domingo, 25 de junio de 2023

Diario de un Profesor de Filosofía (XXX). Balance de jubilado: tras 31 o 33 años. Con la música a otra parte. Francisco Huertas Hernández

Diario de un Profesor de Filosofía (XXX)
Balance de jubilado: tras 31 o 33 años. Con la música a otra parte
Francisco Huertas Hernández

Mi coche en un parking de Alicante
Junio 2023
Plaza 31. Justo los años que he trabajado, pues otros dos estuve en paro. 33 años hace que empecé como profesor.
Mi padre nació el 15 de marzo de 1931. Extrañas coincidencias

 Este año cumplo 60. Produce vértigo que aquel niño de 6 años que jugaba en silencio con su indio Kakayama en una habitación de Palencia vaya a jubilarse. Yo no lo creo aún. La vida era un cohete que se aceleraba cada vez más hasta perderse en el vacío... y no lo sabíamos.

 Yo no quería ser profesor sino compositor o rockero. Lo de maestro me pudo venir de mis abuelos maternos. Pero desde que yo saltaba en París viendo en la tele a Antoine, o los botes cilíndricos de detergente que aporreaba en el balcón de la Escuela de El Garbanzal durante las fiestas como si fuera una batería, hasta los golpes de tiza en la pizarra de este último curso completo, una vida de "músico" me ha acompañado.

Mi abuelo Basilio Hernández Llorente
Fotografía. Maestro de Escuela
El Garbanzal

Mi abuela Piedad Cela Gómez
Fotografía. Maestra de Escuela
El Garbanzal

Yo
Blanc Mesnil. 1965

Mi padre, mi hermano Ricardo y yo.
Palencia. Febrero 1970

 Este diario es como un disco doble, de esos de muchas canciones, que, no obstante, es un "álbum conceptual", presenta una unidad. Siempre supe que la unidad de la vida humana viene dada por la música y el amor, que son una sola cosa. Ambas son tiempo y eternidad. Tiempo porque acontecen y pasan, y eternidad porque iluminan y quedan. Y la música y el amor cuentan una historia, la nuestra. ¿Qué otra cosa es enseñar?

 Desde 1989 han pasado casi 34 años, aunque yo únicamente he trabajado 31, por culpa de varios cursos en el paro. ¿Qué balance puedo hacer? No muy positivo. El mundo se ha hecho un lugar más inhóspito, feo y sucio, a la misma velocidad que la tecnología de la información (o entretenimiento) se ha desarrollado. Cuando empecé los alumnos iban a la Biblioteca del Instituto de Bachillerato -un extraño lugar ya extinguido donde había libros de papel- a consultar la Enciclopedia Espasa Calpe de más de 110 volúmenes, para hacer los trabajos. Este último curso ya descubrí varios trabajos "hechos" (?) con Inteligencia Artificial (ChatGPT) en el Instituto de Secundaria -no de Bachillerato- donde me jubilaré si Dios quiere, y donde no hay ni Biblioteca, ni libros, ni Salón de Actos. Ese "tránsito" de la mente humana a la artificial, esa desaparición de los libros, esa indiferencia ante la cultura, es lo que ha cambiado.

 Algo parecido ocurre con el "copiar" en los exámenes, lo que en España llamamos "hacerse chuletas". Cuando yo empecé, si sorprendías a un estudiante copiando se ponía "rojo" de vergüenza. Hoy es el profesor el que se pone "rojo" mientras el alumno le increpa. Un "sentido ético" que también se ha modificado. 

 No sabría hacer un balance objetivo porque soy un sujeto, es decir, una conciencia que juzga desde su individualidad. Para mí dar clase ha sido una "vocación" porque, en cierta forma, era ese acto de amor y de música que comentaba. Esto no significa que muchos alumnos lo perciban, dados sus intereses divergentes con los del profesor. El amor por el conocimiento, por la cultura, y por los estudiantes. Y la música del Logos, porque la razón también es armonía, medida y belleza. ¡Qué fácil era sentirse director de orquesta en el aula! ¡Qué semejanza con la improvisación en el jazz los debates de clase! ¡Cuántos solos instrumentales míos y de algún estudiante que apenas fueron escuchados y recordados!

 El "espectáculo" concluye, como todo en la vida, pero si en el conocimiento hay amor, ritmo y melodía, todo seguirá viviendo eternamente en algún punto del universo o circunvolución cerebral...

Posdata:

 Recién terminado este capítulo llega a mis manos esta noticia: en Tik Tok (red social usada por jóvenes) se ha producido una obsesión por la obra y vida de Franz Kafka (1883-1924), aquel clásico de la literatura alemana, judío de Praga, que vivió pobremente, acomplejado, y plasmando un sentido trágico de la vida en sus narraciones. Es verdad que la lectura de Kafka fue siempre propio de la adolescencia por esa identificación con los personajes perdidos, incomprendidos, aislados, alienados, pero, quizás, la diferencia es que ahora no se va a leer su obra, sino sus "memes", sus frases sueltas, y las anécdotas de su vida oscura y freaky. Esas bibliotecas desaparecidas de los hogares e institutos no se reemplazan con el culto efímero a un autor, cuya lectura implica un esfuerzo, una preparación, un hábito, una sensibilidad cultural, que dudo que haya sobrevivido en la Generación Z (1997-2012), que ha crecido con internet y las redes sociales

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Un buen aporte

Christian Franco dijo...

Que no pare la música maestro, que siempre tenga el gusto de leerlo, no lo veré dirigir su orquesta pero apreciare sus composiciones y las agradeceré de corazón aunque se el mundo se haga un ruido insoportable hay algunos que entrenamos oír el logos y tratamos también de hablarlo en medio de esta torre de babel construimos arcas del espíritu en a que siempre voces como la suya nos alientan.

Anónimo dijo...

Yo también me jubilo este año. El mundo seguirá girando y yo lo quiero ver desde fuera

Francisco dijo...

Muchas gracias Christian. Es un estímulo saber que existen lectores de este libro, que pronto se editará

Francisco dijo...

Muchas gracias colega

Anónimo dijo...

Quisiera leer prontamente su creación maestro de la vida!

Francisco dijo...

Gracias anónimo comentador

Anónimo dijo...

Soy un profesor de Filosofía de Chile, de 26 años. Leerlo resulta siempre inspirador.

Francisco dijo...

Muchas gracias colega andino. Ha sido siempre gozoso y extraño descubrir que mis escritos y mis clases cruzaban el Atlántico, aunque con internet ya no hay mares ni cordilleras