lunes, 8 de junio de 2020

Imágenes y recuerdos. Marcelo Óscar López Díez. Punta del Este. Proust, Hopper, Goya, el cine de terror y el de los Beatles


Imágenes y recuerdos
Proust, Hopper, Goya, el cine de terror y el de los Beatles
Marcelo Óscar López Díez
Punta del Este


"Le Temps retrouvé" (1998). Raúl Ruiz
Marcel Proust (Marcello Mazzarella)
"El tiempo recobrado" es una película francesa del cineasta chileno Raúl Ruiz que adapta libremente el último volumen de "À la recherche du temps perdu" de Marcel Proust. "En 1922, Marcel Proust, en su lecho de muerte, se dedicó a la observación de fotografías rememorando su vida. Pero, los personajes reales se mezclan con los de la ficción de su novela. Así, gradualmente la ficción vence a la realidad de su obra y discurre frente a sus ojos. De esta manera sus personajes literarios pueblan sus memorias, cobrando vida en el mundo cerrado de su pequeño departamento de la rue en el Hamelin. Los días felices y paraísos perdidos de su niñez alternan con los más recientes recuerdos de su vida social y literaria"

"El mundo se está convirtiendo en una caverna igual que la de Platón: todos mirando imágenes y creyendo que son la realidad"
José Saramago

Las mil y una vidas del pasado

 He pedido un bálsamo para mi piel, no para curarla por fuera porque está mal herida, sino por dentro, tiene corredores por donde las ideas transitan todo mi cuerpo, son trabas que detienen el movimiento actual de las articulaciones. Fantasmas que han quedado y siguen hablando como pájaros muertos que le cantan a algún árbol que ha quedado bajo un edificio de almas flacas por comer rápido y ciegas al no ver más que su ombligo. Tenía una lista de cosas que quería revivir, pero el acto de tenerlas ahora o, mejor dicho, de traerlas hasta mi escritorio, solo hacen que no puedan sentir el completo sabor de aquella carne transmutada en música, libros y películas.

Marcel Proust (1871-1922)
"Et tout d'un coup le souvenir m'est apparu. Ce goût, c'était celui du petit morceau de madeleine que le dimanche matin à Combray (parce que ce jour-là je ne sortais pas avant l'heure de la messe), quand j'allais lui dire bonjour dans sa chambre, ma tante Léonie m'offrait après l'avoir trempé dans son infusion de thé ou de tilleul. La vue de la petite madeleine ne m'avait rien rappelé avant que je n'y eusse goûté ; peut-être parce que, en ayant souvent aperçu depuis, sans en manger, sur les tablettes des pâtissiers, leur image avait quitté ces jours de Combray pour se lier à d'autres plus récents ; peut-être parce que, de ces souvenirs abandonnés si longtemps hors de la mémoire, rien ne survivait, tout s'était désagrégé ; les formes — et celle aussi du petit coquillage de pâtisserie, si grassement sensuel sous son plissage sévère et dévot — s'étaient abolies, ou, ensommeillées, avaient perdu la force d'expansion qui leur eût permis de rejoindre la conscience. Mais, quand d'un passé ancien rien ne subsiste, après la mort des êtres, après la destruction des choses, seules, plus frêles mais plus vivaces, plus immatérielles, plus persistantes, plus fidèles, l'odeur et la saveur restent encore longtemps, comme des âmes, à se rappeler, à attendre, à espérer, sur la ruine de tout le reste, à porter sans fléchir, sur leur gouttelette presque impalpable, l'édifice immense du souvenir"
Marcel Proust: "À la recherche du temps perdu": "Du coté de chez Swann". 1913

 Me quedo con ganas de que el tiempo regrese, es un hecho que no solo Marcel Proust podía retroceder mojando una magdalena en té. Aparte, la magdalena de hoy será única, no se parecerá para nada a la de mañana. Este hecho me hace sospechar que hay algo más que desaparece con el pasado, es otro yo que se desvanece. ¿Cuántas veces podemos morir y nacer? A través de días pasados existe un renacimiento orgánico, no veo que ese renacimiento se plasme correctamente, porque al envejecer se pierde la carne, pero se gana sensibilidad.

Edward Hopper (1882-1967): "People in the sun" (Gente al sol) (1960)
Smithsonian American Art Museum

 El sabor de la magdalena es parecido al sol del cuadro de Hopper, se ha transmutado en algo del ayer que penetra hasta llegar a desestabilizar el momento presente.
 Con una película pasa lo mismo, a nivel orgánico el cuerpo ya no reacciona igual, algo mitiga aquel sabor y el hecho de no poder llegar hasta ese sitio nunca más, o por lo menos de la misma manera, es sinónimo de una vida pasada. Ni mejor ni peor, más joven sí, más frágil también, menos ridícula puede ser. Después de llegar a término de la sensación lo que queda es un vacío, nuevamente la única manera de llenarlo es volviendo a la experiencia, lo cual es imposible porque nunca será lo mismo, porque aquella persona ya no es la misma, ha cambiado por fuera y por dentro. Ha mutado tanto que no es más, en algunos casos, que un fantasma recorriendo la ciudad. Sin hacer un manifiesto, por favor, que en la hisotria ya tenemos casos.
 Si el clima acompaña, todo parecerá más fácil. Una tormenta puede ser el corazón de fondo para imágenes de blanco y negro. En materia de cine, el síntoma más perecedero es la ausencia de colores. Noto que el color es barroco, pesado por momentos y me hace perder la vista con detalles más reales, sin embargo, con el blanco y negro las dudas se van, todo es más líquido, más onírico si se quiere.
 Recuerdo un relato de hace unos años, se me ha refrescado en estos momento, voy a dejar que fluya, como la cabeza de un pez en la corriente del tiempo

II
Primeros recuerdos del cine en la infancia adulta

 La sábana estaba fría, no como mi lengua que había sido salpicada del sabor a durazno del helado casero que había hecho mi madre. Las imágenes que flechaban mi conciencia hacia sombras y formas inexactas, no hacían más que momificarme, no podía moverme por el horror de haber visto una película de terror. Un terror de los que a los niños les patea en la columna vertebral. Con 6 años ya tenía las imágenes del horror adolescente, el futuro era solo una palabra, pero las imágenes de la televisión y la pantalla gigante del cine ya eran a esa altura algo así como la pirámide donde descansaría toda mi vida, o hasta hoy.
Algunas personas necesitan silencio para la mañana, lo cual es muy loable si tomamos en cuenta que allí afuera el ruido es tan mecánico que cualquier parecido con el infierno sería obvio. Pero otros necesitan un sonido más articulado, preciso, como las agujas del reloj, y comparable a las olas del mar en un día de tormenta. Así era mi vida en aquel entonces, mis padres gritaban todo el tiempo y la música me salvaba de los ataques que recibía en la escuela.
 Estaba en primer año y tenía una libreta azul con
 toques de blanco, era tan pequeña que cabía en mi mano. Tenía un lápiz, pero también usaba lapicera, escribía como un poseso. Sin saber lo que hacía, cuando me quedaba solo mirando una película de cualquier tipo, allí estaba yo con mi libreta describiendo diferentes escenas que me llamaban la atención, recuerdo una con Alan Ladd que tenía un final poco feliz.
 

 Pero tengo una referencia al cine de horror de cuando era más pequeño, lo raro es que recuerdo la lectura de periódicos que mi abuelo compraba y una noche viendo cine de terror de los setentas. El piso del apartamento de los abuelos era de madera y crujía con los pasos, mientras las imágenes entraban como anillos de humo en mis ojos.
 En mi adolescencia vivía en un mundo de video
clubs y alquileres de películas, algunas de tan baja calidad que se trancaban en la videocasetera y tenía que cortarle un trozo de cinta para empalmar y poder seguir mirando.

"Yellow Submarine" (1968). George Dunning
The Beatles en una fantasía psicodélica de música y amor. En esta película británica, ellos no aparecen sino al final. Sus personajes, animados, son doblados por otros actores

 Recuerdo que alquilé dos películas de The Beatles “El submarino amarillo” y “Help”, ambas me dejaron un fuerte sabor a rompecabezas sin armar. Durante años solo vi sin entrar en algunas imágenes, solo tenía cientos de imágenes y la inocencia de un Adán en el bosque de las pavuras, todo eso terminó como también terminó cerrando el único cine del pueblo.
 Entiendo que el tiempo te deja cicatrices
, pero no se puede volver al pasado y, a veces, es en él dónde mejor estamos mentalmente. 

Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828): Capricho N 43. "El sueño de la razón produce monstruos" (1799). Serie "Los Caprichos". Museo del Prado

III

 Comencé diciendo que había encargado un bálsamo para mitigar todo esto, cerrarlo, como cerraban una tumba en el antiguo Egipto, pero la verdad es que no puedo hacerlo, no puedo colocar otra piel sobre la que tengo como tampoco puedo dejar que aquel niño, adolescente y hombre, corran por unos breves momentos hasta hoy. Eso sí, el vacío me ha dejado un poco de hambre, voy a elegir un poema al azar, lo voy a dibujar mentalmente, lo voy a mezclar con una película nueva y después cubriré todo, hasta que hierva tanto que me vuele la tapa de la realidad

Marcelo López



1 comentario:

ACORAZADO CINÉFILO dijo...

Brillante escrito de nuestro colaborador Marcelo. Gracias