viernes, 26 de enero de 2024

Individuo & Totalidad (III): Interioridad e Integración. Francisco Huertas Hernández

Individuo & Totalidad (III)
Interioridad e Integración 
Francisco Huertas Hernández

Nubes
10 de mayo de 2020
Fotografía de Francisco Huertas Hernández


 El individuo humano protege con celo su "intimidad" o "interioridad". Sentirse "libre" consiste, primeramente, en "sentirse" uno dueño de su conciencia y sus manifestaciones internas (ideas, sentimientos, deseos, voliciones). Escuchamos con frecuencia al pueblo hablar de "esencia" de una persona para referirse a su "interioridad" específica e intransferible. Si en el mundo antiguo la esencia (οὐσία, essentia) apunta a lo "común", lo que "une" a los individuos o miembros de una especie o clase, en sus características principales, lo que hace que "sean lo que son" (τό τί ήν είναι), como escribió Aristóteles (384-322 aC), en el mundo moderno, burgués, capitalista, en el que domina la creencia en la "libertad individual", lo "común" es sustituido por lo "propio". Para Aristóteles la "esencia" del ser humano consiste en "ser un animal racional", pero en el mundo moderno, las gentes identifican la "esencia" con atributos personales y diferenciadores de cada individuo. La "esencia" se convierte en "personalidad" singular.

 La "quiddidad" (quidditas) -término en latín que tradujo el concepto árabe "mâhiyya" (ماهية) de Avicena (980-1037) con el significado de "esencia" (aquello por lo que un ser es lo que es)- se perdió con la filosofía escolástico-aristotélica, y "emergió" el "individuo", en el que destaca la "autonomía" y la "singularidad". El "individuo" ya no es la "abstracción" de la "quidditas" sino el "sujeto de derechos propios". Entre los forjadores del pensamiento burgués, John Locke (1632-1704) incluyó los "derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad", y en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la Revolución Francesa (1789), quedan plasmados estos "derechos individuales".

 Para el liberalismo burgués, el individuo puede triunfar a través de la iniciativa personal y empresarial en un entorno de libre competencia, donde la propiedad privada y el comercio son fundamentales. El Estado, o la sociedad, ponen en riesgo esa "interioridad" de la "libre elección" o "iniciativa emprendedora", basada en última instancia en el "ánimo de lucro" o "codicia".

 Y, sin embargo, dos fuerzas poderosas subsisten en el siglo XX, rechazando esa "interioridad" antisocial: la religión y el marxismo. La religión organizada en comunidades de creyentes que defienden el "bien común" frente al "egoísmo" (fundamento de la interioridad burguesa en su doble vertiente de "intimidad de la vida privada" y búsqueda del lucro personal), y el marxismo, como proyecto político emancipatorio de una sociedad sin explotación económica, igualitaria y solidaria, oponen una resistencia, más o menos permanente, al "individualismo burgués" exaltando la "comunidad" y la "integración" en un bien superior, trascendente o inmanente

Francisco Huertas Hernández
Viernes, 26 de enero de 2024

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Poderoso análisis

ACORAZADO CINÉFILO dijo...

Gracias lectores