viernes, 29 de abril de 2022

Analepsia. 1994. Reflexión lírica: escritura, pensamiento y vida. "Entre la filatelia y la halterofilia. Diario de Oviedo". Francisco Huertas Hernández. Libro publicado en 1996

Analepsia. 1994
Reflexión lírica sobre la escritura, el pensamiento y la vida
"Entre la filatelia y la halterofilia. Diario de Oviedo". Francisco Huertas Hernández. Libro publicado en 1996

"Двадцать шесть дней из жизни Достоевского" (1980). Александр Зархи - "Twenty Six Days from the Life of Dostoyevsky" (1980). Aleksandr Zarji




"Двадцать шесть дней из жизни Достоевского" (1980). Александр Зархи
"Twenty Six Days from the Life of Dostoyevsky" (1980). Aleksandr Zarji
Анатолий Солоницын (Фёдор Михайлович Достоевский) - Anatoly Solonitsyn (Fiodor Mijailovich Dostoievsky) escribiendo
Película soviética que narra el año 1866 del novelista ruso Fiodor Mijailovich Dostoeivski (1821-1881) cuando atravesaba un momento angustioso: la muerte de su hermano, deudas y una vida personal llena de inestabilidad. Había firmado un contrato casi de esclavo con el editor Stellovsky, y tuvo que recurrir a un taquígrafo para cumplir con el contrato. Así surgió "El jugador" ("Игрок"), una novela por encargo

Abajo van a leer un capítulo de mi libro "Entre la filatelia y la halterofilia. Diario de Oviedo", publicado en el verano de 1996 en Madrid, en la Editorial Incipit. "Analepsia" es muy anterior, de febrero de 1994, convaleciente de una rotura de tibia en las inmediaciones de Peña Negra, Soria. La analepsia es el restablecimiento de las fuerzas después de una enfermedad, la convalecencia. La palabra griega ἀνάληψις significa "tomar de nuevo". En la película soviética "26 días en la vida de Dostoyevsky", el escritor moscovita se recupera de la muerte de un hermano y debe escribir bajo presión. Los escritores no conocen la "analepsia", porque su vida es la "enfermedad del escribir", tan debilitadora como exultante. ¿Por qué escribí el "Diario de Oviedo" en el verano de 1995 y que estaba destinado a publicarse? Sin duda por la soledad, el aislamiento y la necesidad perentoria de comunicarme. 

"Me disuelvo en la escritura que se recrea en sí misma". La relación del que escribe con lo que escribe es una relación de identidad y enajenación. Él es quien escribe, pero no es lo que escribe: "La escritura, en cambio, es mi otro yo; es yo porque sale de mi alma, de mi cuerpo a veces, pero es otro porque es un código que impone su ley muy a mi pesar". Nuestra lengua solo es una herencia, no es nuestra, como no lo es el aire que respiramos, el suelo que nos sostiene, ni las ideas que nos guían. 
Esa necesidad de escribir (confesarse en la hoja en blanco / pantalla en blanco) surge de la libido, pero es una "sublimación": "¿Escritura?. El ferrocarril del deseo. La vía-muerta-de las pasiones. El espejo que no devuelve la imagen". El escritor se mira en su "obra" y no se "refleja", porque lo escrito no es "especular", es "trascendente", nos "supera" o "sobrepasa". Hay en la "materia" de lo escrito, deseo. Y en la "forma", trascendencia del lenguaje como código independiente. Por eso Don Quijote y Raskolnikov "sobrepasaron" a Cervantes y Dostoyevsky, "atravesaron" la "inmanencia" de la vida finita de sus autores, porque siendo lenguaje eran "trascendentes", "eternos".

Así el autor se convierte en "obra", en tanto que "vive para su obra": "pero probablemente yo soy escrito por la escritura: “muros de fatales escrituras”". ¿Cuánto nos es dado escribir sometidos al "imperio de la lengua aprendida en la infancia"? ¿Y cuánto nos es dado "expresar" en esta época aciaga en que se persigue con saña e hipócritas justificaciones morales -toda moral es inmoral, al decir de Nietzsche- la libertad de expresión? Esta época donde una "unipolaridad" de "pensamiento correcto" obliga a los sujetos a ser eso: "sujetos". Facebook, Twitter, Instagram, Google, hasta Telegram, censuran a quienes no se "sujetan" a la voluntad del amo. ¡Qué fácil hablar y escribir la lengua del amo! Esa que no produce la "enajenación" del autor frente a su "obra", simplemente porque es un "eco"...

Escribir sobre la escritura en un mundo donde no se lee es ahora intempestivo, porque esas "redes sociales" arriba mencionadas tienen como misión -aparte de ganar dinero- "destruir" la capacidad lectora del ser humano, con la "saturación" de contenidos irrelevantes, la "limitación" de palabras, o la conversión del pensamiento en entretenimiento

Puede decirse hoy con más sentido -desgarrado sentido- lo que Friedrich Nietzsche escribió como subtítulo de su obra más famosa: "Un libro para todos y para ninguno" (Ein Buch für Alle und Keinen). ¿Quién va a leer ya "Guerra y Paz", "Los hermanos Karamazov", "Ulysses", "La República", "Fenomenología del espíritu", "Crítica de la razón pura", "El origen de las especies", "La Eneida", o "El Quijote", en un mundo "lobotomizado" por las pantallas, la muerte de la cultura, el fracaso del sistema educativo, y el autoritarismo de las falsas democracias?

Analepsia
3 febrero 1994

 Me disuelvo en la escritura que se recrea en sí misma. Yo soy el que se ha roto una pierna y el que ve “La primera respuesta”, más por Adelina Castillejo que por una curiosidad inane ante los problemas de la vida cotidiana. La escritura, en cambio, es mi otro yo; es yo porque sale de mi alma, de mi cuerpo a veces, pero es otro porque es un código que impone su ley muy a mi pesar. Adelina Castillejo se transustancializa en la sintaxis descoyuntada de mi / la escritura. Antes pensaba que eran sentimientos pensados los que circulaban por las hojas blancas pero en realidad no son sino escritura cuyas raíces quizá estén en los sentimientos subterráneos, es decir, subgráficos, hipógrafos. Pero no voy a “derridear” (Derrida). ¿Escritura?. El ferrocarril del deseo. La vía-muerta-de las pasiones. El espejo que no devuelve la imagen. La metáfora tampoco es buscada, es un síntoma de la escritura. “Tosa Ud.” dice el doctor. Así la escritura con la metáfora que es una tos del alma hipérgrafa. “Muros de fatales tergiversaciones” decía hace años, pero son esas tergiversaciones la escritura misma, que nunca es tergiversada más que respecto del sujeto que escribe, pero probablemente yo soy escrito por la escritura: “muros de fatales escrituras. Ahora escribo sobre la escritura, que es como los que piensan sobre el pensamiento, tarea hermética y estéril, porque lo que escribo sobre la escritura es también escritura y los que piensan sobre el pensamiento formulan pensamientos que, a su vez, deben ser pensados ad infinitum. La introspección es la autopista del infinito, la reflexión es la autopsia del vacío. “Escriturear” es quizá la alternativa. Escriturear es como callejear por la escritura, así, indolentemente y sin rumbo fijo, sin planos ni horarios, como escribir en un papel sin rayas. Escriturear es la escritura, que, vuelta sobre sí, mira el cielo y sigue adelante. El que escriturea también siente, pero, escribe, no como siente, ni siquiera siente como escribe, sino que da una voltereta y avanza: sentimientos y escritura en una cabriola que abre un hueco de cielo al lector que se lee a sí mismo mientras se escribe/escriturea. Pero basta ya de juegos ridículos: la vida es seria, por eso escribimos vestidos de etiqueta. Y vamos dejando etiquetas en los sentimientos disonantes de la vida.

 Toda mi escritura gira en torno a un tema único: yo. A partir de ahí, de la postulación del cogito reformulado: “Escribo, luego existo”, se desenvuelve el sistema de principios hipógrafos, en el que se yuxtaponen una doctrina pesimista y otra melancólica -la melancolía de las persianas- y algunas intuiciones de verdades claras y distintas de las del resto de los felices mortales. He escrito y/o reflexionado sobre mi escritura y sus principios, sobre su sintaxis y su semántica y una de las más asombrosas características de ella es su absoluta clausura, su definitivo hermetismo que funde lo psicológico en lo gráfico, transmutándose en psicógrafo el autor de estas líneas. Para ser más explícito: me es definitivamente imposible no escribir sólo, y exclusivamente, de y para mí. Todas las referencias y todos los temas, por abstractos que sean, quedan siempre en los límites de lo privado de mi escritura y de mi psicología. El esfuerzo gigantesco de acumular páginas de escritura psicógrafa durante años no admite destinatario exterior. El lector es un concepto-límite-negativo de imposible cumplimiento. Me pueden pedir que escriba para celebrar las bodas de plata de mi dentista y no conseguiré unir una vocal y una consonante. Escribir otra cosa que no sean Confesiones me parece más que impúdico, irrealizable. Y si me preguntan que si cuando escribo sobre la escritura y el escriturear o sobre Mozart y las mujeres feas, o sobre el tiempo y Dios y los números y el frío y la soledad, escribo, entonces, también sobre mí y nada más que de mí, respondo que efectivamente: que toda escritura es confesión y que sólo hay confesión por la escritura, que son una y la misma cosa. Los pecadores escriben porque buscan el perdón de sus pecados, exteriorizando y poniendo ante ellos el mal. Así escribo como así me confieso, y, como en la escritura, hay en la confesión omisiones, entre líneas, puntos suspensivos..., paréntesis, disgresiones, y huecos, significativos huecos y lapsus, erratas, faltas de ortografía, y lo fundamental y fundante: todo está MANUSCRITO, es MI MANO la que escribe y no un artefacto, y es la manuscritura la única y principal verdad de la confesión: la CALIGRAFÍA que pasa a ser una de las cualidades del alma, o el espejo del alma grafa. Siempre me pareció sospechoso el que se confesaba con máquina de escribir...

Francisco Huertas Hernández
Memorias de un Hombre de Acción
3 de febrero de 1994 (Convaleciente)
"Entre la filatelia y la halterofilia. Diario de Oviedo". Editorial Incipit. Madrid. 1996


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Magnífico análisis de por qué escribimos. Y muy fuerte varapalo a la mierda de sociedad dictatorial en que estamos

MARCELO dijo...

El pasado me trae un relato a propósito de lo que has escrito...

Primera parte:

La escondida
Nos acostamos y dejamos encendido el tocadiscos, sonaba a cigarrillos sin filtro, la tos de Carlos anunciaba que el saxofón de Charlie Parker se tragaba algo más que el silencio. La canción es Lover Man y lo transformaba todo en luces de colores. No nos desvestimos quedamos tendidos en colchones para descansar, al otro día teníamos que liberarnos de todo lo que nos apesadumbra para poder rendir en el trabajo.
Quedaría una canción más y no me dormía. Carlos estaba roncando pero la música seguía sin prejuicios, era un agujero negro que se ampliaba en mi cabeza. ¿Por qué tengo que trabajar en ese antro sucio? Solo me quedaban las ampollas y el sudor que me acompañaría hasta mañana.
La heladera estaba raquítica, solamente quedaban pequeñas arañas para comer migas de galletas secas. Empecé a recordar la cocina de mi niñez y su abundancia. Antes de marcharme a la escuela abría las puertas dobles de la inmensa heladera y tomaba la jarra con leche fresca y la manteca para untarle al pan. Mi tío era como mi padre y siempre la llenaba, mi madre se había casado con èl después de que mi padre murió. Las cosas eran desordenadas para el resto de las personas, menos para mí, me había acostumbrado a ser un punto en el espacio del barrio. Era el pobre gordito que corría para no ser golpeado en la escuela, con los mofletes enrojecidos y las ganas empedernidas de distraerlos a todos, la máscara que tenía, ocultaba mis flaquezas y algunos se quedaban atónitos. Pero el arrojo de mi inocencia era una voz que me llevaba a lo inesperado, como cuando crucé la calle principal sin mirar, casi me destroza un camión de refrescos pero me lleve la gloria para todos los que me vieron hacerlo.
Todo eso había terminado, solo quería leer los relatos de Julio Cortázar y volcarme a la fortuna de no tener que trabajar toda mi vida. En apariencia algo no ha funcionado, porqué trabajo doce horas diarias en un puerto atestado de gente que resbala sobre la vida como un patinador. Hace un año que ahorro cada centavo para marcharme a otro sitio. No tengo novia ahora, aunque me gusta mucho la mujer del capataz, la conocí en la fiesta de fin del año pasado, es alta como las palmeras de las películas que se ven en Miami y tiene el rostro de los sueños más hermosos. Sus ojos son azules, me recuerdan que una vez me quedè en una casa frente al mar, no había arena, solo piedras alargadas que te marcaban la espalda y a veces te cortaban los talones. En esa época tenía la espalda rasguñada por las uñas de una prima que me inició en el calor de los cuerpos húmedos, que se nutren de estertores de cinco minutos.
Hace un par de días termine de leer un libro de William Burroughs es una novela. Los relatos me satisfacen más que las novelas. Debo tener poca concentración porque en las novelas los personajes se me hacen tan largos, son como caminos que se pierden a lo lejos y si descansas en medio, cuando decides regresar se te olvida el trecho que has llevado a cabo. Con esta novela no me pasó nada parecido, la terminé y el camino se me viene encima como las cajas del puerto.

MARCELO dijo...

Segunda parte: Me gustaría vencer a todos los libros que he leído, a veces los lanzo al aire y los golpeo lejos, siempre lo digo en voz alta: ¡te gané, hijo de puta, pude noquearte!
Carlos se armó un porro con una de las páginas del libro de Burroughs, pero no me molesté ya lo tengo todo en mi interior, como las notas de los discos que escucho y eso no pueden robártelo. Aquí los libros cumplen diversas funciones, aparte de servir para la lectura, puedes prenderles fuego cuando necesitas encender la estufa o colocar alguno para paliar una pata de la mesa rota. Lo práctico es lo que más ayuda en la vida diaria, vivir con otra persona para pagar los gastos es algo que me resulta un acto libertario. He vivido en los últimos dos años con siete personas diferentes. Cuando no pueden pagar, los echo y listo, no hay empatía con nadie, me sirven para incrementar un poco la cuenta bancaria. Pienso en marcharme pronto, sueño con una huida en tren, corro tras espejismos que desaparecen con el alba.
Lo más soberbio que tengo es el tocadiscos, me lo regaló una amiga. Los discos que he conseguido se los compré a un francés que había estado en el norte, todos lo odiaban por eso, estar en un barco americano le dio muchas licencias argumentales de porqué la música de jazz es noble, recorrió medio mundo escuchándolo todo. Desde el primer día me adapte y creo que aquel sonido se ciñó a mi como una sangre nueva, me rejuveneció hasta evadirme de los gritos naturales de mi entorno.
He dejado de beber después de que le pegué a una prostituta, no recuerdo porqué lo hice, solo la dejé inconsciente sobre unas maderas y escapé de allí. Cuando llegué al apartamento vomite sobre el colchón y al otro día fui a trabajar hecho un estropajo.
No escuché nada sobre un crimen, así que debe estar viva. De todas maneras ya estaba muerta, esa clase de seres solo respiran el aire que les provoca más asco.
A veces al mirar el rostro de Carlos, veo los restos de la infancia ya sumergida sobre los ojos entornados que miran por la ventana. La vista de los techos le da teatralidad a esa mirada, los postigones dan una sensación de convalecencia siempre cerrados, indiferentes a lo que sucede afuera. Me pregunto si alguien vive allí ¿por qué nunca la abre? Yo lo abriría todo para mirar hacia la nada y marearme con ella.
El disco ha terminado y no voy a correr para colocar otro, los silencios me ayudan a respirar. A veces me gustaría poder visitar los lugares que aparecen en los libros de historia, como los museos, he leído tanto sobre ellos que uno de estos años entraré en uno para perder la memoria unos instantes. Me quitaría el peso que llevo en los hombros, algún día voy a sentarme a escribir sobre el pesado aire que se respira aquí. Solo espero que no me atrapen nunca, que me enjaulen haría que se me marchiten mis alas.
Marcelo López