“ЧЕЛОВЕК С КИНОАППАРАТОМ”, Документальный фильм
режиссёра
ДЗИГИ
ВЕРТОВА.
Del libro “1001 películas que hay que ver antes de morir”,
coordinado por Steven Jay Schneider. Editorial Grijalbo. Barcelona. 2004
Dziga Vertov
(seudónimo de Denis Kaufman) empezó su carrera con noticiarios, filmando al
Ejército Rojo en su lucha durante la guerra civil rusa (1918-1921), y
exhibiendo lo rodado al público de pueblos y ciudades que subía a los trenes de
agitación. La experiencia ayudó a Vertov a formular sus ideas acerca del cine,
ideas compartidas por un grupo de jóvenes realizadores que se autodenominaban Кино-глаз (cine-ojo). Los principios del grupo (la veracidad del documental comparado con
el cine de ficción, la perfección del ojo cinematográfico comparado con el ojo
humano) conforman la película más extraordinaria de Vertov, la asombrosa El
hombre de la cámara.
En este film, Vertov
combina una ideología política radical con una estética revolucionaria, y así
logra un efecto estimulante, incluso vertiginoso. Los dos componentes de la
realización (cámara y montaje) funcionan como compañeros iguales (y de sexo
concreto). El cámara de Vertov (su hermano Mijail Kaufman, que fue operador de
Jean Vigo en “L’Atalante”) rueda un día en la vida de la ciudad moderna -lo que Vertov llamaba “la vida
pillada desprevenida”-, mientras que su mujer (Elizaveta Svilova) se encarga
del montaje y reformula así la vida. Al final de la película, Vertov ha
explotado todas las formas posibles de filmar y montar (cámara lenta,
animación, imágenes múltiples, pantalla dividida, zooms y contrazooms, enfoque
borroso, fotogramas congelados) con el fin de crear un catálogo de técnicas
cinematográficas, así como un himno al nuevo Estado Soviético.
La cámara empieza a
rodar mientras la ciudad despierta. Los autobuses y tranvías salen de sus
hangares, y las calles vacías se van llenando lentamente. La cámara sigue a los
ciudadanos (sobre todo en Moscú, pero parte del metraje está rodado en Kiev,
Yalta y Odessa) en sus rutinas de trabajo y ocio. La vida queda comprimida en
este día, mientras la cámara fisgonea entre las piernas de una mujer para ver
nacer a un bebé, espía a los niños fascinados por un ilusionista callejero,
corre tras una ambulancia que transporta a la víctima de un accidente. Nuevos
rituales sustituyen a los antiguos: las parejas se casan, se separan y
divorcian en una oficina de registro en lugar de una iglesia.
Vertov da forma
visual a los principios marxistas con un montaje sorprendente que sigue la
transformación de la mano de obra en trabajo mecanizado (las mujeres dejan de
coser a mano para hacerlo a máquina, el ábaco da paso a la caja registradora),
y eso ensalza la velocidad, eficiencia y entusiasmo del trabajo en la cadena de
montaje. Los obreros aprovechan el tiempo de ocio recién descubierto para
alternar en clubes y cervecerías subvenvionados por el estado, para tocar
música y jugar al ajedrez, para nadar y tomar el sol, para saltar con pértiga y
jugar al fútbol. La gente corriente de Moscú se convierte en estrella de su
propia vida cuando se ve en la pantalla
“1001 películas que hay que ver antes de morir”, coordinado por Steven Jay Schneider. Editorial Grijalbo. Barcelona. 2004
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