“VERTIGO” DE ALFRED HITCHCOCK
Epígrafe: “Vértigo (1958) La
imperfección necesaria” en el capítulo “Alfred Hitchcock: Grandes mansiones e
historias de amor”,
del libro “DE CINE” de EUGENIO TRÍAS. Galaxia Gutenberg.
Círculo de Lectores. Barcelona. 2013
Sigo creyendo que Vértigo es la mayor obra de arte que creó Alfred Hitchcock: la que encierra más verdad, la que se arropa en un velo de Maya de extraordinaria belleza, la que accede al estatuto de gran poema trágico. Es, sobre todo, una sobrecogedora historia de amor; casi una confesión del realizador a su obra, a Galatea, a la matriz femenina de sus amores, a la ewig Weiblichen que nos atrae hacia sí.
La protagonista se
desvanece a modo de fantasma. Se encarna, es recreada y resucitada de entre los
muertos. Al final es arrastrada por el último tramo de la escalera, mientras
Scottie le da la espalda, hasta llegar a lo alto de la torre que fue escenario
del crimen desencadenante del relato. Y de nuevo vuelve al infierno, al modo de
Eurídice.
“¡Oh, cuánto te amé,
Madeleine!...” exclama Scottie al lograr alzarse hasta la torre, curado ya de
la acrofobia, llevando a rastras a una Judy aterrorizada, que le confiesa su
complicidad con Gavin Elster. “Fuiste la réplica, la copia; la perfecta
aprendiz. Él te adiestraba, te preparaba los escenarios, ensayabais. ¿Qué pasó?
¿Por qué te abandonó? ¡Eras su chica, su amante! ¿Qué te dio a cambio de tu
entrega?” “Dinero”, responde Judy. Y Scottie apostilla, desvelando la trama que
el espectador ya conoce: “Y también el broche con esmeralda de Carlota Valdés”
(la antepasada de Madeleine).
Scottie, con sus
preguntas, indaga acerca de esa historia, sobre la cual también el espectador
quisiera tener información. ¿Qué sucedió entre Judy Barton y Gavin Elster?
¿Cuáles fueron las vicisitudes de esa historia en la que se fue preparando el
crimen que tenía el vértigo del detective su siniestra coartada?. Pero un denso
“fuera de campo” cubre con velo acusmático ese relato. Nada se sabe de esa
trama, de los amores, o temores, que se produjeron en esa relación, toda ella
marcada por la compra de una identidad fabulada, por la interpretación de Judy
Barton, por el guión y la puesta en escena de un elíptico Gavin Elster (doble
del propio realizador del film), por las dotes de gran artista que en esa farsa
simulada pueden atribuírsele, por el carácter fraudulento de la sucesión de
imágenes que se le da a ver a Scottie, y por la extremada belleza poética de
esas imágenes.
La parte más falsificada, toda la primera mitad de la cinta, con la silenciosa persecución en automóvil hasta llegar al encuentro de los dos, hasta la escena de las secuoyas y de la Misión de San Juan Bautista, constituye uno de los repertorios filmados más sugestivos, más hermosos, más líricos de la historia del cine. ¡Y sin embargo todo es una falsificación! Falsedad, mentira, belleza parecen convalidar en esta inmensa película las tesis estéticas y ontológicas de Nietsche sobre el arte.
Todo es
extraordinario y está envuelto en una música embrujada, quizás la más hermosa
partitura de Bernard Herrmann para el cine, con motivos de la cantera romántica
del Tristán, con ritmo de habaneras que sugiere el ambiente español de las
misiones (Dolores y Juan Bautista), con lastimeros acentos del adagio final,
“Adagio Lamentoso”, de la Sinfonía Patética de Chaikovsky, o del Vals triste de
Sibelius, y con un inconfundible pasaje -ya al final de la película- de una
gran idea musical del tercer movimiento de la Quinta sinfonía de Chaikovsky.
“Vértigo (1958) La imperfección necesaria” en el capítulo
“Alfred Hitchcock: Grandes mansiones e historias de amor” del libro “DE CINE”
de EUGENIO TRÍAS. Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores. Barcelona. 2013
3 comentarios:
Magnifico el libro de Trías y maravillosa "Vertigo"
Estaba Trías fascinado por el film que Le dedicó 2 libros : Lo bello y lo siniestro, y Vértigo y pasión. 2 dos fascinantes. Este libro De cine lo des conocía. ¿Qué películas tracta?
La obra más aclamada y emblemática del caprichoso genio, inspirado en su sensual musa debutante, una perversa Eurídice en estado de gracia... Todo un canto a la necrofilia, truculento pero brillante.
Me quedo con Rebecca como obra cumbre del monstruo.
Publicar un comentario