martes, 9 de marzo de 2021

La magia del estrado. Enseñar: Amor, Saber, Salvación. 1995. Francisco Huertas Hernández. "The Browning Version" (1951). Anthony Asquith. "A god from afar looks graciously upon a gentle master"

La magia del estrado
Enseñar: Amor, Saber, Salvación. 1995
Francisco Huertas Hernández

A god from afar looks graciously upon a gentle master
(καὶ τοῖσδέ μ᾽ ἐμβαίνονθ᾽ ἁλουργέσιν θεῶν)


  "The Browning Version" (1951). Anthony Asquith
Andrew Crocker-Harris (Michael Redgrave)
Película británica sobre un profesor de lenguas clásicas, Andrew Crocker-Harris, en una escuela pública inglesa que debe retirarse por una enfermedad. La sensación de fracaso del severo maestro en sus últimos días con un estado de debilidad "exacerbada por la infidelidad de su esposa y la comprensión de que es despreciado por los alumnos y el personal de la escuela" hacen de este hermoso film un alegato melancólico de la figura del profesor vocacional. "El punto de inflexión emocional para el frío Crocker-Harris es el inesperado regalo de despedida de su alumno Taplow, la traducción de Robert Browning del Agamenón de Esquilo, que ha inscrito con una frase griega que se traduce como "Dios desde lejos mira gentilmente a un maestro gentil" (A god from afar looks graciously upon a gentle master) (
καὶ τοῖσδέ μ᾽ ἐμβαίνονθ᾽ ἁλουργέσιν θεῶν)"

Enseñar es ofrecer amor, saber y salvación, en ese preciso orden, quizás. 
El amor es la vocación en un doble sentido: amor al saber y amor a los alumnos. No hay saber sin el impulso del Eros, del amor, que, como intermediario audaz nos lanza vertiginosos hacia la Belleza y el Bien, simbolizados en los clásicos, esa Luz que guía a la humanidad
El saber es la Luz. Todo prisionero la busca, la salida de la caverna. Fijémonos en ese plano de la película con Andrew Crocker-Harris a contraluz, junto a las celosías de la ventana ojival. ¡Qué admirable simbolismo el de la celosía, la ventana y la luz! El saber está vedado en parte por la ventana y sus celosías, esos tableros enrejados que cierran vanos, que impiden ser vistos, pero permiten ver, dejando entrar aire y luz, los rayos solares del saber clásico en la oscura aula donde alumnos somnolientos escuchan al infatigable maestro gentil.
 ¡Y la salvación! ¿Qué, si no, busca el hombre en su paso por la tierra? Esa conexión íntima, secreta, de saber amoroso y amado con la salvación nos recuerda que la elevación espiritual del ser humano se realiza a través de la Luz de los clásicos, de Esquilo y Homero, de Virgilio y Dante, de Rabelais y Milton, de Sófocles y Platón, de Molière y Shakespeare, de Descartes y Cervantes, de Aristóteles y Goethe, de Pushkin y Poe, de Dostoievski y Heine, de Tolstoi y Mann, de Hölderlin y Petrarca, de Góngora y Borges, de Baudelaire y Proust, de Kafka y Kant, de Schopenhauer y Nietzsche...

ἀλλ᾽ εἰ δοκεῖ σοι ταῦθ᾽, ὑπαί τις ἀρβύλας
λύοι τάχος, πρόδουλον ἔμβασιν ποδός.
καὶ τοῖσδέ μ᾽ ἐμβαίνονθ᾽ ἁλουργέσιν θεῶν
μή τις πρόσωθεν ὄμματος βάλοι φθόνος.
πολλὴ γὰρ αἰδὼς δωματοφθορεῖν ποσὶν
φθείροντα πλοῦτον ἀργυρωνήτους θ᾽ ὑφάς

Alicante, domingo 11 de junio de 1995

 He dedicado toda mi energía a la magia del estrado, a la magia de la tarima. Pero no estoy seguro de haber triunfado. Claro que podíamos creer en Debussy, pero aquí no había gruta ni anillo ni siquiera castillo. Yo he explicado Metafísica y Epistemología con vehemencia y con fiebre, con ardor y deseo. Un deseo de amor, de saber, de salvación. ASS. Culo, en inglés. Así es el lenguaje, mezclando lo divino y lo obsceno, mezclando abriles y lunes. Tampoco he creído que el amor, el saber y la salvación fuesen primaverales; son tan otoñales como invernales. Son destino y anhelo aún en el solsticio de verano. Todo este caos es el ser y las categorías apenas pueden otear su urdimbre sanguinolenta: yo escribo y detrás de la tinta está la sangre; delante, sólo el dolor. Hay tanto, que no es posible huir del trópico. Yo quería ser domador de corazones y encantador de voluntades, volatinero del deseo, y sólo conseguí incrustar aburridas palabras en el marco de la puerta, garabatear con tiza en la pizarra. Yo pensaba en mi penitencia y mi exhibición. A veces estaba acariciando la pizarra con el instrumento del logos y ellos me seguían hasta la astracanada. Otras, paseaba por el imaginario estrado, depositario del logos divino, convertido en predicador estético-metafísico. Todo el tinglado era la última escapada. Y nadie se daba cuenta. La enseñanza se convertía en unción sagrada, en adagio. Así podían comprenderse los detalles, el aterrador examen de B, los elogios desmesurados, la arrogancia insultante y la fe inquebrantable en mi misión. Yo me sabía elegido. 

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sublime

Inma dijo...

Un texto maravilloso, que describe perfectamente la vocación del maestro, del profesor. Esa mezcla de mundos que a veces, cada vez menos, acaba en unción. Y siempre presentes el amor y el dolor. Los profesores somos Prometeos encadenados al saber, al conocimiento y cada nuevo día, empezamos de nuevo con un nuevo corazón, pero con el mismo Amor y la misma Pasión

Estrella dijo...

Un comentario precioso.

Estrella dijo...

Desde ayer tenía ganas de leerte, Francisco Huertas Hernández . Pero sabes que esta semana es de muchas correcciones y poner notas.
Un texto del 95, te quedaba una carrera por delante, tenías pasión y dudas. Yo empecé en el 96, pero las dudas se tienen siempre, de jóvenes y ahora en la madurez. Siempre estamos adaptándonos a los cambios. Los alumnos de los 90 no son los de ahora, está claro.
Pero, como dices en tu texto: el amor a enseñar y al alumno debe primar y los vocacionales lo tenemos. Siempre habrá algún alumno que nos recuerde que tenemos que seguir luchando. Es complicado, por eso este trabajo no es para todos.
La película la tengo que ver, me gusta lo que cuentas de ella.
Difícil no caer en la frustración.