. Un gruñido de fastidio escapa de sus labios. Se da la vuelta en la cama, intentando ponerse de espaldas a la luz, sin embargo los rayos del sol continúan molestándola. El despertador sigue insistiendo, aumentando cada vez más su volumen. Finalmente, harta de ese ruido insoportable hace acopio de fuerzas y se despierta, apagando rápidamente el despertador del móvil. Se sienta en la cama durante unos instantes, rememorando lo ocurrido el día anterior. ¿Ha ocurrido realmente? Y Alejandro... ¿Existe de verdad? ¿Y no estaba yo en Alicante hace apenas un momento? Sus reflexiones se interrumpen bruscamente cuando ve algo que le llama la atención. Desperdigadas por el suelo, se encuentran unas hojas de papel escritas por delante y por detrás con una letra frenética y desordenada, repletas de tachones y borrones de tinta. Cree reconocer su forma de escribir en esos papeles arrugados, sin embargo, no recuerda haber escrito nada. Se agacha a recogerlos y comienza a leer:
Me he propuesto escribir algo que valga la pena. Algo jamás visto, el recuerdo de una pasión visceral, el sentimiento reprimido, la sonrisa esbozada a contraluz, la marea de emociones que embotan nuestro pensamiento. Me he propuesto escribir algo que valga la pena, ¿pero qué ocurre si no existe nada que valga la pena?
Texto literario original: María Rodríguez Lorca
Imágenes y textos de imágenes: Francisco Huertas Hernández
María Rodríguez Lorca
Autorretrato 1
María Rodríguez Lorca
Autorretrato 2
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Comentarios de nuestros lectores:
- Francisco Huertas Hernández: "La literatura es un lujo necesario que el ser humano se da a sí mismo. Es un lujo porque podemos vivir sin ella, pero es necesaria porque sin ella no podemos ser humanos. El hombre y la mujer se cuentan historias, inventan mundos y expresan sentimientos profundos en esas ficciones que a veces son más reales que la propia realidad. Porque nada puede vivirse si antes no ha sido escrito. Puedo decir que algunos momentos graves de mi vida los he interiorizado gracias al pathos de ciertos libros, músicas y películas. Esa manía de escribir para ser inmortales y para que nos conozcan cómo somos en lo más secreto y en lo más anhelado es una constante antropológica del homo sapiens. Porque hay una creencia no confesada del que escribe según la cual lo escrito tiene más verdad que la lógica, y más pasión que la sangre. Escribir es vivir dos veces, tres, infinitas veces. La repetición y reduplicación del mundo no solo es un esquema platónico en su dualismo de ideas y fenómenos, sino que es la esencia misma de la literatura y el arte: la proyección de lo creado se convierte en el verdadero mundo"
8 comentarios:
Bello escrito y bellas imágenes de películas de escritores
La literatura es un lujo necesario que el ser humano se da a sí mismo. Es un lujo porque podemos vivir sin ella, pero es necesaria porque sin ella no podemos ser humanos. El hombre y la mujer se cuentan historias, inventan mundos y expresan sentimientos profundos en esas ficciones que a veces son más reales que la propia realidad. Porque nada puede vivirse si antes no ha sido escrito. Puedo decir que algunos momentos graves de mi vida los he interiorizado gracias al pathos de ciertos libros, músicas y películas. Esa manía de escribir para ser inmortales y para que nos conozcan como somos en lo más secreto y en lo más soñado es una constante antropológica del homo sapiens. Porque hay una creencia no confesada del que escribe según la cual lo escrito tiene más verdad que la lógica, y más pasión que la sangre. Escribir es vivir dos veces, o tres, infinitas veces. La repetición y reduplicación del mundo no solo es un esquema platónico en su dualismo de ideas y fenómenos, sino que es la esencia misma de la literatura y el arte: la proyección de lo creado se convierte en el verdadero mundo.
Francisco Huertas Hernández. Lo leí hace un buen rato. Escribe muy bien, es muy pasional esta chica. Me ha gustado mucho, muy bello. Felicidades a tu antigua alumna.
Se necesita una pregunta, un reto, un miedo,para convertir la rutina en una búsqueda. Ello hace necesaria la curiosidas(los chismorreos y mentideros). Imaginación (la creación de mundos,entornos y personajes) y pasión (una escritura casi ininteligible en los apuntes arrugados del primer parto. Bocetos). Todo ello aderezado con la "duda", "ser o no ser". Pero imagino que todas esas emociones le dan verdadero sentido a nuestras vidas. La posteridad es para los que quedan, para nosotros es más importante no ir por caminos trazados. Mejor adentrarse por donde no los haya y dejar huella. Vivir es residir "Bajo el volcán".
No tengo este don de escribir literalmente. Por eso la felicito. Tenemos la necesidad de comunicarnos, la literatura hace que el artista exprese sus opiniones, sus emociones a un hipotético o real lector, o la necesidad de soltar sus miedos o sus alegrías. Una necesidad y capacidad humana. Más estos días tristes. Confinados. Tengo necesidad de tener relaciones sociales reales, no virtuales. El contacto humano, la necesidad de la mirada, de una sonrisa, de una expresión de preocupación, para reír, consolar...
Rectifico: "literalmente" no, "literariamente" debería poner.
Escribir sobre uno es difícil. Escribir sobre alguien que escribe, es doblemente difícil. María Rodríguez Lorca ha logrado, con este excelente texto, revolver la intimidad de una artista entretejida de voces, de fantasmas tan reales, cuya esencia es hacer brotar la palabra. Ella, se ha dado el lujo, como dice Francisco, de expresar una humanidad creativa. Felicitaciones.
En cuanto a la lista de películas solo queda ir en busca de algunas que han esquivado mi adicción. Faltan muchas, obviamente, como aquellas sobre Lord Byron o Bukowski, pero es una lista más que valiosa. Maese Pedro (Costa Rica)
Con los dos autorretratos, y releído tu texto, este artículo acaba revistiéndose de cierta aureola mítica. Te he recomendado el Concierto de Oboe de Sir Arnold Bax porque, aparte de ser la música que me acompaña en este encierro, le va muy bien por su atmósfera a tu obra. El mundo está sitiado por un enemigo común que ni es humano ni alienígena, y tu prosa y tus pinturas nos ayudan a elevarnos a esa región donde está lo que debe escribirse: la belleza
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