MIS RECUERDOS DE CINE DE LA INFANCIA
CINE “OLIMPIA”. MADRID
CINE “OLIMPIA”. MADRID
INMACULADA ARRIERO DOBLADO
Cine Olimpia. Plaza de Lavapiés. Madrid
1983
Eran tiempos en los que ir al cine era todo un acontecimiento. No era cosa frecuente, por lo que adquiría una cierta dimensión de conquista. Hallarse en la sala oscura con la gran pantalla, y ver aparecer esas figuras dotadas de vida y movimiento, no sólo te hacía vivir un sueño, y elevarte por encima de la dura realidad, sino que te socializaba, en todo el proceso de lo que significaba ir a ver una película: arreglarse, desplazarse, hacer la cola, los programas de mano, encontrarse a otros niños y familias, reír y sufrir juntos en la oscuridad, soltar un resoplido de alivio cuando el bueno ganaba. Porque en esa época, y en ese cine infantil, los mensajes siempre eran edificantes. Que si no, ahí estaba la censura de Franco para remediarlo.
De las películas que vi en el cine Olimpia me vienen a la mente las de Cantinflas, que a mí no me gustaba. Lo odiaba, pero disimulaba y me reía con los supuestos chistes. “El Padrecito” es la que más recuerdo.
También vi muchas de Walt Disney: “Blancanieves”, “Pinocho”, “Dumbo”... en ese cine. A los niños, esos dibujos, inmaculados y de colores alegres, nos encantaban. Todavía no habíamos llegado a la edad de cuestionar ideológicamente el mensaje de estos films.
También veíamos películas del Oeste, pero de las malas, de indios y vaqueros, que me gustaban más que las de Cantinflas. Al salir del cine, de camino a casa, Jesús y yo jugábamos haciendo nuestra propia película, interpretándola, con persecuciones por la calle, y escondiéndonos. Yo hacía el papel de india, y Jesús, el de vaquero.
Recuerdo las sesiones dobles, y, que, en el intermedio, anunciaban: “Visite nuestro ambigú”. Me gustaba esa palabra, que, en su misterio, encerraba algo de elegancia y suntuosidad. Muchos años después Diego Manrique dio ese nombre a un programa en Radio 3.
También veíamos películas del Oeste, pero de las malas, de indios y vaqueros, que me gustaban más que las de Cantinflas. Al salir del cine, de camino a casa, Jesús y yo jugábamos haciendo nuestra propia película, interpretándola, con persecuciones por la calle, y escondiéndonos. Yo hacía el papel de india, y Jesús, el de vaquero.
Recuerdo las sesiones dobles, y, que, en el intermedio, anunciaban: “Visite nuestro ambigú”. Me gustaba esa palabra, que, en su misterio, encerraba algo de elegancia y suntuosidad. Muchos años después Diego Manrique dio ese nombre a un programa en Radio 3.
Ambigú del Teatro "Falla". Cádiz (España)
El ambigú no lo pisamos mucho verdaderamente: nosotros nos llevábamos la merienda y podíamos comer en el cine el bocadillo.
Así desfilan las imágenes de mi memoria, con los héroes de celuloide, que salen de ese cine de la Plaza de Lavapiés, que fue derribado en 1993, para construir el nuevo Teatro Olimpia, bautizado como Teatro Valle-Inclán.
De algún tiempo más tarde, me vienen recuerdos del Cinema “España”, al que iba los sábados por la tarde con mi prima Cristi, pero eso es ya otra historia.
Así desfilan las imágenes de mi memoria, con los héroes de celuloide, que salen de ese cine de la Plaza de Lavapiés, que fue derribado en 1993, para construir el nuevo Teatro Olimpia, bautizado como Teatro Valle-Inclán.
De algún tiempo más tarde, me vienen recuerdos del Cinema “España”, al que iba los sábados por la tarde con mi prima Cristi, pero eso es ya otra historia.
Inmaculada Arriero Doblado
*****
Comentarios de nuestros lectores:
Alberto Uris Garcia: "Bonitas historias de una generación que disfrutábamos del cine en su esplendor. No teníamos cines con 3d ni con fastuosas y futuristas butacas y con inútiles y fríos proyectores digitales... si no cines con butacas en su mayoría incómodas, películas con rayas y olor a ambientador, pero olían ha cine, a celuloide y tenían el encanto que antaño tuvo el cine... y el mayor crimen que ha terminado por hacer la industria a sido la desaparición de la película cinematográfica... pero eso ya es otra historia"
1 comentario:
Yo lo conocí como cine de verano en los primeros 80,s. Recuerdo haber ido en más de una ocasión a ver algún clásico, como Casablanca... Tenía mucho encanto aquel patio. Luego ya funcionaba como sala alternativa de teatro y algún que otro concierto, hasta convertirse en lo que es hoy, una sala de teatro un tanto hipster, a la medida de los nuevos pobladores pudientes del barrio otrora castizo de Lavapiés.
https://elpais.com/diario/1981/07/31/madrid/365426660_850215.html
Publicar un comentario