"Las niñas bien" (2018). Alejandra Márquez Abella
Deconstrucción minimalista de la vacua burguesía en la era de López Portillo
Francisco Huertas Hernández
Francisco Huertas Hernández
"Las niñas bien" (2018). Alejandra Márquez Abella
Sofía (Ilse Salas)
Sofía (Ilse Salas)
"Las niñas bien" (2018). Alejandra Márquez Abella
"Las niñas bien" (2018), segundo largometraje de Alejandra Márquez Abella (San Luis Potosí, 1982), con guion de la directora, es la adaptación de la novela homónima (1987) de Guadalupe Loaeza (1946). El film obtuvo el premio a la Mejor Película Iberoamericana en el Festival de Cine de Málaga de 2019, así como el galardón a Mejor Guion. La realizadora también recibió nominaciones en las categorías de Mejor Dirección, Mejor Guion Original y Mejor Película en los Premios Ariel 2019.
El film sigue a la protagonista, una arquetípica mujer de las clases altas mexicanas, Sofía, en su mundo de lujo y vaciedad, hasta la descomposición por la ruina familiar, a principios de los ochenta, con el colapso financiero de 1982, durante la presidencia de José López Portillo.
En primer lugar cabe plantearse cuál es la intención de la cinta. Tenemos un espacio cerrado: las casas de los ricos de Las Lomas de Chapultepec, colonia residencial y comercial en el oeste de la Ciudad de México. Esta burguesía ociosa y vacua va de fiesta en fiesta, del lujoso restaurante al exclusivo Club de Tenis. La protagonista que acapara casi todos los encuadres de la película es una mujer casada de unos treinta y pico años, llamada Sofía (Ilse Salas), aunque, a veces, es llamada Sophie. El inicio de la historia se centra en los preparativos de su fiesta de cumpleaños. "Es mi fiesta de cumpleaños. Traigo el vestido marfil que me compré en Nueva York. La casa está preciosa, llena de gente. Todos me miran. Entre los invitados está Julio Iglesias. Se me acerca, me dice que me ama, me toma la mano. Me lleva con él a España y vivimos en El Corte Inglés". La voz en off de Sofía revela la enajenada realidad paralela en la que viven las clases opulentas. Entran los títulos de crédito, con los espejos infinitos que multiplican la imagen elegante de la protagonista. Solamente hay planos detalle de su vestido, sus zapatos, sus broches, su peinado.
La inanidad de los diálogos de los personajes asistentes es, por un lado, una crítica social de la vanidad, hipocresía y estupidez de las clases altas, pero, por otro, da pie al ejercicio estilístico de Alejandra Márquez para filmar todo con cámara en continuo movimiento centrándose en los detalles en un travelling moroso. El minimalismo del encuadre resta presencia al montaje y a la acción narrada en planos huecos donde los personajes apenas actúan. Aquí los personajes quedan reducidos a mínimos movimientos, gestos y palabras. Son mecánicos (sin vida), puros arquetipos de su clase social. La cámara intenta suplir esa ausencia de acción y emoción, pero no siempre lo consigue. Fernando (Flavio Medina), el marido de la omnipresente protagonista, es un hombre rudo, débil y derrochador, a pesar de su posición social, que regala a su esposa un carro. El resto de los elementos narrativos del largometraje describen los tópicos de las clases adineradas: mandar a los niños a colegios privados en Estados Unidos, donde no deben juntarse con mexicanos, gastar dinero en joyas, vestidos, licores, viajes, restaurantes. Aparentar poder.
Una interpretación problemática de la película es si tiene una óptica feminista. La productora Woo Films está integrada exclusivamente por mujeres (Cecilia, Irma, Bruna, Natalia, Karla), hay una directora guionista, que trabaja sobre una novela de una mujer, y el equipo incluye una directora de fotografía, Dariela Ludlow. Sin embargo el retrato de Sofía no es muy positivo: esposa pasiva, no trabaja, no tiene intereses más allá del lujo y el dolce far niente, no destaca por sus ideas ni por sus sentimientos (es una mala madre, y parece darse cuenta, aunque eso es lo habitual en su clase social). Tampoco tiene conciencia de opresión patriarcal. Sus acciones no se encaminan a ningún tipo de liberación. Todos los miembros de este espacio exclusivo están protegidos contra la pobreza y la violencia, en sus urbanizaciones cerradas. El país, México, sólo existe en la TV, por donde se introduce el contexto histórico: la presidencia de José López Portillo (1 de diciembre de 1976 – 30 de noviembre de 1982).
La película usa la excusa del contexto histórico para justificar la autodestrucción de Sofía, pero apenas vemos la realidad social. La burbuja de aislamiento en la que siempre ha vivido la alta burguesía y su desconexión total con el pueblo -únicamente presente a través de los empleados domésticos de las mansiones-, hace que sean los rudimentarios aparatos de televisión en color, de tubo catódico, los que informen sobre la devaluación del peso en 1982 por la caída de los ingresos petroleros; la subida de la inflación; la moratoria de la deuda externa en agosto de 1982; la nacionalización de la banca en septiembre de 1982, que causó el pánico en especuladores como los retratados en la película; la consecuente recesión económica, que también afectó a los especuladores; la fuga de capitales (las damas de la película hablan todo el tiempo de marcharse del país); y, finalmente, la ominosa intervención del Fondo Monetario Internacional con sus inhumanas condiciones para los préstamos que arruinaron más al país. Las clases altas arremetieron contra el presidente López Portillo por su incompetencia y corrupción, cuando ellas mismas se habían beneficiado previamente.
Todo esto ha de adivinarse en el film para entender la pusilanimidad de Fernando, el suicidio de uno del grupo, o la autodestrucción de Sofía.
El contexto histórico y social que se plasma en la televisión incluye al ventrílocuo Óscar Zamora y su muñeco Don Chema. El leit motiv de las canciones de Julio Iglesias, con la versión de 1978 de una canción francesa de Johnny Hallyday, "Me olvidé de vivir" (J'ai oublié de vivre) (Pierre Billon, Jacques Revaux), cuya letra cuestiona la "existencia inauténtica" (die Uneigentlichkeit) de los niños ricos de la película: "De tanto ocultar la verdad con mentiras / Me engañé sin saber que era yo quien perdía / De tanto esperar, yo que nunca ofrecía / Hoy me toca llorar / Yo que siempre reía". También escuchamos canciones de la época de Yuri, Menudo y Nelson Ned ("¿Quién eres tú?").
El trazo psicológico de los personajes es prácticamente nulo. Son marionetas y actúan mecánicamente conforme a su status, cumplen las expectativas de grupo y carecen de rasgos individuales. Ana Paula (Paulina Gaitán), casada con un rico empresario de origen árabe, Beto Haddad (Daniel Haddad), es la nueva rica, tratada con displicencia por las demás mujeres del grupo, y, por tanto, acumula resentimiento contra la "pinche y soberbia" Sofía y sus amigas, las "niñas mimadas" (Alejandra, Inés, Cristina, Lorena, Mariluz). Ana Paula es el contrapunto de esa clase social, a la que acaba de acceder, y objeto de las murmuraciones y maledicencia a la que se entregan las aburridas y parásitas señoras. En la mejor y más compleja escena de la película, en la fiesta en el jardín de Ana Paula, se produce la descomposición de Sofía. Las analepsis sonoras (flashbacks sonoros), la narración descoyuntada temporalmente con saltos y retrocesos sitúan la conciencia de Sofía como único elemento vertebrador, algo así como la "apercepción trascendental" (die transzendentale Apperzeption) kantiana, la capacidad de la mente para unificar todas las representaciones en una única conciencia del yo. Esta unificación es necesaria para que el sujeto pueda tener una experiencia coherente del mundo, aunque en Sofía (y en el espectador) el efecto desarticulador (desestructurado) muestra la crisis del yo de Sofía, que pasea por la casa, se roba unas mancuernillas de oro, mira una piñata, discute con los niños de la anfitriona que la acusan de ser pobre (la peor enfermedad para un rico), y sostiene una charla mañosa (plática con segundas intenciones) con Ana Paula: "las del Club dicen que usas los morados para parecerte a Elizabeth Taylor y los verdes para parecerte a Sofia Loren", señala con malicia Sofía. "¿Y qué más dicen que me parezco a Liz en lo zorra, que me metí con Beto cuando estaba casado, o que me casé con él por dinero? ¿Por qué eres tan pinche y soberbia? Todo mundo sabe lo que les está pasando", ataca la anfitriona. "Mi amor, todas queremos vivir como princesas. ¿O qué creías, que sólo ustedes? Cuando te das la vuelta, también hablan de ti y de Fernando y dicen cosas horribles", afirma Ana Paula desvelando la hipocresía de su nuevo círculo. Sofía fuma compulsivamente, con elegancia y ansiedad. En esos años fumar era un comportamiento reforzado socialmente. El cigarro es símbolo fálico y refuerzo social ante la inseguridad. Estos personajes no leen, son ajenos a la cultura, a la reflexión y a las emociones, carecen de un impulso moral, estético o profesional. Son fríos y superficiales. ¿Cabe preguntarse qué rasgos humanos tienen más allá de la vanidad?
Conforme las tarjetas de crédito y los cheques van siendo rechazados, las apariencias se van desmoronando, llega el embargo de la casa -la mayor catástrofe- y la película se debería encaminar a la tragedia, pero Alejandra Márquez no sabe o no puede concluirla. El final abierto y exangüe con los burgueses ladrando al presidente de la República, desde su mesa en un caro restaurante, implica un distanciamiento total de los personajes.
"Las niñas bien" es una aceptable película sobre la soledad y vacío vital de los ricos, centrado en el mundo femenino de Sofía y sus amigas. El minimalismo de la filmación es reflejo de la mínima humanidad de esas clases altas, pero la vaciedad de los diálogos y acciones de los personajes llega a aburrir al espectador. Ilse Salas (1981), con una sensacional composición que va de la contención a la desesperación, carga con todo el peso porque aparece en casi todos los planos, hasta el punto de convertir al resto del reparto en algo irrelevante. La maestría en la filmación propia del cine de la época de oro ya ha desaparecido. La posmodernidad nos deja deconstrucción y una inquietante incapacidad de narrar historias. Podemos apreciar estas películas a condición de que no las comparemos con aquella época en que el cine era arte, narración, espectáculo y entretenimiento.
En junio de 2020, el desaparecido sitio web Sector Cine publicó una actualización de la lista las 100 mejores películas del cine mexicano de la revista Somos, y "Las niñas bien" quedó en el puesto 26, por delante de "El esqueleto de la Señora Morales", "Nazarín", "Pueblerina", "Él", "El compadre Mendoza", "Campeón sin corona", "María Candelaria", "Ensayo de un crimen" o "La perla". Sin comentarios.
Francisco Huertas Hernández
Domingo, 2 de junio de 2024
Las niñas bien
México
2018
Directora: Alejandra Márquez Abella
Producción: María José Córdova, Rodrigo S. González, Rafael Ley, Gabriela Maire
Productora: Woo Films
Guion: Alejandra Márquez Abella
Música: Tomás Barreiro
Maquillaje: Carla Díaz González, Mónica Sescosse
Fotografía: Dariela Ludlow
Montaje: Miguel Scheverdfinger
Vestuario: Annai Ramos
Guion: Alejandra Márquez Abella
Música: Tomás Barreiro
Maquillaje: Carla Díaz González, Mónica Sescosse
Fotografía: Dariela Ludlow
Montaje: Miguel Scheverdfinger
Vestuario: Annai Ramos
Reparto:
Ilse Salas: Sofía
Flavio Medina: Fernando
Cassandra Ciangherotti: Alejandra
Paulina Gaitán: Ana Paula
Johanna Murillo: Inés
Jimena Guerra: Cristina
Ana José Aldrete: Lorena
Pablo Chemor: Daniel
Claudia Lobo: Mariluz
Diego Jáuregui: Javier
Daniel Haddad: Beto Haddad
Rebecca de Alba: Rebecca de Alba
Azul Alenka: Gaby
Nicolás Andreu: Sebas
Alfonso Borbolla: Ejecutivo
Alejandro Caballero: Miguel
Jeronimo González Capdevielle: Rodrigo
Mateo González Capdevielle: Martín
Mercedes Hernández
Alejandra Maldonado
Gabriel Nuncio
Isabel Ramos
Regina Flores Ribot: Toñis
Julián Segura
Fernando Villa: Antonio
Tomihuatzi Xelhuantzi: Fotógrafo
Bruno Benítez: Chófer
Flavio Medina: Fernando
Cassandra Ciangherotti: Alejandra
Paulina Gaitán: Ana Paula
Johanna Murillo: Inés
Jimena Guerra: Cristina
Ana José Aldrete: Lorena
Pablo Chemor: Daniel
Claudia Lobo: Mariluz
Diego Jáuregui: Javier
Daniel Haddad: Beto Haddad
Rebecca de Alba: Rebecca de Alba
Azul Alenka: Gaby
Nicolás Andreu: Sebas
Alfonso Borbolla: Ejecutivo
Alejandro Caballero: Miguel
Jeronimo González Capdevielle: Rodrigo
Mateo González Capdevielle: Martín
Mercedes Hernández
Alejandra Maldonado
Gabriel Nuncio
Isabel Ramos
Regina Flores Ribot: Toñis
Julián Segura
Fernando Villa: Antonio
Tomihuatzi Xelhuantzi: Fotógrafo
Bruno Benítez: Chófer
*****
Comentarios de nuestros lectores:
- Francisco Huertas Hernández: "Quiero añadir algunos aspectos que no se han tratado en el análisis anterior: a) es una película de época: recrea, aunque sólo en espacios interiores el inicio de la década de los ochenta en México. El gran problema de la producción es ambientar los exteriores. En esta cinta no hay. No se ven las calles ni la ciudad. El vestuario, los utensilios domésticos o los carros dan el sello de la época; b) es una crítica social bastante superficial. En el cine mexicano existen obras maestras que muestran las miserias de la alta burguesía, pero con una profundidad en el guion, interpretación, puesta en escena y narración mucho mayores: "Él" (1953), "Ensayo de un crimen" (1955), "El ángel exterminador" (1962), todas de Luis Buñuel, el gran fustigador de la burguesía, o "La tía Alejandra" (1979) de Arturo Ripstein; c) la novela de Guadalupe Loaeza en que se basa fue un best seller, y adolece de los mismos defectos que la película: la vaciedad. ¿Puede retratarse a la clase alta con una profundidad artística y filosófica que vaya más allá de las conversaciones anodinas y las costumbres mecánicas que cumplen las expectativas del grupo?. Sí, pero ni Loaeza ni Márquez Abella lo hacen; d) la directora, que estudió Dirección Cinematográfica en el Centro de Estudios Cinematográficos en Barcelona, confiesa en una entrevista que abordar el tema de las clases altas era algo que no se había hecho en el cine mexicano, aunque sí en el chileno o argentino. No es verdad. Hemos mencionado algunos ejemplos; e) reconoce la influencia en su estilo del chileno Pablo Larraín, la argentina Lucrecia Martel, "Safe" de Todd Haynes, Michelangelo Antonioni, y, aunque no lo menciona, parece evidente la huella de Michael Haneke, tanto en la forma como en la sutil diatriba antiburguesa, por ejemplo en "Happy End" (2017); f) el final, que según la directora "alinea lo político con lo doméstico", de los ladridos de las clases altas al presidente de la República, en el que se unen las dos capas: lo externo (lo político) y lo interno (vida social e íntima de esa oligarquía aislada) fue fruto de su investigación, pues no estaba en la novela; g) la música de palmadas de Tomás Barreiro no encaja bien, pero la mezcla de Brahms y canciones ochenteras es más convincente en el zeitgeist; h) siendo generosos, diremos que es una película interesante, aunque siendo exigentes no alcance los objetivos que uno espera encontrar en el cine como arte y como medio de denuncia. La sátira y la parodia son débiles. El realismo está lastrado por el minimalismo visual y narrativo. No hay empatía -ni antipatía- generada en el espectador con los personajes. La identificación falla. Tampoco se ha encontrado un simbolismo estético y filosófico que impresione, como sucede en "El ángel exterminador"".
4 comentarios:
Buena reseña. Entonces la película no merece la pena?
Gracias. Depende. Creo que sí si no ves cine clásico
Que notablemente escrito este ensayo gracias Francisco
Muchas gracias amigo Marcelo
Publicar un comentario