Piedras Lunares
"La Paura" (1954). Roberto Rossellini
Reflexión filosófica sobre el miedo
Francisco Huertas Hernández. 2001
"La Paura" (1954). Roberto Rossellini
Johann Schultze (Renate Mannhardt) & Irene Wagner (Ingrid Bergman)
Película germanoitaliana basada en la novela "Angst" (1925) de Stefan Zweig (1881-1942). "Ya no creo en el amor" -estúpido título en la traducción en España- (El miedo), fue rodada en Munich, simultáneamente en alemán e inglés. Irene Wagner (Ingrid Bergman) es la esposa del científico Albert Wagner (Mathias Wieman) y ha tenido una relación con Erich Baumann (Kurt Kreuger), pero el secreto da lugar a la ansiedad y la culpa. Otro personaje, Johann Schultze (Renate Mannhardt), una celosa ex novia de Erich chantajea a Irene. Pronto el sentimiento de culpa y la tortura psicológica de la esposa desembocarán en el descubrimiento de otro engaño urdido por Albert.
Zweig en su novela "Angustia" se centró en los efectos psicológicos del miedo, mientras que Rossellini que ambientó la historia en Munich, y no en Viena, dio importancia a la relación entre hombre y mujer en la sociedad contemporánea en una Alemania en reconstrucción tras la herida de la guerra.
El miedo es un mecanismo biológico adaptativo de supervivencia, que permite al organismo responder ante estímulos adversos con rapidez y eficacia. Es consecuencia de la actividad de la amígdala segregando vasopresina (hormona antidiurética), situada en lo más profundo del lóbulo temporal. Aunque extirpando la amígdala a los animales desaparece en ellos el miedo, no ocurre así en humanos, porque el mecanismo compuesto miedo-agresividad interactúa con la corteza cerebral, y otras partes del sistema límbico. Que el miedo y la agresividad estén unidos en la amígdala explica el hecho de que el animal con miedo reaccione agresivamente.
En un plano psicológico, el miedo (respuesta emocional a una amenaza inminente) es una emoción básica que provoca angustia (estado afectivo antes un peligro desconocido con síntomas físicos: elevación del ritmo cardíaco, temblores, sudoración, opresión en el pecho, falta de aire) y ansiedad (respuesta anticipatoria a una amenaza futura). Las fobias son trastornos de ansiedad que se caracterizan por un miedo intenso, desproporcionado e irracional, ante objetos o situaciones concretas.
En el psicoanálisis, el miedo surge del conflicto entre las pulsiones (sexuales y agresivas) que buscan satisfacción (principio del placer) y los mecanismos del yo que impiden su satisfacción (represión)
El miedo como emoción primitiva del cerebro cumple una función adaptativa, pero socialmente realiza también una función represiva del deseo, como acabamos de ver. Friedrich Nietzsche (1844-1900) escribió este brillante aforismo sobre el miedo como motivo de la moralidad mezquina:
"Metro cotidiano (Criterio de uso diario).- Nos equivocamos raramente si atribuimos las acciones extremas a la vanidad, las mediocres a la costumbre y las mezquinas al miedo"
(Friedrich Nietzsche: "Humano, demasiado Humano". Volumen I. Segunda Parte: Para la historia de los sentimientos morales. 74)
(Alltags-Maßstab. — Man wird selten irren, wenn man extreme Handlungen auf Eitelkeit, mittelmäßige auf Gewöhnung und kleinliche auf Furcht zurückführt)
(Friedrich Nietzsche: "Menschliches, Allzumenschliches". I. II. Zur Geschichte der moralischen Empfindungen. 74)
El miedo nos "animaliza", porque nos retrotrae a estadios anteriores de la evolución humana. Nuestras acciones no son libres -si la libertad es algo más que un ideal humano-. En Derecho es un eximente de responsabilidad. El Derecho Romano introduce la "metus causa" (por causa de miedo) como eximente. El Código Penal Español de 1996, art. 20.6 señala: "Está exento de responsabilidad criminal (...) el que obre impulsado por miedo insuperable". Encontrar la causa de muchas acciones "malas" (mezquinas) en el miedo es reconocer, en definitiva, nuestra "irresponsabilidad". Escuchemos de nuevo a Nietzsche:
"Nadie es responsable de las acciones morales, ni del propio ser; juzgar equivale a ser injustos"
(Friedrich Nietzsche: "Humano, demasiado Humano". Volumen I. Segunda Parte: Para la historia de los sentimientos morales. 39)
Y esto es así, según el pensador alemán, por creernos la "fábula" de la libertad (libertad del querer), que da lugar al error de la responsabilidad. Immanuel Kant (1724-1804) exigió al ser humano una moralidad cimentada en la voluntad libre, el cumplimiento del deber, como expresión de una racionalidad universal, pero ¿puede el que está dominado por el miedo cumplir ningún deber?
Sea como fuere, el conflicto -leitmotiv- entre miedo y libertad, instinto y razón, es el eje de esta gran película de Roberto Rossellini (1906-1977), como de la lucha eterna entre el animal y el humano que somos a un tiempo
"La Paura" (Non credo più all'amore) (1954). Roberto Rossellini
Poster. Italia
"La Paura" (Angst) (1954). Roberto Rossellini
Poster. Deutschland
“Tengo miedo para mi futuro”
M. v. C.
Tengo miedo. Siempre he tenido
miedo desde que mi memoria alcanza. Los libros de héroes y santos hablan
del miedo. Ellos no sentían miedo
porque el miedo es cobardía y egoísmo,
es temor a perder la vida. El héroe
y el santo son valientes porque no
son ellos mismos sino un trozo de Dios o
de la Patria que actúan sin pensar en sí mismos sino en entregar su vida y su alma. Así que el miedo era
ateo y antipatriótico.
Esto debió calar en mi mente infantil leyendo
en la Enciclopedia Álvarez o Miñón las historias de aquellos grandes
hombres, como el que defendió Tarifa
contra los sitiadores sacrificando a su propio hijo.
Cuando vino la democracia y la psicología
de masas leí que el valiente no
es quien no tiene miedo sino quien sabe vencerlo. Ahora ya se reconocía
implícitamente el valor de la vida individual, pero se interpretaba que en
casos de fuerza mayor podía afrontarse el peligro sacando fuerzas de flaqueza,
o, dicho en lenguaje de los tiempos: el autocontrol
racional de los impulsos emocionales biológicos. La razón sujetando a la
voluntad. Pero el miedo es innato.
Yo
tengo todos los miedos: a la enfermedad, a la soledad, a la muerte, al futuro,
a la gente, a Dios, a la humillación, a la locura, a la nada, a la noche, a la
pobreza, a las mujeres, a los perros, al destino, a la estupidez, al silencio,
a la sabiduría, a la vida, a los espíritus, a las estrellas, a los maleficios,
al castigo, a la policía, a la oscuridad, al mal, a la naturaleza, al tiempo,
al olvido, a mí mismo, al miedo.
Catalogar mis miedos es clasificar el ser y
agotarlo. Mis miedos son genéticos y adquiridos. Son inmemoriales y episódicos.
Son todos los miedos que he temblado y
que he reído, porque, aunque nos cagamos de miedo, también nos reímos de
miedo.
El
miedo es la debilidad del ser humano ante el destino y el tiempo. Es
individualizador y reflexivo. Lo que admira no es lo desconocido sino lo
que nos sobrecoge: Dios, la nada, el
tiempo.
Yo
escribo porque tengo miedo. Y hablo porque tengo miedo. Y amo porque tengo
miedo. No, no me digáis que el miedo paraliza los afectos y el entendimiento.
No es verdad. Lo que paraliza es la alegría,
la apacibilidad.
Para
huir del miedo creamos, imaginamos, luchamos, construimos, buscamos, amamos.
Yo no quiero tener miedo, pero sé que con él viviré y haré de mí lo que pueda
hacer para olvidar que está dentro de mí
como la sangre y el aire. Es aliento. Es latido. Al miedo se le oye, se le
siente. Es tan real como invisible.
No hay
ni un solo libro que haya despertado mi adhesión y mi entusiasmo que no me haya
hecho temblar. El miedo nos trae mensajes de otros mundos, excita nuestro
entendimiento, nos exige pensar a fuerza de sentir. Sintiendo esa congoja
tan honda que se convierte en grito y pregunta y razón y aullido y verso y
sofoco y dolor. ¡Qué diablos puedo yo
escribir con este miedo en mis manos!
Hay
versos por ahí tirados, en páginas acostados, esperando un miedo que les haga
vivir, versos, Dios mío, que han visto demasiado, en las fronteras donde
nace y se alimenta el miedo eterno de la
humanidad, versos como cuchillos que sajan. Versos de Eliot como: “Os mostraré lo
que es el miedo en un puñado de polvo”, versos de ecos bíblicos y
proféticos. Versos de Quevedo como: “Ven ya, miedo de fuertes y de sabios”.
Versos no leídos ni imaginados que alguien derramó herido por la espada del
miedo.
¡Oh,
versos que ni inventáis los miedos de la humanidad, ni les traéis con
apacibilidad sino con terror, con violencia lírica y apocalíptica!
¡Miedo, miedo, miedo, digo tu nombre, y
tiemblo ante ti como todos los que temieron y murieron y fueron olvidados!
Tengo
en mí, hermanos, todos los miedos y en ellos mi hogar, y busco en vosotros la
medicina y el consuelo, pero no, vosotros, sois altivos y tercos, creéis
que la poesía es un pasatiempo
apacible del atardecer cansino, una cosa inútil y vagamente placentera sobre
los pájaros y las fuentes. Miedos que son contrariedades ocasionales en el
orden de la vida pasan por vuestras existencias como gripes y jaquecas. Con una
aspirina se disipan. Pero, y, entonces, ¿qué
sentires, qué pensares, qué delirios y fantasmas pueblan vuestras noches y
vuestros silencios? ¿Qué posibilidad tenéis de abrasaros con la contingencia o
el destino? ¿Qué esgrimas del alma os ponen en guardia contra la injusticia y
el dolor universal? ¿Qué mierda habéis comprendido vosotros entonces si es que
no mentís con embeleco para hacernos sentir inferiores?
¡Oh,
miedo, que como piedras lunares es absurdo y fatal! Yo sé o yo no sé o qué sé yo, o quizás, o
acaso. Pero el miedo siempre, aún, más, eternamente.
Francisco Huertas Hernández
Noviembre 2001
2 comentarios:
Otro ejercicio brillante de hermenéutica cinematográfica
Cuánta verdad! Recuerdo mi miedo infantil a la obscuridad, pero sobre todo a la luz cenital del verano manchego
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